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viernes, 17 de junio de 2011

Conociendo a Jesucristo: Dichos y parábolas


Desde la encomienda de Barcelona continuamos con el apartado dedicado a entender mejor la vida y obra de Nuestro Señor Jesucristo. Para ello comenzaremos un capítulo que nos ayudará a comprender “cómo enseñaba Jesús” y que recursos utilizaba.

Para este propósito hemos seleccionado un texto del teólogo protestante J.R. Porter de su libro “Jesus Christ”, donde comenzaremos por las parábolas.

Desde Temple Barcelona intuimos que este nuevo apartado también lo encontraréis interesante.

Representación de la parábola del sembrador.

Los evangelios presentan claramente las “parábolas” de Jesús como primordiales en su mensaje y en la manera en que las proclamaba. Lo que no está tan claro es cómo debe definirse esta palabra (en griego parabole). Con gran frecuencia, se utiliza para referirse a una de las muchas historias con las que Jesús ilustraba su doctrina. Pero el término griego parabole tiene otros muchos significados, por ejemplo, se usa para referirse a un dicho metafísico de Marcos 7, 14-17 y se traduce como “proverbio” en Lucas 4, 23. Sin embargo, Lucas recoge algunas de las parábolas más famosas y características de Jesús –como la del buen samaritano (Lc 10, 30-37) y el hijo pródigo (Lc 15, 11-32)- pero no se refiere a ellas como parábolas.

En el Septuaginto, la versión griega más antigua de las Escrituras hebreas, parabole corresponde a la traducción hebrea de mashal, una palabra que puede referirse a un proverbio, una alusión, un dicterio, una adivinanza o un oráculo profético. Mashal deriva de una raíz que significa “ser como”, y con frecuencia en las Escrituras hebreas se utiliza junto a una frase comparativa similar a “Es como”, o “Debería relacionarse con” (por ejemplo, Ez 16, 44), al igual que en los textos rabínicos. En los evangelios aparecen frases similares relacionadas con las parábolas (como en Mc 4, 30; Mt 13, 24, 25, 1) y también pueden servir de introducción a lo que claramente es una parábola, incluso aunque no se utilice este término (Mt 18, 23, 20, 1).

Así pues, una parábola puede definirse, en sentido amplio, como una figura literaria que contiene una imagen llamativa y reveladora, una alegoría o una analogía. De esta manera, es bastante comprensible que Marcos describiera las prédicas populares de Jesús como formadas en su totalidad por parábolas (Mc 4, 34), las cuales los modernos entendidos catalogarían como símiles, proverbios, metáforas, aforismos, fábulas, etcétera.

En el Cuarto Evangelio, se tiende a expresar la doctrina de Jesús de una manera menos figurativa, pero su estilo de adoctrinamiento no es tan radicalmente diferente del de los evangelios sinópticos como con frecuencia se cree. No sólo el Evangelio según Juan contiene dos pasajes que presentan el carácter distintivo de las parábolas tal y como se entiende habitualmente el término –el buen pastor (Jn 10, 1-18) y la vid y los pámpanos (Jn 15, 1-10)- sino que además también transmite el mensaje de Jesús por medio de todo un espectro de metáforas y expresiones figurativas.

La cuestión es hasta qué punto es posible recuperar las verdaderas palabras de Jesús y el significado que él mismo daba a sus parábolas. Los evangelistas presentan las parábolas tal y como se conservaron, utilizaron y entendieron en los diferentes círculos pertenecientes a la Iglesia primitiva. Esto se hace evidente en la manera en que la misma parábola básica puede variar de un evangelio a otro. Un ejemplo lo constituye la parábola del banquetes de bodas, al cual los invitados decidieron no asistir (Mt 22, 1-14; Lc 14, 15-24). En Lucas, la historia da un mensaje para el presente, una advertencia contra el rechazo de los clementes requerimientos de Dios. En Mateo, se refiere al futuro banquete de bodas mesiánico para el propio hijo de Dios y pronostica la futura destrucción de Jerusalén.

Los evangelios tienden a agrupar las parábolas (por ejemplo, Mt 13, 1-50, 25. 1-46; Mc 4, 1-34; Lc 6, 39-49, 12, 35-59). Esto sugiere que los evangelistas consideraban que estas parábolas compartían el mismo tema, fuera o no así originariamente. Por ejemplo, algunas parábolas se narran cuidadosamente con considerable detalle, como si se tratara de alegorías (Mc 4, 13-20 y paralelos; Mt 13, 36-43, 49-50). Pero se ha detectado que en las parábolas exclusivas del Evangelio según Juan, existe una ausencia de alegorías, sólo hay un mensaje ético directo. Los pasajes del Evangelio según Tomás, donde se establece un paralelismo con las parábolas de los evangelios sinópticos, también carecen de características alegóricas. Así pues, algunos eruditos han intentado recuperar la forma y el significado “originales” de las parábolas de Jesús, para lo que las han despojado de todo elemento alegórico o escatológico. Sin embargo, si Jesús estaba influenciado por las Escrituras hebreas o por la práctica rabínica de la época, bien podría haber hecho uso de la alegoría. En efecto, es difícil no entender como alegorías, las parábolas como la del sembrador o la de los viñadores infieles.

Se ha sugerido que las parábolas de Jesús se ocupan principalmente de su tema central del reino, pero Él puede haberlas utilizado con diversos objetivos, en ocasiones quizás sólo para dar énfasis a cuestiones morales. Los evangelios dan a entender que Jesús no esperaba que mucha gente entendiera sus parábolas y revelaba su verdadero significado sólo en privado a sus discípulos (Mc 4, 10-12 y paralelos; Mc 4, 33-34). Pero esto puede representar un intento de la Iglesia primitiva de explicar el hecho de que la enseñanza pública de Jesús tuviera tan poca respuesta en tiempos de Jesús. No obstante, parece claro que Jesús entendía sus parábolas como una ayuda para transmitir su mensaje, en gran parte porque sus metáforas procedían básicamente de la vida cotidiana.

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