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viernes, 17 de febrero de 2012

Conclusiones sobre las Cruzadas


Desde la encomienda de Barcelona concluimos con el apartado dedicado a conocer mejor los aspectos de las Cruzadas que a la postre, influyeron en el devenir entre dos civilizaciones distantes en lo religioso y al mismo tiempo llamadas a entenderse: cristianos y musulmanes.

Las Cruzadas sin duda produjeron un punto de inflexión para conocer los puntos fuertes y las limitaciones tanto de unos como de otros. Por ello hemos seleccionado un último texto del libro “Breve historia de las Cruzadas”, producido por el periodista y escritor Juan Ignacio Cuesta.

Desde Temple Barcelona deseamos que esta sección os haya sido útil.

Como decíamos al principio, las Cruzadas no fueron sólo unas expediciones militares destinadas a conquistar los Santos Lugares, ni su empeño principal fue proteger a los peregrinos. Esa quizá fue la intención inicial, fruto de los impulsos visionarios de algunos “santos varones” enardecidos por una indignación forzada, movidos casi siempre por un fundamentalismo religioso excesivo. Pero hay algo más, fueron movimientos migratorios que proporcionaron quehacer a cientos de miles de hombres ociosos, cuyo principal entretenimiento consistía en guerrear entre ellos.

El Imperio Romano significó uno de los estadios evolutivos más altos de cuantos ha conocido la historia. Su civilización se basó en el derecho y en una política orientada a dominar el mundo, con el fin de proporcionar la satisfacción de las necesidades más básicas y el mayor confort a sus súbditos. Durante cierto tiempo, tuvo todo el éxito que era posible con los medios de que disponían. Su poderío militar indiscutible fue garantía de estabilidad a lo largo de varios siglos. Al desmembrarse como consecuencia de la relajación, las intrigas y los abusos entró en un proceso de decadencia. El orden se sustituyó por un cierto caos y la cultura por la ignorancia. La regresión significó retroceder a visiones del mundo restringidas, egoístas y apegadas al interés personal. La lealtad fue un valor que todos reivindicaban, pero pocos practicaban. La mejor imagen la tenemos si imaginamos que los campos de cultivo se convirtieron en descampados donde se sucedían las batallas. Los cereales y las ovejas, destinados a dar de comer a miles de personas, dieron paso a la caza y la rapiña. Las pequeñas fortunas de subsistencia se convirtieron en botines para diferentes grupos de bandidos que terminaron siendo soldados profesionales al servicio del señor feudal que mejor pagara.

Sin embargo, no todo es atribuible a la imperfección humana. La naturaleza influyó también. El frío fue responsable del cambio en los hábitos agrarios y pecuarios. Una especie de “miniglaciación” obligó a sustituir unas fuentes de energía por otras. Lo que se obtenía con el arado, se consiguió después con la espada. Los productos que daba la tierra eran insuficientes, por lo tanto había que atender las necesidades propias con la hacienda de los demás. Ésta fue la esencia del feudalismo. La inseguridad se paliaba construyendo un tipo de fortificaciones formidables, cuyas ruinas salpican hoy el mundo civilizado, los castillos. Éstos, cuya función era fundamentalmente defensiva, era, como puede comprobarse hoy puesto que muchos aún permanecen en pie, fríos e insalubres. El método de obtención y almacenamiento de agua mediante aljibes fue origen de multitud de enfermedades que hicieron disminuir la expectativa de vida.

He aquí el panorama social que describe la Alta Edad Media. Las Cruzadas, de algún modo, constituyeron un alivio. Primero porque hubo una notoria disminución de la población masculina. Luego porque, al tener que desplazarse lejos, el avituallamiento se obtenía en gran parte con los botines capturados a enemigos remotos que además eran infieles, gente a la que se podía eliminar con el consentimiento y a veces la iniciativa del Papa.

Una des las consecuencias más notables es que entraron en contacto con civilizaciones cualitativamente distintas. Los frany eran bastante brutos e incultos, sin embargo los orientales estaban en el mejor momento de toda su historia. Eran muy buenos médicos, matemáticos, astrónomos tradujeron los clásicos griegos (jamás hubiéramos llegado a conocer a Aristóteles si no hubiera sido por ellos).

Su refinamiento, sofisticación y buen gusto constituían un contraste evidente. Además de todo esto, los alquimistas árabes estaban sentando las bases de la química, la física y la farmacia que posteriormente serían introducidas en Europa. Hay algunos testimonios estremecedores, como esta perla sin desperdicio: “Mandó el rey cristiano traer a un médico de Damasco. Cuando vino, se puso a contrastar su ciencia con el médico francés para atender a un hombre y una mujer que estaban enfermos. El primero sentenció que la mujer tenía un abceso en el cuero cabelludo y que había que ponerle un emplasto de barro y mostaza. El cristiano dijo que eso no era cierto. Lo que pasaba es que se había alojado un demonio en su cabeza. Así que mandó practicar un agujero y realizar un exorcismo. La mujer, que se hubiera salvado, murió. El hombre tenía la pierna llena de pústulas. El árabe opinó que se trataba de la consecuencia de una herida mal curada y recomendó que fuera lavada con agua, sal y vinagre, y luego se aplicaran trapos limpios con aceite y un ungüento hecho con ajos. Sin embargo el cristiano despreció su dictamen y le cortó la pierna. También murió. Así es como practicaban la medicina de modo tan distinto los dos sabios”.

