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viernes, 3 de febrero de 2012

La muerte de san Luis


Desde la encomienda de Barcelona continuamos con el apartado dedicado a conocer mejor la historia del las Cruzadas, ese pasado bélico entre cristianos y musulmanes. Hoy trataremos la octava Cruzada, donde hemos extraído un texto del periodista y escritor Juan Ignacio Cuesta de su libro “Breve historia de las Cruzadas”, donde de manera resumida nos hablará del protagonismo que adquirió san Luis.

Desde Temple Barcelona estamos convencidos que os gustará su contenido.

Interior del castillo del Krak de los caballeros

El fracaso de la anterior operación militar no desanimó a San Luis que quiso repetirla a toda costa para hacer un nuevo intento de recuperar el Santo Sepulcro.

Balduino II, el emperador latino de Constantinopla, había intentado en 1238 conseguir su ayuda para mantenerse en el poder. Para ello consiguió que los venecianos le devolvieran la corona de Espinas de la Pasión, que le regaló. El rey francés la llevó a París, donde construyó para ella el inmenso relicario que es la Saint-Chapelle. Desde entonces quería a toda costa ser el rey de Jerusalén. No es de extrañar pues este empeño.

Los mamelucos se sentían fuertes tras sus últimas victorias, y Bizancio, ocupada de nuevo por los griegos, andaba como siempre revuelta en numerosas luchas intestinas.

Los preparativos tardaron tres años en completarse. A su término, el rey francés embarcó en Aigües-Mortes camino de Túnez. El desembarco tuvo lugar en Cartago. Le acompañaban seis mil hombres. El rey tunecino Muley-Mostansah le había prometido ayuda y convertirse al cristianismo, pero era sólo una estratagema para ganar tiempo. Carlos de Anjou, rey de Nápoles, hermano del francés, había tratado de conseguir el fin de los ataques de los piratas turcos tratando de convencerle de la conveniencia de esa medida, prometiéndole grandes ventajas y beneficios.

Al sentirse engañado, comenzó el asedio de la ciudad. Pero los cristianos sufrieron una epidemia de peste bubónica que acabó con la vida del hijo del rey y del embajador del Papa entre otros.

San Luis se empeñó personalmente en acciones para cuidar y aliviar los sufrimientos de sus hombres, lo que tuvo como consecuencia que contrajera la enfermedad. Fallecería el día 25 de agosto del año 1270.

Mientras tanto, Baybars se dispuso a mandar una expedición de ayuda del turco, pero al recibir la noticia de la muerte del rey cristiano y de gran parte de sus tropas, prefirió centrarse en otras acciones punitivas contra los frany que quedaban en la región. Por ejemplo, en el mes de marzo del año 1271, consiguió entrar en la fortaleza más siniestra construida en Tierra Santa, el Hosn-al-Akrad, más conocido como el Krak de los caballeros, que había resistido al mismísimo Yusuf, el gran Saladino.

Carlos de Anjou se puso al mando de las tropas y se dirigió contra el sultán. Tras varias batallas en las que vencieron los cristianos, se firmó un tratado de paz mediante el que tendría que pagar doscientas mil onzas de oro, liberar a todos los cautivos y consentir la edificación de iglesias en todo el reino. Túnez pasaría a partir de este momento a ser tributaria de Sicilia.

El regreso de las tropas fue desastroso. Una tormenta hundió un gran número de barcos con todos sus tripulantes, unos cuatro mil aproximadamente. Ese fue el triste epílogo de la historia de las Cruzadas, aunque realmente todo no terminará aquí ni mucho menos, porque la crónica del enfrentamiento entre dos religiones, culturas y civilizaciones, seguiría permanente a lo largo del tiempo y llegará hasta nuestros días. Aquellos ayubbíes, por ejemplo, que sufrieron tanto a manos de los turcos, gracias al coronel inglés Thomas Edward Lawrence (Lawrence de Arabia), volverían a dar a los otómanos, años después, muchos quebraderos de cabeza. Los mogoles quedaron relegados en sus estepas centroasiáticas, manteniendo las antiguas tradiciones ecuestres que les señalan como los mejores jinetes de todos los tiempos.

Como hemos visto, la visión romántica que algunos no s han transmitido de aquellos caballeros que, en nombre de la fe, fueron a conquistar los Santos Lugares, en realidad es falsa. Aquel fue un tiempo brutal, que protagonizaron hombres brutales y el resultado fue ese: brutalidad desmedida por ambas partes, si bien los musulmanes en ese momento estaban cultural y precientíficamente mucho más avanzados que los cristianos. No se consiguió el objetivo principal, pero el resultado fue que la vieja Europa empezó a recuperar parte de la civilización perdida con la caída del imperio Romano, mientras que el Islam quedó estancado en algunos de los aspectos culturales en los que tanto habían destacado. Los únicos que siguieron los postulados de la Tradición fueron los sufíes, mantenedores de la sabiduría de los antiguos griegos, que consideraban el Universo como un conjunto de esferas que se movían armónicamente, movimiento que reflejaron en sus danzas.

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