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viernes, 2 de septiembre de 2011

Conociendo a Jesucristo: Jesús y la ley judía


Desde la encomienda de Barcelona proseguimos con el apartado dedicado a conocer con más detalle la figura de Jesús de Nazaret. Para ello hemos seleccionado un texto del teólogo protestante J.R.Porter de su libro “Jesus Christ”, donde su autor nos conduce a la comprensión de la doctrina de Nuestro Salvador.


Desde Temple Barcelona deseamos que su contenido contribuya al esclarecimiento del “Verbo hecho Carne”.


Imagen de Jesús interpretando la Torah.


Es posible descubrir en los evangelios una actitud razonablemente coherente y característica en lo referente a Jesús frente a la Torá, la ley judía, pues se le representaba como un judío obediente, que acudía con regularidad a la sinagoga. Defendía la obediencia de los preceptos de la ley incluso en cuestiones rituales, como el envío de presentes al Templo (Mt 5, 23). Pero advertía del peligro de dedicar demasiada atención al cumplimiento riguroso de la ley como el medio por el que la gente podía conseguir una buena vida de acuerdo con la voluntad divina. Mientras que en esta cuestión no se encontraba solo entre los maestros judíos de la época, él hacía un especial hincapié sobre el tema en su propia doctrina. Ante todo, Jesús ponía el énfasis en que lo que era crucial era la intención correcta por parte del individuo.


Gran parte de las enseñanzas de Jesús sobre la Torá encontraron paralelismos en el pensamiento judío de la época. El concepto de la eternidad de la ley era un dogma básico del judaísmo, y los evangelios podrían haber preservado las verdaderas palabras que Jesús utilizó para apoyar esta idea (Mt 5, 18; Lc 16, 17). Podría ser que Jesús vislumbrara que la ley continuaría sólo durante el período comparativamente breve anterior al advenimiento de la nueva era.


El Sermón de la Montaña consta de seis secciones (Mt 5,21-48) en las que Jesús cita fragmentos de la ley y aparentemente los contrasta con su propia doctrina, por ejemplo: <> (Mt 5, 38-39). La fórmula “mas yo os digo” también era empleada por los fariseos (Mt 15, 4-6; Mc 7, 9-13) y no implica en sí misma que Jesús intentara contradecir o suplantar a la ley. Por el contrario, con frecuencia Jesús quería apoyar y reforzar la Torá mediante la indicación de la disposición moral interior que debía ser confrontada con el fin de asegurar la adecuada observancia de la ley. Así, la ira es la causa del asesinato (Mt 5, 22); la lujuria es equivalente al adulterio (Mt 5, 28); el verdadero amor debe incluir a los enemigos (Mt 5, 43-48). Una promesa no necesita ser reforzada jurando a Dios (Mt 5, 34-35; 23, 16-22), Jesús utiliza paráfrasis rabínicas habituales para el nombre divino, la siempre palabra de una persona honesta es suficiente (Mt 5, 37). Philo y Josephus relatan que los esenios mantenían en gran parte el mismo punto de vista.


En otros pasajes, Jesús interpreta la ley dentro del marco de los métodos rabínicos habituales de interpretación y análisis. Su doctrina sobre el matrimonio y el divorcio (Mt 19, 3-8; Mc 10, 2-9) descansa sobre una apreciación de que un texto bíblico (Gn 2, 24) es de mayor peso que otro (Dt 24, 1). De forma similar, cuando se acusa a Jesús de romper la observancia del sabbat por realizar sanaciones en ese día, él se apoya en el principio generalmente aceptado de que la necesidad de preservar la vida está por encima de los tabúes del sabbat (Mc 3, 4 y paralelos; Mc 14, 5 y paralelos). La queja de los fariseos contra sus discípulos por arrancar espigas en sabbat (Mc 2, 23-28 y paralelos) parece considerar el acto como “cosechar”, lo cual estaba prohibido en ese día. Jesús les defiende apelando, de manera característicamente rabínica, a un precedente bíblico (1 Sam 21, 1-7; Mateo también menciona Núm 28, 9-10), que tiene mayor autoridad que las leyes de los fariseos.


La Ley en el judaísmo de la época


Todos los judíos aceptaban la suprema autoridad de la Torá, pero el judaísmo del siglo I d.C. no era un sistema monolítico. En es época, la antigua ley requería una interpretación y exposición para darle la importancia necesaria según las condiciones sociales de la época, y existían numerosos grupos con sus propios métodos de exposición. Lo único que cabría esperar es que Jesús, como maestro independiente, tuviera su propia característica forma de interpretar la ley.


Al mismo tiempo, con frecuencia se ha apuntado que existe cierto problema con el término “ley”, tal y como se traduce en el Nuevo Testamento. El término griego nomos, utilizado en los evangelios, significa “ley”, pero de ningún modo comparte todo el sentido de la palabra hebrea torah, que significa “instrucción” o “dirección”. La Torá comprende la totalidad de las revelaciones de Dios a la humanidad –todo el cuerpo de las Escrituras junto con dogmas religiosos relacionados-. Para los fariseos incluía la ley oral (la “tradición de los ancianos”; Mc 7, 3-5; Mt 15, 2), rechazada por otros grupos, especialmente los saduceos.


En ocasiones, podría parecer que la Torá, en este amplio sentido, contenía enseñanzas inconscientes, de manera que era necesario decidir cuál debía sentar precedente. En los evangelios, en varias ocasiones se atribuye un procedimiento de este tipo a Jesús.

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