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viernes, 30 de septiembre de 2016

Sueñen

Me ha llevado algún tiempo el poderme relajar, en no dejarme llevar por la ira que sentía al ver que los sueños que me habían venido acompañando, desde que me invistieron como caballero templario, allá por el año 2005, parecía que se desvanecían. Guerras internas movidas por el ego de sentirse "diferente" al resto, fueron aniquilando la esperanza de muchos hermanos, que nos veíamos desamparados ante tanto delirio de grandeza.
Después de haber soportado un dolor que me abrasaba las entrañas, acabé agarrando mi manto y marché con él cabizbajo como si se hubiera perdido Tierra Santa, para acabar plegándolo y depositarlo con cuidado en un rincón del armario. Ahí, el blanco manto estuvo durante meses rodeado por las tinieblas, esperando a que lo volvieran a sacar para poder relucir con la luz.
Fue pasando el tiempo y me vino a la mente la siguiente pregunta: ¿Qué sería una vida sin sueños? Entonces, comencé a tener miedo. Entendí que un hombre sin sueños es imposible que disfrute de la vida. , me dije. Incluso el espíritu de Lucifer, que perdió la fe tras ser apartado de la luz, sueña con derrotar a Dios, a su propio creador. ¿Y Dios, también sueña?, me cuestioné. Debe ser difícil soñar cuando se vive en una realidad infinita, máxime, teniendo en cuenta que como Creador es capaz de hacer que todo se cumpla a su antojo. ¡Dios no sueña, actúa!, exclamé. Para soñar ya están las criaturas que tienen la ilusión de cumplir sus deseos, aunque para tal propósito sean otros los que actúen.
Calderón de la Barca, hace siglos, abordó con acierto este tema, lo explicó magistralmente en un soliloquio, donde concluye en boca del protagonista Segismundo, diciendo: que la vida es sueño; y los sueños, sueños son. Pero al igual que los sueños circulan vivos por los rincones de la mente, también saben morirse, la mayor de las veces, de pena por no verse cumplidos. Así, no es de extrañar que existan gentes que por no actuar a tiempo, constaten cómo los sueños acabaron sepultados. También eso lo hizo patente un genio atormentado del romanticismo, Bécquer, que en una de sus rimas, afirmó al final de la misma: ¡Oh, qué amor tan callado, el de la muerte!; ¡Qué sueño el del sepulcro, tan tranquilo!.
Por todo ello, no espere a ver cómo sus sueños se desvanecen por dejadez y actúe para que no acaben siendo solo sueños. ¿Acaso se quedó quieto Jesús de Nazaret cuando fue introducido en el Sepulcro tras su muerte en la cruz? Jesucristo no se conformó con su suerte y no permaneció en su tumba, sino que resucitó de entre los muertos para que todo cuanto dijo, hizo, y prometió a sus discípulos no quedara en un simple sueño. ¡Dios no sueña, actúa!
Por eso les invito a que no dejen de soñar, a que cojan sus mantos y dirijan una oración al Señor, dándole las gracias por haberles hecho soñadores.

Por +Ramón Villar Reyes

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