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lunes, 28 de abril de 2014

Evangelio dominical: “¡Felices los que creen sin haber visto!”

Desde la Encomienda de Barcelona queremos compartir con todos vosotros la reflexión del evangelio de ayer domingo 27 de abril. Nuevamente nos encontramos en el ciclo de Juan, y hoy sus versículos se centran en Jesús Resucitado, cuando se dirige a sus discípulos.

Desde Temple Barcelona esperamos que su meditación os sea beneficiosa.


‘Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes". Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan". Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". El les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré". Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe". Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío!". Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!". Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.’ (Jn 20, 19-31)

Reflexión:
El estos versículos de Juan, nos vamos a centrar en dos afirmaciones que Jesús les dice a sus discípulos. Por un lado: "¡La paz esté con ustedes!", y otra que apunta: ¡Felices los que creen sin haber visto!".
La primera de ellas, basa la doctrina de Jesús en la paz y el amor fraterno. La segunda nos indica el beneficio principal que reporta la fe: la felicidad.

Plegaria:

¡Señor! Permíteme que jamás pierda la fe en tu Palabra y ayúdame a ser feliz todos los días de mi vida.


lunes, 21 de abril de 2014

Evangelio de Pascua de la Resurrección del Señor


Desde la Encomienda de Barcelona queremos compartir con todos vosotros la reflexión del evangelio dominical de ayer Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor. Como bien sabéis el domingo es el día escogido por la Iglesia para la celebración solemne de la Eucaristía, puesto que fue en domingo cuando Nuestro Señor resucitó de entre los muertos, venciendo a la muerte. Podríamos decir que los cristianos, interpretamos el domingo como el día semanal de ‘la vida’. Una vida en Cristo.

Desde Temple Barcelona deseamos que su lectura os sea gratificante.


‘El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; éste no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, Él debía resucitar de entre los muertos.’ (Jn 20, 1-9)

Reflexión:
Esta breve explicación del evangelista Juan, nos muestra cómo las Antiguas Escrituras se ven cumplidas con la Resurrección de Jesús el Cristo de entre los muertos. He aquí, cómo el sufrimiento, la angustia y la muerte física de Jesús, no pueden evitar la Victoria de Dios Padre frente al Mal. La muerte, como queda demostrado, no es el final de la vida, sino la continuación de la misma en el Reino de Dios. En un plano más puro que el terrenal, donde el pecado no tiene cabida.

Plegaria:

¡Señor! Te damos gracias por demostrarnos que la muerte no es el final y que ningún sufrimiento nos debe hacer perder la esperanza y la ilusión por la vida; ya que Tú nos has dado la vida eterna.


viernes, 18 de abril de 2014

Evangelio del Viernes Santo

Desde la Encomienda de Barcelona, deseamos compartir con todos vosotros el los sagrados versículos del evangelista Juan donde redacta la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.

Desde Temple Barcelona esperamos que en este Viernes Santo podáis encontrar la introspección necesaria para analizar el misterio de Jesús el Cristo.



