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miércoles, 30 de noviembre de 2011

Meditaciones sobre el último libro del papa Benedicto XVI


Desde la encomienda de Barcelona hemos recibido del Servicio de Información del Vaticano (VIS) de una noticia acontecida anteayer en el Vaticano.

Sin duda las obras del Santo Padre Benedicto XVI no pasan indiferentes hacia los millones de lectores cristianos. Ratzinger se cuestiona preguntas que cualquier cristiano puede hacerse sobre la persona de Jesús de Nazaret.

Estamos seguro que su contenido será atrayente porque abarca dos puntos de vistas que deben ir siempre paralelos en la vida de Jesucristo: el histórico y el teológico. Precisamente por ello desde Temple Barcelona recomendamos su meditada lectura.

CIUDAD DEL VATICANO, 29 NOV 2011 (VIS).-La Libreria Editrice Vaticana ha organizado una serie de conferencias de presentación del libro del Papa Benedetto XVI "Jesús de Nazaret. Desde la entrada en Jerusalén hasta la resurrección". La obra fue ayer presentada en la Universidad de Messina; el discurso principal corrió a cargo del rector de la Pontificia Universidad Lateranense, el obispo Enrico dal Covolo, S.D.B.

El obispo explicó que el segundo volumen del "Jesús de Nazaret" de Joseph Ratzinger- Benedetto XVI forma una unidad con el anterior, dedicado a la primera parte de la vida pública de Cristo, desde el bautismo en el Jordán. En segundo está dedicado a los últimos días de su vida terrena hasta la resurrección.

Para el rector de la Lateranense, esta aparente desproporción "hace comprender a primera vista que la muerte y la resurrección no son simplemente el epílogo de la vida de Jesús. Más bien, dan sentido al resto: desde Cristo crucificado y resucitado se ilumina toda la historia de su vida". Asimismo "la narración de la pasión y la resurrección, aunque figura en último lugar en los Evangelios, es la más antigua y elaborada de las tradiciones orales y escritas".

El segundo volumen parte de la premisa, según escribe Benedicto XVI, de que "si la exégesis bíblica científica no quiere agotarse en hipótesis siempre nuevas, haciéndose teológicamente insignificante, debe dar un paso metodológicamente nuevo y reconocerse nuevamente como disciplina teológica, sin renunciar a su carácter histórico".

"La vía maestra a lo largo de la cual nos conduce el Papa -dijo el obispo- es la meditación sobre la 'hora' de Jesús, la de su 'elevación', esto es, la meditación sobre el momento salvífico inseparable de la muerte-resurrección". Los tres capítulos dedicados a la última cena, el Getsemaní y el proceso a Jesús representan la parte central de la obra, "la más analítica, escrita con mayor meticulosidad histórica, exegética y teológica".

Finalmente, el prelado destacó que el libro "es el trabajo de una vida entera, en el que tanto el método empleado como los contenidos expuestos viven en un enraizado y maduro enamoramiento de Cristo. En definitiva, la 'íntima amistad con Jesús' es el verdadero tema conductor de la obra, un tema que el Papa ilustra como testigo y como teólogo: de hecho, el verdadero conocimiento sobre Jesús -tanto para el Papa Benedicto como para el discípulo amado- proviene de 'reposar' sobre su corazón".

martes, 29 de noviembre de 2011

El pueblo templario: IIIª parte


Desde la encomienda de Barcelona queremos concluir el apartado dedicado a saber cómo eran las zonas dominadas por la Orden del Temple y cuál fue el pensamiento de los templarios en aquel tiempo.

Por ello hemos vuelto a seleccionar un texto del catedrático de historia medieval, Alain Demurger, de su libro “Vie et mort de l’ordre du Temple”.

Desde Temple Barcelona esperamos que estas líneas os hayan servido para entender mejor el pensamiento de aquellos hombres míticos.

Sin embargo, no nos engañemos. Los grandes batallones de los que entran en el Temple y, más ampliamente, los que hacen donaciones al Temple, provienen de la pequeña y mediana nobleza. En Vaours, el señor del país, el poderoso conde de Tolosa aparece naturalmente a la cabeza de los bienhechores, pero, detrás de él, los señores de Saint-Antonin se codean con los caballeros de Penn, los de Montaigut con los clérigos de los establecimientos religiosos de la región (que reclutan sus monjes en el mismo medio nobiliario). En Montsaunès, todos los comendadores conocidos son originarios de la aristocracia de Comminges, y todas las familias feudales del condado han contribuido a la expansión de la orden, a ejemplo del conde Dodon, entrado en el Temple n 1172. En Velay, las familias de la Roche-Lambert, de Faye, de Marmande, de Dalmas, todas ellas profundamente enraizadas en la región, han proporcionado preceptores, hermanos caballeros y hermanos capellanes. El caso del país de la Selve, Rouergue, es más revelador todavía. Los templarios se hallan presentes en él desde alrededor de 1140, y se ha creado una encomienda en 1148. Una distinción muy clara se establece entre las familias señoriales más poderosas, los “ricohombres”, que favorecen a los cistercienses, y los caballeros de la pequeña nobleza, que pueblan y enriquecen la casa del Temple. Los primeros están en relación constante con el Bajo Languedoc y sus ciudades, Béziers, Narbona. Conocen los lazos feudales y hacen redactar sus actas en latín. Los segundos, de no tan buena extracción, viven replegados sobre sí mismos y tienen una mentalidad prefeudal. Sus actas están redactadas en provenzal. Los abades cistercienses son extraños al país, mientras que todos los preceptores templarios han nacido en Rouergue.

En Cataluña, el Temple mantiene lazos estrechos con las familias de la mediana nobleza, los condes de Urgell, por ejemplo los Torroja, uno de cuyos miembros, Arnaldo, llegó a ser maestre de la orden de 1180 a 1184, después de haber ejercido el maestrazgo de la provincia de Provenza-España, o los Moncada. En Inglaterra, la pequeña aristocracia proporciona lo esencial del reclutamiento, mientras que los templarios de Escocia provienen principalmente de la nobleza Normanda que el rey David ha traído de Inglaterra.

Las motivaciones invocadas por los que ofrecen su persona y hacen donaciones al Temple –ambas cosas van a la par- presentan algunos rasgos originales, además de las características tradicionales. Los estudiaré al mismo tiempo que el movimiento de las donaciones. Aquí me limitaré a la regla y algunas excepciones.

La regla, invocada de un extremo al otro de la cristiandad por los que dan y se dan, es la salvación del alma y la remisión de los pecados.

Las excepciones consisten en algunas “conversiones” dudosas, como la de un escocés, “Guillermo, hijo de Galfredo, que, prefiriendo la ociosidad al trabajo”, cede al Temple, a título vitalicio, la tierra de Esperton (que pertenece al patrimonio de su mujer). A cambio de eso, vive tranquilamente en la casa del Temple del lugar. ¿Y no fue un poco de vanidad lo que impulsó a Ricardo de Harcourt a hacer donación de Saint-Étienne de Renneville y entrar en el Temple, con lo que pudo inscribir sobre su lápida, situada en el coro de la iglesia, este magnífico epitafio: “Aquí yace el hermano Ricardo de Harcourt, caballero, del mando de la caballería del Temple, fundador de la casa de Saint-Étienne”?

Se trata, sobre todo en el siglo XIII, de decisiones dependientes de la coyuntura política y religiosa del momento. Ciertos caballeros languedocianos, sospechosos de catarismo o temiendo simplemente que se les acusase de ello, entraron tal vez en el Temple por precaución. No contamos con hechos seguros, pero la cuestión debe ser planteada, aunque sólo sea porque, durante le proceso, se acusó a la orden de herejía.

Los conflictos entre Federico II y el papado –por no hablar del que opone ese mismo Federico al Temple- tuvieron consecuencias sobre el reclutamiento de la orden. En 1220, el papa reconoce a Federico II como emperador. Al hacerlo, abandona a aquellos que, en el reino de Sicilia, del que era dueño Federico, sostenían las tesis pontificias. Desorientados, los partidarios del papa se someten al rey, huyen o se esconden. “Y hubo algunos que se dirigieron al Temple.”

