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martes, 9 de octubre de 2012

Descubriendo a María Magdalena



Desde la encomienda de Barcelona volvemos al nuevo apartado destinado a investigar sobre la misteriosa María Magdalena. Para ello hemos seleccionado un capítulo del teólogo catalán Lluís Busquets de su obra “Els evangelis secrets de Maria i de la Magdalena. La història amagada”, donde nos indica qué papel ocupaban las mujeres en la doctrina del cristianismo primitivo y cómo se adapta la Magdalena a tal circunstancia.

Desde Temple Barcelona os recomendamos su atenta lectura.

La Magdalena en la tradición cristiana contemporánea

Yo hemos constatado la presencia de Magdalena en textos extracanónicos, sobre todo gnósticos, cuando el canon todavía se encontraba en proceso de formación. Debemos ir evaluando estas presencias, en su mayoría surgidas del descubrimiento en 1945 de textos gnósticos en Nag Hammadi. Digamos de entrada que los diálogos entre Jesús y Magdalena de estos textos nunca fueron históricos; se trata de conversaciones inventadas por determinados cristianos de generaciones posteriores que querían promocionar sus puntos de vista poniéndolos en boca de Jesús y Magdalena.

Los textos primeros, para algunos incluso anteriores a los del canon, fueron el Evangelio de Pedro y el Evangelio de Tomás. El primero sólo nos sirve para dejar en claro que Magdalena aparece simplemente como discípulo, sin ninguna otra connotación. (Al tratarse de un texto antiguo, si hubiera existido alguna clase de relación entre ella y Jesús, parece que debería plasmarse.)

En cuanto al Evangelio de Tomás, Magdalena aparece en dos ocasiones. En la sentencia 21 formula una pregunta aparentemente inocente (“¿A quién se parecen tus discípulos?”), a la cual Jesús ofrece una larga respuesta, ya que supone una cierta oposición contra los gnósticos. Después reaparece en la sentencia 114, la última, donde se produce el ataque más hostil de Pedro, un verdadero alegato antifeminista, contra Magdalena:

‘Simón Pedro les dice: ¡Que se vaya María de entre nosotros, porque las mujeres no son dignas de la vida! Pero Jesús responde: Yo mismo la guiaré para convertirla en varón, de manera que ella también se convierta en un espíritu viviente parecido a vosotros, los varones. Porque toda mujer que se haga hombre entrará en el Reino de los Cielos.’

La postura ambigua, misógina y antifeminista de Pedro viene de lejos. En Lucas, cuando las mujeres le dicen que han encontrado el sepulcro vacío, no las cree, considera que deliran, pero va a comprobar lo que le dicen (Lc 24, 11s). Aquí encuentra a las mujeres indignas de vida eterna. ¿Por qué? La respuesta está incluida en el proceso que propone Jesús: Magdalena mujer…a varón…a espíritu…a la vida eterna. Para convertirse en espíritu y llegar al Cielo primigenio (y éste es un punto capital de los gnósticos), antes hay que haber alcanzado la perfección humana. El busilix proviene de Aristóteles: “La mujer es un macho fallido”, afirma en Reproducción de los animales. Alberto Magno todavía proclamará que la mujer es un hombre imperfecto. La perfección reside en el hombre. Por eso debe pasar por la masculinidad antes de poder alcanzar la espiritualización. No es de extrañar que a la pregunta de Salomé sobre cuándo llegará a la salvación. Jesús responda: “Cuando piséis el vestido del rubor (y pisar el vestido es escapar del cuerpo material) y cuando los dos se conviertan en una sola cosa y el macho, junto con la hembra, no sean ni macho ni hembra”. Es decir, cuando los sexos se reúnan como eran antes de separarse, según el libro del Génesis, en hombre y mujer.

Por lo que respecta a los otros textos actualmente extracanónicos, dejando a un lado de momento el Evangelio de María (Magdalena), citamos los siguientes: el Diálogo del Salvador, la Sabiduría (o Sofía) de Jesucristo, el Evangelio de Felipe, el Primer Apocalipsis de Santiago, Epistula Apostolorum y el Pistis Sophia.