‘Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón. Había en ese lugar una huerta y allí entró con ellos. Judas, el traidor, también conocía el lugar porque Jesús y sus discípulos se reunían allí con frecuencia. Entonces Judas, al frente de un destacamento de soldados y de los guardias designados por los sumos sacerdotes y los fariseos, llegó allí con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les preguntó: "¿A quién buscan?". Le respondieron: "A Jesús, el Nazareno". El les dijo: "Soy yo". Judas, el que lo entregaba, estaba con ellos. Cuando Jesús les dijo: "Soy yo", ellos retrocedieron y cayeron en tierra. Les preguntó nuevamente: "¿A quién buscan?". Le dijeron: "A Jesús, el Nazareno". Jesús repitió: "Ya les dije que soy yo. Si es a mí a quien buscan, dejEn que estos se vayan". Así debía cumplirse la palabra que él había dicho: "No he perdido a ninguno de los que me confiaste". Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. El servidor se llamaba Malco. Jesús dijo a Simón Pedro: "Envaina tu espada. ¿ Acaso no beberé el cáliz que me ha dado el Padre?". El destacamento de soldados, con el tribuno y los guardias judíos, se apoderaron de Jesús y lo ataron. Lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, Sumo Sacerdote aquel año. Caifás era el que había aconsejado a los judíos: "Es preferible que un solo hombre muera por el pueblo". Entre tanto, Simón Pedro, acompañado de otro discípulo, seguía a Jesús. Este discípulo, que era conocido del Sumo Sacerdote, entró con Jesús en el patio del Pontífice, mientras Pedro permanecía afuera, en la puerta. El otro discípulo, el que era conocido del Sumo Sacerdote, salió, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro: "¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?". El le respondió: "No lo soy". Los servidores y los guardias se calentaban junto al fuego, que habían encendido porque hacía frío. Pedro también estaba con ellos, junto al fuego. El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su enseñanza. Jesús le respondió: "He hablado abiertamente al mundo; siempre enseñé en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada en secreto. ¿Por qué me interrogas a mí? Pregunta a los que me han oído qué les enseñé. Ellos saben bien lo que he dicho". Apenas Jesús dijo esto, uno de los guardias allí presentes le dio una bofetada, diciéndole: "¿Así respondes al Sumo Sacerdote?". Jesús le respondió: "Si he hablado mal, muestra en qué ha sido; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?". Entonces Anás lo envió atado ante el Sumo Sacerdote Caifás. Simón Pedro permanecía junto al fuego. Los que estaban con él le dijeron: "¿No eres tú también uno de sus discípulos?". El lo negó y dijo: "No lo soy". Uno de los servidores del Sumo Sacerdote, pariente de aquel al que Pedro había cortado la oreja, insistió: "¿Acaso no te vi con él en la huerta?". Pedro volvió a negarlo, y en seguida cantó el gallo. Desde la casa de Caifás llevaron a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Pero ellos no entraron en el pretorio, para no contaminarse y poder así participar en la comida de Pascua. Pilato salió a donde estaban ellos y les preguntó: "¿Qué acusación traen contra este hombre?". Ellos respondieron: "Si no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos entregado". Pilato les dijo: "Tómenlo y júzguenlo ustedes mismos, según la Ley que tienen". Los judíos le dijeron: "A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie". Así debía cumplirse lo que había dicho Jesús cuando indicó cómo iba a morir. Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: "¿Eres tú el rey de los judíos?". Jesús le respondió: "¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?". Pilato replicó: "¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?". Jesús respondió: "Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí". Pilato le dijo: "¿Entonces tú eres rey?". Jesús respondió: "Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz". Pilato le preguntó: "¿Qué es la verdad?". Al decir esto, salió nuevamente a donde estaban los judíos y les dijo: "Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo. Y ya que ustedes tienen la costumbre de que ponga en libertad a alguien, en ocasión de la Pascua, ¿quieren que suelte al rey de los judíos?". Ellos comenzaron a gritar, diciendo: "¡A él no, a Barrabás!". Barrabás era un bandido. Pilato mandó entonces azotar a Jesús. Los soldados tejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Lo revistieron con un manto rojo, y acercándose, le decían: "¡Salud, rey de los judíos!", y lo abofeteaban. Pilato volvió a salir y les dijo: "Miren, lo traigo afuera para que sepan que no encuentro en él ningún motivo de condena". Jesús salió, llevando la corona de espinas y el manto rojo. Pilato les dijo: "¡Aquí tienen al hombre!". Cuando los sumos sacerdotes y los guardias lo vieron, gritaron: "¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!". Pilato les dijo: "Tómenlo ustedes y crucifíquenlo. Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo". Los judíos respondieron: "Nosotros tenemos una Ley, y según esa Ley debe morir porque él pretende ser Hijo de Dios". Al oír estas palabras, Pilato se alarmó más todavía. Volvió a entrar en el pretorio y preguntó a Jesús: "¿De dónde eres tú?". Pero Jesús no le respondió nada. Pilato le dijo: "¿No quieres hablarme? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y también para crucificarte?". Jesús le respondió: " Tú no tendrías sobre mí ninguna autoridad, si no la hubieras recibido de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti ha cometido un pecado más grave". Desde ese momento, Pilato trataba de ponerlo en libertad. Pero los judíos gritaban: "Si lo sueltas, no eres amigo del César, porque el que se hace rey se opone al César". Al oír esto, Pilato sacó afuera a Jesús y lo hizo sentar sobre un estrado, en el lugar llamado "el Empedrado", en hebreo, "Gábata". Era el día de la Preparación de la Pascua, alrededor del mediodía. Pilato dijo a los judíos: "Aquí tienen a su rey". Ellos vociferaban: "¡Que muera! ¡Que muera! ¡Crucifícalo!". Pilato les dijo: "¿Voy a crucificar a su rey?". Los sumos sacerdotes respondieron: "No tenemos otro rey que el César". Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucificaran, y ellos se lo llevaron. Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado "del Cráneo", en hebreo "Gólgota". Allí lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en el medio. Pilato redactó una inscripción que decía: "Jesús el Nazareno, rey de los judíos", y la hizo poner sobre la cruz. Muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad y la inscripción estaba en hebreo, latín y griego. Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: "No escribas: 'El rey de los judíos', sino: 'Este ha dicho: Yo soy el rey de los judíos'. Pilato respondió: "Lo escrito, escrito está". Después que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestiduras y las dividieron en cuatro partes, una para cada uno. Tomaron también la túnica, y como no tenía costura, porque estaba hecha de una sola pieza de arriba abajo, se dijeron entre sí: "No la rompamos. Vamos a sortearla, para ver a quién le toca". Así se cumplió la Escritura que dice: Se repartieron mis vestiduras y sortearon mi túnica. Esto fue lo que hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: "Mujer, aquí tienes a tu hijo". Luego dijo al discípulo: "Aquí tienes a tu madre". Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa. Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo: Tengo sed. Había allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una esponja, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca. Después de beber el vinagre, dijo Jesús: "Todo se ha cumplido". E inclinando la cabeza, entregó su espíritu. Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne. Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús. Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua. El que vio esto lo atestigua: su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: No le quebrarán ninguno de sus huesos. Y otro pasaje de la Escritura, dice: Verán al que ellos mismos traspasaron. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús -pero secretamente, por temor a los judíos- pidió autorización a Pilato para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se la concedió, y él fue a retirarlo. Fue también Nicodemo, el mismo que anteriormente había ido a verlo de noche, y trajo una mezcla de mirra y áloe, que pesaba unos treinta kilos. Tomaron entonces el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas, agregándole la mezcla de perfumes, según la costumbre de sepultar que tienen los judíos. En el lugar donde lo crucificaron había una huerta y en ella, una tumba nueva, en la que todavía nadie había sido sepultado. Como era para los judíos el día de la Preparación y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.’ (Jn 18, 1-40; 19, 1-42) 


jueves, 17 de abril de 2014

Evangelio del Jueves Santo

Desde la Encomienda de Barcelona deseamos compartir con todos vosotros el santo evangelio de este Jueves Santo, que como bien sabéis, habla de la Cena del Señor con sus discípulos.

