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miércoles, 24 de marzo de 2010

Arginy y el tesoro del Temple: Iª parte.


Queremos desde la encomienda de Barcelona, abordar otro de los temas que más literatura ha ofrecido a la causa del "templarismo"; la búsqueda de un tesoro secreto perteneciente a la Orden del Temple. La pluma inquietante del escritor e historiador francés, Michel Lamy, nos ofrece otra perspectiva, ciertamente atractiva y al mismo tiempo inquietante. Deseamos que su lectura sea de vuestro agrado.

Fotografía del castillo de Arginy (Francia)

La realidad de un tesoro templario ingente está lejos de ser evidente. Además, el hecho de que en numerosos lugares los monjes soldados pudieran escapar a la suerte que Felipe el Hermoso les tenía reservada, permite pensar que habría podido ser recuperado por los supervivientes de la Orden. Incluso si suponemos que de una manera u otra los altos dignatarios pudieron poner dicho tesoro a buen recaudo, nada demuestra que esté aún en el escondite que le fuera entonces destinado.

No obstante, centrémonos en la hipótesis de la evacuación de las riquezas de la Orden por un miembro de la familia de Beaujeu, a petición de Jacques de Molay.

Según este relato, el conde de Beaujeu habría conseguido, así pues, convencer a Felipe el Hermoso de que le dejara recuperar el cuerpo de su tío a fin de inhumarlo en el Beaujolais, feudo de su familia. Habría aprovechado la ocasión, por orden e indicaciones del último gran maestre, para recuperar las riquezas del Temple y hacerlas salir de la capital. A tal fin, Guichard de Beaujeu habría reunido algunos compañeros dignos de toda confianza, los cuales habrían creado la sociedad secreta “los Perfectos Arquitectos”. Convenía guardar el tesoro en lugar seguro y, a fin de poder custodiarlo, Guichard habría decidido esconderlo en sus propias tierras. ¿No era allí, por otra parte, donde había de llevar los restos de su tío? ¿No hubiera parecido cualquier otro destino sospechoso? La lógica quería, efectivamente, que Guichard llevara su precioso cargamento a las tierras de los Beaujeu en el Ródano.

Los Beaujeu en la Dama de Trébol

No se sabe con mucha exactitud cuándo se instalaron los Beaujeu en esta región montañosa del Beaujolais. El lugar había sido considerado como sagrado en tiempos antiguos y había conocido extraños cultos ligados a los megalitos. Quedan aún algunos vestigios de un cromlech en el Sudeste de Beaujeu y, un poco más al sur, unas piedras con forma de cúpulas conocidas como las Pierres-Fayettes. Dispuestas en círculo en una estribación rocosa, parecen vigilar el valle del Azergues. Sin embargo, es en otra propiedad muy próxima donde Guichard habría escondido el valioso depósito, antes que el castillo familiar: en Arginy, en el término municipal de Charentay.

Trasformado en hacienda, el castillo de Arginy, desde entonces, no se ha conservado en buen estado. Sin embargo, quedan dos torres redondas cuya imagen se refleja en las aguas mansas y verduscas que las bordean. Conserva asimismo un torreón que ha centrado el interés de muchos buscadores de tesoros. Las ocho aberturas que hay en lo alto le han valido el nombre de Torre de las Ocho Bienaventuranzas o Torre de Alquimia. Construido en el siglo XI, el castillo fue muy remodelado en el siglo XVI.

No se conoce muy bien el origen del topónimo “Arginy”. Algunos han supuesto que se trataba de una deformación de la palabra griega arguros, que significa dinero. Otros ahn visto en él Argina, la Dama de Trébol, reina de los tesoros. Se dice asimismo que el origen del nombre se remonta a la guerra de las Galias. Un lugarteniente de César llamado Argino habría hecho construir un castellum en estos lugares habrían conservado por dicha razón el recuerdo de su nombre. A continuación, un castillo habría ocupado el lugar del castellum y los condes de Beaujeu habrían pasado a ser sus propietarios en el siglo XIII. En 1253, Louis de Beaujeu abandonó la casa salobriega para instalarse en Arginy, donde residieron igualmente sus sucesores: Guichard VI el Grande en 1295, Édouard I en 1331, Antoinette de Beaujeu en 1343.

En 1338, el castillo fue cedido a la familia de Vernet y posteriormente, en 1453, pasó a ser propiedad de Jacqueline de Châlons, perteneciente a la misma familia que el templario Jean de Châlons. En 1485, la propiedad cambia de nuevo de familia: va a parar a manos de Thomas de La Busière. En el Renacimiento, y ello no carece de interés, fue adquirida por un amigo de Jacques Coeur: Claude de Vignolles. Éste restauró el castillo, agrandó la propiedad, construyó la alquería flanqueada por una torre octogonal que fue bautizada más tarde con el nombre de La Prisión.

La familia de Rosemont adquirió a continuación este dominio en 1883. Desde entonces, numerosos personajes, decidiéndose a veces comisionados pro sociedades secretas, intentaron comprar el castillo de Arginy, ofreciendo generalmente sumas enormes, convencidos de que se trataba de una inversión y de que el tesoro de la Orden del Temple se encontraba con toda seguridad en ese lugar.

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