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viernes, 29 de junio de 2012

Padre Gabriele Amorth: Una vida consagrada a la lucha contra Satanás



Desde la encomienda de Barcelona volvemos a recobrar el apartado destinado a concienciar a las personas de buena voluntad a que se den cuenta de que estamos en todo momento rodeados de ángeles y demonios. Y que Satanás intenta por todos los medios apartarnos de Dios.

Para ello hemos seleccionado una nueva experiencia del exorcista padre Gabriele Amorth de su libro “Memorie di un esorcista –La mia vita in lotta contro Satana-, donde esta vez nos relatará unos nuevos episodios de exorcismos.

Desde Temple Barcelona os convidamos a que sigáis con atención su lectura.

“No te quiero a ti, quiero a mi verdadera mamá”

No son infrecuentes los casos de niños poseídos. Muchos niños, a los dos o tres años, ya…Imaginen a un niño de dos años y medio que no quiere entrar en una iglesia, no quiere ver curas, tira las imágenes sagradas que hay en casa, se pone furioso y tiene mucha fuerza. ¡A los dos años y medio! He tenido varios casos de niños pequeños y también algo mayores. Aunque sean niños, practico un exorcismo normal y observo las reacciones que se manifiestan durante el mismo.

A veces los demonios hablan y otras veces no, porque estos niños suelen quedarse mudos. Dejan de hablar; no sólo durante el exorcismo, sino en su vida normal, lo cual les crea problemas en la escuela. Parece que les hayan cosido la lengua, la boca. Y es muy difícil liberarlos. En la mayoría de los casos son maleficios. Si no, se trata de pecados cometidos por una persona allegada a los niños, alguien que ha participado en sesiones de espiritismo, se ha consagrado a Satanás, ha consultado con brujos y cartománticos o practica el ocultismo.

En lo tocante a las posesiones de niños, voy a incluir el siguiente testimonio.

Una familia compuesta por el matrimonio y tres niños. El marido es médico; antes era muy religioso, pero lleva diez años sin pisar una iglesia. Desde hace veinticinco años el padre de la mujer convive con su secretaria, y ésta forma parte de una secta satánica en la que se hacen misas negras. En el pasado la mujer no era practicante, pero hace dos años, el miércoles de Ceniza, salió de la iglesia con los ojos hinchados y doloridos, con la piel de la cara resquebrajada.

En su hogar, una casa reformada y bien equipada, todos notan fenómenos extraños. Encima de los muebles y los armarios altos suelen encontrar envoltorios de pasteles, helados y cosas por el estilo; también los encuentran dentro de los cajones, entre los demás objetos, y no puede ser cosa de los niños. El suelo se ha ahuecado varias veces, incluso en los pisos de arriba, algo imposible en esas condiciones. Las paredes de algunas habitaciones se han agrietado y sale agua. De repente, todos se arregla solo. Los electrodomésticos se estropean; llaman al electricista y funcionan perfectamente; se va el electricista y dejan de funcionar. La verja eléctrica se abre por la mañana, cuando la familia sale de casa; después, como no consiguen cerrarla, se queda abierta todo el día. Cuando regresan todo funciona bien. dentro de los armarios han encontrado cuatro veces la ropa amontonada en el estante inferior y las perchas vacías. Otras dos veces han encontrado en dicho estante gotas y manchas de sangre. Día y noche suelen oír pasos, pesados o bien suaves, como si un niño anduviera por la casa; a veces oyen el ruido de las cartas al deslizarse sobre la mesa. También oyen pelotas de ping-pong, o pelotas de futbolín que rebotan y corren por el suelo. El teléfono marca solo, sin que nadie lo toque. El televisor s enciende y apaga solo, durante la noche, sin que nadie lo toque. Las válvulas de los radiadores se abren solas, incluso en verano, de modo que los radiadores se encienden por la mañana y se apagan solos por la noche, generando un calor sofocante.

No había forma de remediarlo. Y eso no era todo. Marido y mujer, cuando estaban solos en casa, oían las voces de sus hijos y de otros parientes. El hijo pequeño, que ahora tiene cuatro años, cuando empezó a hablar lloraba y gritaba por las noches, le pegaba a su madre y la echaba de su lado diciendo: “No te quiero a ti, quiero a mi mamá”. Este episodio se repitió muchas veces. En varias ocasiones, entre los juguetes de los niños o en el suelo, encontraron bolas de excrementos humanos. Por la noche todo volvía a estar limpio y no quedaba ni rastro de ello; esas presencias odiosas sólo aparecían por la mañana. La pareja comenzó a discutir con frecuencia y sin motivo. Ahora el hijo mayor no quiere ir a la iglesia. A menudo, cuando la mujer busca el escurridor u otros objetos, no encuentra lo que necesita; pide ayuda a sus hijos, pero ellos tampoco los encuentran; en cambio, cuando llega la mujer de la limpieza, encuentra los objetos en su sitio.

Puede parecer una lista muy larga, pero nosotros, los exorcistas, oímos decir continuamente este tipo de cosas. La madre de esta familia padecía fuertes tentaciones de suicidio, sobre todo cuando iba en coche: veía como única solución salirse de la carretera y acabar de una vez.

Tras dos días con fiebre muy alta, encontró en las bragas un punto de sutura hecho con recio hilo negro. Se lo enseñó a un amigo cirujano, quien confirmó que se trataba de un punto de verdad, aunque aquel material no se usaba en cirugía; y el hilo se deshizo en las manos del cirujano.