Desde Temple Barcelona os deseamos que disfrutéis de su lectura.


‘Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin. Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura.Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: "¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?". Jesús le respondió: "No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás". "No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!". Jesús le respondió: "Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte". "Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!". Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos". El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: "No todos ustedes están limpios". Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes”.’  AMÉN (Jn 13, 1-15)



Escena de Jesús en el lavatorio de pies a sus discípulos

miércoles, 16 de abril de 2014

El Papa nos pide que meditemos sobre la Pasión de Jesús

Desde la Encomienda de Barcelona queremos compartir con todos vosotros una noticia publicada por la página Forum Libertas, donde pone de manifiesto que Francisco nos pide que reflexionemos sobre el papel que jugamos en el martirio y muerte de Nuestro Señor Jesucristo. La interesante pregunta sobre qué personaje se parece más a nosotros, no puede dejarnos indiferentes.

Desde Temple Barcelona, o indicamos que su lectura os resultará provocadora.


ForumLibertas.com En su homilía de la Misa de Domingo de Ramos, el Papa Francisco exhortó a los fieles a meditar sobre la pasión de Jesús durante la Semana Santa, cuestionándonos “¿quién soy yo, delante de Jesús que sufre?”.

En la Misa de este domingo, con la que comienza la Semana Santa, el Papa Francisco llevó un báculo pastoral que le donaron los presos de la cárcel italiana de San Remo.

Según cita Radio Vaticano, el Papa indicó que “esta semana comienza con una procesión festiva con ramas de olivo: todo el pueblo acoge a Jesús. Los niños y los jóvenes cantan, alaban a Jesús. Pero esta semana va adelante en el misterio de la muerte de Jesús y de su resurrección”.

“Hemos escuchado la Pasión del Señor. Nos hará bien preguntarnos ¿Quién soy yo? ¿Quién soy yo ante mi Señor? ¿Quién soy yo, delante de Jesús entrando en Jerusalén en este día de fiesta? ¿Soy capaz de expresar mi alegría, de alabarlo? ¿O tomo las distancias? ¿Quién soy yo, delante de Jesús que sufre? Hemos oído muchos nombres: tantos nombres”.

Francisco señaló que “el grupo de líderes religiosos, algunos sacerdotes, algunos fariseos, algunos maestros de la ley que había decidido matarlo. Estaban esperando la oportunidad de apresarlo ¿Soy yo como uno de ellos? Incluso hemos oído otro nombre: Judas. 30 monedas. ¿Yo soy como Judas? Hemos escuchado otros nombres: los discípulos que no entendían nada, que se quedaron dormidos mientras el Señor sufría”.

“¿Mi vida está dormida? ¿O soy como los discípulos, que no entendían lo que era traicionar a Jesús? ¿O como aquel otro discípulo que quería resolver todo con la espada: soy yo como ellos?”.

El Papa cuestionó a los fieles si “¿Yo soy como Judas, que finge amar y besa al Maestro para entregarlo, para traicionarlo? ¿Soy yo, un traidor? ¿Soy como aquellos líderes religiosos que tienen prisa en organizar un tribunal y buscan falsos testigos? ¿Soy yo como ellos?”.

“Y cuando hago estas cosas, si las hago, ¿creo que con esto salvo al pueblo? ¿Soy yo como Pilato que cuando veo que la situación es difícil, me lavo las manos y no sé asumir mi responsabilidad y dejo condenar – o condeno yo – a las personas? ¿Soy yo como aquella muchedumbre que no sabía bien si estaba en una reunión religiosa, en un juicio o en un circo, y elige a Barrabás?”.

El Santo Padre señaló que para la muchedumbre estas tres cosas “es lo mismo: era más divertido humillar a Jesús. ¿Soy yo como los soldados que golpean al Señor, le escupen, lo insultan, se divierten con la humillación del Señor? ¿Soy yo como el Cireneo que regresaba del trabajo, fatigado, pero que tuvo la buena voluntad de ayudar al Señor a llevar la cruz? ¿Soy yo como aquellos que pasaban delante de la Cruz y se burlaban de Jesús?: ‘¡Pero… tan valeroso! ¡Que descienda de la cruz, y nosotros creeremos en Él!’”.

“La burla a Jesús… ¿Soy yo como aquellas mujeres valientes, y como la mamá de Jesús, que estaba allí, y sufrían en silencio? ¿Soy yo como José, el discípulo escondido, que lleva el cuerpo de Jesús con amor, para darle sepultura? ¿Soy yo como estas dos Marías, que permanecen en la puerta del Sepulcro, llorando, rezando?”.

“¿Soy yo como estos dirigentes que al día siguiente fueron a los de Pilato para decir: ‘Pero, mira que éste decía que habría resucitado; pero que no venga otro engaño’, y frenan la vida, bloquean el sepulcro para defender la doctrina, para que la vida no salga afuera? ¿Dónde está mi corazón? ¿A cuál de éstas personas yo me parezco?”.