Algunos de los cristianos, sobre todo los templarios de élite, se dieron cuenta de que estaban ante gente más inteligente y práctica, y procuraron hacerse con la mayor parte de estos conocimientos y luego administrarlos según su conveniencia, si no personalmente, si apoyando a ciertas agrupaciones sociales, como los maestros canteros, por ejemplo, que fueron los artífices del gótico. En este sentido, como ya hemos visto, su contacto con la secta de los asesinos fue esencial para introducir en Europa el uso de sustancias alucinógenas para obtener estados de alteración de conciencia con fines religiosos.

En lo militar, las campañas detuvieron el avance tanto de los turcos, como de los mogoles sobre Constantinopla y los restos del Imperio. “…la contienda que tuvo lugar a las orillas del Jordán o del Nilo se hubiera trasladado a las del Danubio o del Sena.”, nos dice certeramente el historiador César Cantú.

Las monarquías, que vieron de repente como los nobles marchaban a pelear, se vieron fuertemente reforzadas, con lo que comenzó la decadencia del feudalismo a favor de la aparición de estados más fuertes y modernos. Las ciudades empezaron a ser más influyentes que los feudos. Los castillos, con su Alfoz, fueron viendo como sus habitantes se trasladaban a ellas. En aquellos años fueron apareciendo los gremios de artesanos.

Las políticas de pactos que tuvieron que realizar distintos monarcas llevaron a concebir un modo de entender la convivencia más racional, con consecuencias diplomáticas, jurídicas y económicas que contribuyeron a pacificar algunos conflictos que habían quedado latentes.

El comercio se vio potenciado en diversos frentes. Toda la orilla del Mediterráneo vio como se construían o arreglaban nuevos puertos y mejor pertrechados. El arte de la navegación, de la cartografía y de la construcción naval experimentó un incremento positivo que sirvió para sentar las bases para realizar las grandes expediciones y descubrimientos que tuvieron lugar durante el Renacimiento. Las vías terrestres se vieron potenciadas al existir gentes que podían, en un momento dado, proteger a las caravanas enviadas por los comerciantes chipriotas, venecianos y bizantinos. En Tierra Santa confluía también la Ruta de la Seda que venía desde China, de tal modo que se creó una gran vía por la que circulaba de todo, desde Extremo Oriente hasta Gibraltar, pasando por Roma, París o Santiago de Compostela.

En el arte, en estos años aparece el movimiento trovador, que introduce la canción profana cortés, de contenido específicamente lírico. Serviría además como vehículo para la difusión de conocimientos en materias ocultas, como el ideario alquímico disimulado en el cortejo a la dama inalcanzable que tenía que tener todo caballero. La ilustración miniada de los códices románicos dio lugar a la aparición de una serie de libros con extraordinarias imágenes de contenido simbólico, como por ejemplo la obra de la monja Hildegart von Bingen o los trabajos de Roger Bacon y Raimundo Lulio (Ramón Llull), como ejemplos de una ingente producción precientífica.

Hasta aquí los aspectos positivos. Pero también las consecuencias negativas. La Iglesia, por ejemplo, perdió paulatinamente su poder terrenal para verse relegada al terreno de lo espiritual y lo económico. Su falta de autonomía para reunir ejércitos fue poco a poco terminando con sus iniciativas militares. Los musulmanes, en general, quedaron bastante resentidos contra los cristianos, sentimiento que aún perdura en muchos de ellos. También se destruyó documentación de gran valor, como la biblioteca de la fortaleza de Hassan as-Sabbah, y muchos libros que estaban en los palacios y las mezquitas orientales. Todo esto, además de la extrema violencia que acabó inútilmente con la vida de muchas personas que podían haberse visto enriquecidas en contacto con otra civilización.

En definitiva, una época turbulenta, no muy distinta de otras que ha conocido la historia de la humanidad, pero fascinante porque su conocimiento nos permite analizar las causas que influyeron en gran parte de lo que somos hoy día. Fenómenos como la aparición de la Unión Europea estaban ya en los sueños de hombres como Carlomagno. El pensamiento de los grandes filósofos posteriores se nutre, en gran parte, de las traducciones realizadas por los musulmanes de textos griegos y coptos.

4 comentarios:

  1. Gracias y espero que DIOS te bendiga por que necesitaba esta tarea urgente GRACIAS que te vaya muy bien :D :D

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  2. Gracias a ti por seguir la página.
    Espero que te haya servido.
    Un saludo y que Dios te bendiga.

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  3. Me gusto el comentario sobre las consecuencias de Las Cruzadas

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