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jueves, 27 de octubre de 2011

La invasión benimerí de Al-Andalus


Desde la encomienda de Barcelona intentamos acercaros de manera breve la Reconquista. Para ello hemos seleccionado un nuevo texto del que fuera periodista y locutor de programas radiofónicos tan conocido como “La rosa de los vientos”, de su libro “La cruzada del Sur”.

Esta vez viajaremos gracias a su fluida lectura por las tierras nazaríes del reino de Granada por los siglos XIII y XIV, reflejos de conspiraciones inacabables que fueron mermando lentamente la moral de los musulmanes peninsulares y la de los de más allá del Estrecho.

Desde Temple Barcelona estamos convencidos que su lectura os gustará.

Mapa del reino de Granada (siglo XIV)

La dinastía beréber de los benimerines constituyó el último esfuerzo musulmán por reconquistar Al-Andalus. Nacidos como sus hermanos almorávides y almohades en los profundos desiertos magrebíes, heredaron el espíritu imperial de éstos, sobre todo, gracias al carisma de su gran líder Abu Yusuf Yaqub (1258-1286), quien envió los primeros expedicionarios a tierra hispana aprovechando las revueltas mudéjares y el peligro cristiano que amenazaba el reino nazarí de Granada; pronto las ayudas esporádicas se convirtieron en asentamientos de enormes contingentes bélicos.

A finales del siglo XIII las tropas benimerines controlaban importantes plazas andalusíes como Málaga o Algeciras con el propósito de ser utilizadas para el desembarco de los futuros ejércitos invasores norteafricanos.

A principios del siglo XIV fallecía el rey nazarí Muhammad II, aliado de los benimerines. Le sucedió Muhammad III, más preocupado en fomentar la cultura o construir la hermosa mezquita de la Alhambra que de reforzar la unión con sus aliados sarracenos. En 1308 su belicoso hermano Nars le obligó a la abdicación en su favor ante el inminente ataque cristiano. En efecto, un año más tarde, las huestes de Fernando IV lanzan una ofensiva sobre las tierras gaditanas tomando la importante plaza de Gibraltar; los benimerines poco o nada pueden hacer ante esto. Perdidas Tarifa y Gibraltar, tan sólo disponían de Algeciras como presumible cabeza de puente para sus tropas.

En este período se libra una crucial batalla por el control del Estrecho; serán casi cien años de desigual fortuna para un bando y otro. Mientras tanto Nars cedía el mando nazarí a su sobrino Ismail I, quien seguirá apostando por el apoyo de sus hermanos norteafricanos para contener el impetuoso ataque cristiano. Su desgraciada muerte en 1325 a manos del gobernador de Algeciras coincidió con la mayoría de edad del rey castellano Alfonso XI. El nuevo rey Muhammad IV sobresalió por su ardor combativo al recuperar algunas plazas expugnadas anteriormente por los cristianos, destacando la toma de Gibraltar en 1333 con la inestimable aportación militar benimerí.

Pero, sin duda, el gobernante nazarí más representativo del siglo XIV fue Yusuf I Abul Hedjahd, hombre cauteloso que protagonizó el capítulo final de la presencia benimerí en la península Ibérica. Yusuf combatió con decisión a los ejércitos cristianos, principalmente, a los castellanos de Alfonso XI. Durante sus veintiún años de gobierno mantuvo constantes algaras con la idea de menoscabar la potencia militar de sus enemigos peninsulares, a fin de establecer una situación propicia para la llegada de un gran ejército benimerí del que pensaba servirse para la reconquista de Al-Andalus. En aquel tiempo la fuerza militar de Granada no era demasiado grande, sin embargo, el excelente entretenimiento y motivación de las reducidas tropas nazaríes llamaban la atención de esa época tan acostumbrada a tropas poco profesionales.

Los ejércitos musulmanes que guerreaban a mediados del siglo XIV, en realidad, no distaban mucho de los que lo habían hecho en siglos anteriores. El reino de Granada, por sus dimensiones y población, se encontraba en manifiesta inferioridad con relación a sus enemigos peninsulares; esto lo compensaba con una eficacia extrema a la hora de reclutar y adiestrar a los efectivos disponibles. Existía un ministerio de la guerra con funcionarios capaces de engrasar a la perfección la maquinaria bélica granadina. En consecuencia, no era extraño ver cómo, en tiempos de conflicto, Granada era capaz de movilizar más soldados que sus oponentes aragoneses, castellanos o portugueses. […]

[…] Se puede decir, utilizando la terminología militar de los ejércitos contemporáneos, que la división principal constaba de unos 5.000 efectivos, subdivididos a su vez en batallones de 1.000 hombres, compañías de 200 y secciones de 40 con unidades de ocho soldados; todos ellos acompañados por banderas, pendones, tambores y distintivos de guerra.

Como ya sabemos, las tropas nazaríes participaron junto a las benimerines en la definitiva batalla del río Salado, donde sufrieron gravísimas pérdidas a manos de los castellanos y sus aliados aragoneses y portugueses. Estos últimos se enfrentaron directamente a las tropas de Yusuf I, que poco pudieron hacer ante la carga resuelta de los caballeros de Alfonso IV.

Tras el desastre, Yusuf I escapó a Marbella donde se atrincheró esperando que amainara la tempestad desatada sobre su ejército; por su parte, el benimerí Abu I Hasan se parapetó con los restos de ejército en Algeciras desde donde partió al norte de África para no volver jamás a poner pie en tierra hispana.[…]

[…] Los benimerines cesaron en sus ambiciones expansionistas sobre Al-Andalus. La derrota del Salado, la desarboladura de su flota y, principalmente, las intrigas internas por el control del poder, fueron factores esenciales para entender su retirada del escenario europeo. Eso les permitió sobrevivir un siglo más en el que intentaron ejercer su influencia sobre los nazaríes granadinos con más o menos acierto. Yusuf I falleció en 1354, sumiendo al reino de Granada en una severa crisis mal conducida por sucesores incapaces como Muhammad V el Viejo, quien reinó de 1354 a 1391 con una paréntesis provocado por las eternas conspiraciones intramuros donde reinaron Ismail II (1356-1360) y Muhammad VI (1360-1362). Finalmente la amistad de Muhammad V con el castellano Pedro I sirvió de ayuda para que el primero recuperara el gobierno de Granada durante veintinueve años más, en los que se suavizó la situación permitiendo un mayor florecimiento de la capital nazarí con la incorporación de nuevos recintos a la Alhambra, como el valiosísimo Patio de los Leones y la potenciación de la fértil Universidad fundada en 1349 por Yusuf I y que tantos talentos alumbró. […]

[…] Muhammad V falleció hacia 1391, siendo sucedido por su hijo Yusuf II que tan sólo pudo reinar un año, al morir envenenado por orden del rey de Fez. Muhammad VII (1392-1407) se limitó a mantener los costosos pactos de amistad y no agresión con Castilla, aunque al final de su gobierno se rompieron de nuevo las hostilidades, en lo que ya se entendía como un intento definitivo por parte de los castellanos de conquistar las posesiones del reino nazarí de Granada.

Terminaba el siglo XIV envuelto por la incertidumbre de una Al-Andalus cada vez más estrangulada en una carrera frenética hacia su inminente catástrofe de 1492.

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