“Que esta pregunta nos acompañe durante toda la semana”, concluyó.



Fotografía del papa Francisco durante la misa del Domingo de Ramos, extraída de la web laverdadnoticias.com.

martes, 15 de abril de 2014

El Santoral Templario: San Durán

Desde la Encomienda de Barcelona, queremos compartir un bonito apartado concebido para que conozcamos los detalles de los principales santos que veneraban los templarios. Para ello hemos seleccionado el siguiente texto del escritor y periodista granadino, D. Jesús Ávila, de su obra “La mitología templaria”.

Desde Temple Barcelona, confiamos que su contenido os atrapará.


Por Jesús Ávila

Aunque el Temple estuvo estrechamente vinculado con varios santos –san Bartolomé, san Miguel, san Juan Bautista, san Julián…-, realmente sólo hubo uno que fuera caballero templario, y éste fue san Durán – o san Durando-. La vida del santo transcurre en la comarca catalana de La Cerdanya (Girona/Lleida), territorio fronterizo con el Languedoc francés, que, durante las cruzadas contra el catarismo por parte de la Iglesia (siglos XIII y XIV), se convirtió en zona de paso y huída de los cátaros hacia los Pirineos y el Reino de Aragón. San Durán, que corresponde con el caballero templario frey Guillem Durán, fue el autor de una obra condenada por la Iglesia: Rationale seu Enchyridion Divinorum. San Durán dedicó todas sus fuerzas a ayudar a los peregrinos y también a los pobres cátaros que se habían salvado de las hogueras y pudieron huir de las horrendas torturas. Los cruzados, al mando de Simón de Montfort, con el respaldo de la Iglesia y el rey de Francia, estaban sembrando el pánico y la muerte de los pueblos, ciudades y aldeas de las fértiles y tranquilas tierras del Languedoc. Este frey templario, desafiando a la Inquisición, facilitó los desplazamientos de estos desdichados hacia el interior del Pirineo catalán, a través del pasillo de Llivia –territorio que, a pesar de los avatares históricos, se ha mantenido hispano-, y del Camí dels bons homes, un sendero iniciático que recorre el norte del actual Parque Natural del Cadí-Moixeró, rodeando la montaña sagrada del Pedraforca, y enlaza poblaciones tan esotéricas como Saldes, Gósol, Gisclareny. Finalmente se instalaba en lugares seguros como Castellbó, Bagá…; o bien los llevaba a villas mucho más lejanas, como Sant Mateu, ciudad donde tuvo su sede el maestre de la Orden de Montesa y donde se conoce la legendaria historia del cátaro Belibaste, quien, huyendo de las cruzadas albigenses, cayó preso finalmente por la Inquisición, siendo torturado en las tétricas mazmorras que aún se conservan en esta villa del Maestrazgo castellonense.

La piadosa vida de este templario fue elevada al rango de santidad por el padre Doménech, como refleja en su escrito sobre los santos catalanes (siglo XVII). San Durán fue venerado en los altares por los innumerables milagros que realizó, tanto en vida como después de muerto. Sus restos descansaban en el interior de la iglesia de San Bartolomé, de la ciudad de Puigcerdà, hasta el año 1936, fecha en que la iglesia fue destruida durante la guerra civil; de ella no quedan ni los cimientos. También la iglesia parrquial de Santa María de esta población, fue víctima de la barbarie, y tuvo que ser reconstruida, hasta el punto de que hoy el templo anda por un lado y el campanario por otro. Y de san Durán, condenado por la Iglesia, nada más se supo; también fue borrado del mapa de esta ciudad cualquier pequeño recuerdo de los caballeros templarios, circunstancia que obliga a una profunda reflexión. No fue una casualidad, por lo tanto, que los restos de san Durán recibiesen sepultura en la iglesia de San Bartolomé de Puigcerdà, de la cual, como hemos dicho antes, ningún resto se ha conservado, sin embargo, la memoria de aquel santo caballero templario sigue viva en el pensamiento de las gentes de toda La Cerdanya.



Bucólico paisaje de La Cerdanya

lunes, 14 de abril de 2014

Evangelio dominical: La Pasión de Jesús, según san Mateo

Desde la Encomienda de Barcelona queremos compartir con todos vosotros la meditación del evangelio de ayer Domingo de Ramos, 13 de abril.

Desde Temple Barcelona, confiamos que su reflexión la encontraréis conmovedora.


‘Unos días antes de la fiesta de Pascua, los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el palacio del Sumo Sacerdote, llamado Caifás, y se pusieron de acuerdo para detener a Jesús con astucia y darle muerte. Pero decían: "No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo". 

Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: "¿Cuánto me darán si se lo entrego?". Y resolvieron darle treinta monedas de plata. 

Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo.
El primer día de los Acimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús: "¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?".
El respondió: "Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: 'El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos'".
Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua. 

Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará". Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: "¿Seré yo, Señor?". El respondió: "El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!". Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó: "¿Seré yo, Maestro?". "Tú lo has dicho", le respondió Jesús.
Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman, esto es mi Cuerpo". Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, diciendo: "Beban todos de ella, porque esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos para la remisión de los pecados. Les aseguro que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el Reino de mi Padre". 

Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.
Entonces Jesús les dijo: "Esta misma noche, ustedes se van a escandalizar a causa de mí. Porque dice la Escritura: Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño. Pero después que yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea". Pedro, tomando la palabra, le dijo: "Aunque todos se escandalicen por tu causa, yo no me escandalizaré jamás". Jesús le respondió: "Te aseguro que esta misma noche, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces". Pedro le dijo: "Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré". Y todos los discípulos dijeron lo mismo. Cuando Jesús llegó con sus discípulos a una propiedad llamada Getsemaní, les dijo: "Quédense aquí, mientras yo voy allí a orar". Y llevando con él a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse. Entonces les dijo: "Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí, velando conmigo". Y adelantándose un poco, cayó con el rostro en tierra, orando así: "Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya". 

Después volvió junto a sus discípulos y los encontró durmiendo. Jesús dijo a Pedro: "¿Es posible que no hayan podido quedarse despiertos conmigo, ni siquiera una hora? Estén prevenidos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil". 

Se alejó por segunda vez y suplicó: "Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, que se haga tu voluntad". Al regresar los encontró otra vez durmiendo, porque sus ojos se cerraban de sueño. Nuevamente se alejó de ellos y oró por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Luego volvió junto a sus discípulos y les dijo: "Ahora pueden dormir y descansar: ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar". 

Jesús estaba hablando todavía, cuando llegó Judas, uno de los Doce, acompañado de una multitud con espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta señal: "Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo". Inmediatamente se acercó a Jesús, diciéndole: "Salud, Maestro", y lo besó. Jesús le dijo: "Amigo, ¡cumple tu cometido!". Entonces se abalanzaron sobre él y lo detuvieron. Uno de los que estaban con Jesús sacó su espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. Jesús le dijo: "Guarda tu espada, porque el que a hierro mata a hierro muere. ¿O piensas que no puedo recurrir a mi Padre? El pondría inmediatamente a mi disposición más de doce legiones de ángeles. Pero entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras, según las cuales debe suceder así?". Y en ese momento dijo Jesús a la multitud: "¿Soy acaso un ladrón, para que salgan a arrestarme con espadas y palos? Todos los días me sentaba a enseñar en el Templo, y ustedes no me detuvieron". Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. 

Los que habían arrestado a Jesús lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote Caifás, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro lo seguía de lejos hasta el palacio del Sumo Sacerdote; entró y se sentó con los servidores, para ver cómo terminaba todo. Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un falso testimonio contra Jesús para poder condenarlo a muerte; pero no lo encontraron, a pesar de haberse presentado numerosos testigos falsos. Finalmente, se presentaron dos que declararon: "Este hombre dijo: 'Yo puedo destruir el Templo de Dios y reconstruirlo en tres días'". El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie, dijo a Jesús: "¿No respondes nada? ¿Qué es lo que estos declaran contra ti?". Pero Jesús callaba. El Sumo Sacerdote insistió: "Te conjuro por el Dios vivo a que me digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios". Jesús le respondió: "Tú lo has dicho. Además, les aseguro que de ahora en adelante verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir sobre las nubes del cielo". Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: "Ha blasfemado, ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?". Ellos respondieron: "Merece la muerte". Luego lo escupieron en la cara y lo abofetearon. Otros lo golpeaban, diciéndole: "Tú, que eres el Mesías, profetiza, dinos quién te golpeó". 

Mientras tanto, Pedro estaba sentado afuera, en el patio. Una sirvienta se acercó y le dijo: "Tú también estabas con Jesús, el Galileo". Pero él lo negó delante de todos, diciendo: "No sé lo que quieres decir". Al retirarse hacia la puerta, lo vio otra sirvienta y dijo a los que estaban allí: "Este es uno de los que acompañaban a Jesús, el Nazareno". Y nuevamente Pedro negó con juramento: "Yo no conozco a ese hombre". Un poco más tarde, los que estaban allí se acercaron a Pedro y le dijeron: "Seguro que tú también eres uno de ellos; hasta tu acento te traiciona". Entonces Pedro se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre. En seguida cantó el gallo, y Pedro recordó las palabras que Jesús había dicho: "Antes que cante el gallo, me negarás tres veces". Y saliendo, lloró amargamente. 

Cuando amaneció, todos los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo deliberaron sobre la manera de hacer ejecutar a Jesús. Después de haberlo atado, lo llevaron ante Pilato, el gobernador, y se lo entregaron. Judas, el que lo entregó, viendo que Jesús había sido condenado, lleno de remordimiento, devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo: "He pecado, entregando sangre inocente". Ellos respondieron: "¿Qué nos importa? Es asunto tuyo". Entonces él, arrojando las monedas en el Templo, salió y se ahorcó. Los sumos sacerdotes, juntando el dinero, dijeron: "No está permitido ponerlo en el tesoro, porque es precio de sangre". Después de deliberar, compraron con él un campo, llamado "del alfarero", para sepultar a los extranjeros. Por esta razón se lo llama hasta el día de hoy "Campo de sangre". Así se cumplió lo anunciado por el profeta Jeremías: Y ellos recogieron las treinta monedas de plata, cantidad en que fue tasado aquel a quien pusieron precio los israelitas. Con el dinero se compró el "Campo del alfarero", como el Señor me lo había ordenado. 

