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jueves, 8 de noviembre de 2012

Las rentas del Temple



Desde la encomienda de Barcelona volvemos con un nuevo texto dedicado a conocer mejor la historia de los templarios. Para ello hemos extraído unas líneas del historiador francés Alain Demurger de su libro “Vie et mort de l’ordre du Temple”. Esta vez, nos adentramos en el mundo, que aparentemente no parece  interesante pero muy necesario para la supervivencia, el de las cuentas, donde su autor nos habla de las rentas que obtenía el Temple de la explotación se sus bienes y tierras.

Desde Temple Barcelona sabemos que su lectura os resultará atractiva.

Los templarios pasaban por ricos. Mathieu Paris exagera esta riqueza por las necesidades de su causa. Los templarios poseían numerosas casas y dominios considerables, pero los inventarios establecidos en el momento de su detención no revelaron ningún lujo ostentoso. No importa. Los templarios eran verdaderamente ricos, y su riqueza resultaba visible por el hecho de ser móvil. De manera regular, al ritmo de los barcos de Marsella o de Bari, los templarios transferían al Oriente hombres, caballos, víveres, armas y dinero.

La necesidad de financiar la guerra santa, el mantenimiento de las fortalezas y las guarniciones de España y de Siria-Palestina obligaban a los establecimientos de Occidente a obtener buenas ganancias. Paradójicamente, el Temple y el Hospital practicaban en Occidente una política colonial. Para ellos, las tierras de ultramar estaban en Europa. La parte extraída de las rentas de Occidente, conocida con el nombre de responsio, representaba cerca del tercio de lo que producían las explotaciones de las órdenes militares.

El sistema dio a la explotación del patrimonio templario ciertas características nuevas con respecto a las de los señores laicos y eclesiásticos de su vecindad. Estos últimos tienen en general un horizonte geográfico limitado, mientras que el comendador del Temple, lo mismo que el del Hospital, piensa en Jerusalén.

Como ya he dicho, los templarios respetaron las peculiaridades de cada región y produjeron lo que se daba mejor en ellas.

En Baugy (Calvados), el equipo de la encomienda comprende tres arados, servidos por tres labradores. La explotación asocia una rica cerealicultura (trigo, centeno, cebada y avena) al cultivo de las leguminosas y a la ganadería. En las encomiendas de la región de Abbeville, las tierras arables dedicadas a los cereales están en mayoría. Se ha calculado que representaban 215 hectáreas en Grandselve y 380 en Aitmont. Los templarios de Midlands y Essex venden su grano al extranjero a partir de los puertos de la costa este.

En Douzens, el Temple se dedica al cultivo de la viña. El 18 de julio de 1167, por ejemplo, concede a los hermanos Bels una tierra para plantar vides en ella; pero el acta precisa que, si el rendimiento es insuficiente, la parcela será convertida en tierra de labor, con una renta del octavo de la cosecha. Creada entre 1140 y 1154, la encomienda de Sainte-Eulalie-du-Larzac reúne, además de la casa matriz, cinco establecimientos, entre ellos La Cavalerie y Millau. Los templarios extienden allí el cultivo de los cereales en el fondo de las colinas, y sobre todo la ganadería: bovinos para las labores; caballos, para los cuales el Larzac supuso al parecer un lugar de cría privilegiado; ovinos, criados por su lana, las pieles y la leche (el rebaño de La Cavalerie se elevaba a mil setecientas cabezas). La ganadería alcanza también gran importancia en Champaña –Payns tiene un rebaño de ochocientas cincuenta cabezas- y en Comminges. El 10 de mayo de 1170, el papa Alejandro III dirige al obispo del lugar una bula en la que declara que toma bajo su protección el ganado de los templarios. En esta región, la ganadería es transhumante. En 1176, el conde de Comminges, Dodón, entra en el Temple y cede a la orden sus derechos sobre las “montañas” (la cañada del ganado) del Couserans. Los rebaños de Miravet y de Monzón, en Aragón, pasan de las mil cabezas. Sin alcanzar el grado de especialización de los cistercienses, los templarios crían ovejas en Inglaterra por su lana, que comercializan en Boston y Southampton.

En Italia del Sur, los templarios cultivan la vid en el “barrio del Temple” de Foggia; en la misma región, explotan olivares y huertos; poseen salinas en Siponte. En la región de las colinas de Tuscio, en cambio, cerca de Viterbo, en Castell’Araldo, donde poseen un palazzo, en San Savinio, donde un pueblo fortificado se apiña junto a un castillo, se imponen la ganadería y la cerealicultura.

Cierto que toda encomienda se propone en primer lugar bastarse a sí misma. En todas ellas se cultivan cereales y se crían cerdos. Casi todas se esfuerzan por producir vino. Los templarios británicos no tienen esta posibilidad. Deben importar el vino del Poitou, cargándolo en La Rochelle, en su barco, La Templière. Sólo el excedente toma el camino de Tierra Santa. Sin embargo, las necesidades de ésta orientan la producción. La cría del caballo y, por lo tanto, el cultivo de la avena, se imponen tanto en las explotaciones templarias de Baugy como en los montes de Arrée en Bretaña, tanto en Payns (Champaña), como en el Larzac, por no hablar de España, cuyos caballos son muy buscados.

