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lunes, 14 de febrero de 2011

Los Templarios en Outremer: Iª parte


Desde la encomienda de Barcelona, queremos abordar cómo vivieron los Templarios en Palestina. Para ello hemos seleccionado un texto del novelista Piers Paul Read de su libro “The Templars”.

Deseamos desde Temple Barcelona, que su lectura os sea agradable.

La desilusión que provocó en Europa el fiasco de la segunda Cruzada obligó a los latinos de Tierra Santa a llegar a un tipo de acuerdo con los infieles que hubiera parecido sacrílego a las generaciones anteriores de cruzados. Esto también fue consecuencia de un proceso de aclimatación cultural ocurrido al cabo de un siglo de vivir en Oriente. Los primeros cruzados esperaban encontrar en Siria y Palestina aborígenes salvajes y paganos depravados: pero aquellos que se quedaron en Oriente Medio se vieron obligados a reconocer que la cultura de la Palestina árabe –musulmana, cristiana y judía- era más evolucionada y sofisticada que la de casa.

Algunos se adaptaron con rapidez a las costumbres orientales. Balduino de Le Bourg, habiéndose casado con una mujer Armenia, vestía el caftán oriental y comía en cuclillas sobre una alfombra; las monedas acuñadas por Tancredo lo mostraban con la cabeza cubierta con un pañuelo a la usanza árabe. El cronista y diplomático damasceno, Usamah Ibn-Munqidh, describe a un caballero franco asegurándole a un huésped musulmán que él jamás se permitió comer cerdo y que tenía un cocinero egipcio.

Procedentes de un clima frío donde en invierno no se conseguían productos frescos, y donde incluso las patatas eran aún desconocidas, el encuentro no sólo con el azúcar, sino también con los higos, las granadas, las olivas, el arroz, los garbanzos, los melocotones, las naranjas, los limones y las bananas, con las especies de la región o con exquisiteces como el helado, productos cuyos nombres ingresaron desde entonces al vocabulario gastronómico de Occidente, debió de haber convencido a los cruzados de que no sólo en un sentido espiritual era aquella la tierra prometida. Sin duda, el clima cálido los debilitaba, y en algunos casos resultó fatal; pero entre los que sobrevivieron, muchos adoptaron el estilo de vida fragante y sensual que antes les pareciera afectado en los bizantinos.

Los francos no sólo fueron ablandados por el estilo de vida que encontraron en Siria y Palestina; también se vieron obligados a desarrollar un modus vivendi con los musulmanes, que seguían constituyendo la población mayoritaria. Mientras pagaran los impuestos, los señores francos estaban dispuestos a permitir que las comunidades musulmanas eligieran su propia administración. Como pasaba en los territorios reconquistados de España, no había suficientes cristianos para reemplazar a los musulmanes; por lo tanto, a los titulares de feudos les interesaba que se quedaran. La riqueza de un barón dependía de la prosperidad de aquéllos. Tampoco sus ingresos principales provenían de la tierra, como en Europa. “La Tierra Santa era un área urbanizada par excellence” y los ingresos de un barón procedían de la renta de propiedades, de impuestos, licencias para baños públicos, hornos y mercados, derechos portuarios y gravámenes sobre mercancías. […]

[…] A pesar de las atrocidades antisemitas que habían acompañado a la primera Cruzada, en los estados cruzados había una gran dosis de tolerancia hacia los judíos: se los trataba mucho mejor que a sus homólogos de Europa occidental, y podían practicar su religión con relativa libertad. Las peregrinaciones judías a los lugres santos y Jerusalén se hicieron más frecuentes, desde tierras tan distantes como Bizancio, España, Francia y Alemania. Los católicos latinos no hacían ningún intento de convertir a los musulmanes o los judíos: había una notable falta de actividad misionaria de cualquier índole. Las disputas religiosas que surgieron se producían más bien entre cristianos católicos y ortodoxos, exacerbadas por la rivalidad latina con Bizancio; o entre ambos, católicos y ortodoxos, y las iglesias jacobita, armenia, nestoriana y maronita. […]