La mujer recibía bendiciones de un sacerdote no autorizado, que, en mi opinión, hacía brujería. Preguntaba los nombres de los muertos, sobre todo si entre los familiares había niños muertos, y luego los invocaba durante las bendiciones para que lo ayudaran a expulsar a los demonios. Con estas invocaciones a difuntos y sin instar jamás al demonio a que se fuera en nombre de Jesús, la mujer no hizo más que empeorar.

Al final, vino a verme a mí. En cuanto pronuncié las palabras: In nomine Patris…cayó en trance. La vi tendida en el suelo, muy rígida, con los ojos en blanco; le chirriaban los dientes e intentaba vomitar.

Me ayudaban cuatro personas y fue necesaria la fuerza de todas ellas, pues la mujer empezó a tener reacciones violentas, a gritar, silbar, rechazar el agua exorcizada y las unciones, especialmente en la oreja derecha y la garganta. Le puse la mano en el estómago; se hinchó y endureció, como si tuviera dentro una pelota moviéndose. Cuando le ordenaba que revelase el nombre, lo intentaba, hacía verdaderos esfuerzos, pero se quedaba bloqueada. Luego empezó a retorcerse, a forcejear; tiró al suelo a un hombre fuerte que la sujetaba por los pies. Por último, dijo las frases  habituales de los demonios: “No me iré, no; ella es mía…”. Al cabo de un cuarto de hora volvió en sí y se sintió muy confortada con la súplica a la virgen de Pompeya.

Levitación

¿Ha visto en alguno de sus pacientes fenómenos de levitación?

Me ocurrió una sola vez y, a decir verdad, casi no me di cuenta. Estaba muy concentrado en la oración, en el exorcismo; además, el poseído no se levantó mucho. Era un joven, un caso raro. Fue uno de mis primeros casos y lo más singular es que conseguí liberarlo en pocos meses.

En febrero vino a recibir los primeros exorcismos, acompañado de un amigo mío franciscano que es un gigante. Siempre había otras cuatro personas para sujetarlo, ya que cuando caía en trance poseía una fuerza descontrolada. Recibía el exorcismo sentado; yo no me fijaba en él, porque estaba concentrado en la oración. De pronto, los demás me dijeron: “Mira, ¡se está levantado!”. Y vi que levitaba unos treinta o cuarenta centímetros.

Pero nunca he tenido grandes levitaciones. Puede ocurrir, desde luego, porque el demonio quiere demostrar su poder. Recordemos que el demonio no tiene ningún interés en poseer a las personas; la posesión es una actividad extraordinaria. Lo que más le interesa al demonio es su acción ordinaria, esto es, hacer caer a las personas en el pecado. Todos estamos expuestos al pecado, a la tentación, desde que nacemos hasta que morimos. A veces me preguntan: “¿El demonio también tentó a la Virgen?”, y respondo: “Sí, desde que nació hasta que murió. Es la condición humana. El demonio también tentó a Jesús. Marcos lo dice claramente; no habla de las tres tentaciones, como Mateo, pero dice que estuvo en el desierto cuarenta días y que el demonio lo tentó durante ese período y también después, siempre, toda la vida.

Al demonio le interesa que el hombre caiga en el pecado. En cambio, en los casos de posesión lo que desea es exhibir su poder. Por ejemplo, volviendo a nuestros tiempos, es interesante observar la vida de María la arabita, monja carmelita y única santa árabe, beatificada por Juan Pablo II. En dos ocasiones fue poseída y necesitó exorcismos. Durante los exorcismos, el demonio sufría enormemente; la monja blasfemaba, hacía cosas tremendas…¡No era ella! El demonio le provocaba dolores horribles para que se rebelara contra Dios. Pero cuando se liberó tras el exorcismo, la arabita decía: “Gracias, Señor…Alabado seas, Señor”. El demonio intentó hacerla caer en la desesperación, en la rebelión contra Dios, y prometió: “Te poseeré durante cuarenta días”. No consiguió hacerla caer en la desesperación; al final, el demonio y ano podía más, quería salir, peor debía quedarse, porque había prometido que estaría cuarenta días.

Durante los exorcismos, ¿Dios envía ángeles a luchar contra el demonio, o les deja todo el trabajo a ustedes?

Nunca he notado la presencia de ángeles durante los exorcismos. Voy a contarle un episodio de la vida del padre Pío. El demonio azotó al padre hasta hacerle sangre; cuando cesaron los golpes, el sacerdote le preguntó a su ángel de la guarda: “¿Por qué no has hecho nada?”. El ángel, casi llorando del disgusto, le dijo: “Porque el Señor no ha querido que hiciera nada”. El demonio fustigó al padre Pío todos los días de su vida, desde que era niño, excepto los pocos días que siguieron al momento en que recibió los estigmas. Durante unos días, el diablo no lo atacó, pero luego volvió a hacerlo cada día. Tras los asaltos y golpes, siempre se le aparecían el Señor o la Virgen: un consuelo. ¡Cuánto llegó a sufrir! Le robaba almas a Satanás y Satanás se volvía contra él; el Señor lo dejaba hacer para que el padre siguiera robándole almas a Satanás. El padre Pío logró muchas conversiones, muchísimas.



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