Del Examen detallado del reclutamiento en la orden del Temple y, más en general, del movimiento de las donaciones, se deduce claramente un hecho: el éxito prodigioso de la creación de Hugo de Payns da testimonio de su perfecta adaptación al medio social y mental que deseaba la Iglesia, la caballería de Occidente.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Evangelio dominical: Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa.


Desde la encomienda de Barcelona continuamos con nuestro propósito de compartir la meditación del evangelio dominical de ayer 27 de noviembre.

Desde Temple Barcelona deseamos que su lectura reflexiva nos indique el rumbo a seguir en nuestra vida cotidiana para acercarnos al Reino celestial.

«Tengan cuidado y estén prevenidos porque no saben cuándo llegará el momento. Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela. Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos. Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: "¡Estén prevenidos!"» (Mc 13, 33-37)

Reflexión:

Nuestro Señor Jesucristo de un modo sencillo y breve nos invita a permanecer alerta para que no nos olvidemos de la tarea que el Altísimo en boca de su Unigénito nos encomendó.

Todo cristiano no debe olvidarse a quién sirve verdaderamente y por tanto no debe descuidar sus obligaciones con Dios. No sea que cuando se nos presente, hayamos dejado pendientes nuestros deberes.

Plegaria:

Señor, en estos momentos de crisis, creemos que la noche está ya dejando paso a la luz. No queremos dejarnos vencer por el desánimo ni por la negatividad.

viernes, 25 de noviembre de 2011

El pueblo templario: IIª parte


Desde la encomienda de Barcelona proseguimos con la segunda parte del capítulo dedicado a conocer cómo era el pueblo templario.

Por ello hemos vuelto a seleccionar un texto del catedrático de historia, Alain Demurger, de su libro “Vie et mort de l’ordre du Temple”.

Desde Temple Barcelona estamos seguros que su contenido os atrapará.

A retaguardia, en las encomiendas de Occidente, caballeros y sargentos, capellanes y milities ad terminum son menos numerosos. Cada encomienda debe contar como mínimo con cuatro hermanos. En las casas importantes hay más; la mayoría no llena el cupo. En teoría, tendría que haber un capellán por encomienda; en la práctica, como se observa en Aragón en el siglo XII, un capellán tiene con frecuencia a su cargo varios establecimientos. Por último, en Occidente, los más numerosos son aquellos que, sin renunciar a su estado, sin pronunciar votos, se han vinculado a la orden de una forma u otra.

Algunos, para asegurar su salvación, se entregan en cuerpo y alma a la milicia. En la mayoría de los casos, añaden un don material al don de su persona. A veces, se reservan la posibilidad de pronunciar los votos en el momento elegido por ellos, como un tal Gilaberto, que pone como condición ser recibido el día en que “le venga la voluntad de vivir conforme a vuestra vida”. ¿Se convierte entonces en hermano? Nada menos seguro, si se compara su caso con el de Jacobo de Chazaux, quien declara: “Y cuando quiera, podré entrar en la casa del Temple de Puy y recibir el pan y el agua como los demás donados de dicha casa”. Esos hombres que se entregan, que dan, y que por esos mismo se llaman donados, ¿no formarán más bien la más amplia e imprecisa categoría de los confratres, los cofrades del Temple? En 1137, Arnaldo de Gaure hace dación de su persona al Temple de Douzens, poniéndose en manos de los hermanos de la milicia. Entre ellos, se encuentra su hermano, Raimundo de Gaure, templario ya, por lo tanto, Arnaldo como Raimundo confirman al año siguiente su compromiso. En 1150, cuando Raimundo ha muerto ya, Arnaldo declara en una nueva acta que se da como cofrade de la milicia. Confía igualmente sus dos hijos al Temple, a fin de que sean alimentados y vestidos. Incierto en este caso, el vocabulario resulta más claro en el de Íñigo Sánchez de Sporreto, de Huesca (Aragón). En 1207, hace una donación material a la orden; en 1214, dona su persona y, en 1215, sin duda tras la muerte de su mujer, pronuncia los votos.

Dejando aparte el vocabulario, las cifras obtenidas en Aragón o en Navarra demuestran la importancia de esta clase: cuatrocientos cincuenta hombres de confratres entre 1131 y 1225 y, en la sola casa de Novillas, cincuenta y dos acuerdos de confraternidad concluidos a finales del siglo XII.

Dentro de la aparente confusión de las actas de dación de sí mismo, se puede no obstante distinguir tres tipos, siguiendo en esto a Élisabeth Magnou:

En la dación simple, un hombre entrega su persona al Temple a cambio de un beneficio espiritual. Bernardo Sesmon de Bezu dona su persona…

“…a fin de que, terminada mi vida, la Santa Milicia me dé, o que, por consejo de los hermanos de dicha milicia, se ocupe de mi alma; y si la muerte viniera a sorprenderme mientras estoy ocupado en el siglo, que los hermanos me reciban y que, en un lugar oportuno, entierren mi cuerpo y me hagan participar en sus limosnas y beneficios.”

La dación remunerada añade ventajas materiales a las ventajas espirituales, ya que el donado recibe una retribución vitalicia. En 1152, Raimundo de Rieux se da a la milicia a condición de que, mientras permanezca en la vida secular, ésta le entregue diez sextarios de blad (mezcla de cereales), seis sextarios de cebada y cuatro sextarios de trigo a cada cosecha.

La dación per hominem, en fin, concierne sobre todo a humildes campesinos, que, libres o no de origen, se dan como siervos al Temple:

“Guillermo Corda y su sobrino Raimundo se dan como hombres del Temple y se comprometen a servir a Dios y la milicia según sus medios, a pagar todos los años doce dineros de censo, a legar sus bienes a la milicia después de su muerte, a cambio de ser enterrados en el cementerio del Temple y de permanecer durante todas sus vidas bajo la protección del Temple.”

Hay que distinguirlos de los siervos cedidos al Temple, como si se tratase de una limosna material, por un poderoso, que dona una tierra y los hombres que trabajan en ella.

Formulada o no, la protección de bienes y personas queda asegurada tan pronto como alguien se vincula al Temple. Éste hace reinar la paz de Dios. El templario es el guardián de la paz.

Veamos ahora el caso de las mujeres y los niños. La regla prevé (artículo 69) que las parejas puedan asociarse al Temple, a condición de que lleven una vida honesta, de no residir en el convento, de no reclamar la capa blanca y de ceder sus bienes a su muerte. A excepción de este caso, no hay lugar para las mujeres en la orden (a diferencia de los hospitalarios, que las aceptan); a excepción también de las donaciones per hominem que se aplican a ambos sexos. “Que nunca sean recibidas en la casa del Temple las damas en calidad de hermanas.”

Del mismo modo, los templarios no aceptan sino a hombres hechos, en edad de manejar las armas. No obstante, hay dos excepciones: Bernardo Faudelz se da al Temple y da también a su hijo, con la intención de garantizarle contra la adversidad. Se conocen cinco ejemplos de daciones de niños en Rouergue y en la encomienda de Vaours (Tarn) entre 1164 y 1183. De los templarios interrogados en Lérida (Aragón) en 1310, uno ha entrado en la orden a los doce años, otro a los trece. Los conventos templarios debieron de acoger a hijos de caballeros, de nobles, venidos para perfeccionar su educación. Algunos de ellos pudieron después pronunciar los votos. En Lérida, la media de edad de los sargentos es de veintisiete años; la de los caballeros, de veinte solamente. ¿No se deberá esto a que han entrado en la orden más jóvenes, a pesar de los preceptos de la regla?

La entrada en el Temple va unida a una práctica frecuente, sobre todo entre los cofratres: la donación de las armas y el caballo. “Almerico y Guillermo Chabert de Barbairano se dan cuerpos y almas a la milicia; y cuando abandonen el siglo, dejarán caballos y armas”. El abandono simboliza la renuncia al siglo.

