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miércoles, 3 de marzo de 2010

Símbolos cristianos: El desierto


Nos encontramos en la segunda semana de Cuaresma, y es por ello que desde la encomienda de Barcelona, hemos creído oportuno hablar de otro de los símbolos cristianos “el desierto”; ya que en él Jesús tomó la decisión de ayunar y evadirse de ese modo de los trasiegos monótonos que a Él también le sobrevenían diariamente.

Deseamos que su lectura sea de vuestro agrado.

El desierto es otro de los símbolos cristianos que se recoge en el Evangelio. Su representación simbólica se hace prácticamente escasa en la iconografía cristiana, debido especialmente a que es difícil representar gráficamente un desierto. Pero aún así, su significado es importante para entender la preparación que tuvo Jesús, durante su vida terrenal.

Muchas han sido las personas que han centrado su importancia, en el papel que tuvieron las tentaciones por parte del Diablo, a un Jesús debilitado físicamente por el ayuno cuaresmal.

Veamos que dice el Evangelio según San Mateo:

“1 Entonces fue llevado Jesús por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. 2 Y, habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, al fin tuvo hambre. 3 Y acercándose el tentador, le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. 4 Pero él respondió, diciendo: Escrito está: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” Le llevó entonces el diablo a la Ciudad Santa, y, poniéndole sobre el pináculo del Templo, 6 le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo, pues escrito está: “A sus ángeles encargará que te tomen en sus manos para que no tropiece tu pie contra una piedra.” 7 Le dijo Jesús: También está escrito: “No tentarás al Señor tu Dios.” 8 De nuevo le llevó el diablo a un monte muy alto, y mostrándole todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, 9 le dijo: Todo esto te daré si de rodillas me adoras. 10 Le dijo entonces Jesús: Apártate, Satanás, porque escrito está: “Al Señor tu Dios adorarás y a Él sólo darás culto.” 11 Entonces el diablo le dejó, y llegaron ángeles y le servían.” (Mt. 4, 1-11.)

El desierto aparece en la literatura judía como el lugar donde moraban los malos espíritus, y en especial los demonios, como cuentan otros relatos evangélicos.

Entonces Jesús eligió ese mismo escenario para “examinarse”, con la ayuda del Espíritu Santo, y demostrarse a sí mismo, si estaba preparado para recibir plenamente al Cristo.

Jesús evitó caer en las tres tentaciones que le propuso Satanás; venciendo de esta forma a las fuerzas del Mal. Su mente fue más fuerte que su débil cuerpo, asegurándose de que Dios Padre, le proporcionaría lo necesario.

Pero no debemos interpretar al “desierto” como algo negativo; sino más bien lo contrario. Si por una parte el desierto simboliza la soledad. También en el Evangelio es sinónimo de introspección, de una búsqueda interior en un entorno propicio para no distraerse con cosas banales. Una comunicación íntima con el Padre es la que encontró en el desierto Jesús, el Mesías. Una misteriosa búsqueda que todo buen cristiano necesita encontrar, para de esta forma, lograr una vida más placentera.

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