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miércoles, 2 de septiembre de 2009

Los templarios, de soldados de Cristo a administradores terrenales.


Insistimos en que la principal ocupación para la cual los templarios habían sido realmente fundados y formados era hacer la guerra. Ésa era su razón de existir como orden y la que justificaba su existencia. Habían nacido para proteger a los peregrinos, pero también se habían convertido en los protectores de las posesiones cristianas en Tierra Santa.

No obstante esta dedicación a la guerra, es muy extraño que en la regla no se fijen una serie de horas para practicar tanto técnicas de lucha como tácticas de combate.

Desde luego, dada la edad de los caballeros y de los sargentos que ingresaban en la Orden, es evidente que ya tenían un entrenamiento militar avanzados, obtenido en alguna de las cortes señoriales en las que se habían educado durante su juventud.

Una vez en la Orden debían seguir practicando, pues en caso contrario hubieran perdido forma y eficacia, pero ¿cuándo lo hacían? Es probable que se realizaran algunos ejercicios de armas y ecuestres después de comer, pues la regla prevé para esas horas de comienzos de la tarde un buen rato de asueto en el cual los templarios podían “hacer cosas”.

Un guerrero no puede dejar de practicar con las armas, manejar la espada una y otra vez, lanzar fechas, montar a caballo, o ensayar fintas y estocadas; es la única manera de mantenerse en forma, de fortalecer los músculos para adaptarlos al peso de las armas y de estar preparado para la batalla.

Pero no sólo para eso; los templarios luchaban en grupos compactos a la grupa de sus caballos de guerra y esta táctica requería una preparación muy precisa para poder definir los movimientos que luego se aplicarían a la batalla. De hecho, por cómo actuaron los escuadrones de caballería templaria en las batallas en las que participaron, es evidente que sus movimientos se llevaron a cabo gracias a la disciplina militar y a los ejercicios que necesariamente tuvieron que entrenar.

La principal y más repetida maniobra de combate de su caballería pesada era la carga frontal, realizada con toda la contundencia posible, con la que lograron notables éxitos. Para que resultara eficaz se necesitaba una gran disciplina táctica y el mantenimiento a ultranza del orden en el ataque. La efectividad de este tipo de acciones fue muy grande, pero también provocó tremendas derrotas.

Cada vez que los templarios eran vencidos en una batalla, como sucedió en varias ocasiones, sus bajas eran enormes, llegando incluso a sucumbir la práctica totalidad del contingente que había participado en esa acción bélica. ¿A qué se debía semejante porcentaje de pérdidas? Cuando un templario entraba en combate debía ser ayudado por sus hermanos, y ninguno estaba autorizado a abandonar el puesto en el campo de batalla ni a separarse de sus filas hasta que no lo autorizara el maestre o quien dirigiera las tropas en ese momento. Y esa orden casi nunca se dio, pues trece de los veintitrés maestres del Temple murieron en plena batalla con la espada en la mano o como consecuencia de una acción de guerra. Ésa pudo ser una causa del elevadísimo porcentaje de muertos templarios en cada una de las batallas que perdieron. En julio de 1187, por ejemplo, murieron doscientos treinta caballeros templarios en la batalla de los Cuernos de Hattin. Allí nadie dio la orden de retirada; los templarios lucharon hasta la extenuación, sin hacer el menor movimiento que apuntara siquiera la posibilidad de una huida; pese a su inferioridad numérica y a su desventaja posicional, cargaron una y otra vez sobre las filas de Saladino hasta quedar exhaustos; casi ninguno se salvó, pues los sobrevivientes fueron ejecutados, a excepción del maestre y de algún alto cargo de la Orden. Algo similar ocurrió en el asedio a Acre en 1291, donde, pese a que muchos pudieron haber escapado en alguno de sus navíos, murieron todos los templarios que se quedaron para defender el gran torreón donde guardaban su tesoro y donde había estado hasta entonces la casa central del Temple.

La disciplina se imponía en campaña de la misma manera que en la vida cotidiana en el convento. Antes de salir a una expedición militar se revisaban todos los equipos y se dejaban listos para la ocasión. Cuando se desplazaba en marcha, el ejército templario lo hacía en forma de cruz griega-¿tal vez la cruz templaria?-, y respetando un orden de columna muy jerarquizado: en primer lugar cabalgaba el maestre, y a su lado el senescal y el mariscal, detrás iban colocados los comendadores del reino de Jerusalén, de Trípoli y de Antioquía. Justo detrás lo hacían el pañero y el turcoplier (el encargado de dirigir a las tropas mercenarias de los turcopoles) y el submariscal; el siguiente era el portaestandarte o confaloniero, protegido por la guardia de diez caballeros asignada al maestre. Tras ellos venían los caballeros, los sargentos, los escuderos, los capellanes y los siervos, en columna de a dos, guardando escrupulosamente el orden asignado a cada uno y cabalgando e la manera adecuada.

