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miércoles, 29 de febrero de 2012

El cruzado


Desde la encomienda de Barcelona, seguimos apostando por el discernimiento de la historia de los caballeros templarios para que de esta forma podamos entender mejor su contexto y no nos dejemos influenciar por hipótesis legendarias con escaso rigor científico.

Por ello hemos seleccionado un texto del catedrático en historia y profesor de conferencias de la universidad de París I, Alain Demurger, de su libro “Vie et mort de l’ordre du Temple”. En esta ocasión nos proyectará la visión de lo que significó ser cruzado durante la Edad Media.

Desde Temple Barcelona, damos por supuesto que su lectura os aclarará algunos asuntos.

Mediante la paz de Dios, los obispos señalaban con el dedo a los malvados, es decir, a los caballeros, y les dictaban su deber. Mediante la tregua de Dios, ofrecían una ascesis adaptada a la condición y al modo de vida caballerescos. Mediante el esquema trifuncional, la cruzada, la ceremonia solemne de armar a un caballero, integraban definitivamente la caballería en el orden cristiano.

Guerra santa para la liberación de los Santos Lugares y, a partir de 1099, para su protección, la cruzada constituye también una peregrinación. Las expresiones utilizadas en la Edad Media lo demuestran. Es el “Santo Pasaje”, lo que sugiere la idea de un esfuerzo prolongado por llegar al sepulcro del Salvador. En su Historia de la guerra santa, el historiador Ambrosio relata el sitio de Acre por el ejército de Ricardo Corazón de León. Para él no hay ninguna vacilación, los cruzados son “los peregrinos”.

La peregrinación penitencial constituye el signo de una espiritualidad nueva, nacida con el monacato cluniacense. Experimenta un desarrollo prodigioso en el siglo XI y, según la expresión de Josuah Prawer, significa con frecuencia una “obra de expiación colectiva”. En conjunto, expresa una fe sincera, una sensibilidad viva, pero –y se podría llamar a esto su efecto perverso- lanza a los caminos la hez de la humanidad. Sabemos de algunos pecadores recidivistas que se convirtieron en peregrinos asiduos, el conde de Anjou, Fulco Nerra, por ejemplo.

La cruzada y, una vez creadas, las órdenes militares tendrán que integrar este dato, ya sea asociado a su combate a los peregrinos que lo aceptan durante el tiempo de su estancia en Oriente, ya sea reclutando algunos balarrasas de los que Occidente se desembaraza por medio de la peregrinación penitencial. La necesidad de combatientes en los Estados latinos se impone.

Tras la publicación de los trabajos de Paul Alphandéry (La chrétienté et l’idée de croisade), ha prevalecido la opinión de que la idea de cruzada sólo se dio en estado puro en la primera y la única cruzada popular, la de Gualterio Sans-Avoir y Pedro el Ermitaño. Desde hace unos veinte años, los historiadores han reaccionado contra este punto de vista excesivamente unilateral, demostrando que, en realidad, estuvo implicado el conjunto de la sociedad occidental. Para A. Waas, la cruzada constituyó la principal traducción en actos de los ideales de caballería. El “pasaje” a ultramar significa en su opinión la exteriorización de la conciencia religiosa de la caballería. La realidad “cruzado” es en primer lugar de esencia caballeresca. Todo lo demás resulta marginal o secundario.

Se pasa sin duda de un exceso a otro, pero la idea fundamental sigue siendo justa. La prueba –y ya podemos volver a ella- la tenemos en la orden del Temple. ¿Qué es, a fin de cuentas, la orden del Temple? Una institución original, que representa de manera permanente el modelo de la caballería de Cristo; una orden que concilia lo inconciliable, reuniendo bajo el mismo techo las dos funciones de monje y de guerrero, eliminando toda fuente de antagonismo entre ellas; una orden, en fin, que “va a encarnar de forma permanente, y no ya por un tiempo dado, como ocurría con los cruzados, la ideología de la cruzada”.

Todas estas ideas aparecen reunidas en un fragmento, muy hermoso, de la Canción de la cruzada albigense, de Guillermo de Tudela. La obra data del siglo XIII y, sin embargo, la ideología del caballero de Cristo parece no haber envejecido en absoluto. Estamos en 1216. Los cruzados de Simón de Montfort acaban de apoderarse del castillo de Termes. Vencido, el conde de Tolosa…

…se fue a Saint-Gilles, para asistir a una asamblea que había reunido el clero, el abad de Citeaux y los cruzados […]. El abad se levantó: “Señores –les dijo-, tened por cierto que el conde de Tolosa me ha honrado mucho, que me ha abandonado su tierra, por lo que le estoy agradecido; y os ruego que le tengáis por recomendado”. Entonces se abrieron las cartas selladas de Roma que le habían traído al conde de Tolosa. ¿De qué serviría prolongar el relato? Tanto pidieron que, al final, el conde Raimundo dijo que no podría pagar aquello ni con todo su condado […] [Nueva reunión en Arles.] Los cruzados redactaron por escrito todo el juicio, que entregaron al conde, el cual esperaba fuera con el rey de Aragón, al frío y al viento. El abad se lo dio en mano, en presencia de todos […]. La carta decía en sus primeras palabras: Que el conde observe la paz, y también los que estén con él, y que, hoy o mañana, renuncie a saltear los caminos. Que devuelva sus derechos a los clérigos le denunciarán, los entregue a todos, y eso en el plazo de un año, para que actúen con ellos a su placer y voluntad. Y no comerán más de dos clases de carne, ni se vestirán en adelante con telas caras, sino con bastas capas pardas, que les durarán más tiempo. Arrasarán los castillos y fortalezas […]. Entregarán al año cuatro denarios tolosanos a los paziers [los encargados de hacer respetar la paz de Dios], de la tierra que los clérigos establecerán. Todos los usureros tendrán que renunciar al préstamo con usura […]. El conde cruzará el mar hasta el Jordán y permanecerá allí tanto tiempo como quieran los monjes, o los cardenales de Roma, o su delegado […]. En fin, entrará en una orden, la del Temple o la de San Juan.

La guerra en defensa de la paz, la paz de Dios y los paziers, guardianes de la paz, la peregrinación penitencial a los Santos Lugares y, por consiguiente, la cruzada y, para terminar, el Templo o el Hospital.

martes, 28 de febrero de 2012

La Sábana Santa: la conexión templaria


Desde la encomienda de Barcelona seguimos con el apartado dedicado al estudio sobre la Orden del Temple durante el Medievo.

Por ello hemos seleccionado un nuevo texto de la paleógrafa italiana Barbara Frale, el cual hemos recogido de su libro “I templari e la sindone di Cristo”, donde esta vez nos aclara algunos descubrimientos sobre los templarios a lo largo de su estudiada historia.

Desde Temple Barcelona sabemos que sus líneas os llenarán de luz.

El misterioso ídolo de los templarios (II)

4 Secretos de papel

A pesar de que los libros de Hammer-Purgstall pasaron en su época por verdaderas revelaciones, lo cierto es que este autor había inventado muy poco y que lo fundamental del contenido no le pertenecía en absoluto. La idea de que los templarios fuesen secretos continuadores de una antiquísima sabiduría religiosa destructora del cristianismo oficial ya había sido expuesta unos veinte años antes, aunque de manera menos desarrollada, por el librero alemán Christian Friedrich Nicolai. Nicolai tenía en Berlín una cervecería que era también lugar de reunión para intelectuales, entre quienes estaba un amigo personal del propietario, Gotthold Ephraim Lessing, tal vez la personalidad más destacada de la Ilustración alemana.

