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jueves, 12 de abril de 2012

El padre Gabriele Amorth: una vida consagrada a la lucha contra Satanás


Desde la encomienda de Barcelona retomamos el apartado dedicado a conocer la experiencia del exorcista del Vaticano, el padre Gabriele Amorth, donde esta vez nos explica la importancia que tienen algunos elementos para poder dominar a las fuerzas del mal.

Hemos extraído el siguiente texto de su libro Memorie di un esorcista –La mia vita in lotta contro Satana-“.

Desde Temple Barcelona deseamos que su lectura os sea beneficiosa.

Reliquias, santos, papas

Don Gabriele, usted dice que, en los exorcismos, lo más importante es la fe, pero ¿también pueden resultar efectivos símbolos u objetos vinculados a situaciones concretas?

A veces, sí. Hay reliquias que pueden ser efectivas, como la famosa cadena de san Vicino de Sarsina, pero no funcionan siempre. Le pongo un ejemplo. El exorcista más anciano de todos, el padre Cipriano De Meo (lleva unos cincuenta y siete años practicando exorcismos), que vive en San Severo di Foggia, cerca de San Giovanni Rotondo, es el postulador de la causa del padre Matteo, quien vivió en el siglo XVII. Pues bien, cuando el padre Cipriano, durante sus exorcismos, invoca: “¡Que venga el padre Matteo!”, es increíble cómo se nota la influencia del padre Matteo.

Alguna vez, yo también he intentado invocar al padre Matteo, y nada. Está claro que es muy importante tener un vínculo personal hondo y fuerte.

Yo siempre invoco al padre Pío, al padre Candido o a Juan Pablo II, que también es muy fuerte. El demonio me ha dado respuestas; recuerdo dos de ellas: “¿Por qué odias tanto a Juan Pablo II?”, le pregunto. Primera respuesta: “Porque desbarató mis planes”. Creo que se refiere a la caída del comunismo. Otras veces me responde: “Porque me ha robado a muchos jóvenes”.

El diablo odia a los sacerdotes santos ya fallecidos, y también siente una profunda hostilidad hacia los miembros vivos de la Iglesia actual, curas, obispos y el Papa, a quienes ataca con dureza. Lo malo es que, frente a un ataque de tan vasto alcance, nuestro clero y nuestro episcopado no están preparados para responder a las peticiones de ayuda, ni siquiera para escuchar. En cuanto oyen hablar de estos problemas, dicen: “¡No son más que cuentos!”.

Incluso hay exorcistas que se limitan a decirle a la gente que vaya al psiquiatra. “Ya he ido”, responden los infelices. “¡Ve al psiquiatra!”, insisten. Y también hay exorcistas que jamás han exorcizado. Escribí sobre esto en un libro, Esorcisti e psichiatri; el segundo capítulo va en contra de los exorcistas franceses, sobre todo contra Isidore Frock, su secretario, que alardeaba hasta en la televisión de no haber practicado nunca un exorcismo y afirmaba que jamás haría ninguno, aunque, por increíble que parezca, hace años escribió un libro sobre los exorcistas.

El poder de los objetos sagrados

¿Los objetos sagrados (el agua, la estola…) tienen poder para exorcizar?

Algo de eso hay, aunque no es fácil determinar con exactitud de qué se trata. Por ejemplo, a algunas personas les digo que se sienten ahí [señala un silló negro de piel sintética, estilo oficina o sala de espera de los años sesenta, cubierto con una especie de esterilla], porque no hacen mucho ruido; pueden estar muy poseídos, pero no son gritones. De todas formas, a veces aquí también recibo a algún gritón; hay casos muy penosos, ¿cómo voy a rechazarlos? Por ejemplo, tengo un joven casado, pintor de paredes. Sólo puede venir los domingos, porque trabaja en una empresa de construcción y no libra ningún sábado. Chilla, pero ¿cómo voy a decirle que no venga? Los martes y los viernes trabaja…Ahora ya no acepto más visitas, porque estoy desbordado. Hay gente que necesitaría, como mínimo, un exorcismo a la semana, y yo sólo los trato una vez al mes.

Volviendo a los objetos, la estola es uno de los más efectivos. Algunos de mis pacientes, cuando les pongo la estola sobre los hombros se la quitan. Y el agua. A algunos, el agua bendita les provoca reacciones muy fuertes, a otros no. El pintor, por ejemplo, escupe mucha espuma, una cantidad tremenda de saliva, y lanza un grito muy peculiar, fuerte y habitual en él, una especie de aullido grave…No sé por qué…A veces le pregunto medio en broma: “¿Te duele?”. Él intenta quitarle importancia, pero sé que en casa le ocurre lo mismo, porque me lo ha dicho su mujer. En cambio, en el trabajo nunca le ocurre.

¿El demonio intenta mantenerse oculto?

Es un demonio que intenta ocultarse, que quiere hacerlo sufrir, pero sin impedirle trabajar. Lo mismo le sucede a una mujer, paciente del cura al que no le han dado la facultad de exorcizar: es enfermera y, en el trabajo, se comporta de forma impecable.

En el caso del pintor, ¿cuál es el origen de la posesión?

Familiares, como sucede tantas veces. A menudo, los maleficios proceden de familiares, de personas allegadas, casi siempre por conflictos de intereses. Yo procedo de una familia de abogados y he conocido muchas familias que se quieren mucho hasta el momento de repartir la herencia. Entonces todos se convierten en lobos feroces; porque no es lo mismo un hijo soltero que uno casado, ni una hija soltera que una casada. Sólo piensan en su nueva familia y ya no les importan ni sus padres, aunque queden en la miseria, abandonados.

¿Qué efectos tiene la Cruz?

La Cruz también surte efecto en algunas personas, lo mismo que el Santísimo; yo siempre lo llevo encima, lo coloco sobre la cabeza del paciente y pregunto: “¿Qué tienes aquí? Eres tú, oh, Señor…”. Se dan perfecta cuenta de todo. El objetivo de la Eucaristía no es expulsar a los demonios, pero los demonios sufren, porque, aunque no vean a Dios, saben muy bien que existe. Y lo odian, a quien más odian es a Dios. Es un odio irreversible, de ahí la eternidad del infierno.

He ido muchas veces a Medjugorje, me siento muy vinculado a ese lugar. Las primeras apariciones se produjeron el 24 de junio de 1981. Fui allí enseguida; vivían en la miseria más absoluta, nosotros les llevábamos ropa y comida. Existía la barrera de la lengua, pero eran muy hospitalarios. Una vez, Mirjana le pidió a la Virgen: “Madre querida, ¿es posible que un condenado se arrepienta, que pida perdón? ¿Dios podría sacarlo del infierno y llevarlo al cielo?”. La Virgen, sonriendo, le contestó: “Por supuesto, Dios podría; son ellos los que no quieren”. De ahí la eternidad del infierno, la raigambre del pecado. Y quien no cree en la eternidad del infierno, no cree en el Evangelio.

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