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martes, 6 de septiembre de 2011

Las órdenes militares en Occidente: Iª parte.


Desde la encomienda de Barcelona hemos querido compartir con todos vosotros la importancia que tuvo la Orden del Temple como orden militar en Occidente.

Para ello hemos seleccionado un texto de la historiadora y especialista en la Orden del Temple, Mrs. Helen Nicholson de su libro “The Knights Templar”, donde gracias a sus detenidos relatos podemos imaginarnos en el contexto histórico en el que las órdenes militares se movieron.


Desde Temple Barcelona estamos convencido que su contenido os fascinará.


Al igual que en los estados cruzados, el concepto de orden militar resultó atractivo a los ojos de los monarcas de la península Ibérica, que carecían de las fuerzas necesarias para defender sus fronteras y, no obstante, debían mantener escaramuzas constantes con el enemigo, como hacían los francos en Oriente. Había dos excepciones: poner territorios en manos de las órdenes militares que habían sido establecidas en Oriente, y pedirles a cambio su ayuda en la península Ibérica, o fundar órdenes militares locales.


Los templarios recibieron sus primeras tierras en la península entre 1120 y 1140. Las primeras donaciones se produjeron en Portugal. En 1128 la condesa Teresa de Portugal (1097-1128) cedió a la orden el castillo de Soure, que unos años antes había sido conquistado a los musulmanes y había sido repoblado. Al igual que hacía en Oriente, la orden proveyó sólo una parte de las defensas de la región circundante a la ciudad de Coimbra, mientras que por su parte el hijo y sucesor de la condesa Teresa, Alfonso Henriques, conde de Portugal (1114-1185), construyó el castillo de Leirena de cuya custodia se encargaron sus propias guarniciones. Hasta comienzos e la década de 1140 no hay ninguna prueba de que los templarios emprendieran verdaderas operaciones militares en Portugal; el primer testimonio de la participación de los templarios de Soure en una acción militar data de 1144. En 1147 los templarios de Soure enviaron sus tropas en ayuda del conde Alfonso Henriques para emprender el asalto de la ciudad de Santárem, que estaba en poder de los musulmanes. La empresa fue un éxito. Los templarios recibieron las iglesias de Santárem en recompensa por la ayuda prestada. Tras la toma de Lisboa en 1147, la ciudad fue convertida en sede episcopal, y los templos de Santárem pasaron a depender del obispo lisboeta; los templarios fueron compensados con el castillo de Cera, a orillas del Tomar. El maestre de la Orden del Temple en Portugal, Gualdim Pais, fundó allí una ciudad a la que bautizó con el nombre del río; así pues, Tomar se convirtió en el centro de la orden en Portugal, y Cera en uno de los castillos más importantes del reino. También se concedieron a la orden tierras “reconquistadas” para que fueran repobladas y cultivadas. En 1145 los hermano recibieron el castillo de Longroiva. El arzobispo de Braga les donó un hospital de peregrinos de su ciudad que había sido fundado por un antecesor suyo; los hermanos debían encargarse del mantenimiento del hospital y del cuidado de los peregrinos. En 1170 Alfonso Henriques cedió a la orden unas tierras situadas al otro lado del Tajo que habían sido reconquistadas recientemente a los musulmanes. Además, concedió a los hermanos un tercio de todas las tierras que la orden consiguiera ocupar y colonizar.


