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lunes, 19 de noviembre de 2012

Evangelio dominical: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”



Desde la encomienda de Barcelona volvemos a compartir un lunes más, la meditación del evangelio dominical de ayer 18 de noviembre, donde se recoge una profecía del evangelio de San Marcos.

Desde Temple Barcelona deseamos que su reflexión os sea beneficiosa.

‘En ese tiempo, después de esta tribulación, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, 
las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. 
Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria. 
Y él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte. 
Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano.
Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta. 
Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. 
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. 
En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre’.(Mc 13, 24-32)

Reflexión:

El evangelista Marcos, siguiendo las Antiguas Escrituras, nos brinda una enigmática profecía de Jesús, con cierta similitud a la del profeta Daniel: “Yo oí sin entender y pregunté: -Mi Señor, ¿cuál será el desenlace? Me respondió: -Vete, Daniel. Las palabras están guardadas y selladas hasta el momento final”. (Dan 12, 8-9) De esta forma se entiende la afirmación de Jesús cuando dice: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. La palabra de Dios, en forma de promesa liberadora del pueblo de Israel, acaba por convertirse con Jesucristo en la acción del perdón de los pecados, por no seguir los preceptos del Padre. Jesús, como también anteriormente lo hicieran los profetas israelíes, nos explica que si las personas nos apartamos del camino que el Señor nos propone, éstas acabarán cayendo en desgracia. Sus gobernantes sucumbirán a la ambición y al egoísmo, desconociendo el verdadero significado de la justicia. La salvación de las almas sólo será posible si no nos olvidamos de amar. Aquéllos que aman, esos son los elegidos.

Plegaria:

¡Señor! No permitas que dejemos de amarnos para poder llevar a cabo tus designios. Ilumínanos para que podamos conocer la sabiduría y obrar con la justicia que emana del Reino, porque tuyo es el poder y la gloria.


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