En 1778, Lessing había publicado un libro destinado a convertirse en una verdadera “bomba”. Formaba parte de un texto mucho más amplio, escrito años antes por el profesor de lenguas orientales Samuel Reimarus, que llevaba el provocativo título de Apología de los adoradores racionales de Dios y que su autor había mantenido en secreto; ahora Lessing lo publicaba en calidad de póstumo con el título más tranquilizador de Del objetivo de Jesús y sus discípulos. Otro fragmento del anónimo de Wolfenbüttel. Según Reimarus, Jesús no habría tenido nada de divino y su actividad no habría sido más que la de un mesías político, una especie de patriota que quería liberar a los hebreos del dominio de los romanos. Cuando murió, sus discípulos no quisieron resignarse a la evidencia, de modo que habrían decidido sustraer su cadáver para inventar luego la noticia de su resurrección y fundar una nueva religión. Samuel Reinarus fue el primero que distinguió entre Jesús y el Cristo en la cultura cristiana tras muchos siglos durante los cuales ambos términos habían sido indisolubles. Es precisamente entonces cuando nace la jesuología, esto es, una nueva línea de investigación que se proponía reconstruir el verdadero rostro histórico de Jesús, más allá de lo que se suponía inventado por la Iglesia católica con sus dogmas, mientras que anteriormente sólo había habido una cristología, o sea, el estudio de la vida de Jesús a la luz de los Evangelios y de la teología. Tanto Lessing como Nicolai se inclinaban por lo que en la época se conocía como “cristianismo de la razón”, o sea, algo que se aproximaba mucho a la filosofía deísta: en lo fundamental, se negaba la divinidad de Cristo para afirmar la existencia del único Dios Creador; principio racional del Bien absoluto y origen de todas las cosas.

Algunos ambientes radicales maduraron la convicción de que el Papado y la Iglesia, con obcecación y deshonestidad, habían ocultado durante milenios una verdad molesta con el único fin de ennoblecer sus orígenes haciéndolos derivar directamente de Dios; y la actitud tan decididamente reaccionaria de ciertos ambientes católicos, obstinados en la absoluta cerrazón, estimulaba en los adversarios la convicción de que tenían mucho que ocultar.

En 1810, Napoleón, que se había convertido en el dueño de gran parte de Europa, ordenó que toda la documentación de los reinos vencidos, incluido el Estado de la Iglesia, se transportara a París para reunirla en el gran Archivo Central del Imperio; de esta manera, la inmensa mole de documentos pertenecientes a los papas fue embalada y enviada a Francia. Debido al desarrollo que habían experimentado la tradición esotérica, la llegada de los documentos del proceso contra los templarios estuvo rodeada de grandes expectativas e incluso de curiosidad morbosa: esos papeles que durante siglos habían permanecido en la oscuridad, protegidos por los poderosos muros del Vaticano, revelarían sin duda conocimientos desconcertantes. En general se pensaba, y en gran parte con razón, que el archivo papal había sido siempre secretum, o sea, reservado a la Curia romana, y que nadie ajeno a ese medio había podido ver nunca tales papeles. Entre los funcionarios franceses encargados de preparar la expedición se desató una suerte de delirio: parecía claro que la verdad sobre aquella historia tan oscura y complicada se mostraría en su integridad e intacta al primero que tuviera en sus manos las actas del proceso. No poco debió de sufrir el camarero personal del prefecto del Archivo Vaticano, monseñor Marino Marini, pues varios generales pretendieron abrir determinadas cajas de documentos incluso antes de que el convoy saliera de Roma. Y mientras el pragmático Miollis se dedicaba a buscar la bula de excomunión de Napoleón con el fin de eliminar de una vez una verdad harto incómoda, el barón Étienne Radet, ansioso de meter mano en el proceso a los templarios, había decidido escudriñar por otro lado.

Hasta después de la caída de Napoleón y la restauración de la monarquía, momento en que el archivo papal pudo regresar a su lugar de origen, monseñor Marini tendría que seguir luchando porque el nuevo gobierno había retenido “negligentemente” ciertos documentos de altísimo interés histórico, entre ellos el proceso de la Inquisición a Galileo Galilei y los relacionados con la orden de los templarios. Sólo su habilidad le permitió recuperarlos: se le ocurrió llamar la atención del nuevo gobierno acerca de que esos actos de Felipe el Hermoso oscurecían sin atenuantes la imagen de la monarquía francesa, que era precisamente lo que se quería rehabilitar, y que por eso, en el fondo, era mejor que volvieran al Archivo del Vaticano, que en ese momento estaba cerrado al público.

El duque de Richelieu consideró prudente ceder a las demandas de la Santa Sede y más aún a los sagaces argumentos que el prelado le presentaba; sin duda, lamentó enormemente que los documentos del proceso a los templarios, que entre tanto Raymond había estudiado sin encontrar en ellos las secretas verdades que su época esperaba, abandonaran París y volvieran a la seguridad de los apartados rincones del Vaticano, donde los misterios del Bafometo y de muchos otros demonios permanecerían ocultos tal vez varios siglos más. Sin embargo, el 1 de diciembre de 1879 el flamante registro de consultas del Archivo Secreto Vaticano recibía la primera solicitud. Durante siglos, diversos personajes habían obtenido por conductos especiales el permiso para entrar en el gran palacio donde se custodiaban los documentos de la milenaria historia de los papas, pero sólo entonces, y por primera vez, se ponía a disposición de los estudiosos la posibilidad de acceder a os preciosos papeles de manera estable y continuada. Después de mediados del siglo XIX, los estudios históricos habían dado un salto de gigante gracias a que el pensamiento general, instigado por el clima del positivismo, había dejado atrás el gusto por lo irracional que tanto atraía a la cultura romántica, para abrazar un enfoque mucho más realista de los hechos. Enromes eran los progresos realizados por la paleografía y la diplomacia, disciplinas que enseñan, respectivamente, a descifrar las complejas escrituras del pasado y a distinguir con métodos seguros entre documentos auténticos y falsos. Comenzó así una muy feliz etapa cultural que vio la publicación de gran número de fuentes medievales a cargo de historiadores profesionales, además de eruditos que realizaban sus estudios en forma particular, por pura vocación y a veces con cierto diletantismo: todo ello llevó a la formación de muchas prestigiosas colecciones que aún hoy mantienen su validez, como, por ejemplo, para la zona alemana, los Monumenta Germanica Historica, que contienen, entre otras cosas, muchos edictos de Carlomagno y otros importantísimos textos del Sacro Imperio Romano.

Entre 1841 y 1851, el historiador francés Jules Micheles publicaba en la prestigiosa Collection des Documents inédits sur l’Histoire de France el contenido de una antiguo registro perteneciente al reino de Felipe el Hermoso, que por entonces se conservaba en la Biblioteca Real de París, y otros documentos similares: era una edición científica de algunos de los documentos principales del proceso contra los templarios. La edición de Michelet se utiliza todavía hoy, aunque no muchos saben que la pieza principal, el acta del largo proceso que tuvo lugar en París entre 1309 y 1312, procede de una copia que el rey de Francia mandó hacer para su Cancillería, mientras que el original, enviado en su momento al papa, se encuentra en el Archivo Vaticano y aún permanece inédito.

En los documentos no había huella del Bafometo, de los mágicos cofres gnósticos ni de los otros oscuros misterios que la gente asociaba con los templarios: por lo demás, ni la personalidad de Michelet, ni la seriedad de la colección histórica, habrían tolerado la presencia de semejantes fantasías. Incluso la cultura popular de la época había madurado claramente, a tal punto que los temas que sólo veinte años antes estaban tan de moda a ese respecto, habían dejado prácticamente de interesar y fue precisamente ese progreso en el método de los estudios lo que movió al papa León XIII a adoptar la nada fácil decisión de abrir las puertas del Archivo Secreto.

El 1 de junio de 1879, tras la muerte imprevista de monseñor Rosi Bernardini, prefecto del Archivo, la elección de su sucesor recayó en la persona de un investigador y a la vez una de las figuras más importantes de la cultura alemana de la época, el cardenal Josef Hergenröther, años después, Ludwig von Pastor, el famoso historiador del Papado, definiría esta elección como el amanecer de una nueva época para los estudios sobre el catolicismo y la historia de la civilización occidental.