Estos productos proceden de reservas explotadas de manera directa, pero también de deducciones a título de rentas sobre los terrazgos de los campesinos. El 21 de enero de 1160, Pedro de Saint-Jean, hermano de la casa del Temple de Douzens entrega a Alazais y a sus hijos en manso en censo, con un molino, en el terreno de Villalier, a orillas del Orbieu. La mujer tendrá que pagar al año, además de un censo poco elevado, de doce denarios, una parte de la cosecha de la explotación, la “cuarta” (la cuarta parte de la cosecha) de la viña, las labores, los huertos y los prados, además del quinto de las tierras que sean roturadas, el tercio del manso de Villalier y la cuarta del producto de los molinos.

Aparte de las rentas debidas a título del señorío territorial, los campesinos pagan igualmente numerosos derechos y usos derivados del señorío banal: diversos tipos de peajes y tasas, derechos de mercado, derechos banales sobre los hornos, los lugares, los molinos, etcétera. En Biot, el Temple obtiene recursos importantes del uso de los herbajes, en forma de pagos en especie: trigo, comuña, avena, habas, vinos, quesos. Las rentas obtenidas de los derechos banales son muy apreciadas. El Temple guarda un pan de cada veinte que se cuecen en los hornos que se le han concedido en Valencia. En Douzens, los templarios reciben o compran molinos. Por último, si bien los diezmos les causan muchas preocupaciones con respecto al clero secular, no se deciden sin embargo a cederlos, tan interesante es su provecho.

El Temple siente preferencia por las rentas regulares. Su actitud en materia de concesiones lo confirma. Por ejemplo, en Aragón, para ganarse a sus terragueros o para atraer campesinos a las zonas que desea colonizar, el Temple renuncia a las “exacciones” y a los “malos usos”, pero conserva los diezmos, los derechos banales y las primicias de las cosechas. Se observan también otras tendencias, tanto en España como en Inglaterra: la transformación de las rentas en especie en rentas en dinero. Se observa también en la región de Niza: de los seiscientos treinta y siete terrazgueros de Puget-Théniers que deben una renta, trescientos ochenta y tres la pagan en dinero, veintiuno en especies y doscientos trece en especies y en dinero.

La conversión de las prestaciones de trabajo en rentas parece general, incluso en Inglaterra, donde el trabajo forzado resistió mejor que en ningún otro lugar. Por lo demás, este género de evolución no presenta ninguna originalidad, ya que se observa en todas partes, sobre todo durante el siglo XIII. Quizás haya sido más precoz y más sistemática en las casas del Temple, ya que, además de la simplificación administrativa que supone, corresponde a la necesidad de hacerse con responsiones para Oriente, movilizando rápidamente los recursos de la orden. Es más fácil transferir los recursos a Oriente en metálico que en especies. Las forzosas relaciones entre la casa del Temple del “frente” y la “retaguardia” fomentan, pues, el desarrollo de una economía comercial. Se comprende el interés del Temple por ferias y mercados y por los privilegios que le permiten importar o exportar sin pagar derechos.

Las rentas que el Temple obtiene de la explotación de sus propiedades agrícolas resulta difícil de traducir en cifras, salvo en Inglaterra, donde disponemos de un documento único en la historia del Temple: la encuesta ordenada en 1185 por Godofredo Fitz-Stephen, maestre de la provincia de Inglaterra. Como medida de precaución frente a las recriminaciones del clero secular, manda que se establezca un catálogo preciso de los bienes y las rentas de su orden. Se pueden comparar los resultados de esta encuesta con los inventarios realizados después de la incautación de 1308, y con los de un inventario efectuado en 1338 por los hospitalarios, que han heredado la mayor parte de los bienes del Temple. En 1185, la renta anual de las encomiendas inglesas se eleva a ochocientas cincuenta y siete libras. Ahora bien, la cantidad está calculada por lo bajo, ya que no incluye la renta obtenida de las reservas. En 1308, alcanza las cuatro mil trescientas cincuenta y una libras. Hay grandes diferencias entre una encomienda y otra: trescientas veinticinco libras en Temple Bruer (Lincolnshire), mientras que Duxford (Cambridgeshire) no “pesa” más que veintidós libras. El inventario hecho en Irlanda en 1308 da setecientas diecisiete libras. El inventario hecho en Irlanda en 1308 da setecientas diecisiete libras de renta. Para otros lugares, contamos con cifras fragmentarias: mil cuatrocientas veintisiete libras para las veintidós casas del ex Temple en el bailío de Mâcon en 1333, o sea, la mitad de las rentas del Hospital en la misma circunscripción. En el condado de Borgoña (el Franco Condado), la enumeración de los feudos y las rentas señala más de cuatro mil libras de renta en 1295.

Situémonos al nivel más modesto de una encomienda. Los derechos de uso de los herbajes de Biot proporcionan setenta libras, setecientos cuatro sextarios de trigo candeal, doscientos ochenta y ocho de avena, doscientos sesenta y cuatro de trigo-comuña y veintiocho de habas.

Aunque parciales, estas indicaciones no dejan ninguna duda: el Temple obtenía rentas sustanciales de sus propiedades rurales. Nos gustaría conocer mejor su evolución. Las premisas de la crisis que se abatió sobre Europa en el siglo XIV se dejan sentir ya a finales del XIII. ¿En qué medida afectó a las rentas del Temple? A.J. Forey nos da algunas indicaciones con respecto a Cataluña. Comprueba una disminución de las rentas a finales de siglo. Uno de los motivos de este fenómeno consiste en el número creciente de retrasos e impagos. En Gardeny, entre 1290 y 1309, veintiocho actas entre cincuenta y dos se refieren a atrasos no pagados. Los terrazgueros son incapaces de hacer frente a sus obligaciones. El peso creciente de la fiscalidad real, que entra en competencia con las deducciones señoriales, no lo explica todo. Las crisis ha hecho su aparición.

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