En la batalla era el mariscal quien daba las órdenes precisas que todos los combatientes templarios tenían que cumplir. Su táctica de combate era la carga compacta con sus caballos en formación cerrada, perfeccionada por el tercer maestre, Everardo de Barres, durante la Segunda Cruzada. Fue este maestre quien convirtió a los templarios en un modelo de destacamento militar en el que los caballos eran entrenados para usar las pezuñas como un arma más de combate.

Los templarios tenían orden tajante de luchar mientras su estandarte de combate permaneciera izado; si lo veían caer y no era sustituido por el de reserva, debían localizar entonces el estandarte de los hospitalarios y, pese a que eran sus más enconados rivales, acudir a reunirse junto a él; si el del Hospital también había caído, podían acudir ante el estandarte de cualquier señor cristiano que permaneciera alzado.

Todo el equipo militar era proporcionado por la Orden. El material básico lo integraban una loriga con almófar, un par de calzas de cuero, un casco de hierro, un yelmo de hierro cilíndrico, una cota de malla, unos zapatos de armas, una espada recta de doble filo, una lanza de madera de fresno con punta de hierro, un escudo triangular de madera contrachapada por una cara y con cuero por la otra, tres cuchillos, una gualdrapa y los correspondientes jaeces para los caballos de combate. Al igual que el vestido, las armas y sus complementos eran muy sólidos, aunque sencillos, y también debían estar desprovistos de ornamentos. Hasta las sillas turcas, que solían presentar coloristas detalles decorativos, eran tapadas con pieles blancas o negras en caso de usarlas.

Completamente equipado para el combate, la imagen del templario debía de ser impresionante de veras; cubierto de hierro con la cota de malla y la loriga, y la capa blanca con la cruz roja, su aspecto físico causaría un gran impacto entre los combatientes musulmanes. Una carga de caballería de cien o doscientos jinetes templarios, blancos y negros, en campo abierto provocaría un considerable temor entre sus enemigos.

Para contrarrestar la enorme potencia de carga de los jinetes del Temple, los musulmanes aplicaron un método muy eficaz. La caballería ligera se acercaba a una distancia razonable y lanzaba una andanada de flechas sobre la formación compacta de los caballeros, para retirarse de inmediato en cuanto éstos amagaban con un contraataque. Esta táctica no causaba demasiadas bajas entre los soldados equipados con armaduras y escudos, pero a veces provocaba que sus filas se descompusieran y desperdigaran, y es ahí donde perdían eficacia los caballeros templarios. También se usaron ballestas de tiro múltiple, fuego griego, jeringas con ácido sulfúrico e incluso armas de pólvora, ya avanzado el siglo XIII.

El equipo militar de un caballero o de un sargento suponía un coste económico muy elevado. Una sencilla cota de malla era tan cara como dos e incluso tres caballos y para que no perdiera eficacia tenía que ser cuidada y engrasada con frecuencia. Se ha estimado que el equipo completo de un caballero en el siglo XIII podía ser el equivalente al precio de veinte bueyes. El equipo del siglo XII, más sencillo, se fue haciendo más complejo en el siglo XIII; el simple casquete cónico con lengüeta para proteger la nariz fue sustituido por un pesado yelmo cilíndrico con dos pequeñas oberturas para ver y respirar, y a la cota de malla se le superpusieron unas placas de metal en pecho y hombros.

Claro que no todos los templarios tomaron las armas; en realidad, el número de combatientes que mantuvieron en Tierra Santa nunca fue superior a los mil, tal vez mil doscientos caballeros en los momentos de mayor presencia templaria. En las guerras en la península Ibérica contra el islam tampoco aportaron demasiados combatientes; a la conquista de Mallorca acudieron con treinta caballeros y veinte ballesteros en 1229, y con veinte caballeros estuvieron presentes en la de Valencia en 1236. En Castilla tampoco ayudaron demasiado, pues en Calatrava se tuvieron que retirar en 1157, tal vez por carecer de suficientes efectivos.

La Orden del Temple que en un principio se había organizado para la guerra y combatir al infiel, a medida que fue creciendo en número de miembros, tuvo que crear un sofisticado pero al mismo tiempo una eficiente administración, para poder rentabilizar sus recursos. Y es que la mayoría de los templarios eran hermanos encargados de administrar las miles de encomiendas repartidas por toda Europa, de donde se extraían las rentas parar pagar esos costosísimos equipos militares que usaban en las guerras en Tierra Santa.

4 comentarios:

  1. Saludos:
    He visitado vuestra biblioteca y tengo por costumbre dejar mi nombre en los lugares donde soy bien recibido. Gracias

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  2. sois de algún grupo de recreación?,yo llevo un grupo de recreación medieval con alto rigor histórico de la orden del temple,somos els templers del comtat de Barcelona,por si os interesa la recreación este es mi mail.

    crusader_templar1186@hotmail.com

    pax tecum!

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  3. http://www.facebook.com/pages/Templers-Del-Comtat-De-Barcelona/191061260920849

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  4. un saludo afectuoso desde El Salvador Centroamerica, desde mi blog
    www.creeenjesusyserassalvo.blogspot.com

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