Inmediatamente después de la apertura al público, el historiador austríaco Konrad Schottmüller, compatriota de Joseph Hammer-Purgstall, trabajó varios años en la investigación según las pautas del método histórico moderno y en la publicación de las que consideraba las actas principales del proceso contra los templarios; su trabajo fue continuado por Heinrich Finke a comienzos del siglo XX, realizando en conjunto la edición más completa y fiable de las fuentes vaticanas sobre el proceso hasta hoy disponibles. Sin duda, para muchos el estudio de la totalidad de los documentos relativos al proceso de los templarios que se conservaban en el Vaticano resultó decepcionante, pues cuando las primeras ediciones científicas comenzaron a hacer públicos los textos contenidos en los viejos pergaminos otrora guardados en el fuerte del Castel Sant ‘Angelo, no se encontró en ellos ni rastro de las sensacionales “revelaciones que algunos esperaban; en cambio, salían a la luz muchas verdades hasta entonces ignoradas, verdades que hacían por fin posible escribir la historia del proceso con criterios serios y modernos.

En 1978, el historiador Malcolm Barber publicaba en una prestigiosa colección de la Cambridge University Press un volumen titulado El proceso a los templarios, que marcaría el comienzo de una nueva y fecundísima etapa en este campo de los estudios medievales: por primera vez era posible, precisamente gracias a os documentos auténticos, abarcar el desarrollo del proceso en su conjunto. Unos años después, en 1985, se publicaba un texto fundamental al cuidado de un historiador de la Sorbona, Alain Demurger, titulado Vida y muerte de la orden de los templarios, que recogía la huella que había dejado Barber y, con el mismo método científico, desarrollaba otros aspectos de la cuestión. Cuando más tarde, en 1987, el historiador Peter Partner publicó en Oxford University Press su Magos asesinados: los templarios y su mito, los estudiosos de todo el mundo tuvieron también una visión clara de cómo fue tomando forma –a veces por sugestión cultural, a veces directamente como invenciones- la multitud de leyendas esotéricas sobre los templarios que durante más de dos siglos había atraído y animado las discusiones en tantos círculos intelectuales y políticos. La lectura de los documentos originales ya no dejaba espacio para aquellas fantasías caballerescas teñidas de magia que los escritores del pasado habían cultivado en un intento de interpretar la historia de los templarios a la luz de cofres, inscripciones jeroglíficas o textos de dudosa autenticidad escritos al menos trescientos años después de la desaparición de la orden.

Después de estos tres monumentos de la investigación histórica, la visión colectiva de la antigua y mal reputada orden de caballería ya no volvería a ser la misma. A partir de entonces se contaba con pruebas seguras de que el proceso había sido una enorme y trágica maquinación con fines políticos, fuertes intereses económicos y unos cuantos puntos todavía oscuros, que era, más o menos, la opinión que expresaran con gran claridad algunos personajes famosos de la época –entre ellos Dante Alighieri, como ya se ha dicho-, quienes asistieron de una u otra manera a los hechos del proceso y dejaron su testimonio al respecto: en el Purgatorio, el poeta toscano hace decir de manera explícita al rey de Francia Hugo Capeto que su descendiente Felipe el Hermoso ha destruido a los templarios por pura codicia.

lunes, 27 de febrero de 2012

Evangelio dominical: el Espíritu se lo llevó al desierto



Desde la encomienda de Barcelona seguimos con la meditación del evangelio dominical de ayer 26 de febrero. Nuevamente San Marcos, en boca de Juan el Bautista, invita a convertirse a aquéllos que todavía no lo han hecho para que de esa forma podamos ser plenamente hijos de Dios.

Desde Temple Barcelona estamos convencidos de que encontraréis provechoso su contenido.

Representación de Jesús venciendo las tentaciones de Satanás en el desierto.

En seguida el Espíritu lo llevó al desierto,
donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían.
Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo:
"El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia". (Mc 1, 12-15)

Reflexión:

Curiosamente en estos breves versículos, Marcos con pocas palabras es capaz de transmitirnos cómo no debemos permanecer ante las tentaciones de Satanás; es decir alejándonos de ellas y no poniéndoles el más mínimo interés hacia ellas, sabiendo que Dios nos protegerá en todo momento de cualquier peligro que pueda acecharnos.

En la segunda parte, el evangelista nos recalca, gracias a la Buena Noticia que Juan el Bautista predica al pueblo de Galilea lo que debemos hacer en todo momento, tener fe en Dios y esperar sus dones.

Plegaria:

¡Señor!, llámanos a tu encuentro para que no dudemos de tu Palabra y sintamos en todo momento tu gloriosa protección para que ningún mal pueda apoderarse de nosotros.

viernes, 24 de febrero de 2012

Conociendo a Jesucristo: el camino a Jerusalén


Desde la encomienda de Barcelona seguimos con el capítulo dedicado a conocer mejor la figura tanto humana como divina de Nuestro Señor Jesucristo. Y lo hacemos recogiendo una vez más un texto del teólogo cristiano J.R. Porter de su libro “Jesus Christ”, donde esta vez nos acerca por el camino que recorre Jesús hasta la Ciudad Santa.

Desde Temple Barcelona estamos seguros que su lectura os será agradable.

Recreación de Jesús y los discípulos camino de Jerusalén.

Los evangelios sinópticos representan diversos relatos del período en el que Jesús y sus discípulos viajaron desde Cesarea de Filipo hasta Jerusalén, a través de Galilea y Jericó (Mt 17, 9-21, 11; Mc 9, 9-11, 10; Lc 9, 51 – 19, 28). Las versiones de Marcos y Mateo son bastante similares, mientras que la de Lucas es bastante distinta y mucho más larga.

En los tres evangelios, las tres predicciones de Jesús sobre la Pasión forman una sombra creciente, antes y después de la Transfiguración (Mc 8, 31, 9, 31, 10, 33-34 y paralelos). La primera predicción se sigue de una advertencia de que los discípulos de Jesús también deben estar preparados para el rechazo e incluso la muerte. Sin embargo, este sufrimiento les garantizará la última recompensa para los verdaderos discípulos (Mc 8, 34 – 9, 1 y paralelos).

Los evangelios relatan disputas sobre el liderazgo de la comunidad de seguidores de Jesús (Mc 9, 33-37 y paralelos; Mc 10, 35-45; Mt 20, 20-28). Esto condujo a Jesús a enseñar que los miembros de la comunidad cristiana deben seguir a su maestro e intentar servir más que mandar. Para pertenecer al reino de Dios deben tener la confianza incuestionable de un niño. Los niños representan al creyente ordinario, cuyo bienestar debe ser la prioridad de la comunidad (Mc 9, 42-48 y paralelos).

La preocupación por la futura comunidad de creyentes se trasluce más claramente en uno de los muchos discursos que resalta el Evangelio según Mateo (Mt 18, 1-19, 2), descrito como “un manual de disciplina eclesiástica” y que parte del mismo parece prever una situación que seguramente se produjo sólo después de la época de Jesús, como las regulaciones para resolver disputas dentro de las congregaciones (Mt 18, 15-17). Para Jesús, la sociedad e los creyentes debe caracterizarse por el perdón ilimitado (Mt 18, 21-22). La parábola del siervo desagradecido pone de manifiesto esta gran verdad (Mt 18, 23-35).

La parábola del hombre rico (Mc 10, 17-31 y paralelos) ilustra de nuevo las exigencias absolutas del reino de Dios y tanto la dureza como la recompensa eterna de ser discípulo. En Mateo, con la parábola de los viñadores se intenta resaltar el mismo punto (Mt 20, 1-16; compárese Mt 19, 30 y 20, 16).