Hermanos de convento, cofrades asociados a la actividad de la orden, algunos viviendo dentro de la encomienda, otros ejerciendo en ella una actividad de gestión o de cualquier otro tipo, personas de toda condición, libres o no, que, mediante una tradición al hominem, mediante una pequeña donación, se han asegurado la protección del Temple, tanto en la tierra como en el cielo…Completaremos el cuadro de la familia templaria mencionando a aquellos, asalariados agrícolas, artesanos, transportistas, escribanos o notarios, que se limitan a trabajar para el Temple, que actúa como “patrono”. Un acta de 1210, redactada en Velay, está suscrita por Pedro el carretero, Martín el zapatero, Esteban el pastor y Pedro el cocinero. En Gardeny (Cataluña), el preceptor del convento remunera los servicios de notarios públicos o de sacerdotes de los alrededores para que redacten sus actas. Precisemos a este respecto que los templarios formaron a veces hombres capaces de hacerlo. Un centenar de las incluidas en el cartulario de la Selve, Rouergue, fueron escritas por un hermano templario. (continuará)

jueves, 24 de noviembre de 2011

El pueblo templario: Iª parte


Desde la encomienda de Barcelona recogemos un nuevo texto dedicado a la historia del Temple para tratar cómo se comportaba y qué requisitos se esperaba de un templario. Y lo hemos hecho recuperando unas líneas elaboradas por el catedrático de historia, Alain Demurger, de su libro “Vie et mort de l’ordre du Temple”.

Desde Temple Barcelona os recomendamos su lectura.

“El caballo, como todo el mundo sabe, es la parte más importante del caballero” (Jean Giraudoux, Ondine, acto I, escena II). Profunda verdad que se aplica perfectamente al Temple. Tenemos la prueba en el hecho de que cuando un templario, por indisciplina, se sale de las filas durante la cabalgada, se le hace descabalgar y es enviado (a pie) al campamento, para que espere allí la sanción apropiada (artículo 163).

Pero el cabalo es también el primer regalo en que piensa un templario cuando quiere recompensar a “un hombre bueno del siglo, amigo de la casa” (artículo 82), venido en cruzada y que permanece algún tiempo al servicio de los Estados latinos.

El caballo y el número de caballos atribuidos a cada uno constituyen el criterio fundamental de las estructuras jerárquicas de la orden. Y en primer lugar, separa entre los hermanos a los combatientes, que “sirven al Rey Soberano con caballos y con armas” (artículo 9), de los demás. En el seno de los combatientes, señala la diferencia entre los caballeros, que disponen de tres monturas, y los sargentos, que no tienen más que una.

El caballo establece asimismo de manera sutil la jerarquía de los dignatarios de la orden. Todos tienen derecho a cuatro monturas, cierto. Pero el maestre de la orden posee además un caballo turcomano, caballo de origen oriental, nervioso y frágil, pero incomparable en el combate. A él se añaden dos o tres bestias de carga. El mariscal de la orden, responsable en particular de las operaciones militares, recibe la misma dotación. En cambio el senescal, pese a ser el segundo dignatario, sólo se le adjudica, aparte de los cuatro caballos, un palafrén, hermoso caballo de combate, pero ligeramente menos cotizado que el turcomano. El comendador de la ciudad de Jerusalén tiene únicamente tres animales, más un turcomano o un “buen rocín”. En cuanto a los dignatarios sargentos, no les corresponden más que dos caballos.

Las desigualdades no se detienen ahí. En tiempo de paz, los animales del maestre son mejor alimentados que los demás. “Cuando los hermanos del convento toman una medida de cebada para doce animales, los animales del maestre toman (una medida) para diez (animales)” (artículo 79). Sin embargo, esta jerarquía del caballo se borra en parte durante las operaciones de guerra. En ese caso, todos los animales reciben el mismo alimento. Y el maestre del Temple puede conceder a todos, caballeros y sargentos, una montura suplementaria.

Eso es cuando a los dignatarios de la orden. Ahora bien, el conjunto del pueblo templario está organizado del mismo modo. A decir verdad, hay varios esquemas jerárquicos que se imbrican. Aparece, por ejemplo, el esquema trifuncional de la sociedad feudal: los que combaten (caballeros y sargentos), los que oran (capellanes), los que trabajan (hermanos de oficio); o el esquema de la organización conventual: los hermanos de convento por un lado (caballeros, sargentos y capellanes), los hermanos de oficio por el otro, lo que se parece mucho a la distinción entre monjes y conversos de los cistercienses. Añadiremos a esto la separación social entre noble y no noble, que coincide imperfectamente con una separación casi profesional, caballero y sargento.

Los hermanos capellanes son sacerdotes, los únicos de la orden. Aseguran el servicio divino y la dirección de las almas.

En cuanto al orden de los combatientes, ha sido casi desde el principio dividido en dos categorías, caballeros y sargentos o legos, categorías que se distinguen por el caballo, el traje y las armas. Al comienzo, se exigía un solo requisito para entrar en la orden: ser de condición libre. Pero se viene esencialmente al Temple para combatir al infiel con las armas. Y sólo la clase de los caballeros, que aparece y se desarrolla casi al mismo tiempo que la organización feudal, está capacitada para hacerlo, ya que se ha apropiado las técnicas y los medios del combate a caballo.

De ahí proviene la distinción entre caballeros y sargentos, sobre la cual no debemos equivocarnos. Los sargentos pueden batirse a caballo. Están colocados en ese caso bajo la autoridad del “turcoplier” (artículo 171). Sin embargo, no figuran en primera línea en el dispositivo de la batalla. Van armados más ligeramente, pero equipados, y están menos entrenados. Por consiguiente, su línea no tiene la potencia de choque, con frecuencia irresistible, de la primera.

Esas diferencias, que son fundamentalmente diferencias de riqueza, hubieran debido borrarse en una orden a la que se entra haciendo voto de pobreza. En la práctica, el foso se ensancha más aún y corresponde a una diferencia de clases muy marcada, que coincide con la vigente en la sociedad medieval. A mediados del siglo XIII, el postulante que se presenta para pedir su admisión en el Temple debe indicar si entra como caballero o como sargento. Para ser hermano con antelación y ser hijo de caballero o, al menos descendiente de caballero por la línea masculina. Esto se convierte en un privilegio. Los complementos lo dicen claramente:

“Si fueseis siervo de un hombre y él os reclamase, se os devolvería a él […]. Y si sois hermano caballero, no se os pregunta nada de eso, pero se os puede preguntar si sois hijo de caballero y de dama, y si sus padres son de linaje de caballero, y si sois de matrimonio legal” (artículo 673).

La situación social en el siglo determina así el lugar en la jerarquía del Temple. La orden no actúa como instrumento de promoción social. Esta evolución no es exclusiva del Temple. Incluso resulta más espectacular en la orden de los hospitalarios, que al principio no hacía la distinción entre caballero y sargento. La introducen los estatutos de 1206, que ratifican su transformación de la orden caritativa y militar. No obstante, los hospitalarios rechazan la diferencia de hábito. La orden de los caballeros teutónicos, que apareció a finales del siglo XIII, estableció desde el principio ambas categorías: hermanos caballeros y hermanos legos militares.

Capellanes y combatientes constituyen la societas de la orden. Son los hermanos (fratres) del Temple, que han pronunciado los tres votos de pobreza, castidad y obediencia, verdaderos religiosos. Numerosos en Tierra Santa, en España, en el “frente”, con ellos, sobre el terreno, se encuentran caballeros que se han asociado al Temple mediante una especie de contrato de duración determinada. Se les llama milites ad terminum. Se unen a la orden para combatir. Por lo tanto, suponiendo que hayan firmado su contrato en Occidente, no se retrasan y parten rápidamente hacia el lugar del combate. Comparten la vida de los hermanos y se someten a las obligaciones religiosas y disciplinarias de la orden. Al finalizar el contrato, el caballero “a plazo fijo” cede la mitad del precio de su caballo. (continuará)

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Mujeres de la Biblia: María Magdalena (II)


Desde la encomienda de Barcelona continuamos con la segunda y última parte dedicada a conocer mejor el pensamiento de María Magdalena frente a la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo.

Para ello hemos seleccionado un nuevo texto de la escritora espiritualista Gien Karssen de su libro “Manninne, Vroumen in de Bijbel”.

Desde Temple Barcelona estamos seguros que su lectura os cautivará.

Seis días después de la Pascua. ¿Abrió esto repentinamente sus ojos? ¿Sintió instintivamente que Jesús había venido a despedirse de ellos? También Él se estaba preparando para la fiesta. En aquella Pascua no sólo habría la sangre derramada en el templo por los animales sacrificados, sino que un mayor sacrificio se realizaría en Jerusalén. Jesús lo había anunciado varias veces. ¡Él mismo tendría que morir!.

