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martes, 29 de enero de 2013

Conociendo a Jesucristo: El Jesús apocalíptico


Desde la encomienda de Barcelona, proseguimos con el objetivo de saber un poco más la figura de Jesús el Cristo. Por ello volvemos a recoger un nuevo escrito recogido de la obra “Jesus Christ”, efectuada por el teólogo protestante J.R. Porter, donde nos ayudará a entender el significado de las palabras de Jesús designando el final de una era.

Desde Temple Barcelona, os recomendamos su atenta lectura.

Cruz bizantina con el Alfa y el Omega que representan al Cristo como Dios eterno, imagen derivada del Apocalipsis.
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El carácter apocalíptico del mensaje de Jesús se revela con mayor claridad en los pasajes conocidos como el “Apocalipsis Sinóptico” (Mt 24, 4-25, 46; Mc 13, 5-37; Lc 21, 8-36). Las tres versiones del discurso se basan en la misma tradición básica: Jesús predijo la destrucción del Templo y, en respuesta a la pregunta de los discípulos de cuándo ocurría ese suceso, reveló que anunciaría su Segunda Venida y el final de la era (Mt 24, 3).

Además, Jesús habló en privado con sus discípulos más cercanos (Mc 13, 3) sobre las catástrofes universales que marcarían el inicio del fin de los tiempos (Mc 7, 13-8 y paralelos); estas desgracias están descritas en un lenguaje que recuerda las predicciones apocalípticas de la Biblia hebrea y el Apocalipsis (Dan 2, 28; Is 19, 2; 19, 6; Ez 5, 12; 2 Esd 13, 31-32; 16, 18-19). El climax de todas estas calamidades sería la profanación del Templo, un “sacrilegio desolador” (Mt 24, 15; Mc 13, 14) –este punto se refiere al altar pagano de Zeus erigido en el Templo por el rey helenista Antioquia Epifano en el año 164 a.C. (Dan 9, 27; 12, 11; 1 Mac 1, 54)-. En la concepción judía, el Templo representaba el universo, y cualquier interferencia de sus rituales comportaría una catástrofe cósmica. Lucas sustituye la profanación del santuario por el asedio de Jerusalén (Lc 21, 20). Por regla general, se acepta que este punto hace referencia a los sucesos del año 70 d.C., aunque Lucas también pudo haberse inspirado en profecías bíblicas similares (Is 29, 1-3; Ez 4, 1-8).

Estos sucesos son el preludio de la liberación final, la Segunda Venida del hijo del hombre (Mc 13, 26 y paralelos), tal y como se profetiza en el libro de Daniel (Dan 7, 13-14). Su aparición está marcada por nuevos cataclismos cósmicos (Mc 13, 24 y paralelos), los cuales también recuerdan numerosos pasajes bíblicos (Sal 65, 7; Is 13, 10; 24, 23; Zac 12, 12-24). Los ángeles son los que llevan a cabo la misión redentora del hijo del hombre (Mt 24, 31; Mc 13, 27), los cuales desempeñan un papel central en la especulación apocalíptica judía. Matero concluye su versión del discurso de Jesús con una visión del hijo del hombre entronizado en el Juicio Final (Mt 25, 31-46).

La revelación de Juan

En el libro del Apocalipsis, Jesús se muestra más claramente como figura apocalíptica. Como muchos textos judíos del género apocalíptico, afirma ser la visión de un vidente al que se le revelaron secretos celestiales. Su autor, tradicionalmente identificado con el autor del Cuarto Evangelio, se basa en las Escrituras hebreas, los evangelios, y un amplio abanico de otras fuentes, como los libros de Enoc, la astrología y mitos habituales del mundo grecorromano. Su principal punto de partida temático es el Apocalipsis sinóptico.

El Apocalipsis no es sólo una visión del futuro, un punto de vista que con frecuencia ha conducido a malinterpretar su carácter y su objetivo. Como el libro de Daniel, presenta una determinada situación histórica de persecución, que se considera un preludio del fin del mundo y la justificación de los fieles. Empieza con mensajes del Cristo resucitado a sus iglesias de Asia Menor (Ap 1, 11; 2-3), a las que exhorata a resistir el hecho de la persecución. Al lo largo de toda la obra aparecen llamadas a mantenerse en alerta (Ap 13, 9-10; 13, 18; 14, 12; 16, 15).

Según el Apocalipsis, Jesús fue exaltado al Cielo en su muerte con el fin de asumir la autoridad universal. Él solo controla el curso de la historia y puede abrir los sellos del rollo del destino (Ap 5, 1-10). Los dolores de parto de la era mesiánica estarán marcados por la guerra, la hambruna y la peste (Ap 6-11) y la aparición de falsos cristos y profetas (Ap 12, 13). Pero las fuerzas del mal pronto quedarán aplastadas por la victoria de los seres angelicales (Ap 14-18), que anunciarán la vuelta de Cristo, el Juicio Final, un Cielo y una Tierra nuevos y una nueva Jerusalén (Ap 19-21).

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