Justo antes de la llegada de Jesús a Jerusalén se produce un episodio de sanación de uno o dos hombres ciegos en Jericó (Mc 10, 46-52 y paralelos). En este caso, Jesús es aclamado como “Hijo de David”, lo que anticipa la aclamación que le recibirá al entrar en la Ciudad Santa.

El viaje en el evangelio según Lucas

El extenso relato de Lucas del viaje de Jesús a Jerusalén (Lc 9, 51-19, 28) conforma el núcleo de este evangelio y se ha asegurado que es crucial para la comprensión de su mensaje distinto. El principal propósito de Lucas es presentar la trayectoria de Jesús como “el camino del Señor” (Lc 3, 4). Como el relato de un viaje se ha relacionado con los hechos de los Apóstoles, el segundo volumen del evangelista que recoge la expansión de la fe.

Sin embargo, las verdaderas referencias de Lucas al viajar son breves y de carácter general, muy diferente a los detallados movimientos recogidos por el mismo autor de los Hechos. No resaltan más que los que encontramos en los relatos del viaje de Mateo o Marcos, y Lucas no parece tener un conocimiento más preciso del curso de los hechos que éstos.

Como ocurre con los otros evangelios, la presentación de Lucas de esta parte del ministerio de Jesús se centra más en sus enseñanzas que en los milagros de sanación. El evangelista agrupó las tradiciones de las enseñanzas de Jesús en temas tan importantes como la oración, la riqueza y el perdón. Muchas de estas enseñanzas aparecen en los otros evangelios, pero aquí se han agrupado para crear un cuerpo de enseñanzas para los seguidores de Jesús en su misión. Al igual que Marcos y Mateo, Lucas tiene en menta la situación de la Iglesia tras la muerte de Jesús.

Además, Lucas introdujo su propia contribución al relato de este periodo de la vida de Jesús, sobre todo con conocidas e impresionantes parábolas que sólo aparecen en este evangelio: el buen samaritano, el hijo pródigo, el hombre rico y Lázaro, el fariseo y el publicano (recaudador de impuestos) y muchas otras.

jueves, 23 de febrero de 2012

Benedicto XVI nos invita a responsabilizarnos con la Cuaresma.



Ayer, como bien sabéis, fue miércoles de ceniza y con ese señalado día da comienzo la Cuaresma. Por ese motivo desde la encomienda de Barcelona, queremos compartir con todos vosotros las palabras que el Santo Padre pronunció en la celebración de tan señalado día. Es importante que nos encontremos a nosotros mismos. Esa introspección necesaria de todo cristiano para despojarse de la envoltura mundana y reencontrarse desde el centro de su ser con Dios; olvidando sus miedos propagados por el Maligno en la Tierra, es vital para el crecimiento personal y, por extensión, colectivo del pueblo cristiano.

Por ello desde Temple Barcelona os convidamos a que las palabras del Papa, nos revitalicen en el amor a Dios, e imitemos a Nuestro Señor Jesucristo, retirándonos al “desierto privado” de nuestra conciencia.

Ciudad del Vaticano, 22 febrero 2012 (VIS).-Hoy, miércoles de Ceniza, el Santo Padre ha dedicado su catequesis de la audiencia general a reflexionar sobre el tiempo de Cuaresma que acaba de empezar, un itinerario de 40 días que conduce al Triduo Pascual, memoria de la pasión, muerte y resurrección del Señor.

Benedicto XVI recordó a los 7.500 peregrinos que llenaban el Aula Pablo VI que, en la Iglesia antigua, la cuaresma era el tiempo en el que los catecúmenos iniciaban su camino de fe y conversión para recibir el bautismo. Sucesivamente, todos los fieles fueron invitados a vivir este periodo de renovación espiritual. De este modo, “la participación de toda la comunidad en los diversos pasajes del itinerario cuaresmal subraya una dimensión importante de la espiritualidad cristiana: gracias a la muerte y resurrección de Cristo, la redención alcanza no a unos pocos, sino a todos”.

“El tiempo que precede la Pascua -continuó el Pontífice- es un tiempo de 'metanoia', el tiempo del cambio, del arrepentimiento; el tiempo que identifica nuestra vida y toda nuestra historia con un proceso de conversión que se pone en marcha ahora para encontrar al Señor al final de los tiempos”.

La Iglesia denomina este tiempo “Cuadragésima”, tiempo de cuarenta días, con una referencia precisa a la Sagrada Escritura, ya que “cuarenta es el número simbólico con el que el Antiguo y el Nuevo Testamento representan los momentos principales de la experiencia de fe del Pueblo de Dios. Es una cifra que expresa el tiempo de la espera, de la purificación, del retorno al Señor, de la conciencia de que Dios es fiel a sus promesas, (…) un tiempo dentro del que es preciso decidirse a asumir las propias responsabilidades sin aplazarlas ulteriormente. Es el tiempo de las decisiones maduras”.

Noé transcurre 40 días en el arca a causa del diluvio, y luego ha de esperar otros 40 antes de poder bajar a tierra firme. Moisés permanece 40 días en el monte Sinaí para recoger los Mandamientos. El pueblo hebreo peregrina 40 años por el desierto, y goza luego de otros 40 de paz bajo el gobierno de los Jueces. Los habitantes de Nínive hacen 40 días de penitencia para obtener el perdón de Dios. Cuarenta son también los años de los reinados de Saúl, David y Salomón, primeros reyes de Israel. En el Nuevo Testamento, Jesús se retira a orar al desierto durante 40 días antes de iniciar la vida pública, y, después de la resurrección, instruye a los discípulos durante 40 días antes de ascender al Cielo.

La liturgia de la Cuaresma, explicó el Papa, “tiene como fin favorecer un camino de renovación espiritual -a la luz de esta larga experiencia bíblica- y, sobre todo, de imitación de Jesús, que en los 40 días que pasó en el desierto nos enseñó a vencer la tentación con la Palabra de Dios. (…) Jesús se dirige al desierto para estar en profunda unión con el Padre. Esta dinámica es una constante en la vida terrena de Jesús, que busca siempre momentos de soledad a fin de rezar al Padre y permanecer en íntima y exclusiva comunión con Él, para volver luego en medio de la gente. En este tiempo de 'desierto' (…) Jesús es asaltado por la tentación y las seducciones del maligno, quien le propone una vía mesiánica alejada del proyecto de Dios porque pasa a través del poder, el éxito, el dominio, en lugar de pasar por el amor y el don total en la Cruz”.

Benedicto XVI señaló que la Iglesia peregrina por el “desierto” del mundo y de la historia, formado por el aspecto negativo de la realidad: “la pobreza de palabras de vida y de valores, el secularismo y la cultura materialista, que encierran a la persona en el horizonte mundano de la existencia sin ninguna referencia a lo trascendente. En este ambiente, el cielo sobre nosotros es oscuro, porque está cubierto por las nubes del egoísmo, la incomprensión y el engaño. No obstante, también para la Iglesia de hoy el tiempo del desierto puede transformarse en tiempo de gracia, ya que tenemos la certeza de que, incluso de la roca más dura, Dios puede hacer brotar agua viva que refresca y restaura”.

Para terminar, el Santo Padre invitó a los fieles a encontrar durante este periodo de Cuaresma “nuevo valor para aceptar con paciencia y fe cualquier situación de dificultad, aflicción y de prueba, sabiendo que el Señor hará surgir de las tinieblas el nuevo día. Y si somos fieles a Jesús siguiéndolo por el camino de la Cruz, el claro mundo de Dios, el mundo de la luz, la verdad y la alegría, nos será dado de nuevo”.

Al término de la catequesis, Benedicto XVI saludó en varios idiomas a los peregrinos; hablando en polaco, subrayó que “el ayuno y la oración, la penitencia y las obras de misericordia” son los principales medios para preparar la celebración de la Pascua.