Recordó las indicaciones referentes a sus sufrimientos futuros que habían salido una y otra vez en sus conversaciones con Él. Comprende que el odio de los gobernantes judíos ha llegado al mayor extremo. Ya no le queda duda alguna: Jesús tendría que morir pronto; era el Cordero de Dios que quitaría no sólo los pecados de la nación, sino del mundo entero.

La amistad con Dios está reservada a los que le temen, “y a ellos sólo hará revelar los secretos de sus promesas”, escribía el salmista inspirado por Dios.

El secreto había sido hecho claro en la mente de María durante sus relaciones con Jesús, mientras se saturaba de sus palabras. Aquellas explicaciones habían dejado en ella una visión espiritual, una comprensión de las cosas que otros no tenían.

La Palabra de Dios dice que la fe y las obran van juntas de un modo inseparable. Muchos sienten esto en lo profundo de su alma. Ella siente en aquellos momentos un irresistible deseo de hacer algo. Quiere expresar su gratitud a su Señor, quizá por última vez. Sus manos se extienden hacia el interior de sus vestidos y tocan la pequeña jarra escondida allí. Cumple su decisión.

El perfume es muy costoso; el valor del contenido del vaso representa el salario de un obrero por todo un año. Aceite de nardo balsámico. “Esto pertenece a un funeral”, piensa. ¡Pero no! Aparta de su mente este pensamiento tan pronto como puede. Es al Señor viviente a quien presta su adoración; no a un muerto, aunque Él tenga que morir. Por esto le parece el momento indicado para actuar.

Rápidamente se pone en acción, como si tuviera temor de que alguien quisiera impedirle hacerlo; como si pensara que no le quedaba mucho tiempo.

Al caer las suaves gotas de oloroso perfume sobre los pies de Jesús, María expresa su agradecimiento; con ellas va todo el sentir de su alma.

Su homenaje es callado, sin palabras. ¿Cómo podían simples palabras expresar sus grandes pensamientos? En ocasiones, es más fácil interpretar los más profundos pensamientos por una mirada o un acto que por palabras.

Se olvida completamente de los que le rodean, pensando sólo en el Señor. Amorosamente enjuga sus pies con sus cabellos.

Se produce un repentino silencio. Cesa la conversación cuando el fuerte perfume invade la sala y llena enteramente la casa. María, que deseaba honrar a su Señor sin ser notada, ha quedado, a causa de aquel fuerte perfume, en el centro de la atención, a la vista de todos. ¿Qué es lo que ha hecho?

Lo que para el Maestro es un suave perfume, es ofensivo al olfato de Judas Iscariote. Su criticismo es mordaz: “¿Por qué no se vendió este perfume por 300 denarios y se dio el dinero a los pobres?” Probablemente otros aprueban su crítica sugerencia.

Puede parecer altruista, pero su interés en los pobres es sólo un pretexto. Lo que quería es que el dinero entrara en su bolsa, porque entonces una buena parte sería para sí mismo.

De nuevo las buenas intenciones de María son interpretadas mal, como le ocurrió cuando fue acusada de pereza por su hermana; pero Jesús conoce sus motivos. “María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada”, había dicho en aquella ocasión. Ahora dice: “Dejadla, ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho”. María es la única que comprende que su tiempo en la tierra está llegando al fin. Cualquier cosa hecha directamente para Él es más importante que nada.

Jesús no sólo la defiende, sino que la ensalza.

“Hizo lo que podía.”

Escuchando silenciosamente sus palabras María se había desarrollado espiritualmente, viniendo a ser una mujer que entiende los secretos de Dios. Ella sabe exactamente lo que debe hacer y cuándo.

Las palabras del Maestro no solamente revelan los pensamientos de María, sino que aclaran la forma en que Dios mira las cosas. Su mayor alabanza está reservada para la persona que se interesa en su Palabra, y obra de acuerdo a ella. Esta persona no debe temer la crítica de sus contemporáneos. No necesita retirarse cuando otros le acusan. Esta persona tienen el mejor abogado: Jesucristo mismo.

martes, 22 de noviembre de 2011

Padre Gabriele Amorth: Una vida consagrada a la lucha contra Satanás.


Desde la encomienda de Barcelona proseguimos con el apartado dedicado a informar del terrible peligro que conllevan conductas inapropiadas a los ojos de Nuestro Señor. Desde la existencia de los demonios, la brujería ha sido un medio para invocar a las fuerzas del mal y conseguir algún propósito negativo de ellas.

El padre Gabriele Amorth, exorcista oficial de Roma, en su libro “Memorie di un esorcista – la mia vita in lotta contro Satana –“ nos habla de ello.

Desde Temple Barcelona os invitamos a que conozcáis sus nefastas consecuencias.

Liberar a una bruja

Estaba en el despacho parroquial y entraron dos mujeres. A una la conocía bien, pero a la otra no la había visto nunca. La primera me dijo: “Padre, esta mujer necesita su ayuda”. Me dirigí a la recién llegada y le pregunté qué podía hacer por ella. Al mirarla a la cara, vi que hacía gestos muy raros con los ojos y las manos. Imaginando qué le ocurría, dije: “Señora, ¿a quién teme? El demonio no está aquí, aquí sólo está Cristo”. Y puse ante sus ojos el crucifijo que tengo en mi escritorio.

La inquietud de la mujer aumentó de forma violenta, pero yo estaba preparado para lo peor y le grité: “¡Eres una bruja! ¿Qué quieres de Dios?”. Al principio se sorprendió, pero luego me contestó: “Quiero liberarme del demonio, porque mi marido se está muriendo”. “¿De qué se muere tu marido? ¿Lo has embrujado o maldecido?”, le pregunté de inmediato. Y ella, entre lágrimas, me contó que le había gritado con maldad: “¡Ojalá te dé una gangrena!”. La maldición funcionó, y ahora su marido estaba en el hospital, moribundo, en cuidados intensivos.

Con voz severa, le dije: “Yo no soy un santo, no hago milagros. Soy un exorcista; con la ayuda y en nombre de Dios, expulso demonios, pero no puedo salvarle la vida a tu marido”. Entonces la mujer dio un gran salto, se puso de rodillas en el escritorio y alargó el brazo para cogerme del cuello. Estaba preparado para esa reacción del demonio y tuve tiempo de gritar: “Satanás, en nombre de Dios, ¡detente!”. Ella, con los ojos en blanco y la boca abierta, se quedó inmóvil, aunque seguía tendiendo los brazos hacia mi cuello. Yo le grité al demonio: “Satanás, en nombre de Dios, te ordeno que no te muevas de esta posición”.

Fui a la iglesia, metí una hostia consagrada en la píxide y me puse la caja sobre el pecho. Volví al despacho parroquial; la mujer seguía en la misma posición. Le ordené que bajara del escritorio, se sentara y no se acercara más a mí. Con la hostia consagrada me sentía más tranquilo; le dije en tono resuelto: “En vez de llorar por tu marido, deberías llorar por todas las personas a quienes has hecho daño en veinte años de actividad”.

Ella, con voz cavernosa, me gritó: “Si mi marido muere, ¡le haré daño a toda la ciudad!”. Me levanté corriendo, la así por los hombros y la empujé fuera del despacho y de la iglesia, gritándole: “Con ese corazón lleno de odio no eres digna de estar aquí”. Entonces la mujer que la acompañaba me dijo: “Padre, usted trata con amabilidad a todo el mundo y no echa a los que están poseídos por el demonio. ¿Por qué expulsa de mala manera a esta mujer?”. Le respondí: “Nosotros, los exorcistas, sólo ayudamos a quienes desean liberarse de la posesión demoníaca. Y quienes albergan odio en su corazón no desean ser liberados. Además, te aseguro que dentro de una hora la bruja volverá”.

Y, en efecto, poco después regresó. Le dije que, si quería que le practicara un exorcismo, debía traerme todos sus objetos embrujados, para demostrarme que deseaba liberarse. A las tres de la tarde, cuando abrí de nuevo la iglesia, las dos mujeres me estaban esperando. Traían dos bolsas de plástico llenas hasta los bordes. Lo que salió de esas bolsas era escalofriante: incensarios, velas rojas y negras, clavos, alfileres, limones, fotos con el retrato de una persona marcado para recortarlo y un montón de hechizos ya preparados. Además, había libros sobre magia, brujería, hechizos, misas negras, orgías satánicas y demás.

