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lunes, 26 de noviembre de 2012

Evangelio dominical: “He nacido y he venido al mundo para dar testimonio de la verdad”




Desde la encomienda de Barcelona volvemos, como cada lunes, a compartir con todos vosotros la meditación sobre el evangelio de ayer domingo 25 de noviembre.
Hemos acabado el año litúrgico y tras él, dará comienzo un nuevo año del ciclo C.
Desde Temple Barcelona estamos seguros que desde la privacidad, meditaréis sobre el transfondo de estas sagradas palabras.

‘Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: "¿Eres tú el rey de los judíos?". 
Jesús le respondió: "¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?". 
Pilato replicó: "¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?". 
Jesús respondió: "Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí". 
Pilato le dijo: "¿Entonces tú eres rey?". Jesús respondió: "Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz".’ (Jn 18, 33b-37)

Reflexión:

Durante la conversación que mantienen Jesús y Poncio Pilato, este último desea juzgar con prudencia y por ello pregunta a Jesús qué ha hecho para merecer que sea juzgado. A lo cual Jesús le da a entender a Pilato que goza de cierta “realeza”, pero que “no es de aquí”. ¿A qué se refiere Jesús con tal afirmación? Se han interpretado esas palabras como que el poder de Jesús no es terrenal sino que viene del Reino de los Cielos. Y concluye Jesús diciéndole “He venido al mundo para dar testimonio de la verdad”. Jesús le refiere a Pilato que su prédica no está falseada con obras que contradicen la Palabra dada por Dios al pueblo de Israel. Él explica a sus seguidores cómo han de obrar acorde a la Palabra dada por Dios. Cómo deben honrarle para que el Altísimo se sienta orgulloso de sus hijos y Éste les premie con la salvación de sus almas, venciendo de esa forma a la muerte.

Plegaria:

¡Señor! Otórgame la sabiduría necesaria para saber comportarme debidamente ante tus ojos y los del prójimo. Haz que no me olvide de aquéllos que me rodean.

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