Por otra parte, el Papa dio una bienvenida especial a los fieles del Ordinariado Personal de Nuestra Señora de Walsingham presentes en el Aula Pablo VI. Este Ordinariado fue erigido hace poco más de un año, dentro del territorio de Inglaterra y Gales, para los grupos de sacerdotes y fieles anglicanos que desean entrar en plena comunión con la Iglesia Católica. La audiencia general finalizó con la bendición apostólica.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Padre Gabriele Amorth: una vida consagrada a la lucha contra Satanás.


Desde la encomienda de Barcelona seguimos con nuestra idea de difundir a todos nuestros lectores de los peligros que conlleva el alejarse de una vida en Cristo y practicar métodos ocultistas para un fin codicioso o malicioso.

Por ello hemos seleccionado un nuevo texto del exorcista contemporáneo más conocido en todo el mundo, se trata del padre Gabriele Amorth, donde en su libro “Memorie di un esorcista –La mia vita in lotta contro Satana-“, ahonda en prevenirnos del demonio, alejándonos de él y de su entorno; invitándonos a imitar a Jesús.

Desde Temple Barcelona aconsejamos su lectura debidamente meditada.

Un hechizo de muerte

Tras haber clasificado los maleficios, ahora voy a incluir el testimonio de un caso en el que hubo un hechizo de verdad. Digo “de verdad” porque, en la mayoría de los casos, nos encontramos con hechizos y antídotos (es decir, contrahechizos) preparados por charlatanes, impostores y demás. Pero también hay hechizos de verdad, auténticos maleficios, esto es, “males causados con la intervención del demonio”. Son hechizos efectuados por brujos de verdad, personas que han hecho un pacto con Satanás, seguidores de su culto. Personas que suelen vivir con envidia, odio y perfidia, lo mismo que el demonio. Es importante dejar claro todo esto, porque hoy en día mucha gente, incluso muchos curas, no creen en la existencia de los hechizos. Además, algunos sacerdotes, para eliminar los miedos de quienes se obsesionan con los hechizos, predican su inexistencia. Sin embargo, no se puede inculcar la verdad a partir de una mentira.

Una joven se sentía muy mal desde hacía tres años, aunque sólo por las noches. En cuanto entraba en su dormitorio, empezaba a perder el conocimiento, respiraba con creciente dificultad, estaba a punto de ahogarse y caía desmayada. Su madre la llevaba a urgencias y, al entrar en el hospital, las molestias desaparecían.

Los médicos no le encontraban nada, su salud parecía ser perfecta. Regresaba a casa y otra vez los mismos síntomas, pero sólo cuando entraba en su dormitorio, concretamente cuando apoyaba la cabeza en la almohada: inquietud, náuseas, una jaqueca insoportable. Los dolores eran tan fuertes que no podía dormir, y nada le aliviaba. La visitaron distintos especialistas; tras muchos análisis, concluyeron que podía tratarse de ataques epilépticos, aunque esta enfermedad nunca apareció en ningún encefalograma ni en otras pruebas médicas.

Un día, una señora amiga de la familia les aconsejó que fueran a ver a un exorcista. Después de tres exorcismos y tres bendiciones a la casa, no se obtuvo ninguna reacción ni mejoría; los dolores de la joven persistían. Le recomendaron que llevara una vida cristiana más ferviente e intensa y que utilizase agua exorcizada; además, le sugirieron a la familia que abriera todas las almohadas de las camas. Le dieron este último consejo porque creían que podía haber algún maleficio en la almohada de la joven y, como pensaron que tal vez se sentiría humillada si se lo pedían a ella sola, dieron la misma indicación a toda la familia. Todas las almohadas eran de plumas; las había confeccionado la madre de la joven. En el resto de almohadas no se halló nada sospechosos, pero en la de la chica encontraron una tela negra de muerto, tan grande como la almohada, ribeteada de plumas, como una corona mortuoria. Le aconsejaron que echara agua bendita sobre la almohada y que luego la quemaran. Quizá fue un error; podían haber conservado la tela negra como prueba, para los que no creen en los maleficios.

El caso es que, después de hacerlo, los dolores cesaron. La joven volvió a dormir bien, y los malestares desaparecieron. Ya han pasado muchos meses desde que quemaron la almohada. La chica está bien, ha retomado todas sus actividades cotidianas, vive y duerme, y la famita ha recobrado la serenidad.

Evidentemente, se trataba de un hechizo de muerte. La tela negra, introducida en la almohada por arte de magia, debía conducir poco a poco a la joven a la desesperación y la muerte. Investigaron con prudencia y decisión para averiguar quién podía ser el autor de los hechos. Y descubrieron que una familia vecina, por odio y envidia, había encargado el hechizo de muerte contra toda la familia, aunque sólo había funcionado con la hija. Por supuesto, la madre juró haber confeccionado la almohada de su hija igual que las demás, sin meter nada dentro que explicara la presencia de la tela negra.

Una suegra ocultista

Siguiendo con los maleficios causados por los familiares, incluyo aquí el testimonio de una víctima.

“Me casé hace dos años. Por desgracia, la familia de mi mujer nunca ha aceptado mi matrimonio, especialmente mi suegra, que ni siquiera vino a la boda de su hija. Escribo todo esto porque estamos viviendo algo indescriptible desde hace cuatro años, contando también los dos de noviazgo.

La hostilidad de mi suegra se debe a que ella había planeado la boda de su hija con un ex novio; pero la chica no quiso saber nada de él, pues era un hombre violento y posesivo, que dominaba a su novia (es decir, mi mujer) con continuas amenazas. Al fin, la joven se rebeló y rompió con él.

Debo añadir que mis suegros se habían hecho muy amigos de los padres del ex novio. Mi suegra y la madre de él compartían la pasión por el ocultismo, en especial por la cartomancia. A través de varios conocidos, descubrimos que mi suegra había gastado millones de liras consultando con cartománticos para lograr que nos divorciáramos. Y no voy a decir lo que esta mujer intentó hacerle a su propia hija, porque resultaría increíble.

Antes de casarnos teníamos una escuela de orfebrería. Mi suegra le dijo a su hija que en esta escuela ocurriría algo malo. Parece cuento, pero no lo es: tuve una serie de problemas inexplicables y, al cabo de pocos meses, me vi obligado a cerrar la escuela. De repente me encontré sin trabajo e intentaba salir adelante como podía. Nos casamos gracias a la ayuda de un tío de mi mujer, un hermano de su madre.

Mi suegra sólo llamaba para decir que nuestro matrimonio no iba a durar, porque yo no sería capaz de hacer nada en la vida. Desde entonces todo lo que empiezo acaba torciéndose al poco tiempo. Y pensar que mis suegros tienen un negocio que funciona y le dan trabajo al ex novio de mi mujer, pero no se lo dan a su hija…Una vez, tras hablar de nuestros problemas con un sacerdote, éste nos aconsejó que bendijéramos la casa, porque de noche nuestra cama baila. Llamamos a un cura para la bendición, pero no quiso entrar; se quedó en la puerta hablando de Jesucristo, mientras me envolvía el olor a incienso. Al fin hizo una bendición apresurada y se marchó enseguida.

No puedo contar todo lo ocurrido en una carta, porque sería demasiado larga. Además, si lo contara me tomarían por loco. Mi suegra sólo espera que nos separemos. Estamos cansados, física y mentalmente. Lamentablemente, la idea de divorciarnos nos ronda por la cabeza, porque esto no es vida, sino una mala forma de sobrevivir.”

Hemos elegido este caso porque no es nada raro que ocurran episodios semejantes. De momento, tras un año de exorcismos, no hemos obtenido ningún resultado positivo. Pero seguimos en ello, con la certeza de que Dios jamás abandona a los hijos que recurren a Él.

martes, 21 de febrero de 2012

Templarios en las tierras del Ebro


Desde la encomienda de Barcelona recuperamos el capítulo dedicado a conocer los lugares del Reino de Aragón, donde permanecieron los templarios.

Para ello hemos recuperado un nuevo texto de nuestro amigo, el investigador y escritor D. Jesús Ávila Granados de su libro “Templarios en las tierras del Ebro”, donde nos descubre los magníficos parajes de la ribera del río Ebro donde se asentó la Orden del Temple.

Desde Temple Barcelona deseamos que su lectura os atrape.

Fotografía del Catillo de la Suda (Tortosa), enclave gobernado por el Temple.

Tortosa, Baix Ebre (Tarragona)

Tortosa, en el tramo más inferior del Ebro, gracias a su excepcional emplazamiento y a un clima benigno, fue muy codiciada por todos los pueblos, desde tiempos prehistóricos. Los Íberos (Ilercavones) fueron el principal referente cultural, y la llamaron Hibera, o Ilerca; el principal núcleo de población fue el castrum que se alzó en el cerro de la Suda. Los romanos, después de la conquista, la bautizaron como Iulia Augusta Dertosa. La victoria de éstos en Hibera Iulia, en el año 218 a. C., durante la segunda guerra púnica, impidió que Aníbal, ya en suelo italiano, recibiera refuerzos que necesitaba para conquistar la capital imperial.

Después, esta ciudad se convirtió en una importante plaza del reino visigodo. Pero hacía falta esperar la llegada de la civilización andalusí –entre los años 714 y 1035- para ver esta ciudad, conocida como Turtuxa o Turtusha, en el nivel más elevado, como una influyente urbe medieval andalusí sobre el curso inferior del Ebro, gracias, en gran parte, a su activo puerto y a la riqueza y variedad de productos que, desde las lonjas y las tarazanas, comercializaba y exportaba al resto de Al-Andalus y a toda la cuenca mediterránea. Fue capital de un esplendoroso reino de taifa, llegando a acuñar moneda propia; de aquella época son los hamman descubiertos en el barrio de San Jaime.

Durante el floreciente periodo andalusí, Tortosa atrajo la atención de poetas, escritores, filósofos, geógrafos y científicos tanto de Oriente como de Occidente. El poeta al-Gaziri describió la espectacularidad de la Suda: “En la cima de una descarnada altura, donde nadie podría esperar encontrar asilo, los cuervos graznan y reposan sobre su cima, y se pueden sentir soplar todos los vientos. Aquellos que han ascendido una vez en su vida se queja, bastante, de haber desfallecido su corazón”. En lo que se refiere al ámbito político y geográfico, conviene tener en cuenta que durante los siglos XI y XII el curso inferior del río Ebro delimitaba la frontera de demarcación entre los territorios de la España alta-medieval, conocida como “el límite de la oración de la fe” (al norte del río se encontraban los condados cristianos, mientras que en el sur de la ribera derecha era dominio andalusí).

El pontífice Calixto II publicó entre 1122 y 1223 una bula por la cual declaraba cruzada el sitio de la ciudad de Tortosa, que, como veremos a continuación, no llegó a culminarse hasta una generación más tarde, al fracasar el intento de conquista. Este mérito, que se escribió con letras de oro en los anales de nuestra historia medieval, lo debemos a Ramón Berenguer IV, conde barcelonense que, en 1148, no dudó en buscar el soporte logístico de los templarios, así como los Montcada y el poder naval de la República de Génova; el pontífice de entonces, Eugenio II, también firmó una bula para el ejército cristiano. El acoso comenzó el día 1 de julio de este mismo año, y la conquista culminó a mediados de septiembre siguiente; no obstante, la capitulación no se firmaría hasta el 31 de diciembre, coincidiendo con la caída de la poderosa Suda, el último bastión. A partir de entonces se definió los límites territoriales de la ciudad de Tortosa, que aparecen en la Carta de Población, los cuales quedaron jijados desde el cuello de Balaguer hasta Ulldecona, y desde roca Folletero hasta el Mediterráneo. Después, se llevó a cabo el reparto de la ciudad; el conde de Barcelona donó el monasterio de San Cugat la quinta parte de la zona conquistada, los monjes no tardaron en venderla a la Orden del Temple. Al año siguiente (1149), la capital de las Tierras del Ebro recibía la Carta de Población, documento que le facultaba personalidad política y administrativa; era el núcleo iniciador del Llibre dels Costums de Tortosa (Libro de las Costumbres de Tortosa), el primer documento jurídico redactado en lengua catalana.

Las relaciones entre el Temple y la familia Montcada no fueron nada cordiales, especialmente después de las donaciones que el monarca Pedro II realizó a estos señores feudales. Estas diferencias llevaron a situaciones de violencia, y concluyeron en 1129, en el encuentro entre Guillem de Montcada y el maestre provincial del Temple Guillem Cadell; esta situación se confirmaría, en 1241, con la llamada Sentencia de Flix, por la cual tanto la ciudad como el castillo de Suda eran libradas a la Orden del Temple. Durante medio siglo, Tortosa estuvo bajo la tutela de los templarios, que permitieron el clima de diálogo intercultural y religioso necesario; no es una casualidad que en Tortosa llegasen hasta colectivos cátaros, entre los cuales el último prefecto Guilhèn Belibasta, como una etapa de su viaje hacia la población de Sant Mateu. También confirma este clima de diálogo conseguido en Tortosa la redacción del Llibre dels costums generals de la insigne ciutat de Tortosa (Libro de las costumbres generales de la insigne ciudad de Tortosa), recopilación de normas jurídicas llevadas a cabo en 1279, con textos anteriores al siglo XI, desarrollados en tiempos del maestre provincial Pere de Montcada; fue otro de los manuscritos redactados originariamente en lengua catalana.

Todo el tejido social de la ciudad funcionaba a la perfección; los moriscos, que llevaron a cabo las tareas agrarias; los judíos, las actividades artesanales; los cátaros, como excelentes tejedores; mientras tanto, desde lo alto, en la Suda, los templarios velaban por todos ellos, al mismo tiempo que garantizaban el paso de los peregrinos en su camino compostelano por las Tierras del Ebro. Desde el puerto fluvial de Tortosa, y también el de Campredó, salían diariamente los más preciados productos manufacturados por barcos a la Ciudad Condal, Nápoles y Sicilia.

Desde la encomienda de Barcelona recuperamos el capítulo dedicado a conocer los lugares del Reino de Aragón, donde permanecieron los templarios.

Para ello hemos recuperado un nuevo texto de nuestro amigo, el investigador y escritor D. Jesús Ávila Granados de su libro “Templarios en las tierras del Ebro”, donde nos descubre los magníficos parajes de la ribera del río Ebro donde se asentó la Orden del Temple.

Desde Temple Barcelona deseamos que su lectura os atrape.

Fotografía del Catillo de la Suda (Tortosa), enclave gobernado por el Temple.

Tortosa, Baix Ebre (Tarragona)

Tortosa, en el tramo más inferior del Ebro, gracias a su excepcional emplazamiento y a un clima benigno, fue muy codiciada por todos los pueblos, desde tiempos prehistóricos. Los Íberos (Ilercavones) fueron el principal referente cultural, y la llamaron Hibera, o Ilerca; el principal núcleo de población fue el castrum que se alzó en el cerro de la Suda. Los romanos, después de la conquista, la bautizaron como Iulia Augusta Dertosa. La victoria de éstos en Hibera Iulia, en el año 218 a. C., durante la segunda guerra púnica, impidió que Aníbal, ya en suelo italiano, recibiera refuerzos que necesitaba para conquistar la capital imperial.

