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miércoles, 23 de noviembre de 2011

Mujeres de la Biblia: María Magdalena (II)


Desde la encomienda de Barcelona continuamos con la segunda y última parte dedicada a conocer mejor el pensamiento de María Magdalena frente a la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo.

Para ello hemos seleccionado un nuevo texto de la escritora espiritualista Gien Karssen de su libro “Manninne, Vroumen in de Bijbel”.

Desde Temple Barcelona estamos seguros que su lectura os cautivará.

Seis días después de la Pascua. ¿Abrió esto repentinamente sus ojos? ¿Sintió instintivamente que Jesús había venido a despedirse de ellos? También Él se estaba preparando para la fiesta. En aquella Pascua no sólo habría la sangre derramada en el templo por los animales sacrificados, sino que un mayor sacrificio se realizaría en Jerusalén. Jesús lo había anunciado varias veces. ¡Él mismo tendría que morir!.

Recordó las indicaciones referentes a sus sufrimientos futuros que habían salido una y otra vez en sus conversaciones con Él. Comprende que el odio de los gobernantes judíos ha llegado al mayor extremo. Ya no le queda duda alguna: Jesús tendría que morir pronto; era el Cordero de Dios que quitaría no sólo los pecados de la nación, sino del mundo entero.

La amistad con Dios está reservada a los que le temen, “y a ellos sólo hará revelar los secretos de sus promesas”, escribía el salmista inspirado por Dios.

El secreto había sido hecho claro en la mente de María durante sus relaciones con Jesús, mientras se saturaba de sus palabras. Aquellas explicaciones habían dejado en ella una visión espiritual, una comprensión de las cosas que otros no tenían.

La Palabra de Dios dice que la fe y las obran van juntas de un modo inseparable. Muchos sienten esto en lo profundo de su alma. Ella siente en aquellos momentos un irresistible deseo de hacer algo. Quiere expresar su gratitud a su Señor, quizá por última vez. Sus manos se extienden hacia el interior de sus vestidos y tocan la pequeña jarra escondida allí. Cumple su decisión.

El perfume es muy costoso; el valor del contenido del vaso representa el salario de un obrero por todo un año. Aceite de nardo balsámico. “Esto pertenece a un funeral”, piensa. ¡Pero no! Aparta de su mente este pensamiento tan pronto como puede. Es al Señor viviente a quien presta su adoración; no a un muerto, aunque Él tenga que morir. Por esto le parece el momento indicado para actuar.

Rápidamente se pone en acción, como si tuviera temor de que alguien quisiera impedirle hacerlo; como si pensara que no le quedaba mucho tiempo.

Al caer las suaves gotas de oloroso perfume sobre los pies de Jesús, María expresa su agradecimiento; con ellas va todo el sentir de su alma.

Su homenaje es callado, sin palabras. ¿Cómo podían simples palabras expresar sus grandes pensamientos? En ocasiones, es más fácil interpretar los más profundos pensamientos por una mirada o un acto que por palabras.

Se olvida completamente de los que le rodean, pensando sólo en el Señor. Amorosamente enjuga sus pies con sus cabellos.

Se produce un repentino silencio. Cesa la conversación cuando el fuerte perfume invade la sala y llena enteramente la casa. María, que deseaba honrar a su Señor sin ser notada, ha quedado, a causa de aquel fuerte perfume, en el centro de la atención, a la vista de todos. ¿Qué es lo que ha hecho?

Lo que para el Maestro es un suave perfume, es ofensivo al olfato de Judas Iscariote. Su criticismo es mordaz: “¿Por qué no se vendió este perfume por 300 denarios y se dio el dinero a los pobres?” Probablemente otros aprueban su crítica sugerencia.

Puede parecer altruista, pero su interés en los pobres es sólo un pretexto. Lo que quería es que el dinero entrara en su bolsa, porque entonces una buena parte sería para sí mismo.

De nuevo las buenas intenciones de María son interpretadas mal, como le ocurrió cuando fue acusada de pereza por su hermana; pero Jesús conoce sus motivos. “María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada”, había dicho en aquella ocasión. Ahora dice: “Dejadla, ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho”. María es la única que comprende que su tiempo en la tierra está llegando al fin. Cualquier cosa hecha directamente para Él es más importante que nada.

Jesús no sólo la defiende, sino que la ensalza.

“Hizo lo que podía.”

Escuchando silenciosamente sus palabras María se había desarrollado espiritualmente, viniendo a ser una mujer que entiende los secretos de Dios. Ella sabe exactamente lo que debe hacer y cuándo.

Las palabras del Maestro no solamente revelan los pensamientos de María, sino que aclaran la forma en que Dios mira las cosas. Su mayor alabanza está reservada para la persona que se interesa en su Palabra, y obra de acuerdo a ella. Esta persona no debe temer la crítica de sus contemporáneos. No necesita retirarse cuando otros le acusan. Esta persona tienen el mejor abogado: Jesucristo mismo.

1 comentario:

  1. Maria Magdalene, hyacintho rose cordis mei, et capilli ungisteis pedes Domini nostri Iesu, ex zelo virtutis fama a scorto creata sum, et malam pro iniuria pensamintos tibi, et supplex veneratur te amo te.

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