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martes, 21 de junio de 2011

Las donaciones a la Orden: Iª parte


Desde la encomienda de Barcelona, abrimos un nuevo apartado dedicado a las donaciones que recibió la Orden del Temple a lo largo de su andadura.

Para ello hemos seleccionado un texto de la especialista en “templarismo”; la anglosajona Helen Nicholson de su libro “The Knights Templar”.

Desde Temple Barcelona deseamos que su lectura la encontréis atrayente.

Los príncipes y los papas no sólo exigieron los servicios de las órdenes militares, sino que también les concedieron numerosas donaciones y su ayuda. La principal motivación que se escondía detrás de una donación religiosa era la esperanza de la salvación. Las donaciones también suponían prestigio social para quien las realizaba; el hecho de que alguien pudiera permitirse conceder una donación ponía de manifiesto su grandeza. Además, proporcionaban al donante influencia sobre quien las recibía. Eran esenciales para la supervivencia de una orden, pero también restringían sus acciones porque la orden debía tener contentos a sus donantes para poder seguir recibiendo su apoyo. Como no podían permitirse ofender a sus donantes, no podían negarse a las peticiones que éstos les hacían, ni siquiera cuando dichas peticiones suponían una merma considerable de sus recursos y suscitaban las críticas de otros.

El apoyo que prestaba la Santa Sede a los templarios se debía al papel desempeñado por la orden en la defensa de la Cristiandad. Las bulas papales comparan a estos caballeros con los macabeos; los templarios aparecen también como los athletae Christi, “los paladines de Cristo”, o los pugiles Christi, “luchadores de Cristo”. Representaban el amor de Cristo, pues estaban dispuestos a entregar su vida por sus compañeros cristianos. Varios papas sucesivos confirmaron los privilegios eclesiásticos del Temple y ordenaron a los obispos que velaran por su cumplimiento. Intentaron proteger a la orden de la azarosa violencia endémica de la sociedad de la época, y concedieron a los hermanos el derecho a defenderse en caso de ataque. También intervinieron en algunas causas relacionadas con la orden, y animaron a los templarios a seguir su lucha contra los enemigos de la Cristiandad.

La principal motivación que impulsó a los príncipes seculares a realizar donaciones a las órdenes militares fue su deseo de contribuir a la defensa de la Cristiandad en Oriente. Como las cruzadas eran consideradas una responsabilidad particular de todos los monarcas cristianos, estos reyes recibieron muchas presiones de tipo moral para que dieran su apoyo a las órdenes militares. Para los nobles las cruzadas suponían aumentar su prestigio, además de constituir una parte fundamental de la caballería. Si no podían ira a las cruzadas, tenían que realizar una donación a alguna orden militar; si podían, era recomendable que también lo hicieran porque la orden proporcionaba ayuda práctica a los cruzados en Oriente.

Únicamente podemos conjeturar las razones de que eligieran una u otra orden. La tradición familiar era un factor importante en las donaciones religiosas: los nobles mantenían vínculos con casas religiosas que ya estaban relacionadas con su familia. Criados y vasallos, siguiendo el ejemplo de su señor, solían ofrecer donaciones a esas mismas órdenes. Algunos donantes, especialmente los más humildes que tenían menos recursos para viajar, se decidían por la casa religiosa más próxima que fuera de su agrado. A veces las relaciones familiares y la amistad personal podían convertirse en el factor decisivo que determinaba la elección del donante. Matilde de Boulogne, reina de Inglaterra, cedió la aldea de Cressing, en Essex, a los templarios en la primavera de 1137. Los tíos de la soberana, Godofredo de Bouillon y Balduino de Edesa, habían sido los dos primeros monarcas del reino de Jerusalén, mientras que su padre, Eustacio, había sido el primero en la línea sucesoria de este reino a la muerte de Balduino en 1118. Matilde tenía fuertes intereses dinásticos en el reino de Jerusalén y quería dar su apoyo a la orden religiosa que ayudaba a defenderlo. En cambio, no realizó donación alguna al Hospital de San Juan. No sabemos qué otros vínculos de su familia con los templarios pudieron motivar su elección de la orden del Temple y no la del Hospital, por lo que sólo cabe hacer conjeturas al respecto; por ejemplo, algunos de los primeros caballeros templarios, como Godofredo de Saint-Omer y Archimbaldo de Saint-Amand, eran oriundos de los Países Bajos y la región de Boulogne. Godofredo en concreto era vasallo de los condes de Boulogne.