En el Diálogo del Salvador se cita a Magdalena junto con Judas Tomás (no Tadeo ni Iscariote) y Mateo, pero sólo ella aparece como discípulo preeminente. El Señor llega a decir de ella: “¡Tú pones de manifiesto la abundancia del Revelador!”. (62) En un pasaje cita tres aforismos neotestamentarios de Jesús: “Basta la malicia de cada día”, “el obrero es digno de su salario” y “el discípulo se asemeja a su maestro”; entonces, el narrador concluye: “Pronunció estas palabras como mujer que lo había comprendido todo por completo” (53). Y más adelante “Cuando dejes las obras que no pueden seguirte, entonces descansaréis (68)”.

Pero también hay pasajes que hoy podríamos tildar de misóginos:

‘Judas dijo: Tú nos has dicho esto con una mente verdadera. Cuando recemos, ¿cómo debemos hacerlo?

El Señor dijo: Rezad en el lugar en el que no haya ninguna mujer.

Mateo adujo: Nos dijo “rezad en el lugar en el que no haya ninguna mujer”, lo cual significa: aniquilad las obras de la feminidad, no porque no hay ninguna otra manera de engendrar, sino para que la generación cese.

María preguntó: ¿Nunca serán eliminadas?

El Señor dijo: [Tú] sabes que parirán [una vez más], y [las obras] de la [mujer aquí] serán [aniquiladas también]’.

Comienza el texto con un interrogante sobre la oración, sobre la comunión con Dios, y la respuesta obtenida (rezar donde no haya mujer) es interpretada por Mateo de una manera del todo singular: la comunión con Dios se alcanzará cuando “las obras de la feminidad”, es decir, aquellas vinculadas a la mujer, como son la concepción y el parto, sean aniquiladas. Para los gnósticos, el mundo material no es un lugar bueno creado por un dios único, sino un desastre cósmico obra de una deidad menor. El ideal del gnóstico es escapar de este mundo. Si se sigue concibiendo y trayendo hijos al mundo, el mundo material continúa perpetuándose. Ergo, si el propósito de su religión es escapar de esta existencia material, la procreación debe ser evitada a toda costa. Algunos expertos quieren ver aquí más una resistencia que una renuncia. Sea como sea, algún día esta aniquilación será completa, como proclama Jesús.

En la Sabiduría de Jesucristo sólo se cita a cinco discípulos por su nombre, entre ellos, de forma distinguida, a María Magdalena. El Resucitado les dice: “Os he dado autoridad sobre todas las cosas como hijos de la luz”. Y se sienten alegres al disponerse a predicar el Evangelio. Magdalena, por tanto, es una más.

En el Evangelio de Felipe Magdalena es mencionada sólo dos veces, junto a la madre de Jesús, que, según este texto, no habría concebido del Espíritu Santo. Por tanto, no es mencionada con la frecuencia que desearía la novela El Código Da Vinci, que lo utiliza para probar el matrimonio entre Magdalena y Jesús, pero erróneamente. El primero de los fragmentos es éste:

‘Tres [mujeres] caminaban siempre con el Señor: María, su madre, la hermana de ésta, y la Magdalena, que es denominada “su compañera”. Así, pues, María es su hermana, su madre y su compañera’ (EvFl 59, 6-11).

¿Se trata de la cuñada, la mujer de Klopas, o de la misma hermana de la madre de Jesús? ¿Son las mujeres que Juan sitúa cerca de la cruz? Entonces, ¿sería cierto una especie de nexo íntimo entre el Evangelio de Juan y los escritos gnósticos? Lo que parece claro es la reivindicación de Magdalena al lado de la madre y la tía (por parte de madre o padre) de Jesús. La formulación resulta intrigante porque, inicialmente, distingue a cada María, de acuerdo con la tradición oriental, y después parece fundirlas en una, a la vez madre, hermana y compañera, como si se pretendiera diseñar una imagen única de la verdad. ¿De qué clase de verdad es imagen esta única María? Llegamos así a la segunda mención de María Magdalena, un pasaje deteriorado que K.King reconstruye como sigue:

‘La sabiduría denominada “estéril” es la madre [de los] ángeles y la compañera del Salvador. María Magdalena –(era a la que) el Salvador amaba más que a [todos] los discípulos, y la besaba en la [boca] con frecuencia”. Los demás discípulos se ofendían y manifestaban su desaprobación. Le dijeron: ¿Por qué la amas más que a todos nosotros? El Salvador respondió y dijo: ¿Por qué no os amo a vosotros como a ella? Cuando un ciego y un vidente están ambos a oscuras, no son diferentes uno del otro. Cuando llega la luz, entonces el vidente verá la luz y el que es ciego permanece a oscuras’ (EvFlp 533, 33-64, 9).

