© 2009-2019 La página templaria que habla de cultura, historia y religión - Especial 'Proceso de los templarios'

viernes, 6 de mayo de 2011

Padre Amorth: una vida consagrada a la lucha contra Satanás


Desde la encomienda de Barcelona, hacemos una nueva entrega de las experiencias vividas por el exorcista oficial del Vaticano, el Reverendo Padre Gabriele Amorth y que hemos extraído de su libro “Memorias de un exorcista”.

En esta nueva parte se centra en algunos exorcismos efectuados en extrañas circunstancias y que resultaron complicados y laboriosos de llevar a cabo.

Desde esta nuestra humilde Casa, deseamos que su lectura nos sea ilustrativa de las fechorías que puede realizar el Enemigo más peligroso de la humanidad: el Maligno.

Un caso misterioso

Una joven de unos veinte años vino para acompañar a una amiga de su edad. Un párroco me había mandado a esta chica, que, según él, presentaba síntomas maléficos y tal vez estaba poseída. Tras haberle practicado un exorcismo a la chica (después seguí exorcizándola en otras sesiones), le dí mi bendición a la acompañante para no mandarla a casa sin nada. Detecté algo sospechoso en su forma de reaccionar, de modo que hice un pequeño exorcismo que suelo utilizar en los exorcismos por teléfono. Noté cómo se acentuaban algunas reacciones, pero no me pareció nada digno de consideración. Luego, al guiar a ambas chicas y a sus familiares por el pasillo que se abría ante mi despacho, advertí que la joven acompañante se tambaleaba un poco. La sostuve y le indiqué a su padre que me ayudara. Menos mal que lo hice, porque al cabo de unos segundos estuvo a punto de desmayarse. Pensé que aquello podía estar relacionado con mi bendición, de modo que le dí una cita para la semana siguiente.

Para no alargarme mucho, diré que fueron necesarios cinco exorcismos (que provocaron reacciones cada vez más fuertes) para que el auténtico mal saliera en toda su dimensión. Desde ese momento le seguí practicando exorcismos en la capilla que uso cuando hay reacciones fuertes, para que la persona esté más cómoda y para facilitarles el trabajo a las personas, entre cuatro y ocho, que me ayudan a sujetarla y limpiarla si babea. Como suele ocurrir, la joven fue recordando poco a poco ciertos episodios del pasado que eran la causa de sus trastornos. Los padres y la chica aseguraban que todos los males habían aparecido hacía dos meses; sin embargo, salieron problemas que se remontaban a cuatro años atrás, cuando la joven tenía dieciséis años. Seguí indignado y descubrí un período de extraños sucesos que los médicos no sabían explicarse.

A lo largo de varias sesiones, la chica me fue contando estos síntomas, todos bastante típicos: era hija única, pero cuando estaba en su dormitorio tenía la impresión de que alguien la observaba, se acercaba, casi la rozaba…Siempre había sido muy religiosa y asistía a un grupo de oración; sin embargo, ahora le costaba mucho rezar, le molestaba escuchar las oraciones y cánticos sagrados.

Estos síntomas se fueron agravando; ya no era capaz de pronunciar ni una palabra de oración y tuvo que dejar la escuela. Durante los exorcismos reaccionaba de forma muy violenta: mantenía los ojos fuertemente cerrados, pero si yo alargaba la mano hacia la mesa para asir el crucifijo, el agua bendita o los óleos, enseguida se daba cuenta. Durante un tiempo tuvo reacciones muy extrañas: se ponía muy rígida, hasta el punto de que teníamos que levantarla como un peso muerto.

A menudo estaba presente un psiquiatra, que intentó hacerle un poco de psicoterapia. Durante un tiempo las visitas habían sido regulares y la chica confiaba en el psiquiatra. Más tarde, al ver que no mejora, la joven decidió suspender las visitas. En los exorcismos, tras mucho insistir, conseguí que los demonios hablaran. No eran muy locuaces. Dijeron sus nombres y los días, meses y horas en que saldrían; son las preguntas que sugiere el Ritual y siempre las hago, aunque pocas veces obtengo respuestas verdaderas. En este caso, sin embargo, se marcharon el día que habían dicho.

Tras unas semanas de aparente curación la chica volvió a sentir trastornos, aunque de forma más atenuada, de modo que seguí con los exorcismos. En total necesitó dos años y dos meses de exorcismos semanales y, en los momentos más agudos, dos veces a la semana. En cuanto a las causas, es uno de los pocos casos en que no he encontrado una explicación satisfactoria, aunque las porquerías que aparecían bajo la almohada y dentro de las muñecas hacen pensar en un maleficio.

Posesión y vejación diabólicas

Cuando sus pacientes van a verlo, ¿entran en su despacho hechos una furia?

