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miércoles, 8 de febrero de 2012

Padre Gabriele Amorth: Una vida consagrada a la lucha contra Satanás


Desde la encomienda de Barcelona recobramos nuevamente el apartado dedicado a prevenirnos de las fuerzas del mal, de conocer cuál puede ser el resultado de una vida alejada de Nuestro Señor Jesucristo, de las trampas de Satanás que con excesiva frecuencia nos pone.

Para ello hemos seleccionado las experiencias de un experimentado exorcista que dedica su vida a la misión de liberar a las almas del sufrimiento provocado por los demonios. El padre Gabriele Amorth, nos acerca a una intensa lucha contra el Maligno en su libro “Memorie di un esorcista –La mia vita in lotta contro Satana-“, donde hemos extraído estas líneas que a continuación os divulgamos.

Desde Temple Barcelona os pedimos que tras su lectura, meditéis sobre los beneficios que nos reporta la oración y la plegaria a Dios.

¿El demonio utiliza almas de condenados?

Por los comentarios de varios exorcistas, se deduce que algunos de ellos se han encontrado con almas atormentadas. Yo mismo, en muchos casos que he tratado, he podido constatar la presencia de almas de muertos. Almas que, a causa de su obsesión demoníaca, habían decidido permanecer en un lugar y atormentar a sus habitantes.

En un caso, me enfrenté a un hombre y dos mujeres que habían muerto en una casa. Durante un tiempo, habían perturbado a la nueva familia que vivía allí. A veces, nuestras interminables oraciones de exorcismo no surten efecto con estas almas. Lo ideal sería adaptar algunas de las oraciones que rezamos a los muertos y, al mismo tiempo, hablarles a estas almas condenadas, expulsarlas y hacerles comprender que la familia perturbada no alberga ningún rencor hacia ellas, que las perdona. Durante la oración, intento conducir a estas almas a la luz de Cristo, donde Dios obrará según su voluntad.

Gracias a los casos de muchos exorcistas y a los numerosos testimonios que nos ofrecen la historia, la antropología y otras religiones, sabemos que, tras la muerte, no todas las almas van de inmediato al cielo, al purgatorio o al infierno. Algunas de ellas quedan atrapadas, debido a su estrecho vínculo con lo material, o por el odio y resentimiento que sienten hacia el prójimo, o por haberse entregado al demonio. Ocasionalmente, al encontrarnos con estas almas atormentadas, descubrimos que tenemos delante a un demonio. En estas situaciones es importante ser prudentes, pues existe la posibilidad de liberar el alma, pero también es posible que, durante la lucha, ésta vuelva con el demonio. El diablo es un maestro de la mentira, y siempre intenta engañarnos. Debemos tener presente que si el Señor permite estos sucesos es por una razón específica, y que siempre podremos extraer conocimientos beneficiosos de todo ello.

En los últimos años, la mayor parte de los casos tiene relación con almas poseídas, utilizadas y manipuladas por el demonio con el fin de perturbar o aterrorizar a individuos y familias. El origen de algunos de estos casos es una antigua maldición lanzada contra la familia.

Otra cuestión que se plantea es si son necesarios muchos exorcismos, lo cual depende de la situación. Por ejemplo, si se trata de una persona iniciada en la magia negra para convertirse en sacerdotisa o sacerdote, lo normal es que se precisen muchos exorcismos. Yo he visto a un exorcista muy piadoso y devoto que, pese a rezar y ayunar, tuvo que repetir muchas veces los exorcismos. También he visto algún exorcista que manifestaba su orgullo y cierta ambición. El demonio, cuando ve orgullo y ambición en el exorcista, encuentra exactamente lo que busca: un oponente que no se concentra en su ministerio. Es lo mismo que sucede en el Evangelio, cuando los discípulos le preguntan al Señor por qué ellos no han podido expulsar a los demonios, y Él les responde: “Esta clase de demonios se expulsa sólo con la oración y el ayuno”, lo cual significa que sólo deben sentirse instrumentos de la presencia salvadora del Señor.

A pesar de los avances de la tecnología moderna, únicamente somos capaces de distinguir los hechos y situaciones a los que nos enfrentamos gracias a nuestra condición de exorcistas. El demonio no conoce barreras ni límites a la hora de someter a personas o almas. Desde una perspectiva histórica, si comparamos los casos actuales con los casos publicados o considerados como ejemplos típicos de posesiones o vejaciones demoníacas, veremos muchos cambios. Hoy en día, ciertos fenómenos o reacciones se atribuyen a enfermedades mentales. Sin embargo, sólo cuando nosotros, mediante el exorcismo, analizamos y provocamos al individuo, podemos detectar si aquello que se ha etiquetado como enfermedad mental lo es realmente, o si, por el contrario, se trata de un trastorno maléfico. Para detectarlo, nos basamos en signos y fenómenos observables, o en provocaciones silenciosas (por ejemplo, llevamos encima la Eucaristía sin decírselo a nadie); a veces utilizamos agua bendita con sal bendecida, o la misma agua que empleamos en las liturgias pascuales, y observamos cuál de ellas beben y cuál rechazan. Los pacientes siempre reconocen el agua bendita con sal; durante años, he visto cómo me la escupían a la cara cuando había una presencia demoníaca en la persona.

Debemos actuar con sumo cuidado, pues, en este mundo en el que vivimos y trabajamos, el demonio quiere destruir el poder de la Iglesia destruyendo el sacerdocio de Cristo. Por eso tenemos que aprender a colaborar con los médicos, incluso en el ámbito de la salud mental, porque ellos pueden prestarle un notable servicio a la Iglesia. Tenemos que aprender a confiar en sus afirmaciones, y ellos también deben confiar en nosotros. Después de todo, compartimos un mismo objetivo: salvar al individuo como persona.

Odio y conversión

¿El demonio intenta que lo odien?

No. Intenta odiar, inducir al odio a todo el mundo. Uno de los principales obstáculos para liberarse es no ser capaz de perdonar con el corazón. Si una persona siente rencor contra alguien y no puede superarlo, no consigue liberarse. ¿Por qué el Señor permite que muchas personas buenas, incluso niños, se hallen en esta situación? No lo sé, sólo sé que los exorcismos hacen mucho bien. Lo primero que pregunto es: “¿Vas a misa todos los domingos? ¿Te confiesas a menudo?”. Y la mayoría de las veces me responden que no. Entonces les doy el folleto con los diez mandamientos y digo: “Tienes que empezar por aquí”. “Vivo en pareja”, me dicen. Un gran número de personas vive en el pecado y entonces no puedo hacer nada. Con todo, veo muchas conversiones. Desde que hago exorcismos, he visto muchas más conversiones que antes. El exorcismo es una vía de conversión, y no me refiero únicamente al interesado más directo.

¿Qué le pregunta al demonio?

Cuando dialogo con los demonios mi único objetivo es la liberación de la persona. Hace muchos años leí un libro extenso, publicado en América y escrito por un exorcista, un conocido teólogo que quiso entablar diálogos con el demonio. Y el demonio siempre lo engañaba. Es muy inteligente. ¡Es un ángel! Conserva la inteligencia, fuerza y libertad de un ángel. No hay que entrar en discusiones con el demonio. Sólo le pregunto cosas útiles para la liberación. Así, poco a poco, me entero de cuándo se hizo el maleficio, en el caso de que sea un maleficio; o de cuándo, cómo y por qué entró el demonio en la persona.

No debemos olvidar que el diablo es mentiroso; por eso hay que relativizar y, si es posible, comprobar sus respuestas. Mientras exorcizaba a una chica, le pregunté: “¿Cuándo entraste, qué edad tenía la chica?”. “Dieciséis años”, me respondió. Al terminar el exorcismo, le pregunté a la joven: “¿Cuándo empezaste a sentirte mal?”. “A los dieciséis años”, contestó. Les pregunté a sus padres “¿Cuándo empezó a sentirse mal su hija?”. “A los dieciséis años”, confirmaron. Entonces me dije: “Bien, esta vez el demonio ha dicho la verdad”. Hay que comprobarlo todo, especialmente un dato fundamental: el origen de la vejación o posesión, quién es le autor del maleficio. Hay que comprobarlo, porque el demonio pretende sembrar odios y rencores, y puede decir que ha sido la suegra, la hermana, la prima o la tía, y luego se descubre que no es cierto. Otras veces, en cambio, averiguamos que la suegra estaba furiosa porque creía que la chica le había robado a su hijo… Algunas madres son tan celosas que cuando sus hijos se casan es un desastre. Y si, tras investigar el caso, averiguamos que la suegra se dedicaba a la brujería o algo por el estilo, entonces podemos decir: “Puede que sea cierto”. También debemos preguntar las causas, e fin que se persigue con el maleficio. Como hemos visto, a veces se lanzan maleficios para que las víctimas no se casen, o no encuentren trabajo…

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