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lunes, 4 de abril de 2011

Padre Amorth: una vida consagrada a la lucha contra Satanás


Desde la encomienda de Barcelona recuperamos el testimonio de una de las personas que más veces ha tenido que enfrentarse contra los poderes del mal. El padre Amorth con estricto rigor se sincera ante la opinión pública y nos muestra lo que pueden hacer a las personas las fuerzas del mal.

Hoy publicamos sus narraciones para que podamos entender la diferencia entre posesión y vejación en los individuos “atacados” por fuerzas oscuras.

Desde Temple Barcelona, deseamos que su contenido os sirva para estar siempre alerta.

Efectividad de las vejaciones y posesiones

¿Todos estos demonios persiguen el mismo objetivo, actúan del mismo modo?

Digamos que cada demonio tiene su misión diabólica, aunque todos hacen sufrir al alma de la persona afectada. En este sentido, es importante recordar que existen diferencias entre las dos acciones principales de Satanás, que conducen a la posesión o a la vejación. Hay posesión cuando el demonio está presente; vejación, cuando aparecen trastornos causados por el demonio. El número de posesiones es relativamente reducido, mientras que las vejaciones son muy comunes, y más del 90 por ciento tiene su origen en maleficios.

Un caso muy común: tras seis o siete años de noviazgo con una chica, un joven se da cuenta de que ella no es su tipo y la deja. Entonces la madre de la chica va a ver un brujo y encarga un maleficio contra ese joven, para que no pueda casarse ni encuentre trabajo. Y funciona; durante muchos años, el joven no puede casarse ni encuentra trabajo.

Otro caso que demuestra la eficacia de una acción maligna es el de una joven de unos treinta y cinco años. Trabaja, y en el trabajo no le ocurre nunca nada, se comporta bien y está alegre. Sin embargo, cuando viene a verme no puedo mirarla a los ojos; me esquiva, los aparta. Se trata de un maleficio muy sólido, terrible. Los maleficios pueden provocar infestaciones diabólicas y, a veces, posesiones. A esta chica la exorcizo en la iglesia de la Inmaculada (por desgracia, sólo una vez al mes), ya que reacciona a las oraciones de exorcismo con suma violencia.

Tengo demasiados casos, ya no puedo aceptar ninguno más. Necesitarían, como mínimo, un exorcismo a la semana y me veo obligado a tratarlos una vez al mes…[Muestra el calendario lleno de citas y nombres de pacientes que esperan ser recibidos.]

A veces los demonios provocan desastres

A través de los maleficios, ¿los demonios pueden provocar desastres?

Sí, pueden provocar desastres. Cuando hay influencias demoníacas en las casas, las liberamos con exorcismos. Ruidos, puertas que se abren y se cierran, luces y televisores que se encienden y se apagan. Electrodomésticos que no funcionan; llaman al técnico y entonces funcionan perfectamente; en cuanto se va, dejan de funcionar. El objetivo de estos fenómenos es importunar, pero la liberación es posible.

Por el contrario, en casos más graves, a veces hay que decir: hijos míos, cambiad de casa, porque no hay liberación posible. Así ocurre, por ejemplo, en una casa donde se han hecho muchas sesiones de espiritismo, ceremonias satánicas o misas negras. O en una casa en la que antes vivía una bruja o un brujo; me refiero a brujos de verdad, porque en el 98 o 99 por ciento de los casos, sólo son payasos o charlatanes. En cambio, los que viven entregados a Satanás, los que están conectados a Satanás, tienen poderes tremendos, y una casa en la que viva uno de estos brujos tal vez no pueda ser liberada mediante exorcismos.

Tengo muchos casos de personas arruinadas por culpa de maleficios que han paralizado por completo sus actividades. Un tendero que posee un establecimiento concurrido, con una clientela fija, muy conocido… De repente, ya no entra nadie en su tienda. La bendecimos, practicamos exorcismos y nada, sigue sin entrar nadie.

¿Cómo defenderse de todo esto? Ya he dicho que, cuando uno vive en gracia de Dios, es más difícil que los maleficios u otros trastornos demoníacos funcionen. Con todo, éstos pueden afectar a personas muy buenas, de Iglesia. El demonio ha atormentado a varios santos. Y nosotros, los exorcistas, siempre estamos en el punto de mira. Nos dejamos ver, predicamos, escribimos. Ya hace diecisiete años que hablo en Radio María, una vez al mes, el segundo miércoles de cada mes, durante hora y media. Y, naturalmente, han intentado lanzarme maleficios, pero el manto de la Virgen me protege.

Fuerzas y poderes

Los demonios tienen caracteres distintos, ¿eso se nota cuando los exorciza?

