© 2009-2019 La página templaria que habla de cultura, historia y religión - Especial 'Proceso de los templarios'

martes, 3 de enero de 2012

La Sábana Santa: La conexión templaria


Desde la encomienda de Barcelona, recobramos la normalidad después de haber disfrutado de una semana enriquecedora y reflexiva que son las Fiestas Navideñas, a pesar claro está, de la vorágine compulsiva y desenfrenada de las compras de rigor para con nuestros seres más cercanos.

Nos hemos incorporado con un día de retraso debido a un imprevisto ajeno a nuestra voluntad, pero creo que valdrá la pena porque hemos incorporado un nuevo tema que creemos que es de gran interés: El Santo Sudario, la sábana mortuoria donde reposó el magullado cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo después de la Pasión. Pero hay un aliciente más que hace todavía más interesante esta cuestión: la custodia de ésta por parte de los templarios.

Para ello hemos seleccionado un texto de la paleógrafa italiana Barbara Frale de su libro “I templari e la sindone di Cristo” donde gracias a un detallado y riguroso estudio sobre la reliquia cristiana, nos aporta luz acerca de su custodia por parte de la Orden del Temple.

Desde Temple Barcelona deseamos que su contenido os sea interesante.

Introducción (I)

Que el sudario de Turín sea o no auténtico es un problema aún sin resolver y, en todo caso, ajeno a los objetivos de [este apartado]. Lo que esta investigación se propone estudiar es el culto de la Sábana Santa entre los templarios, y no hay duda de que para éstos el lienzo provenía del Santo Sepulcro y había envuelto el cuerpo de Cristo antes de su resurrección. Esta realidad obliga al lector a ponerse hasta cierto punto en su lugar, aunque sólo sea como un artificio: si queremos estudiar un mundo determinado y comprender su pensamiento, debemos sumergirnos en él y tratar de contemplar la realidad con sus ojos. Por tanto, en muchos pasajes del libro se hablará del sudario como de la principal reliquia de la Pasión, precisamente porque así era como lo concebían los templarios.

En 1988, la tela fue sometida al experimento de datación con carbono radiactivo (C 14), procedimiento físico-químico capaz de ofrecer resultados fiables (si bien con un cierto margen de error) siempre que el objeto se haya conservado en determinadas condiciones y no se haya contaminado de material orgánico; el ejemplo ideal es el de una tumba etrusca jamás profanada, cerrada en el siglo VI a. C. y reabierta sólo por el arqueólogo que la descubre. Los análisis se confiaron a tres laboratorios especializados en este tipo de investigaciones y llegaron a un resultado que databa el origen de la tela en la Baja Edad Media, con un margen de aproximación de 130 años (1260-1390). Sin embargo, la cuestión no está resuelta del todo: por una parte, los análisis de carbono radiactivo dieron lugar a un torbellino incalculable de polémicas debido a que, según algunos, el método que se siguió no habría respetado las reglas ineludibles del método científico; por otra parte, se levantaron muchas voces para destacar que el carbono radiactivo jamás daría datos fiables acerca de la Sábana Santa de Turín, hallazgo arqueológico que ha sufrido muchísimas formas de contaminación y acerca de cuya historia hay todavía tanto que descubrir. Ya en su tiempo había mostrado su disidencia incluso el premio Nobel Willard Frank Libby, que fue quien inventó y puso a punto el método para datar hallazgos arqueológicos con el sistema del C 14.

En tiempos del papa Juan Pablo II a quien le fascinaba la Sábana Santa porque le recordaba con increíble realismo los sufrimientos de Jesucristo, el cardenal Anastasio Ballestero, a la sazón guardián pontificio del lienzo, se refirió a éste como “un venerado icono de Cristo”. Estas palabras fueron recibidas con manifiesta desilusión por muchos fieles, que habrían querido oír otra cosa: que el papa declarara oficialmente el sudario como la reliquia de Jesús más importante en nuestro poder. En el clima de nervios a flor de piel de aquellos momentos sucedió que Ballestrero, a quien poco antes se señalaba como adalid del catolicismo reaccionario, fue etiquetado como “ilustrado vestido de púrpura”, calificación que nunca causa demasiado placer a un sacerdote (La República, 14 de octubre de 1988).