El testimonio de proximidad íntima entre Jesús y Magdalena resulta innegable. Ahora bien, deducir de este fragmento que mantenían una intimidad sexual sería ir demasiado lejos. Aquí se combinan diferentes ideas. La Sabiduría celestial es la madre de los poderes que rigen el cosmos; vista la maldad de éstos, el fruto de la Sabiduría resulta “estéril”. No obstante, la Sabiduría es fructífera cuando se convierte en compañera del Salvador mediante el Espíritu Santo. Si se entiende a María Magdalena como Sabiduría se explica que pueda ser al mismo tiempo madre, hermana y compañera. En efecto, es la madre de los ángeles, la hermana espiritual de Jesús (el Hijo no tiene hijos, sino hermanos y hermanas) y, a su vez, en contrapartida femenina. Los celos de los discípulos varones certifican una vez más su incomprensión y estulticia. Besar aquí se refiere a la recepción íntima de la enseñanza. En otro contexto resulta evidente que deben aprender a recibir esta enseñanza mediante el boca-oreja-entendimiento que les ha sido otorgado para ser amados como ella:

‘Todos los que son engendrados en el mundo lo son por la misma naturaleza; los otros, mediante [aquel del que] fueron engendrados (¿el Espíritu?). el hombre [recibe alimento] mediante la promesa del lugar superior […] a través de la boca. Y si el logos hubiese salido de allí, se nutriría por la boca y sería perfecto. Porque los perfectos conciben mediante un beso, y engendran. Por eso nos besamos los unos a los otros, recibiendo la concepción por la gracia mutua que hay entre nosotros’.

Es decir, la persona alcanza la perfección a través de lo que emana de la boca, esto es, de la palabra, del conocimiento que transmite el maestro inspirado. Es esta percepción la que le hace reconocer la verdad que le libera de su confinamiento material. En el beso de la paz, practicado de forma generalizada en las comunidades primitivas y sorprendentemente retornado a las actuales después del Vaticano II, el gnóstico demostraba que era a través de la boca, es decir, de las verdades que ella emite, como puede alcanzarse la vida eterna. De ahí que pueda afirmarse que a través del beso los perfectos “conciben” y “engendran”.

Por ello, no es de extrañar que en el Primer Apocalipsis de Santiago se sugiera al hermano de Jesús que se dirija a donde están Magdalena y otra mujer en busca de instrucción. En cuanto a la Epistula Apostolorum, se trata de un diálogo pospascual alegórico de cariz antignóstico, donde también se menciona a Magdalena.

Finalmente, tenemos la Pistis Sophia, diálogo gnóstico, pero no extraído de Nag Hammani, donde Magdalena y el “virgen Juan” dominan la conversación y donde Jesús explica la realidad de este mundo material y la necesidad de escapar de él mediante un entendimiento adecuado de las cosas. María formula cuatro de cada cinco preguntas y Jesús no deja de elogiarla por su sagaz clarividencia.

‘Eres la bienaventurada tú, a quien yo completaré revelándote todos los misterios de las cosas de Arriba […]. Bienaventurada entre las mujeres de la tierra, porque tú eres aquella que se convertirá en el Pléroma de los Pléromas (la plenitud de las plenitudes), la consumación de las consumaciones…’

A Pedro no le parecen tan bien los elogios y se queja de la charlatanería de la mujer y de que  no deje hablar a nadie más. “Todo el que esté inspirado por el Espíritu de la luz tiene competencia para hablar, sea hombre o mujer, y nadie podrá oponérsele”, responde Jesús. El género, el sexo, en el ámbito de la religión de Jesús, no es relevante. Por eso este texto va más allá del Diálogo del Salvador, porque incluso una mujer puede trascender su naturaleza y convertirse en espíritu puro para alcanzar la salvación. Este es el último elogio que dedica jesús a Magdalena:

‘…el Salvador se maravilló mucho de las respuestas de Magdalena, porque ella se había convertido por completo en espíritu puro. Jesús respondió y dijo: “¡Bien hecho, María Magdalena, mujer espiritual pura!’.


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