Después, esta ciudad se convirtió en una importante plaza del reino visigodo. Pero hacía falta esperar la llegada de la civilización andalusí –entre los años 714 y 1035- para ver esta ciudad, conocida como Turtuxa o Turtusha, en el nivel más elevado, como una influyente urbe medieval andalusí sobre el curso inferior del Ebro, gracias, en gran parte, a su activo puerto y a la riqueza y variedad de productos que, desde las lonjas y las tarazanas, comercializaba y exportaba al resto de Al-Andalus y a toda la cuenca mediterránea. Fue capital de un esplendoroso reino de taifa, llegando a acuñar moneda propia; de aquella época son los hamman descubiertos en el barrio de San Jaime.

Durante el floreciente periodo andalusí, Tortosa atrajo la atención de poetas, escritores, filósofos, geógrafos y científicos tanto de Oriente como de Occidente. El poeta al-Gaziri describió la espectacularidad de la Suda: “En la cima de una descarnada altura, donde nadie podría esperar encontrar asilo, los cuervos graznan y reposan sobre su cima, y se pueden sentir soplar todos los vientos. Aquellos que han ascendido una vez en su vida se queja, bastante, de haber desfallecido su corazón”. En lo que se refiere al ámbito político y geográfico, conviene tener en cuenta que durante los siglos XI y XII el curso inferior del río Ebro delimitaba la frontera de demarcación entre los territorios de la España alta-medieval, conocida como “el límite de la oración de la fe” (al norte del río se encontraban los condados cristianos, mientras que en el sur de la ribera derecha era dominio andalusí).

El pontífice Calixto II publicó entre 1122 y 1223 una bula por la cual declaraba cruzada el sitio de la ciudad de Tortosa, que, como veremos a continuación, no llegó a culminarse hasta una generación más tarde, al fracasar el intento de conquista. Este mérito, que se escribió con letras de oro en los anales de nuestra historia medieval, lo debemos a Ramón Berenguer IV, conde barcelonense que, en 1148, no dudó en buscar el soporte logístico de los templarios, así como los Montcada y el poder naval de la República de Génova; el pontífice de entonces, Eugenio II, también firmó una bula para el ejército cristiano. El acoso comenzó el día 1 de julio de este mismo año, y la conquista culminó a mediados de septiembre siguiente; no obstante, la capitulación no se firmaría hasta el 31 de diciembre, coincidiendo con la caída de la poderosa Suda, el último bastión. A partir de entonces se definió los límites territoriales de la ciudad de Tortosa, que aparecen en la Carta de Población, los cuales quedaron jijados desde el cuello de Balaguer hasta Ulldecona, y desde roca Folletero hasta el Mediterráneo. Después, se llevó a cabo el reparto de la ciudad; el conde de Barcelona donó el monasterio de San Cugat la quinta parte de la zona conquistada, los monjes no tardaron en venderla a la Orden del Temple. Al año siguiente (1149), la capital de las Tierras del Ebro recibía la Carta de Población, documento que le facultaba personalidad política y administrativa; era el núcleo iniciador del Llibre dels Costums de Tortosa (Libro de las Costumbres de Tortosa), el primer documento jurídico redactado en lengua catalana.

Las relaciones entre el Temple y la familia Montcada no fueron nada cordiales, especialmente después de las donaciones que el monarca Pedro II realizó a estos señores feudales. Estas diferencias llevaron a situaciones de violencia, y concluyeron en 1129, en el encuentro entre Guillem de Montcada y el maestre provincial del Temple Guillem Cadell; esta situación se confirmaría, en 1241, con la llamada Sentencia de Flix, por la cual tanto la ciudad como el castillo de Suda eran libradas a la Orden del Temple. Durante medio siglo, Tortosa estuvo bajo la tutela de los templarios, que permitieron el clima de diálogo intercultural y religioso necesario; no es una casualidad que en Tortosa llegasen hasta colectivos cátaros, entre los cuales el último prefecto Guilhèn Belibasta, como una etapa de su viaje hacia la población de Sant Mateu. También confirma este clima de diálogo conseguido en Tortosa la redacción del Llibre dels costums generals de la insigne ciutat de Tortosa (Libro de las costumbres generales de la insigne ciudad de Tortosa), recopilación de normas jurídicas llevadas a cabo en 1279, con textos anteriores al siglo XI, desarrollados en tiempos del maestre provincial Pere de Montcada; fue otro de los manuscritos redactados originariamente en lengua catalana.

Todo el tejido social de la ciudad funcionaba a la perfección; los moriscos, que llevaron a cabo las tareas agrarias; los judíos, las actividades artesanales; los cátaros, como excelentes tejedores; mientras tanto, desde lo alto, en la Suda, los templarios velaban por todos ellos, al mismo tiempo que garantizaban el paso de los peregrinos en su camino compostelano por las Tierras del Ebro. Desde el puerto fluvial de Tortosa, y también el de Campredó, salían diariamente los más preciados productos manufacturados por barcos a la Ciudad Condal, Nápoles y Sicilia.

lunes, 20 de febrero de 2012

Evangelio Dominical: “Nunca hemos visto nada igual”


Desde la encomienda de Barcelona proseguimos con el apartado dedicado a la meditación del evangelio del día del Señor de ayer 19 de febrero.

Desde Temple Barcelona deseamos que su reflexión nos sea productiva.

Unos días después, Jesús volvió a Cafarnaún y se difundió la noticia de que estaba en la casa.
Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siquiera delante de la puerta, y él les anunciaba la Palabra.
Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres.
Y como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico.
Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados te son perdonados".
Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior:
"¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?"
Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: "¿Qué están pensando?
¿Qué es más fácil, decir al paralítico: 'Tus pecados te son perdonados', o 'Levántate, toma tu camilla y camina'?
Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados
-dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa".
El se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: "Nunca hemos visto nada igual". (Mc 2, 1-12)

Reflexión:

Muchas veces creemos que la ciencia y la tecnología humana son capaces de explicar todo lo que nos rodea, pudiéndonos de esa forma olvidar de la Majestuosidad de Dios. En el evangelio de San Marcos se refleja esa grandiosidad de Jesús inexplicable a los ojos de los hombres al poder sanar a personas desahuciadas.

Plegaria:

¡Señor!, muéstranos cada día tu Gracia y sánanos de la ignorancia para que nunca nos alejemos de Ti; porque Tuyo es el Reino, el poder y la Gloria, por los siglos de los siglos (Amén).

viernes, 17 de febrero de 2012

Conclusiones sobre las Cruzadas


Desde la encomienda de Barcelona concluimos con el apartado dedicado a conocer mejor los aspectos de las Cruzadas que a la postre, influyeron en el devenir entre dos civilizaciones distantes en lo religioso y al mismo tiempo llamadas a entenderse: cristianos y musulmanes.

Las Cruzadas sin duda produjeron un punto de inflexión para conocer los puntos fuertes y las limitaciones tanto de unos como de otros. Por ello hemos seleccionado un último texto del libro “Breve historia de las Cruzadas”, producido por el periodista y escritor Juan Ignacio Cuesta.

Desde Temple Barcelona deseamos que esta sección os haya sido útil.

Como decíamos al principio, las Cruzadas no fueron sólo unas expediciones militares destinadas a conquistar los Santos Lugares, ni su empeño principal fue proteger a los peregrinos. Esa quizá fue la intención inicial, fruto de los impulsos visionarios de algunos “santos varones” enardecidos por una indignación forzada, movidos casi siempre por un fundamentalismo religioso excesivo. Pero hay algo más, fueron movimientos migratorios que proporcionaron quehacer a cientos de miles de hombres ociosos, cuyo principal entretenimiento consistía en guerrear entre ellos.