Sí, son distintos y poseen varios grados de poder y de sufrimiento. Sin duda, el más fuerte es Satanás, el jefe, y también es el que más sufre, el más castigado. No todos son iguales. Algunos valen poco, aunque todos son obstinados. Cuando predico, siempre afirmo: “Mucha gente dice: “Creo en Dios, pero no soy practicante”. Y yo digo que son un poco tontos. El Evangelio afirma: “No bastará con decirme: ¡Señor!, ¡Señor!, para entrar en el Reino de los Cielos; más bien entrará el que hace la voluntad de mi Padre del Cielo”.

Soy exorcista desde hace muchos años y le aseguro que jamás me he encontrado con un diablo ateo. Todos los demonios creen en Dios, pero ninguno ha sido nunca practicante. Se rebelaron contra Dios y por eso han tocado con sus manos la eternidad del infierno.

Le contaré un caso. Le pregunté a un demonio algo que he preguntado en más de una ocasión a varios de ellos: “Si pudieras volver atrás, ¿qué harías?”. Todos responden: “Haría exactamente lo mismo que ahora”. Y me dicen: “¿No ves que yo tuve valor para oponerme a Dios y soy más fuerte que Él?”. Para ellos, el hecho de haberse rebelado contra Dios demuestra que son seres superiores al Dios que los creó.

Pese a haber echado raíces en esta voluntad de mal, los demonios sufren mucho; de hecho, así lo confiesan abiertamente. Cuando les digo: “¡Vete al infierno!”, me responden: “No, estoy mejor aquí”.

En varias ocasiones, los demonios le dijeron al padre Candido: “Durante tus exorcismos sufro más que en el infierno”. Los exorcismos les dan mucho miedo. Sufren a causa de la presencia de lo sagrado, del poder de las palabras que pronunciamos: “Por intercesión de la Inmaculada, ¡vete!”. Es asombroso que no se marchen. Yo digo: “Vete ya, te lo ordeno con el poder que me ha otorgado la Iglesia, ¡vete!”, pero siguen ahí.

Es un misterio: saben que han perdido la batalla contra Cristo, se sienten mal, sufren durante el exorcismo y, pese a todo, permanecen en el alma poseída o vejada, no se van. No sé por qué se necesitan tantos años para llegar a la liberación. Indudablemente, en parte tiene que ver con la santidad del exorcista. Muchos santos, sin ser exorcistas, liberaban del demonio; entre ellos incluyo a sor Erminia. [Señala una pequeña foto, sobre una mesa colocada a los pies de la escultura de la Virgen de Fátima.] El obispo de Rímini, cuando alguien le pedía ayuda, lo mandaba a ver a sor Erminia Brunetti, que no podía ser exorcista, pero tenía un gran don para liberar. Y recuerde a santa Catalina de Siena: cuando un exorcista no podía liberar a alguien, s lo mandaba a santa Catalina, que, obviamente, no era exorcista. Y no olvidemos a un santo considerado extraoficialmente como patrón de los exorcistas: san Benito. Es muy famosa una moneda, muy posterior a su época, con un retrato del santo. En los exorcismos, siempre utilizo un crucifijo con la moneda de san Benito incrustada. Él no era sacerdote, ni exorcista, pero expulsaba al demonio. Todos estos santos expulsaban al demonio muy rápido, con una sola oración. La llamamos exorcismo, pero no era la oración del Ritual. De todas formas, el texto del Ritual tampoco sirve de mucho… Lo que cuenta es la fe.

Si la fe es el elemento fundamental, ¿qué importancia tiene seguir paso a paso el Ritual y hasta qué punto se puede modificar el rito de liberación?

Matteo La Grua, el exorcista más conocido de Sicilia y gran amigo mío, todo un referente para la Renovación Carismática siciliana actual (ahora es muy anciano y ya no practica exorcismos, sólo bendice), no siempre utilizaba el Ritual. Una vez, asistí a un exorcismo suyo y no pronunció las plegarias del Ritual, sino que oró en lenguas. San Agustín habla de este tipo de oraciones en las que se pronuncian palabras sin sentido y las llama “cantos de júbilo”. Son plegarias de adoración a Dios, palabras sin un significado claro. La primera vez que oí este tipo de oraciones, me dije: ¡Esto es una olla de grillos! Pero luego le cogí el gusto. Yo no tengo el don de la oración en lenguas, pero me gusta escucharla. Además, siempre funciona.

Volviendo a los santos que liberaban sin ser exorcistas, la verdad es que hay muchos. Por ejemplo, san Vicente Pallotti liberó a muchos endemoniados, y puso en boca de la Virgen las siguientes palabras, que he citado en algún libro: “Debéis tener en gran consideración todo cuanto llevó a cabo mi Hijo. Él practicó exorcismos, por tanto, debéis tener en gran consideración el ministerio del exorcista”.

Sin embargo, muchos eclesiásticos ven con malos ojos a los exorcistas; a veces incluso los consideran unos exaltados medio locos, cuando, en realidad, deberían ser la flor y nata del clero, puesto que, a la hora de nombrar un exorcista, deberían elegir sacerdotes de oración, cultos, de vida intachable.

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