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lunes, 25 de febrero de 2013

Evangelio dominical: “Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo”




Desde la encomienda de Barcelona, como cada lunes, queremos compartir con todos vosotros, la meditación del evangelio de ayer Día del Señor, 24 de febrero.

Desde Temple Barcelona, estamos seguros de que su reflexión la encontraréis apasionante.

‘Unos ocho días después de decir esto, Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante.Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén.Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. El no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: “Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo”. Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo. Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto’. (Lc 9, 28b-36)

Reflexión:

Con estos místicos versículos, san Lucas nos describe a un Jesús que cuando reza, su cuerpo y su ropa se transfiguran en una especie de resplandor blanquecino, un estado sobrenatural que lo diferencia de un simple mortal. Eso, acompañado de las teofanías de los dos profetas: Moisés y Elías; juntamente con la voz emitida desde la nube, supuestamente por Dios. Nos presenta la revelación divina del Mesías tan esperado por los judíos, que se acabaría convirtiendo no sólo en un representante del pueblo judío, sino en el Elegido universal.

Plegaria:

¡Señor! Danos la constancia necesaria para seguir las palabras de Tu Hijo. Concédenos la sabiduría suficiente para entender y seguir sus preceptos.


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