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viernes, 11 de noviembre de 2011

Orígenes del “boom” contemporáneo del templarismo: Iª parte


Desde la encomienda de Barcelona trabajamos con la idea de esclarecer algunos de los actuales conceptos que han ido apareciendo durante estos últimos treinta años acerca de nuestra amada orden del Temple y por ello hemos querido ahondar en los inicios del “boom” contemporáneo que suscita nuevamente la “Orden de los Pobres Soldados de Jesucristo del templo de Jerusalén”

Precisamente por ello hemos seleccionado un texto del año 1984 del catedrático de historia francés, Alain Demurger, de su libro “Vie et mort de l’ordre du Temple”.

Desde Temple Barcelona estamos seguros que estas líneas os atraparán.

En 1919, un grupo de oficiales norteamericanos destinados en el campamento-hospital de Beaune compró el pórtico de la capilla de Saint-Jacques, la antigua iglesia de la encomienda templaria de Beaune. Una vez desmontado, se lo llevaron a Estados Unidos, para instalarlo en el Museo de Boston. Dichos oficiales pertenecían a la secta de los Caballeros de Colón, que se pretendían vinculados a la antigua orden del Temple.

El 28 de octubre de 1983, el periódico Le Monde publicaba en su página 11 el anuncio siguiente:

LA RESURGENCIA TEMPLARIA de 1984, organizada por los maestros guardianes de la TRADICIÓN, señalará el comienzo de una NUEVA ERA ESPIRITUAL con vistas al retorno de CRISTO. La Fraternidad Johannita para la Resurgencia Templaria, orden iniciática, tradicional, cristiana y caballeresca, ha sido fundada, como otros movimientos esotéricos, para trabajar en esta importante preparación (etc.).”

El pequeño balneario de Créoux-les-Bains está muy orgulloso, tanto de sus aguas, a las que acudían a buscar reposo los templarios, como de su castillo templario. Incluso ha añadido a su patrimonio un Parador de los Templarios y una calle de los Templarios. Lo malo es que su castillo data del siglo XIV y, por lo tanto, no puede ser templario. No existe tampoco ninguna prueba de que los templarios se hayan chapuzado en sus piscinas. Pero no vamos a discutirlo. Los templarios están sólidamente anclados en la cultura histórica de los habitantes de Gréoux. ¿Acaso no afirma la tradición oral que el fantasma de un templario, emparedado en uno de sus muros, habita aún el castillo?

Todos los franceses conocen el dicho “beber como un templario”, dicho que ha vuelto a la actualidad no hace mucho gracias a la campaña publicitaria a favor del Banyuls. Se veía en ella una bodega poblada de templarios, beatíficamente dormidos, con una botella sobre el vientre.

¿Hay que deducir de esto, parodiando un título reciente, que los templarios están entre nosotros?

No. El Temple murió a principios del siglo XIV, a manos de Felipe el Hermoso, rey de Francia. Murió abandonado por su protector natural, el papa, quien, después de gallear durante mucho tiempo, acabó por rendirse sin condiciones a la voluntad del rey.

Lo mismo que los cátaros y Juana de Arco, el Temple alimenta uno de los filones inagotables de la seudohistoria, la que no tiene otro objeto que ofrecer a los lectores ávidos su ración de misterio y de secretos. Existe la historia del Temple y existe la historia de su leyenda. El historiador no se ocupa sólo de la verdad; se ocupa también de lo falso cuando se ha tomado como cierto; se ocupa también de lo imaginario y lo soñado. Sin embargo, se niega a confundirlos.

La bibliografía del Temple es superabundante, pero dudosa. No nos ilusionemos acerca de su valor. Desde un punto de vista científico, la historia de la leyenda del Temple está casi enteramente por hacer.

Las leyendas del Temple se sitúan a varios niveles. No concedamos demasiada importancia a las que se refieren a los orígenes míticos de la orden, según las cuales se remonta nada menos que a Jesús. Cada cual es libre de divertirse en reconstruir una “historia” de sus orígenes más gloriosa que la de haber nacido de la iniciativa de un oscuro caballero de Champaña, Hugo de Payns. Nos limitaremos a señalar que, en una época en que era fácil y frecuente forjarse un pasado prestigioso, los templarios, a diferencia de los hospitalarios, no lo hicieron así.

El tema principal de la leyenda del Temple se centra en su supervivencia bajo la forma de sociedades secretas. Se dice incluso que el propio Temple fue una sociedad secreta en los siglos XII y XIII. Como tal sociedad secreta lo combatió el poder real. El Temple, se afirma, sobrevivió en la francmasonería. Antes de morir, Jacobo de Molay consiguió transmitir sus poderes y sus “secretos” a un caballero, John Mark Larmenius. A partir de entonces, el puesto de Gran maestre nunca ha estado vacante, y la francmasonería es la heredera del Temple. Peter Partner ha trazado la historia de este mito en su libro reciente, “The Murdered Magicians, the Templars and Their Myths” (Oxford, 1982). Dicho mito tiene su origen en el caballero Ramsey, católico inglés asentado en Francia, quie, en 1736, quiso establecer un vínculo entre la francmasonería y la cruzada. Según Ramsey, la masonería tuvo acceso, por mediación de los cruzados, a la antigua sabiduría de los constructores del templo de Salomón.

Más tarde, hacia 1760, ciertas logias alemanas, en desacuerdo con el igualitarismo y el nacionalismo de la masonería primitiva, introdujeron en ella jerarquía, grados, subordinación y secreto. Para justificarse, apelaron a la historia y unieron los orígenes de la masonería con el Temple. Así nació la doctrina del templarismo.

La Revolución francesa provocó un cambio radical. Para desacreditar la revolución, los medios conservadores extendieron la idea de un complot masónico. Los masones-templarios se convirtieron en los herederos de una larga cadena de conspiradores anarquistas, destructores del orden social cristiano y europeo, cadena que se remonta a la secta de los asesinos y a los gnósticos de la Alta Edad Media. El abate Barruel (Mémoires pour servir à l’histoire du jacobinisme) y luego el orientalista austriaco Joseph von Hammer-Purgstall hicieron así de los templarios y de los francmasones templaristas los adherentes a una secta pre y anticristiana. (continuará)

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