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martes, 5 de marzo de 2013

Leyenda Ugandesa: Lodipo y Achol




Desde la encomienda de Barcelona, queremos compartir con todos vosotros un interesante texto que hemos recibido de nuestra estimada Manoli Cruz. Su contenido es digno de merecer leerse, puesto que recuerda las injusticias que a lo largo de la historia han recibido las personas mayores; quizás porque pueden a veces parecer ‘un estorbo’ o ‘un contratiempo’ y como si de un objeto viejo se tratase, nos estorba y queremos deshacernos de él. No debemos olvidar que los ancianos no son cosas, sino personas experimentadas que pueden sernos de gran ayuda a la hora de enfrentarnos a nuevos retos; lo que nos sucede en muchas ocasiones, es que se nos olvida preguntarles.

En fin, aquí tenéis el texto en cuestión. Desde Temple Barcelona estamos convencidos  que su lectura nos ayudará a concienciarnos en proteger a nuestros mayores.

Lodito era un hombre muy rico que poseía grandes rebaños y muchos servidores. Con frecuencia trashumaba en busca de pastos acompañado de su familia y del resto de la tribu de la que era jefe.

Achol, madre de Lodipo, era muy anciana y estaba ciega. Seguía a todas partes a su hijo, montada en un borriquillo. Pero como la anciana retrasaba la marcha de la caravana, Lodipo, desalmado, decidió un día dejarla atrás al partir en busca de nuevos pastos. Su esposa, Amurria, consternada por la decisión de su marido trató en vano de disuadirle. Pero esperó a insistir con más vehemencia al día siguiente, cuando marcharían, confiando en que Lodipo cambiaría de opinión. Como eso no ocurrió, imploró piedad para su suegra porque perecería de hambre, o las fieras darían cuenta de ella. Lodipo, endurecido el corazón, no se arrepintió y su madre que escuchaba los planes malévolos de su hijo se entristeció mucho. Amurria insistió, pero Lodipo amenazó con matarla. Y tuvo que seguirlo con el corazón apenado por dejar atrás a su Achol, abandonada a su suerte.

Horas después los enemigos de la tribu pasaron por allí para asaltar la caravana de Lodipo. Cuando encontraron a la anciana le preguntaron:

-Anciana, ¿por qué estás sola?
-He sido abandonada por mi propio hijo a merced de las fieras –contestó llorando-.
-¿Cómo es posible que tu propio hijo te haya hecho esto? Nosotros le castigaremos.
-Su esposa es buena, no le hagáis daño les dijo cuando les vio partir siguiendo las huellas de Lodipo.

Era noche cerrada cuando cayeron sobre el campamento de Lodipo, lo destruyeron y robaron el ganado. Sólo dejaron con vida a Amurria a la que llevaron sana y salva junto Achol. Y vivieron juntas hasta que la anciana cerró sus ojos.

Esta curiosa historia recuerda la bíblica de Noemí y Ruth y es advertencia severa para nuestra época en la que el anciano no ocupa en la sociedad el puesto que le corresponde.


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