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miércoles, 18 de abril de 2012

La resurrección del Señor


Desde la encomienda de Barcelona volvemos con el apartado dedicado a conocer mejor a la figura del Salvador. Por ello hemos seleccionado un nuevo texto del teólogo J.R. Porter de su libro “Jesus Christ”.

Esta vez, aprovechando que tenemos reciente la Semana Santa, tratamos el episodio de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

Desde Temple Barcelona estamos seguros de que su contenido nos será de gran utilidad para entender mejor los designios del Altísimo.

Imagen de Cristo resucitado

Cada evangelista presenta su propio relato sobre los sucesos que siguieron al entierro de Jesús, y aunque los entendidos han intentado con frecuencia reconciliar las cuatro narraciones, en realidad esto no es posible. No obstante, las cuatro versiones coinciden en la temática subyacente y en los patrones estructurales, lo que indica que todos se basaron en una tradición común y bien establecida.

Resulta significativo que todos los evangelios coincidan en que al tercer día del entierro se descubrió que la tumba de Jesús estaba vacía. Mateo, Marcos y Lucas se esfuerzan en remarcar que aquellos que lo descubrieron sabían de cierto que la tumba a la que se dirigieron era la tumba en la que se había colocado el cuerpo de Jesús (Mc 15, 47 y paralelos). En Mateo, las autoridades del Templo sobornaron a las guardas del sepulcro para que dijeran que los discípulos habían robado el cadáver (Mt 28, 15). Es improbable que este episodio sea históricamente cierto, pero sugiere que el conocimiento de que la tumba estaba vacía se extendió rápidamente y fue aceptado.

Un segundo elemento coincidente es que una o más mujeres descubrieron que la pesada piedra que cerraba la tumba había sido corrida y que el cuerpo de Jesús había desparecido (Mc 16, 3-4 y paralelos). Ellas visitaron la tumba porque tenían miedo de que el cuerpo de Jesús no hubiera recibido un entierro adecuado. Esta preocupación es coherente con la manera en que las discípulas procuraron por Jesús durante su ministerio (Mc 15, 40-41 y paralelos). Un elemento común a todos los sinópticos es que las mujeres se enfrentaron a uno o varios seres sobrenaturales, los cuales les aseguraron que Jesús había resucitado de la muerte. Seguidamente, en Marcos y Mateo se ordena a las mujeres que expliquen a los discípulos que Jesús va a su encuentro en Galilea, donde le encontrarán sus seguidores (Mc 16, 5-7 y paralelos).

Para la época, es remarcable el hecho de que se diera crédito al primer testimonio de la Resurrección en boca de las mujeres, lo que por sí sólo supone un obstáculo para aceptar que los relatos de los evangelios tienen algún tipo de base histórica. Bajo la ley hebrea, las mujeres no eran aceptadas como testigos en los juicios y, al principio, los discípulos varones no creyeron lo que les contaban las mujeres (Mc 16, 11; Lc 24, 10-11).

El final del Evangelio según Marcos

Todos los relatos de las apariciones del Jesús resucitado del Evangelio según Marcos aparecen en sus versículos finales (Mc 16, 9-20). En general, los entendidos están de acuerdo en que estos pasajes on un añadido posterior y que la obra concluía con Marcos 16, 7-8; un ser angelical que anunciaba que Jesús “ha resucitado” y ordenaba a las tres mujeres que habían acudido a la tumba que contasen a los discípulos que Jesús les precedería hasta Galilea. Pero las mujeres huyeron y “no decían nada a nadie porque tenían miedo”.

Si Marcos no acabó nunca el evangelio, ¿fue quizás porque se interpuso la muerte, o se perdió el final original? Ambas teorías han sido debatidas, pero en la actualidad muchos eruditos creen que Marcos se propuso concluir con el versículo 16, 8. Al hacerlo así, finalizó con una nota que demostraba simplemente el tremendo y atemorizante efecto que causó la Resurrección en los creyentes de a pie. Se ha apuntado que Marcos recoge tres veces la predicación de Jesús de que resucitaría al tercer día (Mc 8, 31; 9, 31; 10, 34). El angelical “joven” simplemente confirma el cumplimiento de la promesa de Jesús y no es necesaria otra prueba. Más aún, los relatos de las apariciones de Jesús debían de ser bien conocidos por sus lectores.

En un primer momento, muchos lectores se sintieron evidentemente incómodos con el final aparentemente brusco de Marcos y la falta de historias sobre la Resurrección. Se añadieron versículos que se leen como un resumen de las apariciones posteriores a la Resurrección de los otros evangelios: la aparición ante María Magdalena (compárese Mt 18, 1-10); el encuentro en el camino con Emaús (Lc 24, 13-32); la aparición de Jesús a los discípulos y sus instrucciones (Mt 28, 16-20; Lc 24, 36-53; Jn 20, 26-29; 21, 1-23). Su único hecho distintivo –la promesa de que los creyentes poseerían un poder especial (16, 17-20)- refleja la experiencia de la Iglesia primitiva (Lc 10, 17; 10, 19; Act 2, 1-4; 5, 16; 28, 1-6; 8; 1 Cor 12, 10).

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