© 2009-2019 La página templaria que habla de cultura, historia y religión - Especial 'Proceso de los templarios'

miércoles, 22 de febrero de 2012

Padre Gabriele Amorth: una vida consagrada a la lucha contra Satanás.


Desde la encomienda de Barcelona seguimos con nuestra idea de difundir a todos nuestros lectores de los peligros que conlleva el alejarse de una vida en Cristo y practicar métodos ocultistas para un fin codicioso o malicioso.

Por ello hemos seleccionado un nuevo texto del exorcista contemporáneo más conocido en todo el mundo, se trata del padre Gabriele Amorth, donde en su libro “Memorie di un esorcista –La mia vita in lotta contro Satana-“, ahonda en prevenirnos del demonio, alejándonos de él y de su entorno; invitándonos a imitar a Jesús.

Desde Temple Barcelona aconsejamos su lectura debidamente meditada.

Un hechizo de muerte

Tras haber clasificado los maleficios, ahora voy a incluir el testimonio de un caso en el que hubo un hechizo de verdad. Digo “de verdad” porque, en la mayoría de los casos, nos encontramos con hechizos y antídotos (es decir, contrahechizos) preparados por charlatanes, impostores y demás. Pero también hay hechizos de verdad, auténticos maleficios, esto es, “males causados con la intervención del demonio”. Son hechizos efectuados por brujos de verdad, personas que han hecho un pacto con Satanás, seguidores de su culto. Personas que suelen vivir con envidia, odio y perfidia, lo mismo que el demonio. Es importante dejar claro todo esto, porque hoy en día mucha gente, incluso muchos curas, no creen en la existencia de los hechizos. Además, algunos sacerdotes, para eliminar los miedos de quienes se obsesionan con los hechizos, predican su inexistencia. Sin embargo, no se puede inculcar la verdad a partir de una mentira.

Una joven se sentía muy mal desde hacía tres años, aunque sólo por las noches. En cuanto entraba en su dormitorio, empezaba a perder el conocimiento, respiraba con creciente dificultad, estaba a punto de ahogarse y caía desmayada. Su madre la llevaba a urgencias y, al entrar en el hospital, las molestias desaparecían.

Los médicos no le encontraban nada, su salud parecía ser perfecta. Regresaba a casa y otra vez los mismos síntomas, pero sólo cuando entraba en su dormitorio, concretamente cuando apoyaba la cabeza en la almohada: inquietud, náuseas, una jaqueca insoportable. Los dolores eran tan fuertes que no podía dormir, y nada le aliviaba. La visitaron distintos especialistas; tras muchos análisis, concluyeron que podía tratarse de ataques epilépticos, aunque esta enfermedad nunca apareció en ningún encefalograma ni en otras pruebas médicas.

Un día, una señora amiga de la familia les aconsejó que fueran a ver a un exorcista. Después de tres exorcismos y tres bendiciones a la casa, no se obtuvo ninguna reacción ni mejoría; los dolores de la joven persistían. Le recomendaron que llevara una vida cristiana más ferviente e intensa y que utilizase agua exorcizada; además, le sugirieron a la familia que abriera todas las almohadas de las camas. Le dieron este último consejo porque creían que podía haber algún maleficio en la almohada de la joven y, como pensaron que tal vez se sentiría humillada si se lo pedían a ella sola, dieron la misma indicación a toda la familia. Todas las almohadas eran de plumas; las había confeccionado la madre de la joven. En el resto de almohadas no se halló nada sospechosos, pero en la de la chica encontraron una tela negra de muerto, tan grande como la almohada, ribeteada de plumas, como una corona mortuoria. Le aconsejaron que echara agua bendita sobre la almohada y que luego la quemaran. Quizá fue un error; podían haber conservado la tela negra como prueba, para los que no creen en los maleficios.

El caso es que, después de hacerlo, los dolores cesaron. La joven volvió a dormir bien, y los malestares desaparecieron. Ya han pasado muchos meses desde que quemaron la almohada. La chica está bien, ha retomado todas sus actividades cotidianas, vive y duerme, y la famita ha recobrado la serenidad.

Evidentemente, se trataba de un hechizo de muerte. La tela negra, introducida en la almohada por arte de magia, debía conducir poco a poco a la joven a la desesperación y la muerte. Investigaron con prudencia y decisión para averiguar quién podía ser el autor de los hechos. Y descubrieron que una familia vecina, por odio y envidia, había encargado el hechizo de muerte contra toda la familia, aunque sólo había funcionado con la hija. Por supuesto, la madre juró haber confeccionado la almohada de su hija igual que las demás, sin meter nada dentro que explicara la presencia de la tela negra.

Una suegra ocultista

Siguiendo con los maleficios causados por los familiares, incluyo aquí el testimonio de una víctima.

“Me casé hace dos años. Por desgracia, la familia de mi mujer nunca ha aceptado mi matrimonio, especialmente mi suegra, que ni siquiera vino a la boda de su hija. Escribo todo esto porque estamos viviendo algo indescriptible desde hace cuatro años, contando también los dos de noviazgo.

La hostilidad de mi suegra se debe a que ella había planeado la boda de su hija con un ex novio; pero la chica no quiso saber nada de él, pues era un hombre violento y posesivo, que dominaba a su novia (es decir, mi mujer) con continuas amenazas. Al fin, la joven se rebeló y rompió con él.

Debo añadir que mis suegros se habían hecho muy amigos de los padres del ex novio. Mi suegra y la madre de él compartían la pasión por el ocultismo, en especial por la cartomancia. A través de varios conocidos, descubrimos que mi suegra había gastado millones de liras consultando con cartománticos para lograr que nos divorciáramos. Y no voy a decir lo que esta mujer intentó hacerle a su propia hija, porque resultaría increíble.

Antes de casarnos teníamos una escuela de orfebrería. Mi suegra le dijo a su hija que en esta escuela ocurriría algo malo. Parece cuento, pero no lo es: tuve una serie de problemas inexplicables y, al cabo de pocos meses, me vi obligado a cerrar la escuela. De repente me encontré sin trabajo e intentaba salir adelante como podía. Nos casamos gracias a la ayuda de un tío de mi mujer, un hermano de su madre.

Mi suegra sólo llamaba para decir que nuestro matrimonio no iba a durar, porque yo no sería capaz de hacer nada en la vida. Desde entonces todo lo que empiezo acaba torciéndose al poco tiempo. Y pensar que mis suegros tienen un negocio que funciona y le dan trabajo al ex novio de mi mujer, pero no se lo dan a su hija…Una vez, tras hablar de nuestros problemas con un sacerdote, éste nos aconsejó que bendijéramos la casa, porque de noche nuestra cama baila. Llamamos a un cura para la bendición, pero no quiso entrar; se quedó en la puerta hablando de Jesucristo, mientras me envolvía el olor a incienso. Al fin hizo una bendición apresurada y se marchó enseguida.

No puedo contar todo lo ocurrido en una carta, porque sería demasiado larga. Además, si lo contara me tomarían por loco. Mi suegra sólo espera que nos separemos. Estamos cansados, física y mentalmente. Lamentablemente, la idea de divorciarnos nos ronda por la cabeza, porque esto no es vida, sino una mala forma de sobrevivir.”

Hemos elegido este caso porque no es nada raro que ocurran episodios semejantes. De momento, tras un año de exorcismos, no hemos obtenido ningún resultado positivo. Pero seguimos en ello, con la certeza de que Dios jamás abandona a los hijos que recurren a Él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario