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martes, 9 de noviembre de 2010

La diversidad arquitectónica del Temple


Durante estos días la Sagrada Familia de Barcelona, ha ocupado un lugar importante en los medios de comunicación, y mucho se ha hablado sobre la majestuosa arquitectura del maestro arquitecto D. Antoni Gaudí.

Por ello hemos encontrado interesante hablar de la diversidad arquitectónica que tuvo la Orden del Temple y que fue registrada también en piedra. Por eso hemos seleccionado el siguiente texto del escritor e historiador francés, Michel Lamy y que ha sido publicado en su libro “La otra historia de los templarios”.

Desde la encomienda de Barcelona estamos seguros que disfrutaréis con su lectura.

Fotografía del claustro principal del Castillo de los Templarios (Tomar, Portugal)

Todo parece indicar que existió realmente una doctrina interna en la Orden. No habría dejado de ser asombroso que sus “frecuentaciones” no hubieran tenido ningún impacto sobre ellos. Además, se trata de un elemento recurrente, obsesivo, desde su primera implantación en el emplazamiento del Templo de Jerusalén: el descubrimiento de algo extremadamente importante. Un secreto que, de una manera u otra, aparecía como un medio de entrar en comunicación con otro mundo o con otro nivel de conciencia, mundo celestial o mundo infernal o, más probablemente, los dos.

Y si ello fue así, deberíamos poder encontrar las huellas en el mensaje que nos dejaron grabado en la piedra.

Sabemos que la implantación de las encomiendas templarias corresponde por una parte al azar: las donaciones que recibían y que les permitían, por tanto, construir sus casas o sus capillas, incluso los edificios que les eran ofrecidos ya construidos. Pero, por otra parte, se trataba de elecciones.

Elecciones económicas racionales que correspondían a compras o permutas destinadas a reorganizar, concentrar sus posesiones y facilitar su explotación. Elecciones ligadas a la protección de las rutas que controlaban todos los pasos estratégicos. Elecciones ligadas igualmente a un objetivo más oculto: lugares sagrados en los que se practicaban unos cultos desde la noche de los tiempos, lugares “cargados” en el plano telúrico y podría decirse (pero habría que efectuar una investigación rigurosa para comprobar que no se trata de simples coincidencias) cargados en la medida en que los templarios parecen haber sentido apego por los lugares de fuerte radiactividad, en especial en las proximidades de yacimientos de uranio.

Para localizar los lugares en que el Temple se implantó, lo mejor es remitirse a los cartularios y a otros archivos, pero también servirse de la toponimia. Hemos dicho ya que los lugares llamados la Commanderie, el Bayle, el Temple, la Épine, etc., son generalmente señal de una antigua implantación templaria. Sin embargo, hay que ser desconfiados: así, en determinadas regiones tales como las Cévennes, el Temple puede simplemente designar un antiguo lugar de culto protestante. Entre los topónimos interesantes, es preciso indicar derivados como Tiplié, Temple, Temploir, Templereau, Tempé, incluso la Chevalerie, la Cavalerie, la Chevalière, la Croix-Rouge, la Croix-Blanche. Señalemos también que muchos lugares templarios interesantes están instalados en viejos lugares de culto celta o precelta.

Si la elección del lugar es importante, sería asombroso que la arquitectura no manifestara de una manera u otra la doctrina esotérica que podía animar a la Orden desde el interior.

Veamos en primer lugar las encomiendas. Cuando se sitúan en las villas, la mayor parte de las veces, no se trata más que de simples casas, a veces fortificadas. En el campo, se revelan más elaboradas. De todas formas, la prioridad en sus construcción reside primeramente en la funcionalidad. Cobertizos, silos, caballerizas, establos, granjas y, por supuesto, talleres, alojamientos y capilla, forman lo esencial en ella. Por norma general, la capilla está situada en el lado sur y el refectorio en el norte. La mayoría de las veces, por razones de seguridad, el conjunto es construido de manera que pueda articularse alrededor de una casa fortificada, a veces provista de una torre, formando los edificios un recinto alrededor de un patio interior bastante amplio. Pero de hecho todo ello depende un poco de la región y de su forma de arquitectura dominante.

