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miércoles, 29 de diciembre de 2010

¿Existieron vinculaciones entre cagotes y templarios?


Desde la encomienda de Barcelona, abordamos el tema que plantea el historiador francés Michel Lamy en su libro “la otra historia de los templarios” sobre la relación que pudieron tener los cagotes, “los hijos de Salomón” y los templarios.

Nada puede afirmarse, pero una vez más Lamy nos plantea un nuevo interrogante que deseamos compartir con todos vosotros. Deseamos que su contenido sea de vuestro interés.

Francisque Michel, al estudiar uno de los apodos (gafo o gafet) dado a los cagotes, nos dice:

“Gabacho y gafo tienen, en mi opinión, ambos un mismo origen; mi única duda es que la raíz de la última de estas palabras se encuentra en el nombre de los montañeses de los Altos Alpes conocidos como gavots (…) y sabemos que los compañeros del deber designaban con el nombre de gavots a los miembros de una sociedad rival, la de los compañeros del deber de libertad.”

¡Esclarecedor! He aquí una prueba más, pues los compañeros del deber de libertad y los “hijos de Salomón”, afiliados a la Orden del Temple, no son más que uno y el mismo, y su origen, por tanto, hay que ir a buscarlo entre nuestros gafos o cagotes.

Además, fuera incluso de la zona pirenaica, los cagotes fueron instalados en las inmediaciones de las casas templarias.

En Bretaña, por ejemplo, cerca de Belz (Morbihan) existía en el pueblo de La Madeleine una capilla de uso exclusivo de los cacous, cuyos antepasados se decía que habían contraído la lepra y que estaban especializados en la fabricación de cuerdas. Un trozo de tierra próxima lleva aún el nombre de la Corderie. Cerca de la capilla, unas cruces petadas de piedra servían de lindero a las tierras de los templarios.

En la misma región, cerca de Ploëmel, la otra capilla de La Magdalena fue destruida en 1769. Estaba situada en las afueras del pueblo de Locmiquel, en una zona de landas. Se la consideraba como la “capilla de los cordeleros” y nombres catastrales como park er gorderi (el campo de la cordelería) o praden, flouren, liorh caqueu (el prado, la pradera, el pequeño jardín de los cacous) indican el emplazamiento del antiguo pueblo de los cordeleros. Y también allí los frailes de la Orden eran sus vecinos.

Del mismo modo, en Merlevenez, feudo templario donde los haya y cuya iglesia de Notre-Dame-de-Joie es una pura maravilla, se encuentra una capilla de Santa Magdalena muy próxima a la iglesia: era la de los cordeleros considerados leprosos.

Podríamos, también en esta región, citar casos semejantes en Kerioual, cerca de Nostag, o en Kerdavid, cerca de Riantec, en Saint-Marc-en-Guer, en la Corderie-en-Campénéac, en la Corderie-en-Caro, en La Madeleine-en-Monon, etc. En Plouhinec, un pueblo de cordeleros estaba ubicado en el Mezad Bras y tenía su capilla de Santa Magdalena. La discriminación era tal que el rector René-Alexandre Rogon compró las casitas bajas de este pueblo y les prendió fuego, obligando así a la población de Plouhinec acoger a los cacou en los otros barrios, entre ellos.

Y todas las veces están los templarios próximos. Vemos, por otra parte, que en Bretaña es cerca de Santa Magdalena donde se encuentran los cagotes. En la zona de Le Mans están bajo el patronazgo de otro santo caro a los templarios, puesto que son designados con el nombre de cagous de Saint-Guilles.

Supongamos que estos cagotes hubieran sido traídos de Oriente por los templarios y que éstos hubieran utilizado sus conocimientos en arquitectura y en especial sus artes como carpinteros. La necesidad de mantener determinados secretos pudo conducir a tenerles marginados de las poblaciones y a no permitir su asimilación. No hay que destacar tampoco que hubieran podido ser realmente portadores de una enfermedad, y ello desde el origen.

Esto explicaría, por supuesto, que su hábitat se halle cerca de las casas templarias, que los “hijos de Salomón” afiliados a la Orden del Temple se encuentren designados bajo nombres idénticos a los que servían para denominar a los cagotes, pero tal vez también el curiosos término de arte gótico, que sería un arte gau-tique o arte de los galls de Oriente a los que el símbolo del gallo era muy caro, ese gallo que remata el campanario de nuestras iglesias.

Añadiremos un detalle sorprendente. Sabemos, en efecto, que tras la abolición de la Orden del Temple y de su martirio, numerosos compañeros pertenecientes a los “hijos de Salomón” se encontraron desorientados y se consideraron incluso en peligro. Se negaron a menudo a proseguir las tareas en las que se hallaban ocupados. Se ha visto en ello incluso el origen de ciertas torres de iglesias inacabadas. En París, al ser bien conocido el odio del rey por todo lo relacionado con el Temple, estos compañeros prefirieron ponerse rápidamente al abrigo y buscaron refugio en el único lugar donde el poder real mal podía ejercerse: la Corte de los Milagros. En esa jungla era difícil venir a inquietarles. Como había que sobrevivir, se convirtieron en falsos lisiados que pedían en los atrios de las iglesias que ellos mismos habían construido o se hicieron incluso bandidos.

En la Corte de los Milagros, sus conocimientos, especialmente esotéricos, les confirieron cierta aura y ocuparon a menudo puestos importantes en la jerarquía de los malhechores, hasta imponer un lenguaje oculto y adecuado para conservar la tradición empleando imágenes y juegos de palabras. Este lenguaje, lengua de los pájaros (o de los ansarones), recibió pues el nombre de argot, es decir, vehículo de los secretos del arte agutique.

Entre estos “hijos de Salomón”, algunos se convirtieron en personajes importantes de la Corte de los Milagros, oficiales y consejeros del jefe de los bandidos que la gente se puso a llamar el rey del argot. Ahora bien, estos oficiales se denominaron cagous o cagots y el rey del argot fue considerado desde entonces Gran Maestre en cagotería. Agrupados en sociedad secreta, se reunían en unas juntas en el curo de las cuales cada uno escondía su rostro bajo una prenda de tela a la que se daba el nombre de cagoule (capirote).

¿Cómo creer que esto sea una simple coincidencia?

Y cuando, en 1789, algunos revolucionarios salidos de la francmasonería operativa, y por tanto descendientes de las tradiciones de los gremios, quisieron derrocar la realeza que había eliminado a la Orden del Temple, fue llevando como los cagotes una escarapela en el sombrero, o bien ostentando el gorro frigio, símbolo de los iniciados y semejante a una cresta de gallo. ¿Fue el grito de uno de esos crestado el que se alzó entre la multitud cuando la cabeza de Luis XVI rodó? Ese grito fue:

“¡Jacques de Molay, has sido vengado!”

Por supuesto, todo esto no constituye más que una suma de presunciones, pero nos parecen suficientes como para afirmar que los cagotes están en el origen de las logias de constructores instituidas por los templarios y que trabajaron en la construcción de las catedrales.

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