El Imperio Romano significó uno de los estadios evolutivos más altos de cuantos ha conocido la historia. Su civilización se basó en el derecho y en una política orientada a dominar el mundo, con el fin de proporcionar la satisfacción de las necesidades más básicas y el mayor confort a sus súbditos. Durante cierto tiempo, tuvo todo el éxito que era posible con los medios de que disponían. Su poderío militar indiscutible fue garantía de estabilidad a lo largo de varios siglos. Al desmembrarse como consecuencia de la relajación, las intrigas y los abusos entró en un proceso de decadencia. El orden se sustituyó por un cierto caos y la cultura por la ignorancia. La regresión significó retroceder a visiones del mundo restringidas, egoístas y apegadas al interés personal. La lealtad fue un valor que todos reivindicaban, pero pocos practicaban. La mejor imagen la tenemos si imaginamos que los campos de cultivo se convirtieron en descampados donde se sucedían las batallas. Los cereales y las ovejas, destinados a dar de comer a miles de personas, dieron paso a la caza y la rapiña. Las pequeñas fortunas de subsistencia se convirtieron en botines para diferentes grupos de bandidos que terminaron siendo soldados profesionales al servicio del señor feudal que mejor pagara.

Sin embargo, no todo es atribuible a la imperfección humana. La naturaleza influyó también. El frío fue responsable del cambio en los hábitos agrarios y pecuarios. Una especie de “miniglaciación” obligó a sustituir unas fuentes de energía por otras. Lo que se obtenía con el arado, se consiguió después con la espada. Los productos que daba la tierra eran insuficientes, por lo tanto había que atender las necesidades propias con la hacienda de los demás. Ésta fue la esencia del feudalismo. La inseguridad se paliaba construyendo un tipo de fortificaciones formidables, cuyas ruinas salpican hoy el mundo civilizado, los castillos. Éstos, cuya función era fundamentalmente defensiva, era, como puede comprobarse hoy puesto que muchos aún permanecen en pie, fríos e insalubres. El método de obtención y almacenamiento de agua mediante aljibes fue origen de multitud de enfermedades que hicieron disminuir la expectativa de vida.

He aquí el panorama social que describe la Alta Edad Media. Las Cruzadas, de algún modo, constituyeron un alivio. Primero porque hubo una notoria disminución de la población masculina. Luego porque, al tener que desplazarse lejos, el avituallamiento se obtenía en gran parte con los botines capturados a enemigos remotos que además eran infieles, gente a la que se podía eliminar con el consentimiento y a veces la iniciativa del Papa.

Una des las consecuencias más notables es que entraron en contacto con civilizaciones cualitativamente distintas. Los frany eran bastante brutos e incultos, sin embargo los orientales estaban en el mejor momento de toda su historia. Eran muy buenos médicos, matemáticos, astrónomos tradujeron los clásicos griegos (jamás hubiéramos llegado a conocer a Aristóteles si no hubiera sido por ellos).

Su refinamiento, sofisticación y buen gusto constituían un contraste evidente. Además de todo esto, los alquimistas árabes estaban sentando las bases de la química, la física y la farmacia que posteriormente serían introducidas en Europa. Hay algunos testimonios estremecedores, como esta perla sin desperdicio: “Mandó el rey cristiano traer a un médico de Damasco. Cuando vino, se puso a contrastar su ciencia con el médico francés para atender a un hombre y una mujer que estaban enfermos. El primero sentenció que la mujer tenía un abceso en el cuero cabelludo y que había que ponerle un emplasto de barro y mostaza. El cristiano dijo que eso no era cierto. Lo que pasaba es que se había alojado un demonio en su cabeza. Así que mandó practicar un agujero y realizar un exorcismo. La mujer, que se hubiera salvado, murió. El hombre tenía la pierna llena de pústulas. El árabe opinó que se trataba de la consecuencia de una herida mal curada y recomendó que fuera lavada con agua, sal y vinagre, y luego se aplicaran trapos limpios con aceite y un ungüento hecho con ajos. Sin embargo el cristiano despreció su dictamen y le cortó la pierna. También murió. Así es como practicaban la medicina de modo tan distinto los dos sabios”.

Algunos de los cristianos, sobre todo los templarios de élite, se dieron cuenta de que estaban ante gente más inteligente y práctica, y procuraron hacerse con la mayor parte de estos conocimientos y luego administrarlos según su conveniencia, si no personalmente, si apoyando a ciertas agrupaciones sociales, como los maestros canteros, por ejemplo, que fueron los artífices del gótico. En este sentido, como ya hemos visto, su contacto con la secta de los asesinos fue esencial para introducir en Europa el uso de sustancias alucinógenas para obtener estados de alteración de conciencia con fines religiosos.

En lo militar, las campañas detuvieron el avance tanto de los turcos, como de los mogoles sobre Constantinopla y los restos del Imperio. “…la contienda que tuvo lugar a las orillas del Jordán o del Nilo se hubiera trasladado a las del Danubio o del Sena.”, nos dice certeramente el historiador César Cantú.

Las monarquías, que vieron de repente como los nobles marchaban a pelear, se vieron fuertemente reforzadas, con lo que comenzó la decadencia del feudalismo a favor de la aparición de estados más fuertes y modernos. Las ciudades empezaron a ser más influyentes que los feudos. Los castillos, con su Alfoz, fueron viendo como sus habitantes se trasladaban a ellas. En aquellos años fueron apareciendo los gremios de artesanos.

Las políticas de pactos que tuvieron que realizar distintos monarcas llevaron a concebir un modo de entender la convivencia más racional, con consecuencias diplomáticas, jurídicas y económicas que contribuyeron a pacificar algunos conflictos que habían quedado latentes.

El comercio se vio potenciado en diversos frentes. Toda la orilla del Mediterráneo vio como se construían o arreglaban nuevos puertos y mejor pertrechados. El arte de la navegación, de la cartografía y de la construcción naval experimentó un incremento positivo que sirvió para sentar las bases para realizar las grandes expediciones y descubrimientos que tuvieron lugar durante el Renacimiento. Las vías terrestres se vieron potenciadas al existir gentes que podían, en un momento dado, proteger a las caravanas enviadas por los comerciantes chipriotas, venecianos y bizantinos. En Tierra Santa confluía también la Ruta de la Seda que venía desde China, de tal modo que se creó una gran vía por la que circulaba de todo, desde Extremo Oriente hasta Gibraltar, pasando por Roma, París o Santiago de Compostela.

En el arte, en estos años aparece el movimiento trovador, que introduce la canción profana cortés, de contenido específicamente lírico. Serviría además como vehículo para la difusión de conocimientos en materias ocultas, como el ideario alquímico disimulado en el cortejo a la dama inalcanzable que tenía que tener todo caballero. La ilustración miniada de los códices románicos dio lugar a la aparición de una serie de libros con extraordinarias imágenes de contenido simbólico, como por ejemplo la obra de la monja Hildegart von Bingen o los trabajos de Roger Bacon y Raimundo Lulio (Ramón Llull), como ejemplos de una ingente producción precientífica.

Hasta aquí los aspectos positivos. Pero también las consecuencias negativas. La Iglesia, por ejemplo, perdió paulatinamente su poder terrenal para verse relegada al terreno de lo espiritual y lo económico. Su falta de autonomía para reunir ejércitos fue poco a poco terminando con sus iniciativas militares. Los musulmanes, en general, quedaron bastante resentidos contra los cristianos, sentimiento que aún perdura en muchos de ellos. También se destruyó documentación de gran valor, como la biblioteca de la fortaleza de Hassan as-Sabbah, y muchos libros que estaban en los palacios y las mezquitas orientales. Todo esto, además de la extrema violencia que acabó inútilmente con la vida de muchas personas que podían haberse visto enriquecidas en contacto con otra civilización.

En definitiva, una época turbulenta, no muy distinta de otras que ha conocido la historia de la humanidad, pero fascinante porque su conocimiento nos permite analizar las causas que influyeron en gran parte de lo que somos hoy día. Fenómenos como la aparición de la Unión Europea estaban ya en los sueños de hombres como Carlomagno. El pensamiento de los grandes filósofos posteriores se nutre, en gran parte, de las traducciones realizadas por los musulmanes de textos griegos y coptos.