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jueves, 24 de enero de 2013

Descubriendo a María Magdalena




Desde la encomienda de Barcelona regresamos con el apartado dedicado a indagar sobre la figura de María Magdalena. Para ello continuamos con el manuscrito del evangelio atribuido a María Magdalena, que recoge el teólogo catalán Lluís Busquets de su obra “Els evangelis secrets de Maria i de la Magdalena. La història amagada”, donde pone de manifiesto su texto, dividiéndolo en diez apartados.

Desde Temple Barcelona, recomendamos su apasionante lectura.

b.1) El texto anotado

1.     (Las páginas 1-6 no han sido encontradas)

2.     La naturaleza de la materia

[…]En definitiva, ¿la materia será destruida o no? El Salvador respondió: “Cada naturaleza, cada producto, cada criatura existe en y con todas las demás. Cada una de ellas volverá a disolverse hasta su propia raíz. Porque la materia se disuelve en lo que es propio de su naturaleza. ¡Quien tenga dos orejas y pueda oír, que escuche! (Mg 7, 2-10)

3.     La naturaleza del pecado y el bien

Entonces Pedro dijo al Salvador: “Ya que nos has estado hablando de todas las cosas bajo el sol, explícanos también: ¿Cuál es el pecado del mundo?. El Salvador respondió: “El pecado no existe; en principio sois vosotros y sólo vosotros quienes engendráis el pecado al dejaros arrastrar por la naturaleza del adulterio, al cual denomináis “pecado”. Por eso, el Bien vino a vosotros cuando perseguisteis lo que es propio de cada naturaleza (el bien), para restaurarla en su raíz. Y continuó diciendo: “He aquí por qué enfermáis y morís: porque (os desvivís por lo que os) desencamina. ¡[Aquel que] reflexione habrá de detenerse en (estas cuestiones)! La materia alumbró una pasión que no tiene imagen porque desciende de lo contrario a la naturaleza. Sucede entonces que un gran trastorno se apodera de todo el cuerpo. Por eso os he dicho: “Comportaos correctamente, pero si os desordenáis, corregíos de acuerdo con la verdadera imagen de la naturaleza, (espiritual). ¡Quien tenga dos orejas y pueda oír, que escuche!” (Mg 7, 11-28; 8, 1-10)

4.     La despedida del Salvador

Y al pronunciar estas palabras, el Ungido se despidió de los allí presentes: “¡Que la paz os acompañe! –dijo-. ¡Que mi paz surja en vuestro interior! Permaneced en guardia para que nadie os desvíe del camino diciéndoos “¡Buscad por allí!” o “¡Buscad por allá!”. Porque la Criatura de la Humanidad verdadera vive en vuestro corazón. ¡Seguidla! Todo aquel que la busque habrá de encontrarla. Después id y predicad la buena nueva del Dominio Divino. No impongáis ninguna norma que se aparte de las que yo os he predicado, ni promulguéis ninguna ley como si fuese la ley de un legislador, para no ser presa de su dominación”. Y éstas fueron sus últimas palabras antes de irse. (Mg 8, 11-23; 9, 1-5)

5.     María Magdalena consuela a los otros discípulos

Pero los allí presentes continuaron afligidos y profiriendo lamentaciones amargas. “¿Cómo iremos por el mundo y anunciaremos la buena nueva del Dominio de la criatura de la Humanidad Verdadera? –dijeron-. Si no han tenido misericordia con él, ¿por qué iban a tenerla con nosotros?” Entonces, María Magdalena se puso en pie. Saludó a los allí presentes y, hablando con sus hermanos y hermanas, dijo: “No os aflijáis ni os lamentéis ni dudéis en vuestros corazones. Porque su gracia descenderá a vosotros y os protegerá. Alabemos su grandeza, ya que él nos ha preparado y nos ha hecho verdaderos Seres Humanos”. Cuando María Magdalena hubo pronunciado estas palabras, el corazón de todos los presentes se llenó de Bien, y se dispusieron a conversar sobres las enseñanzas  [del Salvador]. (Mg 9, 6-20)

6.     Pedro pide a María Magdalena que explique las enseñanzas que recibió

Pedro dijo a María: “Hermana, sabemos que el Salvador te apreció más que a las otras mujeres. Explícanos las palabras del Salvador que recuerdes, las cosas que sabes y nosotros no sabemos por haberlas escuchado”. María contestó: “Os contaré las cosas que vosotros desconocéis”. Y empezó a hablarles con estas palabras. (Mg 10, 1-9)

