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lunes, 26 de enero de 2009

La expansión del Temple en Catalunya.


La rápida expansión de la Orden del Temple en la península ibérica, fue provocada por la cruzada contra los moros que se venía librando durante siglos en España, la Reconquista. Debido a la proximidad de Catalunya con el sur de Francia, las primeras encomiendas peninsulares surgieron precisamente en esta región, donde acabarían expandiéndose por el resto de España, llegando también a Portugal.

Tal y como apunta el escritor y periodista granadino, Jesús Ávila Granados, en su libro “La mitología templaria” , los templarios y los monjes cistercienses surgen en Catalunya al mismo tiempo, gracias a la figura de Bernardo de Claraval.


“Dos años después (1131), el propio Bernardo escribe De Laude Novae Militiae. Uno de los más grandes condes de Barcelona, Ramón Berenguer III, tras entregar al Temple la alcanzada y recién conquistada Granyena de La Segarra (Lleida), no dudó en hacerse templario; la bandera bausant del Temple cubrió su tumba a su fallecimiento (19 de julio de 1131). Al año siguiente, el conde Ermengol VI de Urgell también mostró una especial atracción hacia el Temple, como se confirmó con la donación de la fortaleza de Barberà de la Conca (Tarragona). Incluso Alfonso I el Batallador, que falleció en Sariñena (1134), dejó escrito en su testamento que sus bienes y territorios conquistados fueran para el Temple, lo cual produjo tal indignación en el Reino de Aragón que la nobleza logró anular el deseo del monarca. A pesar de ello, seis años después, el Temple recibe las primeras plazas en territorios de la Corona de Aragón, del conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, primer monarca catalano-aragonés, tras su compromiso de matrimonio en Barbastro con doña Petronila.”


Miravet, una de las fortalezas más impresionantes del curso inferior del Ebro, al sur de Tarragona (Ribera d’Ebre), es conquistada por los templarios (1153), coincidiendo con el asentamiento en aquellos territorios catalanes de los tres grandes cenobios cistercienses (Poblet, Santes Creus y Vallbona de les Monges) y la posterior caída de Siurana, el último reducto islámico de Catalunya. No es una casualidad, por tanto, que ambas órdenes –cistercienses y templarios- surgidas, como hemos visto, de un mismo patrón, siguieran un desarrollo paralelo, no sólo en el tiempo sino también en el espacio.”

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