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martes, 15 de noviembre de 2011

Orígenes del “boom” contemporáneo del templarismo: IIª parte


Desde la encomienda de Barcelona retomamos el hilo del capítulo dedicado a entender “la fiebre” que todavía genera la Orden del Temple. Por ello hemos seleccionado un texto del catedrático de historia, Alain Demurger, concretamente el prefacio de su libro “Vie et mort de l’ordre du Temple” publicado allá por el año 1985 .

Desde Temple Barcelona estamos satisfechos con la labor que distintos historiadores a lo largo de los años han hecho por clarificar algunos aspectos sobre los Templarios. Deseamos que también a vosotros os cautive su lectura.

Tercera pista de investigación en la leyenda del Temple: el universo de las sectas. Existen en el mundo actual numerosos grupos, numeroas sectas que se pretenden derivadas del Temple. Éste, muerto como está, parece tener las espaldas lo bastante anchas para soportar herencias tan contradictorias (herencia cristiana o anticristiana). Ahora bien, a fin de cuentas, que una secta del siglo XIX o del siglo XX se proclame heredera espiritual del Temple no interesa en nada al historiador del mismo. Corresponde a la mentalidad de los siglos en cuestión, y concierne en primer lugar al historiador del mundo contemporáneo. Que se sueñe con una filiación no significa que tal filiación exista. Pero la historia con que se sueña forma parte también del “territorio del historiador”.

Queda, por último, el campo apasionante de las leyendas propiamente dichas. La historia del Temple, las acusaciones presentadas contra él, su fin trágico dejaron huellas en la consciencia colectiva. A partir de un fondo histórico, se formaron, difundieron y deformaron mitos, tradiciones, leyendas.

Michel Lascaux, en su obra Templiers en Bretagne, se refiere a la tradición de los “monjes rojos” (templarios y hospitalarios confundidos), malvados, intemperantes, crueles, que raptaban a las muchachas en su noche de bodas y que, como castigo de sus crímenes, desaparecieron todos la misma noche. El relato toma a veces otra forma: apariciones, visiones de fantasmas, especialmente durante las noches de tormenta. En algunas localidades, se cuenta que el antiguo comendador, cargado de crímenes, galopa en torno a unas ruinas. Regresa cada noche para implorar la compasión de los vivos, y no desaparecerá hasta el día en que un alma caritativa haga decir una misa por su salvación.

Otro relato, del Languedoc en esta ocasión, fue recogido por el abate Maurice Mazières. Se trata de una tradición oral del valle de Brezilhou, en el Aude. Un rey de Francia y su hijo visitaron Brenac, situado en el valle, donde se albergaron en casa del señor de Brenac. El hijo del rey propuso al joven hermano del señor de Brenac tomarle como paje, pero el muchacho rechazó la oferta, ya que había prometido hacerse templario. La afrenta ofendió al hijo del rey. Más tarde, durante el proceso, el joven templario fue condenado a la hoguera. El rey, al descubrir su nombre en una lista, quiso indultarle, pero recibió una nueva negativa. La tradición tiene un origen histórico, puesto que el rey Felipe III y su hijo, el futuro Felipe IV el Hermoso, pasaron por Brenac cuando se dirigían a la cruzada contra Aragón.

El mismo autor menciona también un documento que leyó en la biblioteca de Campagne-sur-Aude en 1941: Juan de Aniort, señor de Brenac, intentó en 1411 un proceso para recuperar los bienes que pertenecieron a uno de sus antepasados. Udaut de Aniort, bienes confiscados por el rey porque Udaut era templario. El senescal de Carcasona, que actuaba como juez, desestimó su demanda. Los bienes habían sido confiscados legítimamente, teniendo en cuenta que los hermanos templarios de la encomienda de Champagne-sur-Aude habían dado asilo a los “hombres buenos” cátaros. Se trata de un hecho histórico deformado, más bien que de una leyenda. Lástima que el manuscrito se perdiera en 1942.

En esas tradiciones se ha de buscar la “supervivencia” del Temple, más que en las elucubraciones esotéricas y en las reconstrucciones dudosas.

Sin embargo, aun a riesgo de decepcionar a los aficionados a los misterios insondables, los subterráneos encantados y los tesoros ocultos, me atendré exclusivamente a la historia.

(…) me propongo contar la vida y la muerte de una creación original del Occidente medieval: las órdenes religioso-militares, de las que el Temple constituye el primer ejemplo. Fue fundado en 1118-1119, por iniciativa de algunos caballeros de las cruzadas, para encarnar de forma duradera el espíritu de las mismas: la defensa del sepulcro de cristo en Jerusalén y la protección de los peregrinos que acudían a visitarlo. Pronto se hizo poderoso y extendió a través de toda la cristiandad una red de casas y de explotaciones que recolectaban los recursos y las rentas precisos para las necesidades de Tierra Santa, para su defensa. Defensa en la que para las necesidades de Tierra Santa, para su defensa. Defensa en la que el Temple asume la parte más pesada (conjuntamente con las otras dos órdenes militares, los hospitalarios y los teutónicos), gracias a las fortalezas que posee y al trasiego continuo de combatientes de Occidente a Oriente. El fracaso de las cruzadas y la desaparición de los Estados latinos de Tierra Santa destruyeron los fundamentos materiales e ideológicos de su actividad. En qué medida contribuyó esto a su caída será la cuestión que habremos de plantearnos.

Con demasiada frecuencia, la historia de la orden del Temple se reduce a la de su proceso o, por lo menos, se la ve a través de ese proceso. A los historiadores nos resulta fácil afirmar que sucedió lo que necesariamente tenía que suceder. Me gustaría demostrar que el proceso de los templarios no constituye el resultado lógico o inevitable de su historia. Las críticas dirigidas contra su orden recayeron también en otras, hospitalarios, teutónicos, cistercienses, mendicantes. (…) En la medida de lo posible, intento comparar la historia del Temple con la de las demás órdenes, esencialmente con la del Hospital, para la cual disponemos de la obra, muy completa, de Jonathan Riley-Smith. Como se verá, la comparación no se muestra siempre desfavorable para el Temple.

El Temple fue la apuesta, el chivo expiatorio, en la partida que se jugaba entre el poder espiritual (el Papa) y los poderes temporales (las monarquías administrativas y territoriales). De ahí mi segunda postura: salir de Francia, no considerar tan sólo el enfrentamiento Molay-Felipe el Hermoso. Me he servido en abundancia de los trabajos históricos publicados (…) en Inglaterra, Alemania, España e Italia, los cuales dejan bien claro que el Temple, a pesar de sus orígenes franceses, a pesar de la importancia que los franceses conservaron en él hasta el final, era ante todo una orden internacional. Este ambiente internacional de la orden tiene una particular importancia para la comprensión del proceso y para el juicio que podemos hacernos sobre el Temple. El comportamiento de los reyes Jaime II de Aragón, Dionisio de Portugal, Eduardo I y Eduardo II de Inglaterra, el de los arzobispos de Rávena, Tarragona o Maguncia explican el comportamiento y los móviles tanto de Felipe el Hermoso como del papa Clemente V. (fin)

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