7.     Visión y mente

Ella dijo: “Yo tuve una visión del Señor y le dije: “Señor, hoy he tenido una visión de ti”. Y Él me respondió: “¡Bienaventurada seas por no turbarte al verme! Porque allá donde se encuentra la mente, se encuentra el tesoro. Yo le dije: “Y te pregunto, Señor: ¡Aquel que tiene una visión, la tiene con el alma o con el espíritu. El Salvador respondió: “La visión no se tiene ni con el alma ni con el espíritu; se tiene con la mente, que se halla en el medio, y esto es [lo que…]”. (Mg 10, 10-25)

8. (Las páginas 11-14 no han sido encontradas)

9.     El ascenso del alma

“…a ella”. Y el Deseo, dijo: “No te he visto bajar; sin embargo, ahora te veo subir. ¿Por qué mientes si me perteneces?”. El alma respondió: “Yo te vi. Tú no me viste, ni me conociste. Confundiste las vestiduras materiales con mi verdadero ser. Y no me reconociste”. Al decir esto, el alma se fue con gran regocijo. Entonces el alma volvió a toparse con la tercera Potestad celestial, a la que llaman Ignorancia. Ésta miró al alma de arriba abajo, diciendo: “¿Dónde vas? La maldad te domina. ¡En verdad te domina! ¡No juzgues!”. Y el alma dijo: “¿Por qué me juzgas, si yo no he pronunciado ningún juicio? He sido dominada, ero yo no he dominado nada. No me han reconocido, pero yo he reconocido que el universo está destinado a disolverse, tanto las cosas de la Tierra como las del Cielo”. Una vez que el alma hubo anulado de esta manera la tercera Potestad celestial, remontó su camino y vio la cuarta Potestad. Tenía siete formas. La primera forma es la tiniebla; la segunda, el deseo; la tercera, la ignorancia; la cuarta, los celos de muerte; la quinta, el dominio de la carne; la sexta, la loca sabiduría de la carne; la séptima, la sagacidad del iracundo. Éstos son los siete Signos de la Ira. Éstos preguntaron al alma: “¿De dónde vienes, homicida, y adónde vas, usurpadora del espacio?”. El alma contestó diciendo: “Lo que me ata ha sido muerto, y lo que me atenaza ha sido aniquilado, y mi deseo ha terminado, y mi ignorancia ha sucumbido. Me hicieron caer de un mundo a otro mundo, y a una imagen desde otra imagen superior y desde el entramado de amnesias que yace bajo el tiempo, he de recibir el reposo en silencio”. Cuando María acabó de pronunciar estas palabras, se quedó callada, ya que esto había sido todo lo que el Salvador le había revelado. (Mg 15, 1-25; 16, 1-19; 17, 1-8)

10. La polémica de los discípulos acerca de las enseñanzas de María Magdalena

Entonces habló Andrés, dirigiéndose a los hermanos y hermanas allí presentes: “Decid lo que os parezca de las cosas que ella nos ha explicado, pero yo no creo que el Salvador las dijera, porque en verdad, enseñanzas como éstas son muy extrañas”. Pedro se sumó diciendo que también sospechaba de la veracidad de estas enseñanzas. E hizo referencia al Salvador: “¿Es que él habló a solas con una mujer sin que nosotros nos enteráramos? ¿Le daremos la espalda y le haremos caso a ella? ¿Acaso es posible que la haya preferido a ella antes que a nosotros?”. Entonces, María, gimoteando, dijo a Pedro: “Hermano Pedro, ¿qué te imaginas? ¿Tal vez supones que me he inventado estas enseñanzas en mi corazón o que cuento mentiras del Salvador?”. Entonces, Leví interrumpió dirigiéndose a Pedro: “Pedro, siempre has sido un hombre irascible. Ahora intrigas contra esta mujer, como un Adversario. Pero si el Salvador la hizo digna, ¿quién eres tú para rechazarla? Es un hecho indudable que el Salvador la conocía profundamente. Por eso la quiso más que a nosotros. Debería darnos vergüenza. Tendríamos que dejarnos empapar por el Ser Humano perfecto, acogerlo en nuestro seno mientras nos guía y proclamar la buena nueva, sin hacer caso de ningún precepto ni ley que nos desvíe de las enseñanzas de nuestro Salvador”. Después, [de oír estas palabras], los presentes se dispersaron [para] predicar y enseñar. [El Evange]lio según María. (Mg 17, 9-20; 18 1-20; 19, 1-2)

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