A veces ya entran hechos una furia, hasta tienen que traerlos en volandas. Otras veces nos reímos, bromeamos e intentamos crear un ambiente sereno. Entre un exorcismo y otro hacemos una pausa y a veces hasta cuento algún chiste. Es decir, hay un clima distendido, aunque sobre todo es un ambiente de recogimiento, porque rezamos mucho. Normalmente, en los casos más difíciles –los pocos en que existe una posesión demoníaca-, las personas se quedan en trance. Eso ocurre porque hay posesión del demonio, vejación del maligno. Por ejemplo, según varios testigos, el demonio solía atacar y herir al padre Pío, lo cual constituía un caso de vejación. Pío de Pietrelcina nunca estuvo poseído, sino que sufría vejaciones. Existen muchos estadios con distintos niveles de gravedad, tanto en la posesión como en la vejación. Y el tiempo necesario para la liberación también varía mucho, según la naturaleza del caso. Es muy importante la ayuda de personas laicas, miembros de los grupos de oración, que me acompañan en mi oficio y me ayudan a rezar e inmovilizar a esta pobre gente.

Hablando de vejaciones, podemos decir que suelen manifestarse como una especie de bromas pesadas del demonio. El Enemigo puede hacer bromas realmente insoportables; y las hace. Quienes son objeto de estas atenciones tan peculiares del demonio sufren muchísimo, soportan todo tipo de perturbaciones. Las puertas y ventanas de sus casas se abren y cierran, los electrodomésticos se encienden y apagan y toda la instalación eléctrica funciona mal: el teléfono suena y no hay nadie al otro lado de la línea, los televisores se sintonizan y apagan solos…¡Jugarretas del demonio! Yo las llamo perturbaciones; son las formas más leves de vejación. Hay otras peores: muchas personas sufren dolencias físicas muy fuertes, que ningún médico es capaz de diagnosticar y mucho menos de curar.

Un caso de vejación satánica

Entre los casos que ha tratado, póngame un ejemplo de vejación diabólica.

Por ejemplo, recuerdo el caso de una persona que sufría continuos dolores de cabeza sin motivo aparente y otro caso de persistente dolor de estómago, en el que la persona afectada no podía hacer nada, ni siquiera dormía por las noches. Muchas veces se hacen análisis y pruebas médicas, y no les encuentran nada.

Recuerdo especialmente que exorcicé a una chica de diecisiete años; la habían ingresado en varias clínicas psiquiátricas de Europa y en ninguna le habían encontrado nada.

Su mente sufría mucho; la pobre no lograba razonar, ni estudiar, ni mucho menos concentrarse. Además, blasfemaba y no quería oír hablar de rezar, ni de ir a la iglesia. Su cuerpo también sufría, pues tenía dolores físicamente inexplicables. Repito: estuvo en varias clínicas de Italia con historiales en los que nada puede justificar sus dolencias desde un punto de vista médico. Y, sin embargo, sufren una barbaridad.

Pues bien, un día esa chica de diecisiete años se presentó aquí, en mi despacho. Con el exorcismo se ve claramente si hay o no hay mal causado por el demonio. En última instancia se trata de esto: tiene que haber una presencia directa del demonio, o un mal causado por éste. Los primeros exorcismos son de carácter diagnóstico; en mi opinión, sólo mediante el exorcismo podemos saber si el demonio está presente o no. También he tratado a pacientes que me han mandado algunos psiquiatras. “Inténtelo usted, a ver si entiende algo…”, viene a ser el mensaje de los doctores. Y después del exorcismo yo digo si es un mal que la ciencia aún no puede identificar y, por tanto, no puede tratar, o bien si es una influencia de otro tipo, una influencia diabólica.

Muchas personas acuden a mí después de haber ido a un médico. Es más, yo mismo he establecido como norma que vengan a verme con un diagnóstico médico en la mano, para demostrar que han consultado con un especialista. Y es que si uno se encuentra mal lo primero que debe hacer es ir al médico.

Volviendo al caso de la chica de diecisiete años, yo creo que era una vejación, es decir, un caso leve si lo comparamos con una posesión propiamente dicha, aunque era una vejación muy fuerte (también las hay moderadas). Esta muchacha sufría una vejación muy fuerte, que afectaba todo su cuerpo y, más aún, su mente.

Necesité mucho tiempo para liberarla. El demonio, cuanto más tiempo pasa en un lugar, más raíces echa. Por eso en el primer exorcismo se le pide ayuda al Señor para desarraigar la presencia del demonio (yo utilizo el Ritual viejo, el nuevo lo he criticado duramente, excepto la primera parte, que es muy bonita). Con todo, hay casos, por ejemplo, de infestación, que terminan bastante rápido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario