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martes, 29 de mayo de 2012

Templarios en las tierras del Ebro



Desde la encomienda de Barcelona queremos volver a trazar un recorrido por los lugares más bellos bañados por el río Ebro donde estuvieron habitando los caballeros templarios del Reino de Aragón.

Para ello hemos vuelto a seleccionar otro texto de nuestro amigo, escritor y divulgador cultural, D. Jesús Ávila Granados, de su libro “Templarios en las tierras del Ebro”, una guía para el viajero llena de historia y leyendas que acompañaran al lector por parajes que aún perduran en el tiempo.

Desde Temple Barcelona, os recomendamos su lectura.

Fotografía del campanario de La Senia.

La Senia, Baix Ebre, Tarragona.

La villa de La Senia, sobre el homónimo río, se encuentra en el extremo SO de la comarca del Montsià, cerca del pantano de Ulldecona. Su municipio, de gran fertilidad, gracias a los manantiales y a la abundancia de norias –como rinde homenaje al escudo de esta población-, se caracteriza por sus bucólicos parajes naturales, que tienen como marco de fondo las cimas de los Puertos. La Senia ha mantenido su condición de villa medieval, como parte del recinto amurallado, así como las puertas fuertes, calles empedradas, iglesia, edificios blasonados, fuentes, hornos, almazaras…; todo un patrimonio monumental que deja extasiado al visitante actual.

La primera referencia documental de La Senia se remonta a la firma de su Carta de Población, que tuvo lugar el 17 de abril de 1232. Al año siguiente, Pedro Montcada, en tiempos del monarca Jaime I, hizo concesión feudal de la villa al tortosino Guillem de Moragues, dado el peligro de desaparición del núcleo. Y en 1241, después de la Sentencia de Flix, La Senia –igual que las otras propiedades de la poderosa familia de los Montcada, en Tortosa- pasaron al Temple, bajo la custodia de la cual se abrió un largo período de prosperidad, que se rompió en 1297. Durante aquel medio siglo, las tres comunidades de la España medieval convivieron con la mayor armonía en La Senia; los judíos, en el interior de la población, trabajando en el horno de pan, los molinos de aceite, prestando dinero y elaborando piezas de alfarería, mientras que los hispanomusulmanes, conocedores como nadie de los secretos del campo, trabajando el más pequeño espacio cultivable, que regaban con agua extraída de las entrañas de la tierra, con norias y aljibes; el curso del río Senia también se controlaba con azudes. El Temple velaba por la seguridad y las buenas formas entre los diferentes credos, a la vez que cobraba unos impuestos justos. Después, al comienzo del siglo XIV, con la caída en desgracia del Temple, La Senia pasó a los hospitalarios de Amposta, a la jurisdicción del castillo de Ulldecona, y se inició un periodo de fuertes discusiones y conflictos relacionados con la fijación de las líneas territoriales y por la competencia del agua del río.

A mediados del siglo XV, en 1462, con la guerra civil catalana, La Senia decidió formar parte en contra de Juan II; a consecuencia de esto, no tardó en ser asaltada, en dos ocasiones, por las tropas reales. En junio de 1466 se produjo la rendición, después de la entrega de armas y la izada de la bandera blanca por parte de los defensores de la plaza; esta capitulación no pudo ser más honrosa, porque se consiguió del monarca la promesa de mantener las libertades, así como los antiguos privilegios conseguidos durante el periodo templario.

Gran parte del patrimonio de La Senia es fruto de aquella intensa historia, que el viajero deberá descubrir sin prisas. Dentro de la población hay una iglesia parroquial, dedicada a san Bartolomé; el edificio actual, aunque del siglo XVIII, se alzó sobre la anterior capilla templaria; bellos arcos torales dominan el cielo del presbiterio. En la plaza Mayor vemos diversas casas solariegas, entre las cuales la Casa de los Martorell y la Casa Vidal; ambas conservan en  sus subterráneos las almazaras medievales para elaborar el aceite de oliva. La Casa Abadía fue la encomienda del Temple en La Senia. El Horno de Raimundo era el horno comunitario de la villa. Los lavaderos públicos (de la Noria y del Calvario). La fachada del Ayuntamiento Antigua es de gran interés. El Portalillo, una de las puertas del recinto amurallado. La fuente Vieja y la fuente de la calle del Carmen confirman la riqueza de agua potable de la vila; en esta última hay esculpida la figura de un Baphomet en el manantial de bronce inferior.

Si sois amantes de las grandes panorámicas, id a la Terraza, cerca de la plaza Mayor, y también a la calle Galileo, y desde estos miradores podréis contemplar la grandiosidad espacial de los Tres Castillos, cima sagrada de la antigüedad, mantenida por los templarios. La cruz de término recuerda su pasado medieval.

El municipio de La Senia también rinde homenaje al líquido elemento, como puede admirar el viajero el charco de los Arenales, una laguna fluvial de gran belleza; en el bosque de la ribera del camino de la Trenca, y al azud del Partidor. Las tradiciones agrarias se encuentran presentes en las genuinas barracas de agricultor, en los milenarios olivos de la variedad fragua del camino de Las Comas; también reviste un especial interés antropológico el horno de cal, situado en el camino de Pallerols, o el molino de la Abeja. Los campesinos medievales de La Senia fueron verdaderos jardineros del paisaje; fruto de esto tenemos hoy día, diez siglos después, esta riqueza cultural que constituye un lección de arte agrario, en todas sus dimensiones.


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