Lo rocié todo con agua bendita, invoqué a Dios para que anulara los maleficios y encerré todo aquello en un armario, para que nadie lo viera. Luego le dije a la bruja que volviera más tarde, cuando la iglesia ya estuviera cerrada, con cuatro hombres. Llegaron puntuales. Comprendí que no era necesario consultar con un psiquiatra, ya que la presencia demoníaca estaba muy clara. Me puse las prendas talares y empecé el exorcismo. Le ordené al demonio que no hiciera daño a ninguno de los presentes, que no se acercase nadie y se mantuviera a una distancia mínima de medio metro. Después comencé el rito. De vez en cuando, la bruja se ponía en pie, chillaba, blasfemaba; yo fingía no oírla. Ella alargaba las manos ante sí, pero sin tocar a nadie, y el demonio acabó gritando: “¿Qué habéis puesto aquí delante? ¡No puedo pasar!”.

El demonio interrumpía a menudo la oración; decía que ellos eran trece, mientras que yo estaba solo, y que nunca lograría expulsarlos. Lo mandaba callar en nombre de Dios, y él se enfurecía. Una de las veces me gritó: “¿Qué has puesto entre nosotros? ¿Una pared de cristal?”. Al final me dijo: “Ella no quiere que la liberes. Si quisiera, te lo habría dado todo, pero en el armario de su habitación guarda dos bolsas con hechizos listos para ser utilizados”. En ese instante, la mujer dijo que estaba muy cansada, que no podía más. Aproveché para finalizar el exorcismo, diciéndole: “Yo no lucho con demonios cansados. Seguiremos mañana, con una condición: por la mañana, tráeme las dos bolsas de hechizos que, según el demonio, ocultas en el armario. Te espero mañana a las siete”.

Al día siguiente, a las siete en punto, estaba delante de la puerta de la iglesia con dos bolsas. Me dijo llorando: “Mi marido se está muriendo. Le han puesto respiración asistida”. Yo repuse: “Ve al hospital a ver a tu marido, Dios velará por él. Regresa esta noche, a las ocho, con los hombres que te acompañaron ayer”. A las siete ya estaban todos en la iglesia. Cerré las puertas, me puse las prendas talares y me preparé para combatir. La bruja no cesaba de repetirme que me diera prisa, porque los médicos sólo le habían dado una hora de vida a su marido.

Recé pocas oraciones y enseguida retomé el exorcismo imperativo. En determinado momento la mujer empezó a chillar y a vomitar; de su boca salió un grupo de tierra marrón mezclado con saliva. Mientras lo rociaba con agua bendita empecé a contar: éste es el primer demonio. Seguí rezando y dando órdenes; uno tras otro, salieron doce demonios más. Una voz cavernosa me gritó: “Soy Satanás y no podrás expulsarme”. Miré el reloj; eran las doce y media de la noche. Dije: “Es el día de la Inmaculada Concepción. Satanás, en nombre de María Santísima Inmaculada, te ordeno que salgas de esta mujer y que vayas donde Dios te ha ordenado ir”. Repetí esta orden diez veces, hasta que la voz ronca del demonio sonó de nuevo: “Ya basta, no quiero volver a oír ese nombre”.

Respondí: “Demonio, repetiré ese nombre toda la noche. Si no quieres oír el nombre de María Santísima Inmaculada, Madre de Jesús, sal de esta mujer y vete”. Entonces la bruja vomitó de nuevo, lanzó un grito y cayó al suelo desmayada. Por fin se había liberado de todos los demonios. Mientras ella dormía, nos dedicamos a limpiar. Puse agua bendita y mucho alcohol en el cubo. Prendí una hoja de papel y la eché sobre los restos del vómito de los trece diablos. Cuando ya estaba todo limpio, le ordené a la bruja, en nombre de Dios, que se levantara. Lo hizo muy despacio, como si el demonio la hubiera destrozado. Le dije que la esperaba en la iglesia por la mañana; tenía que confesarse y comulgar.

Así lo hizo. Días después, mientras estaba en una casa donde debía rezar una plegaria de liberación, sonó el teléfono. La dueña de la casa descolgó y luego vino corriendo a decirme: “Esa señora (la bruja) me ha pedido que le diga que su marido está bien. El día de la Inmaculada los médicos se asombraron; creían que iban a encontrar al paciente muerto y, en cambio, lo encontraron muy restablecido, incluso tenía hambre. Lo llevaron a una habitación normal; mejoraba a ojos vistas y comía con regularidad. Antes de Navidad, volvió a casa, ya curado”.

El día de Navidad, marido y mujer estaban en la iglesia. Después vinieron al despacho parroquial a darme las gracias, se confesaron y tomaron la comunión. ¡Dios es grande!

lunes, 21 de noviembre de 2011

Evangelio dominical: Se sentará en el trono de su gloria y separará a unos de otros.


Desde la encomienda de Barcelona continuamos llevando la meditación del evangelio dominical de ayer 20 de noviembre.

Deseamos desde este vuestro humilde rincón, que su lectura os ayude en vuestros quehaceres diarios.

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:“Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.

Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: "Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver". Los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?". Y el Rey les responderá: "Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo".

Luego dirá a los de su izquierda: "Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron". Estos, a su vez, le preguntarán: "Señor, ¿cuando te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?".Y él les responderá: "Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo". Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna». (Mt 25, 31-46)

Reflexión:

Jesús nos demuestra que las acciones más importantes en nuestra vida terrenal no son ser más importantes que otras personas, sino ponernos al servicio de Dios con obras de amor hacia los más necesitados. Ese es el verdadero sentido del cristiano en su vida terrena para cuando el Altísimo le llame, sea juzgado por sus buenas obras y admitido por tanto en la gloria celestial. De nosotros depende el estar a la derecha o a la izquierda.

Plegaria:

Señor, en nuestra sociedad los políticos muchas veces realizan un servicio a la sociedad pero otras veces se aprovechan de ella, de nosotros, para su propio beneficio. Que sepamos elegir a quien sea consciente de su función y la realice con honradez.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Mujeres de la Biblia: María Magdalena (I)


Desde la encomienda de Barcelona queremos empezar un nuevo apartado, el de saber cuál fue el papel que tuvieron las mujeres más relevantes en las Sagradas Escrituras. Por ello hemos elegido la óptica de una mujer, para que ésta nos acerque de manera más precisa al pensamiento de cada una de ellas.

Gracias a la fe de la cristiana holandesa, Gien Karssen, en su obra “Manninne, Vroumen in de Bijbel”, podemos sentir cómo profesaban y sentían a Dios estas privilegiadas mujeres.

Para empezar este apartado hemos seleccionada a Nuestra Venerada María Magdalena, conocida en los evangelios con el nombre de María de Betania.

Desde esta humilde y también vuestra casa, deseamos que el contenido despierte el interés en ambos géneros.

“Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado. Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales. María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume.

Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo: «¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?». Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella.

Jesús le respondió: «Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre».” (Jn 12, 1-8)

“Al derramar este perfume sobre mi cuerpo, ella preparó mi sepultura.

Les aseguro que allí donde se proclame esta Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo».” (Mt 26, 12-13)

Apenas es observada cuando entra en la sala. Mira a todos los hombres que allí se encuentran y se sienta en el suelo detrás del huésped de honor. Con un sencillo movimiento desata sus largos cabellos y busca un pequeño vaso que lleva oculto entre sus vestidos.

¡Magnífico! La conversación de los huéspedes no ha sido interrumpida por su entrada. Las voces graves de los hombres continúan llenando la sala como antes. Ella está acostumbrada a sentarse a los pies de Jesús, y los presentes la han visto otras veces en esta posición.

Mientras los hombres comen y hablan, los pensamientos de María retroceden a la primera vez que Jesús y sus discípulos vinieron a su hogar. Entonces Jesús entró no solamente en la casa, sino en su vida –como sólo Él puede hacerlo-, y trajo a ella un cambio radical. Ni ella misma puede reconocerse. Ha empezado abandonando sus antiguas amistades y entrando una nueva experiencia desconocida.

