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martes, 5 de enero de 2010

Los Reyes Magos


El relato de Mateo sobre los “magos de Oriente” (Mt 2) cumple la misma función que las narraciones de Lucas acerca de los pastores y de Simeón y Ana. En cuanto a los extranjeros que rinden homenaje a Jesús presagian la futura difusión de la fe cristiana por el mundo de los gentiles. Cabe la posibilidad de que el relato de la estrella que guió a los Reyes Magos hasta Jesús se base en un fenómeno natural insólito que se produjo en la época. Se ha señalado, por ejemplo, que alrededor del año 10 a.C. el cometa Halley fu visible.

Al igual que otros pueblos, los judíos creían que los astros y los planetas servían de señales y presagios que revelaban la voluntad divina. Probablemente el relato de Mato entronca con la Biblia: en Números, el adivino Balaam vaticina que “Una estrella saldrá de Jacob” (Num 24, 17). El judaísmo interpretó esta señal como alusión al Mesías, y el movimiento mesiánico judío contrario a Roma (132-135 d.C.) llamó a su jefe Simón Bar Kosebá, que significa “Simón, hijo de la estrella”. Mateo afirma que la estrella, cuya salida vieron los Reyes Magos, era la del rey de los judíos, y diversos salmos interpretados en la época con un sentido mesiánico mencionan que los Reyes Magos ofrecieron regalos a un monarca israelita. De suma importancia es el pasaje de Isaías, que fue interpretado con un discurso dirigido al Mesías: “Caminarán las naciones hacia la luz, los reyes hacia el fulgor de tu aurora”. Poco después menciona los camellos que transportarán oro e incienso para honrar a Dios (Is 60, 6). Estos fragmentos sirvieron de origen a la convicción de que los visitantes fueron tres reyes.

El original griego llama “magos” a los visitantes, palabra que describe a los que practicaban las artes mágicas orientales. Originalmente fueron un clan medo que, con el paso del tiempo, formaron la casta sacerdotal de Persia. En tiempos de Jesús, los magos eran los practicantes profesionales de diversos tipos de conocimientos mágicos, como la interpretación de los sueños y la astrología. Aunque se extendieron por toda la zona mediterránea, siempre existió la conciencia de que los magos habían surgido en el Oriente más lejano, como demuestra el Evangelio según Mateo. En otras partes del Nuevo Testamento, los magos no figuran con una perspectiva tan positiva. En Hechos, las artes mágicos del mago Simón (Act 8, 9-24), del mago y falso profeta judío Bar Jesús y de Elimas (Act 13, 6-12) son superadas por los apóstoles de Cristo. El filósofo judío contemporáneo de la época Filón de Alejandría muestra una alta estima por los auténticos magos y ataca a los charlatanes que pervierten sus prácticas. Mateo refleja la visión positiva que Filón tiene de los magos, pues su saber les permite reconocer la importancia de la estrella y la categoría regia de Jesús (Mt 2, 2); además, poseen la capacidad de recibir un mensaje divino en un sueño (Mt 2, 12).

A diferencia de Lucas, Mateo considera Belén la ciudad natal de José y María, consigna que Jesús desciende de la progenie real del rey David (Mt 1) y añade que sus padres tienen una casa en dicha ciudad (Mt 2, 11). En Jerusalén los astrólogos preguntan dónde ha nacido el rey de los judíos (Mt 2, 2) y los sumos sacerdotes y los escribas responden que la profecía ha designado Belén como el sitio del que saldrá el “pastor”, el verdadero gobernante de Israel (Mt 2, 4-6). De esta forma, Herodes conoce el lugar de origen del nño, pero no a su familia; sólo los visitantes de Oriente son conducidos por la estrella hasta el lugar donde Jesús se encuentra.

La matanza de los inocentes y la huída a Egipto

Según Mateo, el rey Herodes ordenó la matanza de todos los niños menores de dos años (la llamada “matanza de los inocentes”) de Belén en su pretensión de quitarle la vida al Mesías, de cuyo nacimiento se había enterado (Mt 2, 16-18). Entre tanto, la familia de Jesús había emprendido la huída a Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Herodes (Mt 2, 13-15).

Aunque Mateo cita una profecía de Jeremías relacionada con la matanza de los inocentes (Mt 2, 18), el episodio procede más directamente del Éxodo 1, 15-22, en el que otro rey amenaza con matar a los niños varones. Este relato forma parte del intento de Mateo de presentar a Jesús como el nuevo Moisés. Aunque no podemos considerar la matanza como una realidad histórica, es cierto que Herodes el Grande fue un monarca implacable y que la narración de Mateo encaja perfectamente con lo que se recuerda de su gobierno.

La huída de José y su familia a Egipto es una narración que sólo Mateo consigna y muestra el desplazamiento de Jesús a Egipto como representante de Israel. Una vez más, la historia de que el pueblo se ve obligado a huir de la opresión real es compatible con los recuerdos del gobierno herodiano.

La explicación del asentamiento de la familia en Nazaret cuando regresa (Mt 2, 23) parece el intento de reconciliar los orígenes galileos de Jesús con la tradición de su nacimiento en Belén, Mateo cita una profecía poco clara e imposible de rastrear (Mt 2, 23) con la intención de demostrar que el término “nazareno” indicaba que Jesús procedía de Nazaret.

Mateo cuenta (Mt 2, 22) que José tuvo miedo de vivir en Judea bajo el mandato de Arquelao (hijo de Herodes) y que se trasladó con su familia a Galilea, regida por otro de los hijos del Grande, Herodes Antipas (el mismo de la narración de Juan el Bautista). Arquelao era un célebre tirano: nombrado gobernador de Judea por los romanos a la muerte de su padre, en 4 a.C., su gobierno fue tan severo que en 6 d.C. se le destituyó y Galilea fue gobernada directamente por el Imperio Romano.

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