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martes, 23 de noviembre de 2010

El simbolismo en el arte del Románico y el Gótico.


Desde la encomienda de Barcelona queremos continuar hablando sobre el arte que rodeó a la Orden del Temple, que fue tanto el arte románico como también el arte gótico. Es por ello que hemos encontrado interesante el tratar el simbolismo que representan estas dos corrientes medievales de su época.

Para ello hemos seleccionado un texto del periodista madrileño Juan Ignacio Cuesta Millán y que ha sido publicado en el libro “Codex Templi”.

Deseamos desde este humilde rincón que su lectura os sea gratificante.

Escultura de un capitel realizada por Gilabertus, maestro escultor del románico y precursor del arte gótico (Museo episcopal de Vic, Barcelona)

Es difícil confeccionar un inventario de toda la simbología románica y gótica en un espacio reducido, pero pueden hacerse algunas consideraciones al respecto y describir algunos casos especialmente relevantes y desconocidos.

En primer lugar, hay que tener en cuenta que los elementos iconográficos románicos ya incorporaban referentes alquímicos muy primitivos, tanto en canecillos como en capiteles. Se encuentran mezclados con las representaciones religiosas tradicionales, destinadas a difundir las enseñanzas cristianas entre los catecúmenos que esperaban en los atrios a ser admitidos al interior del recinto sagrado. En la iglesia de San Miguel de Beleña de Sorbe (actual provincia de Guadalajara), por ejemplo, junto a las “santas mujeres” y Adán perseguido por animales monstruosos, podemos encontrar un “mensario” (grupo artístico con la representación de los meses), que comienza con un San Miguel Arcángel y termina con un “negro” (una de las denominaciones que recibió el Bafomet, al que se supone que rendían culto los templarios). Lo que aparentemente se propone como una representación de las labores propias de los doce meses del año, en realidad, es un símbolo de la obtención del “oro espiritual”, mediante la realización de las operaciones requeridas y aplicando la obediencia a los mandatos divinos. Ese “oro espiritual” era también la meta de los alquimistas. En esa misma iglesia de Beleña de Sorbe puede advertirse una marca de cantero singular y única: un compás. Sólo se han hallado dos representaciones de este tipo en la época, lo que constituye un verdadero misterio y un precedente de la futura simbología masónica.

La temática representativa de estos siglos es muy rica: pueden encontrarse algunos motivos inequívocos, por ejemplo, un hombre y una mujer juntos en un canecillo. Esta imagen simboliza dos elementos de naturaleza opuesta que tienen que “copular” para transmutarse en un tercero mucho más noble. También pueden observarse cabezas de animales monstruosos, como defensores del espacio celestial que simboliza el tejado del edificio. Cuando aparece un lobo, por ejemplo, podemos hablar de la firma de un cantero, puesto que los constructores se identificaban mediante este animal. Algunos personajes aparecen en actitudes burlescas, como en Andaluz (actual provincia de Soria), o realizan actos marcadamente sexuales, como en la colegiata de Cervatos (Cantabria). La presencia de “barriles” es también muy significativa, puesto que éstos son referentes del recipiente donde se guarda el “disolvente universal”, necesario para transmutar los metales. Existe una gran cantidad de elementos que pueden ser simplemente ornamentales, aunque no se puede descartar que su autor les dotara de cierto significado que aún no ha podido interpretarse. Las representaciones de músicos aparecen frecuentemente, tocando instrumentos de la época o como si estuvieran cantando. Hay que tener en cuenta que la mayoría de las composiciones musicales de aquellos años están orientadas a conseguir la elevación espiritual mediante el concurso de la “energía acústica”. El canto monofónico masculino, por ejemplo (mozárabe, gregoriano, ambrosiano), tenía –y tiene- una extraordinaria capacidad para provocar aperturas conscientes, tanto en los ejecutantes como en los fieles asistentes. También deben señalarse a algunos elementos decorativos en los que aparecen los signos del zodíaco. En algún caso encontramos un crismón, un criptograma sagrado que, como se ha referido, es la firma de los Hijos del Maestro Jacques.

En cuanto a los capiteles, las representaciones abarcan una amplio muestrario de escenas bíblicas, monstruos (arpías, serpientes), animales en parejas (lobos, aves), motivos vegetales –algunos de ellos tan singulares como los conocidos “hombres verdes”, vegetales antropomorfos conectados con los cielos de las estaciones (en la catedral de Chartres hay más de setenta, de estilo gótico)-, decoraciones geométricas de todo tipo y acabados de muy diferentes calidades. Muchos de estos motivos son claros referentes alquímicos, al igual que ocurre en los canecillos.

Pero la simbología alcanza grados sublimes particularmente en las arquivoltas, algunas tan impresionantes como la de Santa Marina del Rey, en Atienza (Guadalajara), donde podemos encontrar varias representaciones de monjes-guerreros, posiblemente templaros. En la misma localidad, en la ermita de Nuestra Señora del Val, aparecen unos personajes curiosos, los saltimbanquis, personajes grotescos de oscuro significado, aunque algunos expertos piensan que se trata de una advertencia para que quienes ejercían este oficio no entrasen en el recinto sagrado.

Toda simbología románica, hierática, sencilla, esquemática, desaparece casi repentinamente con la llegada del arte gótico, mucho más rico y sofisticado, y en el que los referentes alquímicos son abrumadores. En El misterio de las catedrales, Fulcanelli explica que las representaciones medievales acuden frecuentemente a la imaginería de personajes equívocos. San Cristóbal, por ejemplo, no es exactamente el santo del que habla la leyenda. (la tradición suponía que San Cristóbal cargó con el niño Jesús cuando éste le pidió ayuda para cruzar un río). Este santo es el cristóforo, el “portador del oro”, el mercurio necesario en las primeras operaciones de la Gran Obra, en nigredo (ennegrecimiento de la materia o primera etapa del proceso alquímico, también llamado melanosis).

En estos edificios de proporciones sagradas nacidas de las transmutaciones el Phi todo está al servicio del simbolismo espiritual, del “verdadero oro” que busca quien quiere avanzar en el camino del conocimiento. La elevación casi mágica del interior de las naves, donde unas columnas finísimas sostienen el espacio celeste de la bóveda, la atmósfera de quietud donde a calidad vibratoria es perfectamente perceptible, la luz que se filtra desde las vidrieras… Todo ello es un símbolo del Reino de Dios al que todo hombre debe tender. Las condiciones acústicas de estos lugares permiten percibir la vibración fundamental generatriz que late en el Universo, el om que describen los sabios orientales: la semilla de todo cuanto existe.

Las representaciones alquímicas están presentes en todos estos templos góticos y en cada rincón. Las vidrieras, por ejemplo, presentan tonalidades azules, verdes y rojas que sólo pudieron obtenerse a partir de los trabajos que se desarrollaron en busca de la ansiada “piedra filosofal”, capaz de convertir materia grosera en oro.

Sin embargo, la auténtica transmutación es la que obtiene el adepto mediante el concurso del espacio mágico y su dotación de elementos necesarios. La catedral gótica no es sólo lugar de reunión, de alabanza, de celebración de ritos religiosos, también es un gran laboratorio donde el espíritu puede elevarse con más facilidad por encima de lo grosero, lo sucio o lo bajo. Los añadidos posteriores, como capillas, tumbas, altares más o menos abigarrados, disminuyen y disimulan su verdadera función. Los místicos que impulsaron su construcción desde las filas del Temple perseguían fines muy distintos de los que estos lugares han adquirido posteriormente.

La cábala, mediante la gematría, fue utilizada profusamente. El número, que no es evidente sino para los “iniciados”, aquellos que poseen conocimientos especiales, está presente en cada rincón, con su poderosos y mágico significado. Aunque no falta quien lo niegue, la ciencia sagrada de los números, creada por los sacerdotes hebreos, es la base de la catedral gótica.

El criptograma sagrado forma parte del entramado simbólico: una cruz extraña, como fuera de su lugar natural, un báculo que se transforma en serpiente, un dragón que se come a la luna…Todos estos símbolos encierran un mensaje para quien lo puede ver y conocer.

3 comentarios:

  1. mall esta eso nome sirve :P

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    1. sii tienes razon no me sirvio pero nada me bajaron 2 pts en artistica porque eso no sirve :P

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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