En aquel entonces existía una gran barrera entre los hombres y las mujeres, hasta el punto de que los hombres judíos daban gracias a Dios en sus oraciones cada mañana de que no les hubiese hecho nacer “ni esclavo, ni pagano, ni mujer”.

Pero Jesús era un judío muy diferente. Él no hacía diferencia entre hombre o mujer, sino que se mostraba interesado por todo ser humano.

Él introdujo en el mundo un nuevo respeto por la mujer, ofreciéndole posibilidades desconocidas hasta entonces. Él la levanta, de acuerdo con su plan; por ello, ésta y otras mujeres de sus días se sienten tan libres en su presencia. Sin ninguna timidez María se ha colocado en medio de los hombres que estaban escuchando las palabras de Jesús.

Sentada a sus pies y escuchándole ella tenía hambre en su corazón y sed de Dios. El propósito de su existencia le ha sido dado a conocer escuchando a ese hombre; ha nacido una convicción dentro de su alma: “Yo he sido creada para Dios y existo para Él”.

Esto da significado y color a su vida, le revela oportunidades insospechadas. Vive ahora su vida en la comunión de Cristo; éste es el propósito de la vida a la cual se siente llamada. La primera consecuencia es su hambre por su Palabra. El pan y el alimento para el cuerpo no pueden satisfacer enteramente a un ser humano; la persona interior debe ser alimentada con la Palabra de Dios.

Mientras ella satisface su sed y su conocimiento aumenta con sus palabras, madura en ella un propósito: “Yo haré por Él lo que pueda”. La gratitud rebosa dentro de su corazón. Por esto, en la presente ocasión ella escucha por un buen rato lo que los hombres están hablando. Levanta los ojos y ve a Marta que está sirviendo al Señor y a los demás invitados. “Marta –piensa en ella-, ¡cuánto ha hecho Él por ti y por mí!”. Marta tiene una personalidad activa y decidida. Su amor para el Señor se muestra en servirle; es una mujer que piensa y obra profundamente. Es de un carácter opuesto al de María, que es más introspectiva y quieta por naturaleza.

Es alentador ver cómo el Señor entiende bien a ambas; las ama a cada una conforme a su carácter.

Los ojos de María se apartan de Marta para dirigirlos a Lázaro, el cabeza de familia que está sentado al lado del Maestro.

No puede menos que regocijarse al mirar a su hermano; pensando que resucitó de entre los muertos y ahora ¡vive! Hasta que muera no olvidará aquel momento emocionante cuando Jesús, levantando la voz, dijo: “Lázaro, ven fuera”.

Siente, quizás, un poco de vergüenza cuando recuerda aquella ocasión. Tanto ella como Marta se habían extrañado que el Maestro no hubiese venido más pronto. No podían entender su demora; sobre todo cuando por causa de este retraso tuvieron el dolor de perder a su hermano. Jamás en su vida se habían sentido tan solas y abandonadas. Pero ahora, recordándolo todo, comprenden cuán cortas de vista habían sido.

Más tarde entendió María por qué Cristo había obrado de aquella manera. Lo había hecho enteramente de acuerdo con la voluntad de su Padre, pues la resurrección de Lázaro había honrado a Dios y por ella muchos fueron constreñidos a creer en Jesús. El honor de Dios y la salvación de la gente eran los propósitos de Jesús. Sin embargo, esto había sido, humanamente hablando, perjudicial a Jesús a causa del odio de los gobernantes judíos, que, discutiendo este asunto, habían llegado a la conclusión de que tenían que destruirle para que todo el pueblo no creyera en Él. Levantando a Lázaro de entre los muertos había firmado su propia sentencia de muerte. (continuará)

jueves, 17 de noviembre de 2011

El Ministerio de Educación de España margina la asignatura de Religión


Desde la encomienda de Barcelona queremos compartir una noticia que ha sido publicada en la página de Forum Libertas. En ella se nos dice que miles de alumnos españoles no están recibiendo la clase de Religión que eligieron al inicio del curso porque el Ministerio de Educación no ha oficializado desde julio los contratos de algunos de los nuevos profesores.

Precisamente por ello, ahora que se acercan las elecciones del 20-N, bueno es saber a qué no se dedica el ministerio presidido por D. Ángel Gabilondo; es decir a mirar por todos los profesores y alumnos. Nuevamente el sectarismo de los socialistas impide la igualdad de condiciones para aquéllos que libremente eligieron recibir la asignatura de Religión.

Desde Temple Barcelona deseamos que su lectura invite a la reflexión.

Fotografía del todavía ministro de educación, el Sr.Gabilondo.

ForumLibertas.com

Algunas diócesis católicas españolas están preocupadas debido a que el Ministerio de Educación todavía no ha oficializado los contratos de algunos de los nuevos profesores de Religión para el presente curso. Es por eso que encontrándonos a medios de noviembre, miles de alumnos no están recibiendo la clase de Religión que eligieron al inicio del curso en septiembre.

Una de las diócesis más afectadas es la de Almería. Este año seis de los profesores que este año se incorporan a la asignatura de Religión y moral católica en educación primaria siguen sin haber recibido luz verde del Ministerio, casi tres mil alumnos de varios centros educativos de la provincia andaluza continúan sin recibir sus clases de Religión. Este hecho, que se repite en otros lugares, dificulta enormemente la labor educativa de las diócesis.

El retraso injustificado del Ministerio

La responsabilidad de este problema, denuncia la diócesis almeriense, recae sobre el Ministerio de Educación que “está retrasando en el tiempo un trámite tan sencillo como es oficializar media docena de contratos”.

La situación no es nueva y se repite cada año, tal y como asegura el delegado episcopal para la Enseñanza Católica Ignacio López Román, quien explica que “cuando se solicita en el mes de julio a las administraciones la ampliación del número de horas de la asignatura de Religión, los trámites se alargan inexplicablemente durante meses, lo que provoca que cuando comienza el curso los alumnos de esta asignatura no cuenten con profesor”, según informa el portal de noticias Zenit.

Esta dejación por parte de la administración crea malestar en los padres de los alumnos que han elegido la asignatura de Religión -un 77% de los escolares de toda la provincia-, en los propios alumnos que se ven privados de su derecho a recibir esta enseñanza y en el resto de profesores de los centros educativos que tienen que hacer horas extra para suplir a los docentes de Religión.

Pero es más, añade, “con esta medida el Ministerio de Educación está dejando sin justificación durante meses en el paro a seis personas que desde el mes de septiembre deberían estar ejerciendo como profesores de Religión”.

El delegado episcopal afirma que “aunque en estos momentos la asignatura goza de muy buena salud -ha aumentado el número de alumnos tanto en primaria como en secundaria- parece que exista cierta intención de desgastarla y desprestigiarla por parte de las administraciones que no están cumpliendo con la legislación en materia educativa ni con el acuerdo que firmó el gobierno de España con la Santa Sede”. Por ley, una baja debe cubrirse en quince días, pero en el caso de los profesores de Religión el trámite se prolonga, llegando a darse el caso de que un profesor que tiene que cubrir una baja de dos meses puede incorporarse cuando tan sólo quedan dos semanas.

La dejación por parte de las administraciones provoca que se culpe de forma equivocada al obispado de la situación.

“Muchas personas, incluso desde los mismos centros educativos, llaman al obispado pidiendo una explicación por el retraso en la incorporación de los profesores de Religión, cuando en realidad son el Ministerio de Educación y la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía las administraciones responsables del problema en educación primaria y secundaria, respectivamente. Siendo ellas la encargadas de oficializar los contratos y de pagar directamente las nóminas de los profesores”, tal y como afirma Ignacio López Román quien asegura que desde el obispado “lo único que se pide es que no se menosprecie la asignatura de Religión y que se le dé el mismo trato que al resto de asignaturas porque no se está jugando con ella con honestidad”.

Una situación que se repite en otras diócesis españolas, sobre todo cuando se pide una ampliación del número de profesores de Religión, que siguen siendo discriminados respecto a los profesores de otras asignaturas.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Granada, la última conquista


Desde la encomienda de Barcelona queremos cerrar este apartado a la Reconquista con la toma de Granada.

Por ello hemos seleccionado un nuevo texto del que fuera periodista, don Juan Antonio Cebrián de su libro “La Cruzada del Sur”.

Desde Temple Barcelona deseamos que su lectura os resulte atractiva.

Retrato de la toma de Granada por los reyes Católicos.

A principios del siglo XV el fenómeno de la piratería marítima se hizo presente en aguas mediterráneas y del Estrecho. Algunos puertos africanos como Tetuán se habían convertido en auténticos nidos de piratas musulmanes, lo que constituía un serio peligro para el comercio cristiano de aquella época. En 1400 el rey castellano Enrique III envió una expedición punitiva contra Tetuán, con el fin de limpiar aquella zona tan estratégica. La misión se completó con cierto éxito pero no consiguió extirpar un problema que se prolongaría a lo largo de los años para mayor malestar de las poblaciones costeras azotadas por aquellos halcones berberiscos del mar.

En esos años iniciales de la centuria el reino nazarí de Granada se preparaba para romper sus vínculos tributarios con Castilla. Las parias anuales pagadas religiosamente en oro resultaban excesivas en un reino desconectado de las grandes rutas del oro sudanés, ahora controladas por el reino de Portugal. La merma económica y el fundamentalismo siempre en auge desembocaron en el estallido de una nueva guerra contra la corona de Castilla.

En 1406 tropas andalusíes invadían los ricos parajes del antiguo reino murciano; la respuesta castellana no se hizo esperar enviando numerosos contingentes que reforzaron la frontera y ocasionaron graves descalabros al ejército musulmán. Fue el caso de la derrota sufrida por los granadinos en la batalla de los Collejares, donde quedó manifiesta la desorganización de las tropas nazaríes. Tras la victoria, Enrique III se preparó a conciencia para asestar el golpe definitivo al reino de Granada. Se convocaron Cortes para recaudar los fondos necesarios que garantizaran el éxito de la empresa. Desgraciadamente, la prematura muerte del rey dejó pendiente la ofensiva definitiva sobre el último reducto musulmán en la Península, así como la conquista de Canarias iniciada dos años antes por los normandos del caballero Jean de Béthencourt, quien operó en el archipiélago canario en calidad de vasallo bajo la corona castellana. La guerra contra los aborígenes insulares se prolongaría algunos decenios llegando hasta los Reyes Católicos, momento en el que quedó completada la anexión de Canarias a Castilla.

Enrique III el Doliente fue sucedido por su primogénito Juan II, de apenas un año de edad. La regencia fue asumida por su madre, Catalina de Lancaster, y su tío, el infante don Fernando, quien prosiguió con las acciones bélicas contra los mahometanos. En 1407 se tomaba Zahara y en 1410 la estratégica Antequera, donde el infante ganó el sobrenombre que le acompañaría desde entonces.

En este período el reino de Aragón estaba sumido en una grave crisis dinástica. El fallecimiento en 1410 sin descendientes del rey Martín I el Humano se tuvo que resolver mediante un consenso plasmado en el célebre compromiso de Caspe, por el que el infante Fernando de Antequera ocupó el trono aragonés en 1412. Esta circunstancia acercó sensiblemente los intereses de Castilla y Aragón; sería el preámbulo de lo que surgiría años más tarde.

En 1416 murió el rey Fernando I de Aragón, dos años después lo haría Catalina de Lancaster, al tiempo que Juan II de Castilla alcanza la mayoría de edad. El joven monarca tuvo que enfrentarse a múltiples conjuras nobiliarias. Aunque el asunto no era extraño dado que todos los reyes medievales hispanos lo hicieron. En esta ocasión Juan II encontró el apoyo de don Álvaro de Luna, condestable de Castilla y auténtico gobernante en la sombra. En este tiempo, como en otros, las luchas intestinas entre monarquía y nobleza por acumular el máximo poder dejaron un tanto relegada la empresa reconquistadora. No obstante, entre masacre y masacre, aún se encontró oportunidad para arrebatar a los musulmanes alguna que otra plaza; también se participó en los eternos conflictos dinásticos nazaríes. En 1431 el aspirante al trono nazarí, Yusuf Ibn al-Mawl, solicitó la ayuda de Juan II en su litigio con Muhammad VIII. En ese momento el ejército castellano se encontraba acuartelado en Córdoba preparando una gran ofensiva contra Málaga. Juan II prefirió ayudar al futuro Yusuf IV confiando en dejar sentado sobre el trono de Granada a un monarca aliado y vasallo de Castilla. En junio de ese año la hueste castellana invadía las vegas arandinas; a su paso salió la caballería nazarí. Los dos ejércitos chocaron el 1 de julio cerca de Granada en la célebre batalla de la Higueruela con el resultado de una aplastante victoria cristiana, que si bien no fue decisiva, recibió, en cambio, los parabienes de una Iglesia católica muy motivada por el hecho.

Este episodio menor de la Reconquista fue utilizado por la propaganda católica para enardecer el ánimo menoscabado por guerras civiles y tributos abusivos de la ciudadanía castellana. A tanto llegó el asunto que muchos sacerdotes vieron en la Higueruela la mano celestial que como siempre acudía en ayuda de la Santa Cruzada contra el infiel sarraceno.

Desde la Higueruela no se produjeron demasiados avances significativos. En 1433 se tomó Castellar y en 1437 caía Huelma. En 1454 fallecía Juan II de Castilla, un rey más preocupado de proteger la cultura y las bellas artes que de apaciguar su convulso reino. Le sucedió su hijo Enrique IV, llamado por los enemigos “el Impotente”, y por los amigos, “el Liberal”.

Enrique IV en su capítulo reconquistador rompió hostilidades con los granadinos en 1455, finalizando de ese modo una tregua que había durado más de quince años. El afán por derrumbar los muros nazaríes hizo que durante tres años los castellanos lanzaran seis campañas donde se alcanzaron éxitos relativos. La empresa, sin embargo, se vio desacelerada por el nefasto gobierno que estaba protagonizando “el Impotente”. Las luchas entre el poder real y el nobiliario salpicaron de conjuras y sangre la escena castellana. Cuando estas refriegas disminuían su intensidad, se aprovechaba para retomar la guerra contra los sarracenos.

En 1462 cayeron Archidona y Gibraltar, poco más ocurriría en los siguientes veinte años para alivio de los musulmanes muy necesitados de paz en aquellos momentos tan desconcertantes. En Castilla nacía el mismo año de la conquista gibraltareña una niña que dio mucho que hablar, me refiero a Juana, hija del segundo matrimonio de Enrique IV con Juana de Portugal, llamado por todos “la Beltraneja”, pues rumores no faltaban sobre la impotencia del rey y el asombroso parecido del bebé con don Beltrán de la Cueva, hombre muy cercano al gobierno y llamado a convertirse en el nuevo valido de Enrique IV. A falta de otros descendientes el rey designó a Juana como su sucesora. Esto provocó a la rancia nobleza que, con presteza, organizó las consabidas conspiraciones. Una vez más, la guerra civil se adueñó de todo y los campos de Castilla se tiñeron con la sangre de las dos facciones: una defendía los derechos de Juana, mientras que la otra apostaba por el hermanastro de Enrique, el infante don Alfonso. Enrique IV, obligado por las circunstancias y derrotas, terminó por reconocer a don Alfonso como su sucesor.

En 1468 la inesperada muerte del hermanastro real daba protagonismo a Isabel, hermana del fallecido, que hasta entonces permanecía en un discreto segundo plano. Enrique IV reconoció a regañadientes a la infanta Isabel como heredera al trono de Castilla en el famoso Pacto de los toros de Guisando. Todo se torció cuando en 1469 Isabel de Castilla y el príncipe Fernando, heredero del trono aragonés, se casaron en Valladolid contraviniendo los deseos del monarca castellano quien, en un acceso de rabia, desposeyó a su hermanastra a favor de su hija Juana. Nuevamente estalló el conflicto civil acrecentado tras la muerte de Enrique IV en 1474; otros cinco años de combates sangrientos que finalizaron en 1479 con la victoria de las tropas afines a la reina Isabel I.

Por su parte, el príncipe Fernando de Aragón se preparaba para asumir el trono de un reino muy desgastado por la guerra civil de 1462-1472 en la que los campesinos aragoneses intentaron hacer prevalecer sus derechos y escasos privilegios. El rey Juan II de Aragón consiguió una excelente paz que permitió continuar con la educación renacentista de su hijo y heredero.