Jesús compareció ante el gobernador, y este le preguntó: "¿Tú eres el rey de los judíos?". El respondió: "Tú lo dices". Al ser acusado por los sumos sacerdotes y los ancianos, no respondió nada. Pilato le dijo: "¿No oyes todo lo que declaran contra ti?". Jesús no respondió a ninguna de sus preguntas, y esto dejó muy admirado al gobernador. En cada Fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en libertad a un preso, a elección del pueblo. Había entonces uno famoso, llamado Barrabás. Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido: "¿A quién quieren que ponga en libertad, a Barrabás o a Jesús, llamado el Mesías?". El sabía bien que lo habían entregado por envidia. Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir: "No te mezcles en el asunto de ese justo, porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho". Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó: "¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?". Ellos respondieron: "A Barrabás". Pilato continuó: "¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?". Todos respondieron: "¡Que sea crucificado!". El insistió: "¿Qué mal ha hecho?". Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: "¡Que sea crucificado!". Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: "Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes". Y todo el pueblo respondió: "Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos". Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado. 

Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de él. Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto rojo. Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza, pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de él, se burlaban, diciendo: "Salud, rey de los judíos". Y escupiéndole, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza. Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar. 

Al salir, se encontraron con un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que significa "lugar del Cráneo", le dieron de beber vino con hiel. El lo probó, pero no quiso tomarlo. 

Después de crucificarlo, los soldados sortearon sus vestiduras y se las repartieron;
y sentándose allí, se quedaron para custodiarlo. Colocaron sobre su cabeza una inscripción con el motivo de su condena: "Este es Jesús, el rey de los judíos". Al mismo tiempo, fueron crucificados con él dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Los que pasaban, lo insultaban y, moviendo la cabeza, decían: "Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!". De la misma manera, los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo: "¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en él. Ha confiado en Dios; que él lo libre ahora si lo ama, ya que él dijo: "Yo soy Hijo de Dios". También lo insultaban los ladrones crucificados con él.

Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región. Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz: "Elí, Elí, lemá sabactani", que significa: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: "Está llamando a Elías". En seguida, uno de ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber. Pero los otros le decían: "Espera, veamos si Elías viene a salvarlo". Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu. 

Inmediatamente, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo, la tierra tembló, las rocas se partieron y las tumbas se abrieron. Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que Jesús resucitó, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a mucha gente. El centurión y los hombres que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: "¡Verdaderamente, este era el Hijo de Dios!". Había allí muchas mujeres que miraban de lejos: eran las mismas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo. Entre ellas estaban María Magdalena, María -la madre de Santiago y de José- y la madre de los hijos de Zebedeo. 

Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había hecho discípulo de Jesús, y fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se lo entregaran. Entonces José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo que se había hecho cavar en la roca. Después hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue. María Magdalena y la otra María estaban sentadas frente al sepulcro. A la mañana siguiente, es decir, después del día de la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron y se presentaron ante Pilato, diciéndole: "Señor, nosotros nos hemos acordado de que ese impostor, cuando aún vivía, dijo: 'A los tres días resucitaré'. Ordena que el sepulcro sea custodiado hasta el tercer día, no sea que sus discípulos roben el cuerpo y luego digan al pueblo: '¡Ha resucitado!'. Este último engaño sería peor que el primero". Pilato les respondió: "Ahí tienen la guardia, vayan y aseguren la vigilancia como lo crean conveniente". Ellos fueron y aseguraron la vigilancia del sepulcro, sellando la piedra y dejando allí la guardia.’ (Mt  26, 3-5. 14-75; 27, 1-66)

Reflexión:
Ayer, con el Domingo de Ramos, entramos plenamente en la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Los sagrados versículos, nos hablan sobre ocho fases muy definidas: la traición de Judas, la Última Cena, la oración de Jesús en Getsemaní, la detención de Jesús por el Sanedrín, la negación de Pedro, la liberación de Barrabás, la Crucifixión, y por último, el Sepulcro de Jesús. Todas ellas, de manera fluida, nos reflejan cómo fue la Pasión a la que fue sometido Jesús, cumpliéndose lo que estaba reflejado en las Antiguas Escrituras.

Plegaria:

¡Señor! Sirva esta Semana Santa que acaba de comenzar, para que nos acordemos y revivamos el Sacrificio que hiciste para salvar a la Humanidad. Tú Señor, que en el Cielo estás sentado a la derecha del Padre y reinas por los siglos de los siglos, amén.


viernes, 11 de abril de 2014

El caballero templario de Ponferrada

Desde la Encomienda de Barcelona deseamos compartir con todos vosotros una nueva leyenda templaria. Esta vez la historia, sucede en tierras leonesas. El texto está hecho por el investigador histórico, el valenciano D. Santiago Soler Seguí, cuya publicación la hemos extraído del libro “Codex Templi”.

Desde Temple Barcelona, confiamos que su lectura os gustará.


Portada de Codex Templi 

Cuenta la leyenda que tras la batalla de Alarcos, en la que los moros vencieron a Alfonso VIII, un bravo caballero abanderado perteneciente a la Orden del Temple, en medio de la fragorosa batalla, perdió el estandarte que portaba con la Vera Cruz.

Apesadumbrado, cabizbajo y triste, regresaba el templario a Ponferrada, ya que este estandarte era una magnífica y preciadísima reliquia, traída de Jerusalén. En su camino de regreso, repentinamente, se le aparició en una encina una figura de mujer que irradiaba una misteriosa luz a su alrededor; aquella aparición consoló al caballero y alabó su valentía en la batalla, exculpándolo así de la pérdida de la importante reliquia; también le pidió que volviera con sus compañeros de armas al día siguiente.

