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martes, 2 de febrero de 2010

El mito del pelícano


Queremos compartir un interesante tema editado en el libro “La mitología templaria” del escritor y periodista español, Jesús Ávila Granados: el mito del pelícano asociado a la Orden del Temple.

Desde la encomienda de Barcelona, deseamos que sea de vuestro agrado.

Los templarios también se nutrieron de numerosos valores socioculturales de Occitania. Uno e ellos fue el mito del pelícano, en donde esta singular ave se muestra en toda su riqueza mitológica ante los constantes acosos que el Diablo –la Bestia- lleva a cabo contra su progenie. Estos conceptos los tomaron los caballeros del Temple de sus contemporáneos los cátaros, para enriquecer su vasta mitología, que forma parte de un largo desarrollo cultural que se remonta a los antiguos bestiarios clásicos (el Physiologós griego y el Physiologus de tradición latina), pasando por el simbolismo heterodoxo y la iconografía cristiana, para terminar en la moderna francmasonería.

El pelícano, que guarda una estrecha relación con otra ave, el Ave Fénix, para la iconografía cristiana es el símbolo de Cristo, y también de la naturaleza húmeda que, según la física antigua, desaparece por efecto del calor solar y renace en invierno; el pelícano se toma como figura del sacrificio de Cristo, así como de su resurrección; simbolismo y que igualmente encuentra un estrecho paralelismo en la llaga del corazón, de donde manan sangre y agua, licores de vida. “En las versiones ortodoxas y monoteístas, el Pelícano mata a sus propios hijos, que le han ofendido (lo que significa que Cristo se ha visto obligado a castigar a sus hijos, los pecadores). Pero cuando los ve muertos, el Pelícano los resucita rociándolos con su sangre (y esto significa que Cristo –Christus in Passione- resucita a los hombres sacrificándose por ellos)”, escribe el medievalista francés René Nelly. También el pelícano, como ave acuática, encarna otras muchas valoraciones que recogemos en las fábulas: se cuenta que ama tanto a sus pequeñuelos que muere por ellos mientras se abre el buche para alimentarlos; a tenor de esto, es fácil comprender que el pelícano sea considerado el símbolo del amor paterno, así como el de los príncipes hacia sus pueblos.

¿Pero qué relación guarda esta mitología ave con el Diablo? Pues era muy estrecha, la de tentador de la seguridad de los más débiles –los pecadores-, representados por las crías del Pelícano que, indefensas ante el feroz ataque de la Bestia, caen con facilidad víctimas del Mal. En la imaginería medieval, desde el Bestiario occitano hasta la iconografía cristiana, con un significado heterodoxo, el mito del Pelícano sigue un rosario repetitivo que, tras seducir a los escultores románicos, encuentra en las más profundas concepciones del Temple su verdadero caldo de cultivo.

“El dios malo se encarnizaba en destruir las criaturas buenas que había hecho el verdadero Dios. Y esto duró hasta que Cristo depuso o escondió su luz (deposuit vel abscondidit), es decir, hasta que se encarnó en la Virgen María. Entonces capturó al dios del Mal y lo relegó a las tinieblas del infierno. Y a partir de ese tiempo, el dios del Mal no tuvo ya la posibilidad de destruir las criaturas del dios del Bien”, dejó escrito un cátaro, según leemos en el Registro de Inquisición firmado por el obispo Fournier (tomo I, pág. 358). Con ello, no sólo la concepción medieval recuerda la necesidad de vencer las tentaciones de las fuerzas del Mal, a través de la Luz, sino también el reencuentro con la Virgen María, la madre de Jesús, fecundadora de vida y esperanza. Porque en la tierra, Cristo se limitó a ocultar su luz en la Virgen, como recuerda una célebre oración cátara: “Dios descendió del cielo con los doce apóstoles y ocultó su luz en la Virgen María”. Pero, más que para renacer como hombre del seno de una mujer, esa ocultación por parte de Cristo de la Luz no fue sino una circunstancia momentánea, para confundir al Diablo; porque, para vencer al príncipe de las tinieblas, Cristo vio necesario entrar en cierto sentido en las tinieblas del Mal.

El concepto de que esta mitológica ave es un ser vinculado con las fuerzas del astro rey, que sigue al sol en su trayectoria astral, es una invención que los cátaros de Occitania tomaron de los celtas, adoradores de la más luminosa de las estrellas del firmamento, como lo atestiguan en los símbolos que, en honor al sol, están grabados en sus viviendas, que los templarios recogieron de las estrellas de seis puntas inscritas en círculos, tan abundantemente representadas en edificios y colocadas en las entradas de las construcciones, tanto civiles como religiosas, para transmitir energía positiva a quienes accedan a las mismas.

Con toda probabilidad, los monjes eremitas templarios, que buscaban el aislamiento metafísico en lugares llenos de energía pero del todo alejados de los núcleos de población (cañón del río Lobos; la Liébana; las Hurdes; la Baja Extremadura; las Batuecas; el Maestrazgo; el Ampurdán, la sierra de Cazorla, etc.), encontraron una gran inspiración de fuerza espiritual al buscar como referencia la figura de esta bondadosa ave, de naturaleza acuática, que sólo tomaba el alimento necesario para mantenerse con vida.

En el mundo alegórico de la alquimia también está muy presente la figura de esta fabulosa ave, cuando aparece con su retorcido pico que se proyecta hacia su abombado vientre, en clara alusión a la retorta; así como imagen de la piedra filosofal que, al ser sumergida en el plomo líquido, hace que éste se funda y desaparece para dar lugar a la conversión del plomo en oro. Por otra parte, como símbolo altruista de la purificación, el pelícano ilustra, al mismo tiempo, el grado de las logias francmasónicas de Escocia, a cuyos miembros de la rosacruz se les denominaba en las antiguas logias “caballeros del pelícano”.

Tampoco la mitología islámica se libra de la alusión a esta fabulosa ave, como se recoge en el Corán. Se asegura que el pelícano, que en Arabia hace su nido lejos de las aguas para estar más seguro, va a buscar la comida a veces a dos jornadas de distancia y que la trae a su progenie en el interior de un depósito que tiene dentro del pico. Los musulmanes, a tenor de ello, creían que Alá se servía de esta ave para socorrer a los peregrinos de la Meca que precisaban del líquido elemento a través del árido desierto.

2 comentarios:

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  2. Pésima reflexión. Turbada por un fanatismo religioso qué quita el mensaje verdadero del mito del pelícano.

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