La del Temple pasó a ser una orden bien establecida en Portugal, y mantuvo unas estrechas relaciones con los príncipes de este país. Coincidiendo con los primeros tiempos de los templarios en Portugal, el conde Alfonso Henriques se califica a sí mismo de “hermano de vuestra fraternidad”, lo que indica que se había convertido en asociado o cofrade de la orden. Esto significaba que, además de protegerla y apoyarla, había decidido realizar donaciones a la orden con regularidad, y que por su parte los hermanos rezarían por él y lo harían partícipe de los beneficios espirituales derivados de las buenas obras que llevaran a cabo. El hijo de Alfonso Henriques, Sancho I (1185-1211), cedió gran cantidad de tierras a los templarios y utilizó el castillo que éstos tenían en Tomar como depósito seguro de sus tesoros. En 1216 el papa Inocencio III (1198-1216) decidió que los castillos de Montémor-o-Velho y Alenquer, por aquel entonces objeto de disputa entre el rey Alfonso II (1211-1223) y dos de sus hermanas, Teresa y Sancha, debían ser puestos en manos de los templarios por considerarlos parte interesada neutral y digna de confianza; la entrega se levó a cabo en 1123. Los templarios apoyaron a Sancho II (1223-1245) durante la rebelión que, en contra del monarca, encabezó su hermano Alfonso, conde de Boulogne; el maestre de la orden en Portugal, Martín Martins, era amigo de la infancia de Sancho. Pero la rebelión triunfó, Sancho perdió el trono, y más tarde los templarios perdieron diversas tierras por haber apoyado al rey depuesto.


Las donaciones en el este peninsular se produjeron con más lentitud que en el oeste, aunque siguieron un patrón similar. Probablemente ya en 1130 los templarios poseyeran tierras en Aragón. En 1131 Ramón Berenguer III, conde de Barcelona y marqués de Provenza, se unió a la Orden del Temple en calidad de asociado o cofrade y le cedió el castillo de Grañena (Granyena) “para la defensa de la Cristiandad, que es el objetivo por el que fue fundada la orden de caballería”. A su muerte, dejó en herencia a la orden su caballo, Danc, y todas sus armaduras. Otros príncipes de los territorios fronterizos, especialmente los condes de Urgel, también realizaron diversas donaciones. En 1132 Armengol VI, conde de Urgel, cedió a los templarios su castillo de Barbará (Barberà) situado “en la Marca Sarracena”, esto es, en la frontera musulmana. En 1134 su señor Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, repitió la donación; pero, al parecer, los templarios todavía no habían guarnecido los castillos de Grañena y Barbará. Ramón Berenguer IV también ingresó en la orden durante un año, obedeciendo al maestre y proporcionando el equipamiento de diez hermanos-caballeros, además de suficientes tierras para asegurar su mantenimiento. Veintiséis de sus caballeros juraron asimismo prestar ayuda a la orden.


Ramón Berenguer IV pretendía a todas luces convencer a la orden de que le prestara un apoyo militar activo, pero ésta se mostró remisa. En aquellos momentos la orden ni siquiera poseía castillos en el reino de Jerusalén y carecía de los hombres necesarios para emprender operaciones militares desde las fortalezas de la península Ibérica. A comienzos de la década de 1130 sus propiedades en la península Ibérica eran exclusivamente una fuente de ingresos. Ramón Berenguer IV pudo ejercer más presión sobre los templarios cuando se convirtió en príncipe de Aragón, pero incluso entonces tuvo que esperar hasta 1143 para convencer a la orden de que se comprometiera a emprender acciones militares en la península Ibérica, más o menos por la misma época en que la orden empezó a desarrollar actividades militares en Portugal.


Otros gobernantes realizaron donaciones a sus propias órdenes militares y ls órdenes supranacionales. Alfonso I de Aragón (1104-1134) soñaba con ir a las cruzadas de Tierra Santa y fundó su propia orden militar en Monreal del Campo (1126-1130). Sin embargo, la orden no prosperó, aparentemente por carecer de recursos necesarios para funcionar con eficacia. En 1131 Alfonso redactó su testamento. No tenía herederos. En sus últimas voluntades legaba su reino al Santo Sepulcro de Jerusalén, a la Orden de San Juan de Jerusalén (El Hospital) y a la Orden del Temple. Tal vez pensara que sólo esas tres órdenes eran capaces de defender el reino. Aunque por entonces la del Santo Sepulcro no fuera una orden militar propiamente dicha, los caballeros estaban asociados con ella, y la Orden del Temple y la del Hospital estuvieron estrechamente vinculadas a ella en los primeros años de su fundación. Por otro lado, el monarca tal vez no pretendiera que esas órdenes combatiesen; quizá las estuviera utilizando como instrumento político. (continuará)

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