El caballero explicó a sus compañeros cómo se le había aparecido aquella luminosa mujer y repitió las amables palabras que le había dedicado. Todos juntos regresaron al día siguiente al lugar prodigioso y el templario reconoció inmediatamente la encina maravillosa. Allí esperaron los guerreros una nueva aparición, pero nada sucedió; el joven caballero, sintiéndose burlado por la luminosa figura, golpeó con fuerza el árbol con su hacha: en ese momento, abierta en dos la encina, apareció en su interior la imagen de la Virgen; llevaba al Niño en su brazo y la Vera Cruz perdida en el combate, en el otro.

Ésta es la leyenda que explica la aparición de la Virgen de la Encina, patrona del Bierzo, en Ponferrada. Esta magnífica población leonesa tiene una gran tradición templaria, muy arraigada en su cultura popular.

La Virgen de la Encina se celebra el 8 de septiembre, día en el que miles de bercianos, llegados de toda la comarca, realizan su ofrenda a la Virgen en su basílica de la Encina. Estos festejos, que suelen durar alrededor de diez días, llenan las calles de colorido, música y devoción.

También cabe destacar en Ponferrada la llamada “noche templaria”. La noche de la primera luna llena del verano, miles de vecinos acuden al castillo ataviados con ropajes típicos de la época medieval y recrean algunos episodios de la tradición templaria.
El magnífico castillo templario de Ponferrada, situado en lo alto de una colina, vigilando el río Sil, está relacionado con todo tipo de leyendas y se le atribuyen innumerables simbologías esotéricas. Se asegura que esta fortaleza, donada en el año 1178 a la Orden del Temple y construida sobre un antiguo castro romano, esconde entre sus muros numerosos tesoros templarios, incluida el Arca de la Alianza y el Santo Grial. El número de sus torres y la disposición de éstas tienen algo de mágico. Tiene doce torres, todas distintas, y se levantaron siguiendo un trazado astronómico, a semejanza de las constelaciones del zodíaco; su triple recinto amurallado, tan útil en lo militar como significativo en lo esotérico, también ha sido objeto de estudio entre los especialistas. Se dice que aquí, en la maravillosa fortaleza de Ponferrada, doce caballeros templarios custodiaban el Santo Grial, como doce son las torres y doce los signos del zodiaco.



Imagen de la Virgen de la Encina, patrona del Bierzo.

martes, 8 de abril de 2014

El Temple y las logias británicas: Rosslyn

Desde la Encomienda de Barcelona, recuperamos el apartado para aquellos seguidores de la página que les interesa los temas sobre la masonería y sus interpretadas vinculaciones con los templarios. Para ello hemos extraído unas líneas de la obra “The Temple and the Lodge”, realizadas por los coautores Michael Baigent y Richard Leigh.

Desde Temple Barcelona deseamos que su contenido os sea interesante.


Portada del libro The Temple and the Lodge

A unos cinco kilómetros al sur de Edimburgo se encuentra el pequeño pueblo de Rosslyn. Consiste en una única calle con una procesión de casas y tiendas y, al cabo de la calle, dos pubs. El pueblo comienza en el borde de una profunda garganta boscosa, el valle de North Esk. A doce kilómetros de allí, cerca de donde el North Esk se une con el South Esk, se encuentra la antigua preceptoría templaria de Balantrodoch, hoy llamada simplemente Temple.

El valle del North Esk es un lugar misterioso, aparentemente habitado por fantasmas. Esculpida en una gran piedra cubierta de musgo, una salvaje cabeza pagana observa al caminante. Río abajo, en una cueva excavada detrás de una cascada, encontramos lo que parece ser otra enorme cabeza con ojos cavernosos, tal vez una escultura erosionada por el tiempo, quizás un producto natural de los elementos. El camino que atraviesa el valle pasa junto a numerosas construcciones de piedra en ruinas y a la pared de un risco con una ventana tallada en la piedra. Detrás de esta ventana hay una verdadera madriguera de túneles, suficientes para ocultar a un número considerable de hombres y accesibles sólo a través de una entrada secreta: uno debe ser bajado a un pozo. Según la leyenda, Bruce encontró refugio aquí durante una de las numerosas crisis que afectaron a sus campañas.

Posado en el mismo borde de la garganta hay un edificio espectral y extraño, la capilla de Rosslyn. La primera impresión que se tiene es que parece tratarse de una catedral en miniatura. No es que sea particularmente pequeña. Pero es tan recargada, tan chorreada de tallas góticas y adornos floridamente intrincados que, de alguna manera, parece ser la parte truncada de algo más grande, como si fuese un fragmento de la catedral de Chartres trasplantado a la cima de una colina escocesa. La construcción transmite una sensación de opulencia amputada, como si los constructores, después de haber volcado pródigamente sobre la estructura sus habilidades más asombrosas y los materiales más caros, simplemente hubiesen interrumpido la obra de forma abrupta.

De hecho, eso fue lo que hicieron. Se les acabó el dinero. La capilla de Rosslyn estaba destinada originalmente a formar parte de algo mucho más grande, la Capilla de la Virgen de una enorme colegiata, una catedral de tamaño natural a escala francesa. Al acabarse los fondos, el proyecto jamás se llevó a cabo. Desde el muro occidental existente se proyectan unos enormes bloques de piedra, esperando a otros que jamás llegaron.

