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viernes, 19 de junio de 2009

Las Mujeres en el Temple





La castidad era uno de los tres votos esenciales que debían profesar todos los templarios. Se consideraba el mayor símbolo de la pureza, y su cumplimiento elevaba espiritualmente a quienes lo practicaban por encima de los demás seres humanos. En su Elogio, Bernardo de Claraval había dejado claro que los templarios debían vivir sin mujeres, siguiendo así la práctica que se venía observando en los conventos cristianos desde hacía siglos.



La regla del Temple era todavía más contundente que el santo cisterciense, al prohibir a los templarios tocar siquiera a una mujer, ni aunque fueran sus madres o sus hermanas:



“La compañía de mujeres es cosa peligrosa, pues a través de ella el diablo ha apartado a muchos del sendero que conduce al Paraíso. De ahora en adelante, que ninguna dama sea admitida como hermana en la casa del Temple; ésa es la razón, queridísimos hermanos, por la que de ahora en adelante no es conveniente seguir esta costumbre, para que así la flor de la castidad pueda mantenerse por siempre entre vosotros.



Creemos que es peligroso que un religioso tenga demasiadas ocasiones de contemplar el rostro de una mujer, ya sea viuda, joven, madre, hermana, tía o cualquier otra cosa; y de ahora en adelante los caballeros de Jesucristo deberían evitar a toda costa los abrazos de las mujeres, por los que los hombres han perecido en tantas ocasiones, para que así puedan permanecer eternamente ante el rostro de Dios con una conciencia pura y una vida segura.”




Ahora bien, en algunas encomiendas ciertas mujeres fueron admitidas como cofrades; así, en la encomienda navarra de Novillas había 90 cofrades, 49 eran hombres y 41 mujeres.



En la actualidad las mujeres son admitidas en la Orden con los mismos derechos y obligaciones que los hombres. Por supuesto, queda prohibida cualquier relación sexual entre hermanos fuera del matrimonio; bien sean prácticas heterosexuales o prácticas homosexuales. De llegar a consumarse dichos actos y de llegar al conocimiento de otros hermanos, ambas prácticas acarrearían la inmediata expulsión de la Orden.

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