Los templarios son ante todo realistas y su organización es muy pragmática. A veces, en función de su análisis de las diferentes formas de inseguridad local, sus posesiones son transformadas en verdaderas plazas fuertes. Tal es el caso concretamente del Languedoc, donde la cruzada contra los albigenses fue un factor de desestabilización. A veces incluso fueron sus iglesias las que transformaron en fortalezas, de ahí que encontremos pueblos completos que hicieron suyos y que rodearon de murallas. A este respecto, cabe citar entre otros el caso de Campagne-sur-Aude, situado a unos cuarenta kilómetros al sur de Carcasona.

Los templarios se instalaron allí a comienzos del siglo XII. Champaña se encuentra en un meandro del Aude, que sirve de protección natural. La encomienda estaba organizada alrededor de la iglesia. Al oeste, la cocina colindaba con el refectorio de los caballeros; al norte, las dependencias y unos huertos; un palomar al noreste; las caballerizas, la guardicionería, la forja y un granero al este; los alojamientos de los pajes de armas, de los escuderos y de los trabajadores al sudeste; por último, al sur, las habitaciones del comendador, de los caballeros y del baile así como el cementerio. El conjunto estaba sólidamente fortificado, con unas murallas almenadas rematadas por un camino de ronda, y un foso circular alimentado por las aguas del Aude. Una poterna y una puerta protegidas resultaban accesibles únicamente por barca; otra puerta estaba comunicada por medio de un “puente corredizo” que se retiraba a voluntad y era guardado por el portero. Vemos en esta organización y en la distribución de los edificios el ejemplo de la racionalidad de los templarios.

Hay que señalar también dos constantes de las encomiendas templarias, al menos cada vez que ello era posible: los pozos y los subterráneos facilitaban en caso de necesidad la evacuación, especialmente de todo lo que era valioso o no debía caer en manos extrañas. Estos subterráneos permitían también entrar y salir discretamente de la encomienda, sobre todo con ocasión de ceremonias especiales. No era raro que uno de los accesos a los subterráneos pudiera llevarse a cabo por medio del pozo. Este último tenía igualmente otra función, más simbólica. La creación de un vínculo con las aguas subterráneas y sus propiedades telúricas propias. Los templarios eran ciertamente extremadamente pragmáticos, pero sus construcciones atendían también a otras necesidades más sutiles.

Por supuesto era el aspecto funcional el que prevalecía en la construcción de sus fortalezas. Mucho se ha escrito sobre la arquitectura militar de los templarios, a menudo equivocadamente. Uno de los que más se apasionaron por este tema fue Thomas Edward Lawrence, más conocido con el nombre de Lawrence de Arabia. Estudiante de Oxford, consagró su tesis de historia a los castillos de los cruzados y pasó sus vacaciones de 1906 a 1909 recorriendo Siria (y Francia) en busca de vestigios de fortalezas medievales. Para él los arquitectos militares occidentales fueron los maestros de los que edificaron los castillos orientales, y no a la inversa. Cosa que, por otra parte, ha podido ser demostrada con posterioridad. El futuro coronel Lawrence se dedicó muy especialmente a estudiar un lugar de Francia, relacionado con sus tesis: Provins.

Se atribuye a menudo a los templarios la construcción en Tierra Santa de todos los castillos que ocuparon, incluido el Krak de los Caballeros, que no les debe gran cosa. Es cierto que los que no edificaron ellos, los remodelaron a menudo considerablemente. En realidad no construyeron realmente más que el Castillo Blanco en Safita, Tortosa, y el Castillo Peregrino en Athli (primero llamado “Castillo del Hijo de Dios”), así como un palacio fortificado en San Juan de Acre.

El Castillo Peregrino fue la primera y más hermosa de sus obras militares. Resistió todos los ataques y no fue evacuado más que a última hora, tras la pérdida de Acre. Edificado en 1218 sobre el promontorio de Athlit, al sur de Haifa, es la demostración de que, en materia de arquitectura funcional, los templarios fueron menos doctrinarios que pragmáticos.

En Occidente, muchas de sus ciudades e iglesias fortificadas han desaparecido, pero se puede a pesar de todo visitar aún algunas como La Couvertoirade, en Larzac, o Richerenches, en Vaucluse, y por lo que a iglesias se refiere, Cruas en Ardèche, Rudelle en Lot, Laressingle en Gers.

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