El interior de la capilla es una febril alucinación en piedra, una explosión tumultuosa de imágenes talladas y configuraciones geométricas apiladas una encima de otra, fluyendo entre sí, superponiéndose unas sobre otras. Y abundan los motivos que anticipan aquellos que caracterizarían a la masonería. Uno se encuentra en lo que parece ser un compendio petrificado de “artilugios esotéricos”.

Como cabría esperar de un lugar así, la capilla de Rosslyn es un foco de secretos y leyendas. Las más famosas de ellos corresponden al extraordinario pilar situado en el extremo oriental de la estructura, llamado hoy el Pilar del Aprendiz. Un relato publicado en 1774 habla de:

‘…una tradición que ha pasado en la familia de Roslin de padre a hijo, que cuenta que un modelo de este hermoso pilar había sido enviado desde Roma, o algún lugar extranjero; el maestro de albañilería, al verlo, no consintió en trabajar semejante pilar bajo ningún concepto, hasta que no fuese a Roma, o algún lugar extranjero, para inspeccionar el pilar del cual el modelo había sido tomado; que, en su ausencia, cualquiera que como se yergue hoy; y que el maestro, a su regreso, viendo el pilar tan exquisitamente acabado, hizo averiguaciones, preguntó quién lo había hecho, y, presa de la envidia, mató al aprendiz.’

Encima de la puerta occidental de la capilla se puede ver la cabeza tallada de un joven que presenta un corte en la frente. Se dice que es la cabeza del aprendiz asesinado. En el lado opuesto se puede ver la cabeza de un hombre con barba, el maestro que le mató. A su derecha, hay otra cabeza, la de una mujer, llamada “la Madre Viuda”. Por lo tanto, resulta evidente que el anónimo y precoz joven era –para emplear una expresión familiar a todos los masones- un “Hijo de la Viuda”. Como hemos señalado, la misma frase se utilizó para nombrar a Perceval o Parzival en los romances del Grial.

Las connotaciones masónicas presentes en la capilla y su simbolismo difícilmente pueden ser obra del azar, ya que Rosslyn fue construida por la familia que, quizás más que cualquier otra en Gran Bretaña, llegó a ser asociada con la masonería posterior: los Saint-Clair o, como se les conoce hoy, los Sinclair.



Fotografía del Pilar del Aprendiz de la iglesia de Rosslyn

lunes, 7 de abril de 2014

Evangelio dominical: "Yo soy la Resurrección y la Vida”

Desde la Encomienda de Barcelona, queremos compartir con todos vosotros la reflexión del evangelio de ayer domingo 6 de abril. Nuevamente, Juan se encarga de recoger unas palabras que son fundamentales en la prédica de Jesús: la resurrección y la Vida.

Desde Temple Barcelona os invitamos a meditar el evangelio con nosotros.


‘Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta. María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo. Las hermanas enviaron a decir a Jesús: "Señor, el que tú amas, está enfermo". 
Al oír esto, Jesús dijo: "Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella". Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando oyó que éste se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Después dijo a sus discípulos: "Volvamos a Judea". Los discípulos le dijeron: "Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿quieres volver allá?". Jesús les respondió: "¿Acaso no son doce las horas del día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de noche tropieza, porque la luz no está en él".
Después agregó: "Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo". Sus discípulos le dijeron: "Señor, si duerme, se curará". Ellos pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte. Entonces les dijo abiertamente: "Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo". Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: "Vayamos también nosotros a morir con él". Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días. Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas". Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará". Marta le respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día". Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?".
Ella le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo". Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: "El Maestro está aquí y te llama". Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro. Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que ésta se levantaba de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí. María llegó a donde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto". Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado, preguntó: "¿Dónde lo pusieron?". Le respondieron: "Ven, Señor, y lo verás". Y Jesús lloró. Los judíos dijeron: "¡Cómo lo amaba!". Pero algunos decían: "Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría impedir que Lázaro muriera?". Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima, y dijo: "Quiten la piedra". Marta, la hermana del difunto, le respondió: "Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto". Jesús le dijo: "¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?". Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: "Padre, te doy gracias porque me oíste. Yo sé que siempre me oyes, pero lo he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado". Después de decir esto, gritó con voz fuerte: "¡Lázaro, ven afuera!". El muerto salió con los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: "Desátenlo para que pueda caminar". Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él.’ (Jn 11, 1-45) 

Reflexión:
Como apuntábamos al inicio del post, Juan nos habla sobre la resurrección y la vida eterna que Jesús muestra a sus discípulos. La resurrección de Lázaro es muy valiosa para darnos cuenta del poder de Dios y que la muerte no es el final; ya que el Señor es capaz de ‘despertar’ el alma dormida por la muerte terrenal. Jesús nos demuestra que si mantenemos la fe en Dios, nada deberemos temer, puesto que continuaremos existiendo con Él.

Plegaria:

¡Señor! Haz que jamás pierda la fe. Soy consciente, gracias a Ti, que mis debilidades, mis enfermedades y mis sufrimientos, tan sólo son una ilusión pasajera. Creo que después de la vida terrenal existe más vida. Y que la única Verdad pasa por servir a Dios y al prójimo.