[…] Los Templarios se beneficiaban con la prosperidad a través de sus feudos, y extenderían también hacia los nativos musulmanes una tolerancia que impactaba a los recién llegados de Europa. Hubo un célebre incidente cuando Usamah Ibn-Munqidh fue a Jerusalén para negociar un pacto contra Zengi, el gobernador sarraceno de Alepo:

“Mientras me hallaba de visita en Jerusalén, solía ir a la mezquita de al-Aqsa, donde estaban mis amigos Templarios. A un lado del edificio había un pequeño oratorio en el que los francos habían levantado una capilla. Los Templarios dejaron ese sitio a mi disposición para que yo pudiese decir mis oraciones. Un día, entré, dije Allabu akbar, y estaba por comenzar mi rezo cuando un hombre, un franco, se arrojó sobre mí, me agarró y me movió hacia el este diciendo: “Nosotros rezamos así”. Los Templarios se acercaron corriendo y se lo llevaron. Empecé entonces a rezar una vez más, pero el mismo hombre, aprovechando un momento de distracción, se arrojó de nuevo sobre mí, me movió la cara hacia el este y repitió “Nosotros rezamos así”. Una vez más, los Templarios intervinieron, se lo llevaron, y me pidieron disculpas diciendo: “Es un extranjero. Acaba de llegar de la tierra de los francos y no ha visto a nadie rezar sin mirar al este.”

A pesar de su amistad con los Templarios, la actitud de Usamah hacia los francos era de desprecio. Ridiculiza el juicio por combate y el juicio por ordalía como forma de justicia, y desdeña sus prácticas médicas. En realidad, los francos desarrollaron un enfoque pragmático de la enfermedad: el tipo de histeria provocada por la epidemia en Antioquía durante la primera Cruzada no se repitió, “tal vez porque plegaria y penitencia no habían funcionado”; y posteriormente los cruzados “parecen haber abordado la medicina de una manera muy práctica, y quizás hayan tenido que aprender de los doctores nativos menos de lo que habían supuesto”. En general, la única cualidad latina considerada digna de respeto por los musulmanes era su destreza militar. Despreciaban la cultura y las creencias cristianas. “Según el Bahral-Fava’id, los libros de los extranjeros no valían la pena ser leídos y cualquiera que crea que su Dios procede de las entrañas de una mujer está totalmente loco; no debería hablar ni se le debería hablar, y no tiene ni inteligencia ni fe”.

Ese menosprecio por las creencias religiosas del enemigo era, por lo general, devuelto. Los Templarios pueden haberle permitido a su huésped musulmán rezar en su capilla, pero usaban la mezquita de al-Aqsa como centro administrativo y como depósito. Teodorico, un monje germano que peregrinó a Jerusalén hacia 1170, cuenta que el palacio de Salomón, como él lo llamaba, se usaba para “almacenar armas, ropa y alimentos que siempre tenían listos para proteger y defender la provincia”. Debajo de la mezquita estaban los establos de los Templarios, “erigidos por el rey Salomón”, con espacio –estimaba él- para diez mil caballos. Contiguo a la mezquita estaba el palacio originalmente ocupado por el rey Balduino I y otra serie de edificaciones. […]

[…] Es difícil saber cuántas personas vivían en ese complejo. A lo sumo, habría probablemente trescientos caballeros en el reino de Jerusalén y unos mil sargentos. Debía haber un número irregular e indeterminado de caballeros sirviendo en la orden por un período fijo, y estaban los Templarios turcopoles, la caballería ligera siria nativa empleada por la Orden. A parte de esto, habría un gran número de auxiliares de una u otra especie: armeros, mozos de cuadra, herreros, picapedreros y escultores. Los escultores de los Templarios “construyeron la tumba real más minuciosamente decorada” para el rey Balduino IV. Los Templarios participaron, por consiguiente, en el extraordinario auge de la construcción –fortalezas, palacios y, sobre todo, iglesias- que tuvo lugar en Tierra Sante en época de los cruzados: “Ni siquiera Herodes construyó tanto”. Entre los mayores logros arquitectónicos se encontraban la nueva iglesia del Santo Sepulcro, inaugurada en 1149, y la redecoración de la iglesia de la Natividad de Belén, “un hito en el desarrollo artístico cruzado, ya que colaboraron muchos artistas de diversos orígenes”. (fin de la primera parte)

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