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miércoles, 5 de octubre de 2011

Conociendo a Jesucristo: Dios Padre


Desde la encomienda de Barcelona continuamos acercando las ideas y la vida de Jesús a todos vosotros, para que con la ayuda del teólogo protestante J.R. Porter, podamos discernir con mejor visión, la ética y la doctrina que Jesús en su vida terrena, anunció al mundo.

Para ello hemos seleccionado un nuevo texto del libro “Jesus Christ”, cuyo autor hemos citado anteriormente.

Desde Temple Barcelona os sugerimos su lectura, por su simplicidad aclaradora.

Fotografía de la iglesia del Pater Noster en el Monte de los Olivos, ubicada en el lugar donde se afirma que Jesús dijo su oración.

El concepto de Dios como padre es central en la vida y doctrina de Jesús tal y como se presenta en los evangelios, y sin lugar a dudas el concepto era conocido en el judaísmo de la época. Deriva de las Escrituras hebreas, donde, por ejemplo, se describe a Dios como el padre de la nación de Israel (Dt 32, 6; Is 63,16; Jer 31, 9) y del reino de Israel (2 Sam 7, 14).

Sin embargo, “padre” es mucho menos frecuente en la Biblia hebrea que otras descripciones y títulos de Dios, mientras que Jesús emplea “padre”, prácticamente sin excepción (aunque algunos ejemplos de su uso del término pueden deberse a los evangelistas o a la liturgia de la Iglesia primitiva). Por el contrario, aunque “rey” es un título que a menudo se aplicaba a Dios en el judaísmo de la época, pese al hecho de que el reino de Dios es otro tema constante de las enseñanzas de Jesús, sólo en una ocasión Jesús se refiere a Dios como rey (Mt 5, 35), e incluso este ejemplo es cuestionable. Así pues, no existe mucha duda de que el concepto de Dios como padre es un elemento auténtico de la doctrina de Jesús.

Para Jesús, la paternidad de Dios significa que se trata de una deidad misericordiosa y que la misericordia tiene que ser una marca especial de los verdaderos creyentes (Mt 6, 14; Mc 11, 25). La descripción del Padre como “celestial” o “el que está en el cielo” –especialmente frecuente en Mateo- apunta a la perfección de Dios, la cual de nuevo debe ser una característica de sus verdaderos seguidores (Mt 5, 48), los cuales serán ayudados por su espíritu (Mt 10, 20; Lc 11, 13).

Ante todo, Jesús enseña que el Padre celestial cuida activamente de toda su creación, sobre todo de los hombres, buenos y pecadores, y una compasión así, una vez más, debe ser un modelo para todos (Mt 5, 43-46; Lc 6, 32-36). La providencia de Dios se extiende al mundo natural (Mt 6, 25-34, 10, 29; Lc 12, 6, 12, 22-30). Puede compararse con un padre que siempre intentará dar lo mejor a sus hijos (Mt 7, 7-11; Lc 11, 9-13), de manera que los hijos del Padre celestial, a diferencia de otros, pueden estar seguros de que él siempre proveerá sus necesidades si su prioridad es entrar en el reino (Mt 6, 31-34; Lc 12, 29-31).

Los “pequeños” –probablemente no sólo los niños sino todo aquel que cree con la inocencia de un niño, tal y como sugiere un añadido en un manuscrito están siempre a la vista del padre (Mt 18, 10-14). Dios conoce los secretos del corazón humano, de manera que no son las acciones hacia el exterior como dar limosna, orar o ayunar en las que él se fija, sino que es la intención interior de una persona la que obtiene su recompensa (Mt 6, 2-8, 16-18).

Los evangelios recogen cinco oraciones de Jesús en las que se dirige a Dios como “Padre”, de las que la más conocida es el “Padre Nuestro”. En sus dos oraciones desde la cruz recogidas en Lucas (Lc 23, 24, 46) Jesús también se dirige a su “Padre”: en el segundo caso, la palabra es añadida a una cita del Salmo 31. Tiene especial importancia la oración de agradecimiento de Jesús (Mt 11, 25-27; Lc 10, 21-22), que representa una relación única entre Jesús y su padre divino. Este pasaje caracteriza a Jesús en gran medida tal y como se le representa en el Evangelio según Juan, por lo que ha sido despreciado como un añadido posterior con influencias del helenismo o incluso del gnosticismo. Pero la idea expresada en esta oración de que una persona especial puede ser admitida para conocer secretos divinos y que ésta a su vez los revele a otros, aparece en escritos judíos como los libros de Enoc y algunos textos de Qumrán.

La quinta oración al “padre” de Jesús fue dicha en Getsemaní (Mc 14, 36 y paralelos). Marcos preserva el término arameo de Abba (traducido más apropiadamente como “mi padre” o “nuestro padre”), y la mayor parte de los entendidos coinciden en que ésta es la palabra que Jesús habría utilizado, tanto aquí como en el resto. También aparece dos veces al margen de los evangelios (Rom 8, 15; Gál 4, 6), donde representa la práctica de las iglesias de habla griega –un hecho que con toda probabilidad demuestra cuán profundamente había calado el uso del propio Jesús en la tradición cristiana.

Según algunos estudiosos, el término Abba representa la manera de hablar de un niño pequeño (el equivalente a “papi”), lo que indica una especial intimidad por parte de Jesús con su Padre celestial. Pero no se da una verdadera evidencia de que Abba signifique nada más que “padre” y su significado exacto debe determinarse por el contexto. Por ejemplo, era el título habitual que se utilizaba para hablar con los maestros rabínicos reverenciados.

El Padre Nuestro

La oración más famosa de Jesús es el Padre Nuestro (Mt 6, 9-13; Lc 11, 2-4). Debería describirse mejor como “La oración de los discípulos”, ya que está pensada como un modelo breve y comparativamente sencillo que los discípulos pueden seguir, en comparación con las “muchas palabras” que al parecer caracterizaban las oraciones de los gentiles (Mt 6, 7). No existen diferencias fundamentales de contenido entre las versiones de Mateo y Lucas, y las peticiones que siguen a las palabras iniciales reflejan la doctrina general de Jesús sobre la naturaleza del Padre celestial.

En Mateo, la frase “hágase tu voluntad” refleja la necesidad de la vida terrenal de corresponderse con la celestial: en la doctrina de Jesús, aquellos que deseen pertenecer a la familia del Padre deben buscar primero llevar a cabo el propósito divino (Mc 3, 35 y paralelos; Mt 7, 21). La siguiente petición, referente al “pan cotidiano”, probablemente haga referencia a que Dios cubre las necesidades básicas del hombre, de lo que Jesús habla en otros pasajes. Los entendidos han propuesto que el opaco término griego traducido como “cotidiano” realmente significa “para mañana” y se refiere al día del Juicio, que se esperaba fuera pronto, pero el original arameo sugiere que el “de cada día” de Lucas da el verdadero sentido, puesto que en otros pasajes Jesús desaprueba cualquier preocupación por el “mañana” (Mt 6, 34).

De nuevo, la oración por la remisión de los pecados apela tanto al atributo divino del perdón como al requerimiento de que el hombre le imite en sus relaciones con los otros. La última petición, sea cual sea su verdadero significado, refleja la aseveración de Jesús en otros pasajes (Mt 18, 14) de que el Padre protegerá a los creyentes del mal.

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