Más tarde Matilde cedería a los templarios las aldeas de Witham, en Essex, y Cowley, en Oxfordshire. Todas sus donaciones fueron confirmadas por su esposo, el rey Esteban de Inglaterra, que a su vez era hijo de uno de los principales dirigentes de la primera cruzada. Aunque el predecesor de este monarca, Enrique I de Inglaterra, entregó a Hugo de Payns cierta cantidad de dinero en 1128, permitiéndole, además, recoger donaciones en Inglaterra, fue la generosidad de Matilde la que puso los cimientos de una larga y estrecha colaboración entre la Orden del Temple y los monarcas ingleses.

Las donaciones de los reyes de Inglaterra fueron de índole diversa. Los monarcas prefirieron conceder dinero y privilegios antes que tierras. La orden tenía autorización para talar los bosques reales con el fin de dedicarlos a la agricultura, práctica que normalmente suponía una multa cuantiosa. Enrique II perdonó a los hermanos por haber despejado grandes superficies de sus bosques.

El perdón por haber deforestado una superpie tan extensa en Garway parece sumamente generoso, pero es probable que Enrique considerara que la presencia de los templarios en la región redundaba en su propio beneficio, Garway se encuentra en la Marca Galesa, una zona que era administrada por un grupo de poderosos nobles que no siempre acataban la autoridad real como deseaba el soberano. Los templarios, en su calidad de leales servidores de Su Majestad, se convertían por esa concesión en señores de la autoridad real en la zona, aunque como estaban desarmados, y la encomienda de Garway no estaba fortificada, difícilmente pudieran desempeñar ese papel.

Los templarios tuvieron muy pocas propiedades en esa zona de Gran Bretaña, donde los hospitalarios estuvieron mucho mejor representados. Tuvieron algunas propiedades en Monmouthshire y Glamorgan. En 1156, en la península de Gower, contaron con una iglesia y una casa solariega en Llanmadoc, donación de la condesa Margarita de Warwick, señora de Gower. También dispusieron de un molino en el puente del castillo de Pembroke y en la aldea de Templeton, en Pembrokeshire. Eran todos territorios muy disputados, por cuya titularidad se habían enfrentado los señores anglonormandos de la región y los príncipes galeses de Deheubarth. Como ocurriera en Europa oriental, la cesión de tierras que eran objeto de rencillas a las órdenes militares era una manera de establecer las fronteras en litigio y de ganarse el favor de Dios. Pero la mayoría de esas donaciones de tierras del sur de Gales y de la Marca Galesa fueron realizadas a la Orden del Hospital de San Juan. Tal vez se considerara que los templarios estaban muy próximos al rey de Inglaterra, y ni unos (los señores de la Marca) ni otros (los príncipes galeses) deseaban que el monarca inglés ganara en la región más influencia de la necesaria.

Enrique II también concedió a los templarios un marco de plata anual por cada condado de Inglaterra, y la misma cantidad por cada castillo, pueblo y ciudad que generaran al monarca unos ingresos superiores a las cien libras al año. Uno de los arrendatarios (que recibía el nombre de hospes) de todos sus distritos quedaba exento del pago de tributos al rey. La orden también recibía cincuenta marcos al año para el mantenimiento de un caballero en Tierra Santa. Los tres venados que Enrique regalaba anualmente a los templarios, pasaron a ser cuatro en tiempos del rey Juan e iban destinados específicamente al capítulo provincial de la orden con motivo de la festividad de Pentecostés. Eduardo I de Inglaterra ratificó la donación de los cincuenta marcos anuales, pero el regalo de los venados dejó de realizarse en 1272, a la muerte de Enrique III.

La orden también recibió diversos privilegios legales, en virtud de los cuales sus arrendatarios no quedaban sometidos en parte a la jurisdicción de la Corona. El 6 de octubre de 1189 Ricardo I concedió a los templarios numerosas exenciones del pago de impuestos que, además, les permitía disfrutar de su propia independencia frente a la jurisdicción real. En virtud de dichas exenciones los templarios podían comerciar más fácilmente en Inglaterra

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