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miércoles, 27 de julio de 2011

Las conquistas de Aragón en el siglo XIII


Desde la encomienda de Barcelona queremos compartir con todos vosotros un texto escrito por el fallecido periodista D. Juan Antonio Cebrián, donde gracias a su libro “La Cruzada del Sur”, pone de manifiesto la importancia que tuvo la Reconquista en el influjo cristiano que acabaría dominando a toda Europa y por extensión al mundo “Occidental”.

Hoy trataremos las distintas conquistas que se produjeron en el siglo trece por parte del reino de Aragón, que acabaría extendiéndose por las costas mediterráneas.

Desde Temple Barcelona, deseamos que su contenido os sea instructivo.

Mapa de la extensión colonial que tuvo el reino de Aragón durante los siglos XIII y XIV.

Pedro II de Aragón había sido pieza fundamental en la victoria cristiana de las Navas de Tolosa. Su ejército, compuesto por 3.000 caballeros y varios miles de servidores, fue un eficaz ariete que desde el flanco izquierdo de la formación aliada había asestado mortíferos golpes al contingente almohade. La amistad entre el monarca aragonés y el castellano Alfonso VIII fructificó en varios actos de confianza mutua; lamentablemente, la inesperada muerte de Pedro II segó futuras empresas conjuntas de los dos reinos hispanos.

Todo sucedió en los territorios de la Occitania francesa. Nos encontramos en el verano de 1213, Languedoc es un territorio feudatario de la corona de Aragón donde ha crecido la religión cátara, considerada hereje por el papa Inocencio III quien, con la complicidad de los franceses, que ansiaban una expansión territorial a costa de esas provincias, proclama la Santa Cruzada contra los cátaros o albigenses.

En ese tiempo el rey francés Felipe Augusto se entretenía guerreando contra el eterno enemigo inglés; sin embargo, delegó en alguno de sus vasallos la posibilidad de tomar la Cruz contra los albigenses. De esa forma se cubrían dos frentes: el primero, la anexión del terreno occitano; y el segundo, obedecer el mandato papal.

El insigne caballero Simón de Montfort capitaneó el ataque contra los supuestos herejes y Pedro II de Aragón se vio obligado a defender los intereses de sus feudatarios.

En septiembre de 1213 los dos ejércitos midieron su fuerza en Muret, plaza cercana a Toulouse. La superioridad de los aragoneses y sus aliados quedó empañada por las excelentes dotes estratégicas de Simón de Montfort. Tras el choque de la caballería de unos y otros, la desgracia se cebó en el campo aragonés cuando el rey Pedro II cayó muerto a consecuencia de una terrible herida en el costado. El hecho sembró la confusión en su ejército que pronto se desmoronó, huyendo en desbandada. La refriega de Muret supone el fin de la influencia catalono-aragonesa en el sur de Francia y un período de incertidumbre para la corona de Aragón al quedar un niño de tan sólo cinco años como heredero al trono, bajo la tutela de Simón de Montfort.

De esa manera Jaime I, hijo de Pedro II, entraba en la historia. Pronto averiguaremos cómo ganó el sobrenombre de “el Conquistador”.

Nacido en Montpellier en 1208 tuvo pocos momentos de intimidad con su padre Pedro II. Tras la muerte de éste la protección del caballero Simón de Montfort se planteaba peligrosa para los intereses de Aragón; el propio papa Inocencio III medió para que la custodia del infante fuera entregada a los aragoneses que encomendaron la formación espiritual y guerrera de Jaime al gran maestre templario Guillén de Montredon, quien instaló al niño en el castillo de Monzón hasta que obtuvo la edad suficiente para asumir el trono del reino. Mientras tanto, gobernaba su tío, el infante don Sancho, quien en 1218 delegó el mando del reino a un consejo de notables aristocráticos. Jaime I obtuvo algunos años más tarde la mayoría de edad con una magnífica preparación para asumir la responsabilidad que le esperaba.

En 1228 las cortes aragonesas decidían una operación militar contra las islas Baleares, cuyo propósito era el de anexionarse aquel territorio musulmán tan cercano a las costas propias. La empresa se preparó con todo detalle. Por fin una enorme flota fue abastecida y equipada lanzándose al ataque en 1229. Durante tres meses la ciudad de Palma sufrió un intenso asedio por tierra y mar hasta su caída el 31 de diciembre de 1229; meses más tarde Menorca ofrecía vasallaje y en 1235 caía la pitiusa Ibiza. Las Baleares recibieron a un gran grupo de colonizadores catalanes que sirvieron para repoblar aquellas islas tan estratégicas, también se quedaron muchos de los antiguos pobladores musulmanes que en general obtuvieron buen trato.

La siguiente conquista aragonesa se fijó en el Levante hispano con el gran objetivo de tomar la importante plaza de Valencia. Las operaciones comenzaron en 1232 con fuerte oposición mahometana. Paso a paso, las tropas del joven Jaime I se abrieron camino, Valencia era tomada en 1238, pero el avance de los aragoneses se topó con el propio de los castellanos. Finalmente, gracias al Tratado de Almizra quedaron delimitadas las fronteras de actuación entre los dos reinos. Con ese acuerdo Aragón podía dar por finalizada la Reconquista contra los musulmanes, firmando el último capítulo con la toma de Alzira y Játiva en 1245. un gesto más del noble Jaime I fue el de conceder leyes propias a los territorios conquistados, con lo cual el reino de Aragón pasaba a ser una entidad política integrada por el reino de Mallorca, reino de Valencia, principado de Cataluña y el propio reino de Aragón.

También se encontró oportunidad para zanjar definitivamente el problema suscitado por el control de los territorios ultrapirenaicos perdidos en 1213 tras la derrota de Muret. En 1258 Aragón firmaba con Francia el Tratado de Corbeil por el que la corona aragonesa renunciaba a sus derechos sobre Occitania a cambio de que Francia hiciera lo propio con la Marca Hispánica. Lo único que quedó dependiente de Aragón fue el señoría de Montpellier, lugar natalicio del rey Jaime I.

En 1264 los mudéjares murcianos se sublevaron de forma muy airada. En esos momentos Castilla no ejercía suficiente control militar sobre el antiguo reino conquistado en 1246. Una vez más, el talante generoso y caballeresco del rey aragonés facilitó las cosas cuando sus tropas entraron en la zona sofocando la revuelta morisca. Fue un gesto que el rey Alfonso X agradeció profundamente.

Jaime I, acaso estimulado por los envites religiosos que sostenía el rey francés San Luis, quiso también probar fortuna en Tierra Santa. A tal efecto organizó una escuadra con la intención de crear un reino cristiano en Palestina, pero los elementos climatológicos desbarataron la Cruzada aragonesa, desarbolando buena parte de la flota en 1269.

Sintiéndose anciano quiso dejarlo todo para tomar los hábitos religiosos. Sin embargo, la enfermedad imposibilitó la consumación de su última voluntad. Falleció en 1276 repartiendo su reino entre sus hijos. El primogénito Pedro III se quedó con la corona de Aragón, reino de Valencia y principado de Cataluña, mientras que su otro vástago, Jaime II, heredaba el reino de Mallorca, los condados de Rosellón y Cerdeña, así como el señoría de Montpellier. Los sucesores de Jaime I: Pedro III el Grande (1276-1285), Alfonso III (1285-1291) y Jaime II (1291-1327), iniciaron una nueva política de expansión por el Mediterráneo. Sicilia, Córcega, Cerdeña y posteriormente Nápoles, ampliaron los dominios de un reino cada vez más hegemónico en Europa. A pesar de esto, los monarcas aragoneses no abandonaron sus intereses en la península Ibérica, entrando en coalición con los castellanos en la lucha común librada contra los musulmanes de Al-Andalus. Fue el caso de Jaime II ayudando a las tropas de Sancho IV en la toma de la importante Tarifa. A pesar de esto, Aragón, finalizando el siglo XIII, sólo se fijaba en el Mediterráneo con la ayuda de sus tropas almogávares y la eficacia de grandes almirantes como Roger de Lauria.

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