Tras el estallido de la guerra en Castilla, el propio Fernando dirige las operaciones castellanas contra los aliados portugueses de la Beltraneja. En la batalla de Albuera, librada en febrero de 1479, Fernando asesta un golpe definitivo a Portugal, que se retira de la contienda. Ese mismo año fallece su padre Fernando. Desde ese momento, Castilla y Aragón unen sus destinos bajo el igual gobierno de Isabel I y Fernando II, llamados “los Católicos”.

Tres serán los objetivos fundamentales del nuevo reino: el primero, conseguir la unidad política; el segundo la religiosa y el tercero, la territorial. Para cumplir estas expectativas los reyes trabajaron arduamente durante meses. En cuanto a política, Isabel se encargaría de los asuntos peninsulares mientras que Fernando lo haría de los exteriores. Sobre la religión se empezó a gestar la idea de conversión o expulsión para musulmanes y judíos. La consumación de unidad territorial fue obra, principalmente, de Fernando II, quien asumió la empresa de reconquistar de una vez por todas el reino nazarí de Granada. Fue una obra diseñada con absoluta minuciosidad, previendo las dimensiones internas de los sarracenos y preparando un ejército estable, además de bien entrenado.

martes, 15 de noviembre de 2011

Orígenes del “boom” contemporáneo del templarismo: IIª parte


Desde la encomienda de Barcelona retomamos el hilo del capítulo dedicado a entender “la fiebre” que todavía genera la Orden del Temple. Por ello hemos seleccionado un texto del catedrático de historia, Alain Demurger, concretamente el prefacio de su libro “Vie et mort de l’ordre du Temple” publicado allá por el año 1985 .

Desde Temple Barcelona estamos satisfechos con la labor que distintos historiadores a lo largo de los años han hecho por clarificar algunos aspectos sobre los Templarios. Deseamos que también a vosotros os cautive su lectura.

Tercera pista de investigación en la leyenda del Temple: el universo de las sectas. Existen en el mundo actual numerosos grupos, numeroas sectas que se pretenden derivadas del Temple. Éste, muerto como está, parece tener las espaldas lo bastante anchas para soportar herencias tan contradictorias (herencia cristiana o anticristiana). Ahora bien, a fin de cuentas, que una secta del siglo XIX o del siglo XX se proclame heredera espiritual del Temple no interesa en nada al historiador del mismo. Corresponde a la mentalidad de los siglos en cuestión, y concierne en primer lugar al historiador del mundo contemporáneo. Que se sueñe con una filiación no significa que tal filiación exista. Pero la historia con que se sueña forma parte también del “territorio del historiador”.

Queda, por último, el campo apasionante de las leyendas propiamente dichas. La historia del Temple, las acusaciones presentadas contra él, su fin trágico dejaron huellas en la consciencia colectiva. A partir de un fondo histórico, se formaron, difundieron y deformaron mitos, tradiciones, leyendas.

Michel Lascaux, en su obra Templiers en Bretagne, se refiere a la tradición de los “monjes rojos” (templarios y hospitalarios confundidos), malvados, intemperantes, crueles, que raptaban a las muchachas en su noche de bodas y que, como castigo de sus crímenes, desaparecieron todos la misma noche. El relato toma a veces otra forma: apariciones, visiones de fantasmas, especialmente durante las noches de tormenta. En algunas localidades, se cuenta que el antiguo comendador, cargado de crímenes, galopa en torno a unas ruinas. Regresa cada noche para implorar la compasión de los vivos, y no desaparecerá hasta el día en que un alma caritativa haga decir una misa por su salvación.

Otro relato, del Languedoc en esta ocasión, fue recogido por el abate Maurice Mazières. Se trata de una tradición oral del valle de Brezilhou, en el Aude. Un rey de Francia y su hijo visitaron Brenac, situado en el valle, donde se albergaron en casa del señor de Brenac. El hijo del rey propuso al joven hermano del señor de Brenac tomarle como paje, pero el muchacho rechazó la oferta, ya que había prometido hacerse templario. La afrenta ofendió al hijo del rey. Más tarde, durante el proceso, el joven templario fue condenado a la hoguera. El rey, al descubrir su nombre en una lista, quiso indultarle, pero recibió una nueva negativa. La tradición tiene un origen histórico, puesto que el rey Felipe III y su hijo, el futuro Felipe IV el Hermoso, pasaron por Brenac cuando se dirigían a la cruzada contra Aragón.

El mismo autor menciona también un documento que leyó en la biblioteca de Campagne-sur-Aude en 1941: Juan de Aniort, señor de Brenac, intentó en 1411 un proceso para recuperar los bienes que pertenecieron a uno de sus antepasados. Udaut de Aniort, bienes confiscados por el rey porque Udaut era templario. El senescal de Carcasona, que actuaba como juez, desestimó su demanda. Los bienes habían sido confiscados legítimamente, teniendo en cuenta que los hermanos templarios de la encomienda de Champagne-sur-Aude habían dado asilo a los “hombres buenos” cátaros. Se trata de un hecho histórico deformado, más bien que de una leyenda. Lástima que el manuscrito se perdiera en 1942.

En esas tradiciones se ha de buscar la “supervivencia” del Temple, más que en las elucubraciones esotéricas y en las reconstrucciones dudosas.

Sin embargo, aun a riesgo de decepcionar a los aficionados a los misterios insondables, los subterráneos encantados y los tesoros ocultos, me atendré exclusivamente a la historia.

(…) me propongo contar la vida y la muerte de una creación original del Occidente medieval: las órdenes religioso-militares, de las que el Temple constituye el primer ejemplo. Fue fundado en 1118-1119, por iniciativa de algunos caballeros de las cruzadas, para encarnar de forma duradera el espíritu de las mismas: la defensa del sepulcro de cristo en Jerusalén y la protección de los peregrinos que acudían a visitarlo. Pronto se hizo poderoso y extendió a través de toda la cristiandad una red de casas y de explotaciones que recolectaban los recursos y las rentas precisos para las necesidades de Tierra Santa, para su defensa. Defensa en la que para las necesidades de Tierra Santa, para su defensa. Defensa en la que el Temple asume la parte más pesada (conjuntamente con las otras dos órdenes militares, los hospitalarios y los teutónicos), gracias a las fortalezas que posee y al trasiego continuo de combatientes de Occidente a Oriente. El fracaso de las cruzadas y la desaparición de los Estados latinos de Tierra Santa destruyeron los fundamentos materiales e ideológicos de su actividad. En qué medida contribuyó esto a su caída será la cuestión que habremos de plantearnos.

Con demasiada frecuencia, la historia de la orden del Temple se reduce a la de su proceso o, por lo menos, se la ve a través de ese proceso. A los historiadores nos resulta fácil afirmar que sucedió lo que necesariamente tenía que suceder. Me gustaría demostrar que el proceso de los templarios no constituye el resultado lógico o inevitable de su historia. Las críticas dirigidas contra su orden recayeron también en otras, hospitalarios, teutónicos, cistercienses, mendicantes. (…) En la medida de lo posible, intento comparar la historia del Temple con la de las demás órdenes, esencialmente con la del Hospital, para la cual disponemos de la obra, muy completa, de Jonathan Riley-Smith. Como se verá, la comparación no se muestra siempre desfavorable para el Temple.

El Temple fue la apuesta, el chivo expiatorio, en la partida que se jugaba entre el poder espiritual (el Papa) y los poderes temporales (las monarquías administrativas y territoriales). De ahí mi segunda postura: salir de Francia, no considerar tan sólo el enfrentamiento Molay-Felipe el Hermoso. Me he servido en abundancia de los trabajos históricos publicados (…) en Inglaterra, Alemania, España e Italia, los cuales dejan bien claro que el Temple, a pesar de sus orígenes franceses, a pesar de la importancia que los franceses conservaron en él hasta el final, era ante todo una orden internacional. Este ambiente internacional de la orden tiene una particular importancia para la comprensión del proceso y para el juicio que podemos hacernos sobre el Temple. El comportamiento de los reyes Jaime II de Aragón, Dionisio de Portugal, Eduardo I y Eduardo II de Inglaterra, el de los arzobispos de Rávena, Tarragona o Maguncia explican el comportamiento y los móviles tanto de Felipe el Hermoso como del papa Clemente V. (fin)