En realidad, esa definición de la Sábana Santa es comprensible si se piensa que el concepto teológico de icono no es equivalente al de imagen sagrada, y que con esas palabras no se ponía para nada al sudario en pie de igualdad con La Pietà de Miguel Ángel ni con ninguna otra obra de arte que represente de modo realista y poético la Pasión. De acuerdo con la teología cristiana, y en particular con el cristianismo de Oriente, el icono no es simplemente una imagen, sino otra cosa, completamente distinta. Es algo vivo, en cierto modo vivificante, algo capaza de aportar beneficios concretos al espíritu. Muchos autores que se han ocupado de la Sábana Santa han pasado por alto este hecho, y sin embargo tiene su importancia. La opción de llamarlo “venerado icono” ha sido el resultado de un largo y cuidadoso estudio realizado por expertos no precisamente pobres en vocabulario, por cierto. En realidad, la expresión remite directamente al pensamiento de los teólogos que trabajaron en el Segundo Concilio de Nicea (787 d. C.), para quienes la imagen prodigiosa de Cristo es lugar de contacto con la divinidad y expresa la voluntad de contemplar aquel objeto con la misma reverencia y estupefacción con que lo contemplaba la Iglesia antigua. Todo gira en torno a un concepto muy sencillo: estudiar seriamente la Sábana Santa de Turín quiere decir, en todo caso, meditar sobre las heridas de Jesús. La definición del cardenal Ballestrero está llena de delicadeza y es respetuosa con el misterio profundo que emana de ese objeto, aunque quizá tuviera el defecto de un pequeño exceso de erudición como para que la comprendiera todo el mundo. Por su lado, diferentes papas han expresado sin tapujos su propias convicciones: si ya Pío XI lo definió como una imagen que “sin duda no es de factura humana”, Juan Pablo II se refirió a ella con toda claridad como la “reliquia más espléndida de la Pasión y de la Resurrección” (L’Osservatore Romano, 7 de septiembre de 1936 y 21-22 de abril de 1980).

Personalmente, barrunto que hay algo más. A partir del día en que la Iglesia declarara oficialmente que el sudario es la verdadera sábana mortuoria de Jesús, resultaría muy difícil –tal vez incluso imposible- continuar los exámenes científicos del mismo. En efecto, impregnada de la sangre de Cristo, se convertiría en la reliquia más sagrada en posesión de la cristiandad, y cualquier manipulación posterior sería revestida de un carácter cuasi irrespetuoso. Pero la cristiandad tiene todavía interés en interrogar por extenso a este enigmático objeto, tiene todavía muchas cosas que preguntarle: prácticamente en todas partes existe la sensación de que aún hay muchísimo que contar acerca del judaísmo de la época romana, es decir, precisamente acerca del contexto en el que se produjeron la predicación y la muerte de Jesús de Nazaret. Todo esto constituye un campo de estudio muy interesante más allá de cualquier valoración religiosa: en realidad, es muy poco lo que sabemos de ese período de la historia judía, debido a la devastadora acción de los emperadores romanos Vespasiano (en el 70 d. C.) y Adriano (en el 132 d. C.), que provocaron la destrucción de Jerusalén con todos sus archivos y la deportación de la población hebrea de Siria-Palestina. Algunas huellas importantes presentes en la tela de Turín prometen decirnos mucho acerca de las costumbres del judaísmo en la fase del segundo Templo. Uno de los historiadores más importante del hebraísmo antiguo, Paolo Sacchi, escribe: “Se crea o no en su divinidad, lo cierto es que Jesús de Nazaret habló en la lengua de su tiempo a los hombres de su tiempo sobre problemas de su tiempo” (Storia del Secondo Templo, p. 17). Si se interroga con delicadeza y respeto, la Sábana Santa hablará. (continuará)

No hay comentarios:

Publicar un comentario